La calabaza de la curruca Blasensis Morales del Arcediano 2011 |
Es tan roja y tan guapa como la Amanita muscaria y no es venenosa. Pero no es una seta. Debe andar por los 50 cmts. de diámetro. Da para comer puré a una familia una semana, o hacer cabello de ángel, asarla a la plancha en rodajas, acompañarla de otras verduras u hortalizas, freírla, empanarla, cocerla, hornearla, confitarla...
Quería la curruca saxofonista, el Verderón Blasensis, que me llevara una, pero ya me tenían reservadas más y en el piso proletario no contamos con el espacio de una casa maragata.
Las que traje son de otra raza, amarillas, compactas y más pequeñas, tal vez más apropiadas para confituras, aunque yo prefiero la sopa o la crema de cualquiera.
¡Calabazas más grandes que éstas me dieron a mí a porrillo las que yo me sé!
Ya pasó su mes, noviembre, al margen de que se conserven en perfecto estado mucho tiempo en lugar fresco.
La tradición del Halloween americano casi caló por completo nuestras calabazas otoñales desplazando tal vez otras costumbres. Pero yo quiero recordar una que se daba en los pueblos de la vega del Tuerto, en León, e imagino que en más lugares, que sólo es otra variante de la calabaza vaciada simulando una calavera.
Hablo de hace 50 años.
Las calabazas del Turienzo Morales, noviembre 2011 |
En San Román, San Justo, Celada, Nistal y otros pueblos de la Vega, todos de regadío con mucha patata y mucha remolacha, por los Difuntos se tenía por costumbre vaciar una remolacha forrajera, calar los huecos de los ojos, la nariz y la boca, e introducir una vela. Así nos paseábamos por el pueblo de noche, asustándonos de mentirijillas unos a otros.
Conservando algunas ramas del tallo parecía un cráneo punky. Terrorífico.
El tamaño de las remolachas era proporcional al nuestro, porque la forrajera puede alcanzar dimensiones gigantescas doblando en casos record el peso de un infante.
Sin embargo no recuerdo que hiciéramos lo mismo con las calabazas, que también había.
Pero ya no se planta tanta remolacha. Como dice la canora Centenalis ¡ya no se planta nada!, y lo que se planta no se recoge, sólo algo cerca de los pueblos para el ganao de corral, un poco de maíz, y la huerta. ¿Para qué todos esos regadíos? El vino en cambio no decae. ¡También sería, que nos racionaran el morapio!
Creo que la tradición se ha perdido, aunque es bien posible que se copiara ya de la norteña europea.
Estoy viendo que las calabazas no son más que la excusa para enseñaros el pueblo maragato de estas dos currucas pardas musicales que hemos caracterizado aquí como el Verderón Blasensis y la Mirlona Centenalis. Estuve unas horas con ellos y, en la bondad de la atardecida soleada, pude hacer varias fotos que iré colocando cuando toque.
El río Turienzo a su paso por Morales del Arcediano León, otoño 2011 |
Estaba la tarde de cine, serena, el pueblo tranquilo, como siempre. La curruca piragüista reconstruía una muria tradicional, piedra a piedra y sin argamasa, a la antigua forma cantera. Sudaba como cuando pedalea en bicicleta marcha atrás y cuesta arriba.
El puente de hierro de Morales dicen que fue una equivocación y que estaba destinado a un pontón del ferrocarril pero, una vez descargado, aquí se quedó.
Hice algunas fotos de muros caseros, los primeros que he tenido oportunidad de ver desde que me lancé el reto a mí mismo de enseñarle algunos a una fotógrafa alemana, de Shutterchance, Filine, que había puesto en su página un muro tradicional de piedra muy guapo en un paisaje campestre inglés.
Ella no creo que sepa nada del asunto pero necesito dialogar, aunque todo sean puras imaginaciones.
Y siguiendo con diálogos, éstos culinarios ya que estamos en Lo que se comió, he visto algunas fotos, de platos de esos de nueva cocina, tan buenas que apetecía comerlas. El plato, su contenido o las fotografías, la pantalla, vamos.
¡No veas cómo monologaban ad libitum mis papilas gustativas, mis jugos gástricos y mis pobres pretensiones de cocineru o fotógrafo aficionado! ¡Qué lujo! Si cocinan tan bien como fotografían, que no lo dudo, es para descubrirse.
Casi resulta escandalosa tanta belleza en un mundo con tantísimas necesidades básicas sin cubrir. Pero realmente el arte no puede dar cuenta ni de toda la hermosura ni de la miseria del planeta. Podrían hacerlo los que tienen la pasta y pagan las cuentas con el dinero ajeno. Pero eso no lo veremos.
Sólo recuerdo a dos que también publican en Sutterchance, Janina (jmnowak) y Bandora, y no son de los que se pasan. Parece cocina casera hecha con buen gusto y elegancia. ¡Qué ricooo!
Y siguiendo con coincidencias, que son otra especie curiosa de diálogo, hoy Janet Holden (Cornishmaid) a la que sigo y de la que suelo comentar alguna foto suya, puso el retrato de unos cerdos que me recordaron una vez mais mi etiqueta de Chorizos culares, que tengo algo abandonada. Porque esta semana también yo fotografíé gorrinos que iréis viendo conforme crezca esa etiqueta.
Tampoco es que sea nada de la otra gorrinera, todos los marranos se parecen en la roña. Pero como ilustración del Kolokapitalismo rampante no hay nada mejor. Y las de Janet son mejores que las mías.
¡Buenoooo..., tengo por ahí unas de morros de ternera en primer plano, ya peladines, con los que mi madre me hizo unos callos que estaban pa comulgar! Ésas pa Militouh erde louh Botineih y, si acaso, para Paco Gila que era un... ¡callívoro!.
Pero no seré tan desagradable como para poneros los caninos más largos, ni, es clá, para estropear hoy con escatologías esa maravilla calabacil y maragata.
Y con esto y otra taza
se acabó la calabaza
Salut y bon apetit!
Ramiro
P.D. La cortea. Hablando con el Verderón llegamos al acuerdo de que cortea era el nombre más común de la cochiquera en estas tierras. Quizá la voz más académica sea pocilga, pero las academias, como las clasificaciones, ya sabemos que siempre barren para casa. Cada país tiene su nombre típico. Gorrinera, cubil, cochi/cuchitril, corripiu/pia, porqueriza, más todos los términos locales y los de los idiomas del estado. No se quejará el gochu de lo solícitos que somos con él los carnívoros.
Vale.