domingo, 5 de enero de 2014

Epílogo


Galicia  2013.


¡Hasta siempre, maestro!


Yo para mi ordenación tengo como precepto no ser histórico ni actual, pero saber oír la flauta griega. 

No sólo la oía, también la tocaba el genial zombi, ¡y con una sola mano!, como buen chiflador galaico. Con don Ramón debería cerrar el círculo -de los zombis- en otro encuentro griego, pero eso ya no depende de mín, le comentaba yo al Capi hace unos meses.
Creo que no será posible...

En realidad el viejo loco se había ido corriendo de a pocos hacia el oriente lejano y andaba ya a orillas del Bramaputra. En el transcurso de la velada en su bodega, me iniciaría en el Milagro Musical del indobudismo, ¡y eso que el costo del Narizotas no resultó de su gusto!.
A mí me pareció una bomba, muy perfumado y algo dulzón, me recordó un material de Cachemira que había fumado de joven: pasé dos o tres días oliendo a jazmines y a rosas, hasta cuando visitaba al amigo Roca.
Menos mal que no le gustó, porque de lo contrario no sé que hubiera pasado. Me hizo seguirlo en sus cantos de alabanza a Krishna y Rama, acompañados por la esquila de una cabra, que tañía yo en funciones de monaguillo, y no la campanilla de la cristiana consagración como le dije al Capi.

Don Ramón acabó su relato del retorno a Vilanova justo cuando terminaba de cebar el chibuquí. Esta vez sacó un contravientoymarea y me pidió que encendiera el chocolate mientras él chupaba.
Me agaché hasta el platillo sobre el que se apoyaba la cazoleta en el suelo y arrimé la mecha. El hachís, blando y aceitoso, tardó en prender. Valle me miraba desde lo alto de la embocadura de la pipa, levantando las cejas por encima de sus lentes redondas, como un Trotsky vagabundo y trastornado.
Chupaba igual que un bebé, hasta que por fin salió un humo denso y dorado. Aguantó en los pulmones una segunda y profunda chupada y me guiñó alargándome el tubo. Echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

Yo aspiré con cautela y aún así me entró hasta los calcetos. Aguanté la tos y el humo y miré al viejo. Sin despegar los párpados alargó el brazo y me quitó de las manos el chibuquí. Repitió la operación sin abrir los ojos y me lo volvió a pasar.
Mi segunda chupada, que ya sabía algo a ceniza, todavía fue más suave, porque la velocidad con la que el airín fresco y juguetón alcanzó mis calcaños en la primera, me hizo ser prudente pensando que se trataba de un material fetén. Quería saborearlo sin perder del todo el contacto con la realidad y con el buen maestro.

¡Últimamente el Legía me está tangando!, tronó Valle abriendo los ojos de pronto y acercando la bolsa de cordobán. Sacó el costo y lo olió, lo amasó, lo chupó, lo mordió y sentenció, ¡Éste marrón es poco comercial, más que chocolate parece chapapote!
¡Pero coloca!, dije queriendo contemporizar. Y, al fin y al cabo, era verdad: ¡yo ya estaba trénico trénico!
¡También coloca la estricnina! ¡Na Caixa... de Aforros!, contestó el manco atravesándome, y terminó con una de esas risas suyas despampanantes, estentóreas y sincopadas que lo dejaban sin resuello y le hacían parecer un gallo de pelea a punto de afogarse en un charco.

Oímos golpes en la puerta de la bodega. Don Ramón se puso tieso pero no se levantó, me indicó calma con la mano y la metió en la faltriquera, yo palpé el bolso posterior del pantalón, allí seguía la barbera. La puerta se abrió y vimos bajar por la escalera a Paco Gila seguido de don Vicente Van.


Facundo Porro Cenutrio, cortaorejas, ordeñador de bueyes. 

Ravi Shankar. George Harrison.  Vedic Chanting.



P. D. Hoy se cumplen 78 años de la muerte de don Ramón Mª del Valle-Inclán.
Y una canción final que nos envía Alberto, el Capi del Teach:

Napoleón  XIV.   They're coming to take me away. 

http://www.youtube.com/watch?v=hnzHtm1jhL4


¡Salud!

Ramiro Rodríguez Prada.