viernes, 5 de abril de 2013

Patos patafísicos


Homeropátiko patafísiko  disfrazado de lagarterana.
Oviedo,  2012.

Patafísikos Puticanos


El menistro patafísiko espanoli no procrea en Roma, se la pela recordando las cachas, el culo y las tetas de una pata morena, una siracusana bandera que se reclinó a su lado cuando er Biendichoso Exsanto Padre los bendijo en petit comité. Se limpia la chorra en un pañolito bordado con sus iniciales y perfumado con Esencia de Venus, desperdiciando su esperma portador de las chispas divinas de la vida.  Ανάθεμα, pecado!

El obiésporo patafíko Carcañares es un parásito, no procrea ni en el Vaticano ni en parte alguna porque es un bendito muy listo y no fornica, a menos que tenga por ahí escondida alguna barragana. Lo dudo porque con ese plumón sólo me lo imagino dando la espalda al prójimo.

Carcañares nun ye normal, ye un travestí de antes de Trento, ¡o de Cuarento o Cincuento!.  ¿Cuándo vísteis a un paisano normal vestido en serio como semejante fantasmón? Ya que fuera un disfraz por Carnaval, pero se acicalan como estantiguas casi a diario, con esas faldamentas y esas puntillas que pone la carcundia para acojonar al feligrés, que parecen travestís vestidos por Merinno, haciendo que les tomen las medidas en sus aposentos paticanos privados; Gorrinno o cualquier otra de esas firmas de la elegancia aristocrática moderna, con nombre italiano, o aparentándolo para que parezca más maricón, pero en fino ("Yace en aqueste llano/ Julio el italiano/ Que a marzo parecía/ En el volver de rabo cada día", decía Quevedo).

Hablando de yacer, ¿alguien recuerda los zapatos italianos de supertafilete que llevaba el exsanto padre anterior, beato polaco moderno ya, cuando tenían expuesto su cadáver ("de cuerpo presente") en la Cueva de Alibabá?. ¡Pues los andadores del cesante, el que acaba de pasar a la reserva, pa cagarse!

Bujarrones muy elegantes, con visa oro de la banca puticana, tan podrida como sus dueños los santos padres de la curia patafísika, Carcañares entre ellos, que todavía engañan a millones de incautos, y a otros malos bichos nada inocentes, aunque éstos se dejan engañar de mentirijillas y van de santurrones porque tienen tanta mierda en su alma que no saben cómo evacuarla y hacerse perdonar. Ahí caben todos esos menistros parásitos de la procreación que van a chupársela al Gran Carcamal patafísiko cada vez que estornuda, y sea quién sea la momia que ocupe la sede paticana.

De las palizas y los tormentos que tan dao...

Encarnación la Sallago.    Saeta

Patafísiko buscándose ladillas
Oviedo,  2102.

Una cosa es la homo, hetero o bisexualidad, y otra esta pandilla de asquerosos con sonrisa de no comerse más que pajas -patafísiko y onanista pecador, léase cargado de culpa, vienen a ser sinónimos, como vamos viendo-. Bien, seguimos: éstos se la pelan pensando en el amanerado y dulce San Juan o en Santo Domingo Sabio, y en el seminarista, compañero, asistente, etc., que se benefician en la realidad o en sus sueños eróticos, causa de su persistente onirismo pornográfico patuno y de su pertinaz espermatorrea, ¿o será esperpatorrea?, mientras imparten doctrina de comportamiento pat- ético y sexual patafísiko a la sociedad. ¡Qué me cuentas, Carcañares!.

Lo he dicho, y lo dijo alguien antes que yo: sepulcros blanqueados, hipócritas, falsos, podridos.

Y para terminar, queridos hermanos, una joya que tal vez ya conozcáis, es que como no veo la tele no me entero y después cuando oigo algo así tengo la sensación de vivir en otro mundo. Típico producto del gran pensamiento teopolítico patafísiko:

"El PP es cada vez más el partido de los trabajadores (PTE) y las trabajadoras de este país"  (Cocospedal dixit). ¡Acogonante!

La Trinca.  La patata. En catalán.


Semin Arista, rebetis, lagarterano navarro.

jueves, 4 de abril de 2013

¡Mantecadas, hay mantecadas!


Pedromato   sobre el ábside de la Catedral de Astorga.
Por el este.  Julio 2011.

Sesión teosófica


Entrábamos en Astorga al amanecer. El de la grúa dejó el Mercedes a la puerta de un taller y nosotros nos dirigimos al centro caminando. Al pasar cerca de la catedral por una calle que rodea el ábside, Valle señaló a la estatua que lo corona y se puso a recitar una letrilla que yo no conocía y que luego dijo que era anónima, tal vez de los cantos del camino de los arrieros maragatos. A mí me recordaba las melopeas de los beduinos conduciendo sus caravanas de camellos, que en este caso serían mulas. Sólo me quedé con las primeras estrofas. Se titula...

Desde aquí arriba

Soy Pedromato
y llevo bragas
de maragato

Veo y acato
lo que tú hagas
y hasta si cagas
    detrás del mato... 

¡Como dios, omnipotencia indiferente o al revés indiferencia omnipotente!, ¿pero conocía usted a Pedro Mato?, le pregunté asombrado.
¡Yo tengo tratos con todos los trajinantes, caminantes y viajantes que en el mundo han sido y serán, pollo!, cantó don Ramón en tono severo clavándome los quevedos a un palmo de la cara.
¿Y tiene idea de quién era?
¡Naturalmente, la quintaesencia del arriero maragato convertido por obra y gracia del Cabildo en el abanderado de Clavijo!
¡¿Qué dice?!...
¡Lo que oye, pinzón!
Pero la batalla de Clavijo, si es que se dio, fue en el S. IX y a Pedromato lo colocaron en el pináculo a finales del XVIII.
¡Eh ahí el milagro! No me gusta el río revuelto, el Clero pescador lo enreda todo. El arriero maragato agarra el banderín de enganche en la fe de Cristo, ahora contra los revolucionarios volterianos que amenazaban al pueblo de Dios.
¡No me diga!
¡Le digo más! Fueron años de cosechas muy escasas y mucha hambruna. Entre el Cabildo y el Marquesado de Astorga, que se llevaban a matar, tenían al pueblo llano en un puño. Gracias a las importantes donaciones de algunos arrieros ricos y el esquilme al que se sometió al campesinado, con diezmos y primicias para la Iglesia y rentas de los Osorio, el Cabildo pudo costear sus jaspes catedralicios y el marqués sus francachelas aristocráticas. El obispo de entonces fue el promotor de la idea que, por cierto, también pagó el campesino, maragato y no maragato.
Pues la gente quiere a Pedromato...
¡La gente, la gente! ¡¿Quién es la gente, usted es gente, yo soy gente!? ¡Déjese de pamemas!
Se siente identificada con él...
¡Esos son costumbrismos burgueses románticos, mi querido pardal!.
¿Pero no era usted también de los Apostólicos Tradicionalistas, don Ramón?
¡Yo amo a los héroes del pueblo y a los hombres de honor, no a los clérigos villanos de la curia vaticanista y carcunda, cotorra!
Y eso ¿qué tiene que ver con Pedro Mato? Comprendo su reflexión histórica, pero no entiendo porqué no le gusta la figura, es casi un símbolo.
¡Por lo mismo que no me gustan los zuequiños de San Benitiño, carallo!

Todo este diálogo sucedía a espaldas del Narizotas, su lugarteniente y Sebito, que nos precedían admirando el cercano Palacio Episcopal del fantasioso Antoni Gaudí.
¡Estamos rodeados de Misterios!, dijo Valle mirándome por encima de sus lentes. ¡A la derecha la cripta funeraria de los marqueses de Astorga, a la izquierda las catacumbas de un iniciado, un Siervo de Dios!. ¡Esta noche habrá verbena!, añadió enigmático levantando el muñón.

No supe a qué se refería, aunque sospeché cualquier tangana.


Más tarde llamado  El Felón
Astorga apostólica, 2011

Delante de una loseta con una dedicatoria muy tosca en la fachada de una igliesuca, el manco llamó la atención del Narizotas, ¡Eh, Bogbón, aquí hablan de ti!, dijo guasón. El Legía se limitó a observar la leyenda y no contestó, hizo un gesto en el que la barbilla parecía tocar la punta de su nariz, ¡Virgen de la Sublime Hermosura, qué tipo más feo!

¡Ahí los tiene, sus compatriotas, sus paisanos acordándose del más amado, el deseado, en plena restauración absolutista, con las Cortes de Cádiz hechas unos zorros puestas de capirote!, puteó el viejo dirigiéndose a mí.
¡Éstos son de su partido, don Ramón!, dije con toda la mala leche de que fui capaz.

Menos mal que no llevaba la tranca ni el bastón, porque me hubiera atizado, el cabrito. Estaba tan indignado que no era capaz de articular. Por si las moscas yo había retrocedido un paso.

No se me sulfure, don Ramón, intenté calmarlo, ¡Déje que le explique!.
Por una vez no salió de su boca improperio alguno. Me miró muy serio e hizo un gesto torero como invitándome a rajar.

Verá -seguí-, esta capilla da también nombre a una Cofradía, la de La Vera Cruz. Un antepasado mío, arriero maragato, fue cofrade, y uno de sus nietos o biznietos, el llamado Pedro, establecido en San Justo, lo fue de la Cofradía hermana del mismo nombre en ese pueblo, en su fundación allá por 1829, siendo obispo Leonardo Santander y cura párroco Juan Mostaza.

¡Pedro Mato!, gritó Valle arrebatado. Yo continué.

No sé si cuadrarían las fechas, a Pedromato lo pusieron ahí en 1798, creo.
¡Cuadran!, afirmó el manco.
Como Pedro era dueño de una buena hacienda dotó a la Cofradía con su símbolo, una Santa Vera Cruz de madera, enorme, que preside las procesiones de la Semana Santa. Pero fue más allá como benefactor de la Iglesia: él costeó la imagen de Nuestro Padre Jesús con la cruz al hombro, la de la Soledad y su manto de pana fina, la imagen de Jesús que reposa muerto en la urna, la mitad de los cristales para esa hornacina y un cetro con la imagen de Nuestro Padre Jesús, entre otras cosas.

¡Pedro Mato!, cacareó de nuevo Valle. ¡Un banquero local del Cabildo, como el maragato Cordero de la Isabelona!
No se apellidaba Mato.
¡No sea panoli, el Mato es un apodo! ¡Y yo sé de qué hablo, jilguero!, añadió con aplomo.

Lo cierto es que, más adelante, toda esta banda de Apostólicos, o sus hijos, debió ser la que se conjuró en las tormentas del 68 y un grupo de esos exaltados ultras, capitaneado por un canónigo de la Catedral y profesor de Teología del Seminario Mayor, mató al alcalde constitucional de un pueblo cercano. ¡Seguían consignas carlistas, carcundas, don Ramón!
¡¿Adónde quiere llegar con toda esa exposición, boludo?!
No me atreví a seguir porque me miraba tan mal que pensé que me iba a arrancar los ojos.

Astorga es una ciudad pequeña y en un cuarto de hora la habíamos cruzado. En la casa donde nos dirigió Valle, que fue antigua posada, vivía una viuda, su hija con síndrome de Down y un tío cura ya jubilado con problemas de Alzheimer. Teníamos las camas preparadas en habitaciones individuales muy limpias, pero tan austeras que más parecían celdas de monjes. Por todo mobiliario una silla, y el crucifijo en la cabecera del lecho. De hecho la pensión había sido en tiempos hospedaje de seminaristas, curas o algún canónigo soltero...

Estábamos todos muy cansados, ni yo pensaba en comer, pero la viuda tenía preparados unos reconfortantes desayunos. Dimos cuenta de todo ello, incluidos el famosísimo chocolate de la ciudad, los crujientes churros y, por descontado, las mantecadas. ¿Cómo se había enterado de que nos presentaríamos allí aquella mañana? Nuestro paso por Astorga había sido fruto de un incidente imprevisto. A los teléfonos del Legía y su compinche les faltaba carga o cobertura, nadie pudo avisarla.

¡Son comunicaciones de un orden superior a las que no alcanzan oídos legos!, sentenció el de Vilanova misterioso cuando lo interrogué.

Nos acostamos con la intención de descansar tres o cuatro horas, hasta las doce más o menos. Comeríamos todos juntos y luego el Legía y Porfirio se acercarían hasta León a controlar sus negocios. Al día siguiente nos recogerían de vuelta a Vilanova. Don Ramón tenía el máximo interés en pasar esa noche en Astúrica Augusta, como le gustaba nombrarla de cuando en cuando.
Sin embargo hasta las dos de las tarde nadie rebulló en aquella casa.


El Caminante de Rosendo García Ramos  Sendo, saliendo del albergue de peregrinos pobres.
Astorga  2011

Por fin pudimos ducharnos después de rodar por docenas de carreteras e infames tugurios. ¿Cuántos días habían pasado desde que salimos del Constantinopla? Tuve la sensación de que llevaba soñando una semana cuando la viuda me despertó. Don Ramón y el Narizotas esperaban en el recibidor. El Mercedes estaba aparcado a la puerta.
Fuimos a comer al corazón de Maragatería, en Castrillo, a Ca Cuca La Vaina, un típico cocido de la tierra. ¡Mortal!.
Camino de León nos dejaron otra vez en Astorga y los jaques arrancaron, derrapando con la máquina. Empezaba la sesión de tarde.

Aprovechamos para hacer las visitas turísticas obligadas a los monumentos de la ciudad. Estuvimos en las murallas, en la Ergástula y en las cloacas  romanas, en el Palacio de Gaudí y el Museo de los Caminos, así como en el Catedralicio.
La Catedral era la atracción favorita del viejo manco, y no precisamente Pedro Mato. Conocía detalles que ni yo, que soy hijo de la tierra, recordaba. En una columna nos mostró una leyenda latina que decía, "Este pilar está cimentado sobre un pozo de agua", y en otra, "Este pilar está cimentado sobre vino et passo", ¿qué significa?, ¡parece un chiste!.

Pero lo que más llamaba la atención de Valle eran las tallas de figuras demoníacas y gárgolas que adornaban la sillería del Coro.
En el Presbiterio, después de admirar el retablo de Becerra, se quedó mirando al suelo un rato, como hipnotizado. Al cabo, le dio una de sus tarantelas repentinas y nos indicó que fuéramos saliendo.

Volvimos a la pensión, donde nos esperaba la patrona con algo de cecina para empezar, y unos callos y mollejas que ya nos acabaron de rematar. En la sobremesa don Ramón nos puso en antecedentes. La viuda era también una medium de fiar, muy conocida en los ambientes espiritistas y esta noche asistiríamos a una sesión en la Cripta de los Osorio. Él mismo oficiaría de Maestro. Me temí lo peor, pero callé la boca.
Cuando entró con unas natillas de postre, el manco, dirigiéndose a ella, inquirió, ¿Está avisado el chupacirios?. Asintió la mujer. Sebito la miraba con la boca abierta como si fuera una fenómena. La viuda sonreía, bondadosa.

Y empezó la sesión de noche. Hacía frío y no vimos un alma por las calles. Las cosas que pasaron no son para contadas aquí, como diría el de Arousa en su giro gallego. Sólo indicaré cuatro detalles, obligado como estoy por el secreto iniciático a no revelar más. Y ya es mucho.

Para empezar nos abrió la pequeña entrada disimulada en un rincón de la verja del atrio, un hombre que yo conocía desde niño y que de adolescentes nos enseñaba la catedral a mis amigos y a mí, en las horas en las que pirábamos clase en el instituto. Nos daba galletas y copitas de vino dulce. Era niñón y un buen paisano.
Se llamaba Emilio y era el pertiguero de la iglesia, algo menos y algo más que un sacristán. Además de ejercer de monaguillo, se encargaba de apagar las velas -con la pértiga- después de los oficios diarios, y de cerrar la Casa de Dios. Lo extraño de que Emilio nos abriera era que llevaba por lo menos veinte años muerto.

No pude contestar, de la rigidez que tenía, cuando el pertiguero me reconoció y sonrió, guiñando un ojo cómplice como solía hacer en vida. ¿Estaba entre vivos o entre fantasmas?

Entramos en la catedral por la puerta del sur y a la cripta por una trampilla en el presbiterio, bajando por unos empinados escalones. Había barrillo en el suelo del sepulcro y Sebito, que estaba mudo y más asustado que yo, resbaló y dio una culada. Una corriente de aire apagó las velas con las que nos alumbrábamos. Yo pensé en Emilio, al que notaba respirar fatigado detrás de mí, siempre llevaba cerillas...

Estanislao Patacón, tuercebotas, zahorí.

Moncho Alpuente y los Kwai.    Ese cura.

http://www.youtube.com/watch?v=-LLE6cwgPYY

Salud

miércoles, 3 de abril de 2013

Vassilikós versus Márkaris -2


Aerodromio Elefzerios Venizelos
Grecia, verano 2012

Cometarios al binomio Vassilikós-Márkaris


4. Literatura y cine

Otra característica importante de ambos narradores es la acción, en Petros Márkaris vivaz y directa, en Vassilis Vassilikós tortuosa y lenta, de acuerdo con sus respectivos ritmos y estilos.

Aunque las dos obras comparten virtudes cinemátográficas, es precisamente en el cine, escenario de la acción por antonomasia, donde hallamos esta aparente contradicción, ya que Márkaris, como guionista de varias películas de Teo Anguelopulos (La eternidad y un día, La mirada de Ulises...), colabora con un cine de ritmo lento y largo desarrollo introspectivo -como los planos de Teo-. Y, a la inversa, Vassilikós pone su novela al servicio de un cine de acción clásico y de menor calado poético (Kosta Gavras). Lo que, por otra parte, evidencia la distancia que media entre cine y literatura. Para empezar, hay que considerar la dirección del film como un factor decisivo en el resultado final, más que el propio guión, como parece razonable pensar.

No obstante, ya es un logro para los dos autores que sus argumentos no se reservaran para películas de serie B, como sucedió con el género negro en sus inicios hollywoodienses.
Y es que la novela policíaca hace muchos años que dejó de ser la pariente pobre de la prosa, o sus autores escritores de segunda fila. Muchas de aquellas cintas de bajo presupuesto están hoy entre las obras maestras de la cinematografía, y el negro es un género bien engrasado actualmente.

Mención aparte merece Petros como autor dramático o traductor (Brecht), aunque esto no lo podemos valorar ni ir más allá de la admiración.

Petros Márkaris, griego

A pesar de la influencia de los clásicos europeos,  el género negro en su forma actual llega a Europa en un viaje de ida y vuelta importado de Estados Unidos. Aspira a cierto internacionalismo impersonal, el que procura el dinero, el delito mafioso y el anonimato de las macrociudades de cualquier parte del mundo, lugar común de estos relatos.

Márkaris, contando también con el empujón de Montalván que él mismo reconoce, milita en ese palo, lo no quiere decir que renuncie en absoluto al mundo real griego en que se desarrolla la acción, o a la memoria histórica de su país, lo he venido señalando a lo largo del trabajo -y Jaritos no es el único, ahí tenemos a Carvalho-. Todo lo contrario, Petros se nos muestra profundamente griego, tanto que sus novelas nos parecen una continuidad, por otra vía, de la mejor novelística helena del último siglo. Su internacionalismo sigue la ruta inversa a la del modelo americano: de lo particular a lo general, del localismo griego, vernáculo, al ejemplo ético más universal.
Por eso, pese a su elección de un modelo importado, Márkaris aquí no puede ni podría ser otra cosa que un escritor griego

Como pequeño ejemplo, entre otros muchos rincones donde se puede ver su greciedad, utilizando un adjetivo de Ritsos, está la mención que hace en sus tres novelas de Koritzá, en el sur de Albania. Es una plaza arvanítica, greco-albanesa, siempre a expensas de las mareas de la Historia, incrustada en la memoria colectiva de la Grecia contemporánea, tanto como lo pueda estar Lambrakis (K) en el recuerdo de los nacidos en los 50. No es casualidad que las novelas traten de albaneses, no sólo por su masiva presencia durante años, que también.

Koritzá, como Aivalí, por ejemplo, en la costa de Asia Menor al norte de Esmirna, es una espina clavada en el corazón de los griegos y muchos de sus escritores han llorado la pérdida de aquella Chica, que es lo que significa en castellano, o la han recordado con nostalgia. El propio Yorgos Seferis, que en 1936 estuvo destinado allí como diplomático, hace un apunte en su diario, Meres, Días, viajando en tren hacia ella, que por su gracia quita un poco de hierro a a ese puñal en el alma griega (Traducción de Vicente Fernández):

"Voy con un judío de Salónica que dice kulómetros en lugar de kilómetros".

Monastiraki. Atenas.
Grecia  2012.

Si recordamos que unos años después de ese viaje, Koritzá volvería a ser griega por unos meses, para volver a perderla, que los judíos de Salónica serían eliminados en masa por los nazis y que, a partir de ahí aumentarían las desgracias para la Grecia moderna, comprenderemos mejor las menciones de Márkaris a la ciudad y otro porqué de Albania y los albaneses.

Por supuesto, sin perder de vista la importancia de los acontecimientos que precipitaron la descomposición del régimen comunista albanés o la quiebra de su heredero, protocapitalismo salvaje o piratería estatal, ¡pleonasmos!. Ni las guerras y descomposición de Yugoeslavia, situaciones coyunturales que influyeron en la vida diaria griega y justifican por si solas el tema recurrente albanés en las novelas, o el balcánico en general, toda vez que fueron esos conflictos los que dispararon la emigración y con ella la pobreza, la indefensión y la delincuencia mafiosa que se le asocia. Asuntos todos ellos tratados y denunciados por Petros a través de la trama de sus historias, caldo de cultivo, y volvemos al principio, del género policíaco y por extensión de la literatura social y realista, no del realismo socialista del que hablábamos al hilo de algunos aspectos de las novelas de Vassilikós.

También ese realismo aspira a retratar lo real, pero tiende a deslizar peligrosamente hacia el Kitsch o el Naïf (desproporcionado, plano, sin perspectiva, hipertrofiado, engañoso, conservador...) y se aleja del arte comprometido con una realidad no distorsionada que, además, no obedece al partido. Y me estoy refiriendo ahora en especial al postrero cuando, autoplagiándose, como todo arte establecido e integrado, se convirtió en un remedo de si mismo y en nuevo artificio e instrumento del poder.


Isabel M. Melendi.

Ramiro Rodríguez Prada.


P.D. Hasta aquí la pequeña serie sobre Márkaris y Vassilikós. Añadiré que si alguna idea u opinión resulta chocante o extravagante a alguien, supongo que será en buena medida responsabilidad nuestra, porque se trata de opiniones personales fruto de las lecturas señaladas en otros capítulos, ideas que no van a misa ni lo pretenden, pero son nuestras.

La despedida es una canción muy conocida de Batis que me había enviado hace tiempo Yiannis Tsakós, apodromos. Cuatro colegas en el Pireo se fuman unos canutos para combatir la crisis de ese año. Batis se refería a 1934, pero ya vemos que la cosa no se quedó ahí, porque aquí sigue... . Vale.

Μπάτης.   Καμηλιέρικο.

http://youtu.be/H6TD4S90qAk

Γλέπω τέσσεροι παρέα κι όλοι από τον Περαία
Και 'φουρμένανε χασίσι με τη φετινή τη κρίση
με τη φετινή τη κρίση και 'φουρμένανε χασίσι

Salud y buenos días.

martes, 2 de abril de 2013

Vassilikós versus Márkaris


Hotel en el Aeródromo de Atenas.
Agosto, 2012.

Cometarios al binomio Vassilikós-Márkaris


1. El propósito

Tratándose de escritores que han militado en la izquierda, no pude evitar establecer algunas comparaciones, sin malicia, entre las dos novelas de Petros Márkaris, Noticias de la noche y Defensa cerrada, y las de Vassilis Vassilikós, Z  y El forense. Sin olvidar que las obras están separadas por una distancia de más de veinte años, contratiempo insignificante sin embargo, frente a la ventaja de poder hacer una lectura política de ambos autores, a la luz de de los años transcurridos desde Lambrakis en Katotumba a Jaritos en Síndagma.

2. El asunto

Aunque Vassilikós intenta en Z  un camino menos frecuentado, más arriesgado por tanto, un cruce entre la novela negra y el reportaje político cuyo resultado es un híbrido, interesante pero extraño -ficción política?-, creo que la intención didáctica es paralela en ambos autores, cuando no confluyente. Y por didáctica entiendo ahora su mensaje político: ¿Cómo es la sociedad que nos presentan, dónde están sus problemas, quién se ocupa de resolverlos, quiénes son las víctimas y quiénes los verdugos? ¿Existen soluciones?...

Pero el didactismo de Vassilikós, en consonancia con la época inflamada en que se compuso Z, es mucho más moralista y panfletario que el de Márkaris, quien presenta un estado de cosas igualmente triste, la precariedad de la vida misma, sin recurrir acto seguido a recetas políticas o éticas citando a los próceres del pensamiento comunista. Petros se limita a resaltar, clara pero más tímidamente, las cualidades morales o individuales de tal o cual personaje, con su biografía al descubierto, pero sin moralina, más como esbozo, sin inflamarse en la suprema idea revolucionaria.

Los personajes de Vassilis en El forense me resultan falsos y más falsa aún la acción, si bien no niego la loable intención del autor al intentar unir en su argumento el polvo y las estrellas, errando, a mi juicio, en el mismo terreno que Márkaris, como explicaré a propósito de éste más adelante. Sólo que en Vassilikós ese desfase de universos resulta excesivo: no me acabo de creer esa mezcla, ese batiburrillo más bien, de multimillonarios, divas, terroristas de pacotilla y crápulas con título que me pareció la novelita, por muy abigarrada que sea la sociedad griega. Pero menos todavía me gustó la moraleja?, llamémosla ahora asina, política, que raya el panfleto o, lo que es peor, incurre en la forma más cutre de realsocialismo.

Z  me parece bastante mejor, rescatando además un episodio oscuro y trágico de la Historia y el imaginario colectivo reciente del pueblo griego. Es más cercana y completa, resulta más creíble tal vez por su proximidad al reportaje periodístico de investigación, a la crónica de sucesos, a la realidad de la calle en definitiva. Sin embargo, algo atenuados, tiene los mismos vicios. No sólo es más ambiciosa por sus dimensiones, por la potencia del tema escogido o por el riesgo de su técnica narrativa, sino porque creo que consigue levantar una serie de personajes secundarios tomados directamente del mundo popular griego que sí son creíbles, al contrario que los de El forense, personajes de política-ficción más que de ficción-política. Y junto a estos hombres y mujeres, la descripción del mundillo en que se mueven -Zesaloniki mu de fondo-, en especial el ambiente turbio de la ultraderecha griega de aquellos años 60, como el de todas, absolutamente tenebroso, tétrico, aquí sí acierta, con una policía corrupta hasta la médula.

Por lo que se refiere a Márkaris, no es tan ambicioso en el planteamiento de sus novelas, sino más sintético sin renunciar a lo narrativo, pero no pretende encarnar conciencia colectiva alguna, a lo sumo una doméstica de ayuda mutua, no una revolución internacional o nacional, sino una tribal, más humilde pero no menos radical, pisando las calles del barrio, atento a lo colectivo, pero sin abanderarlo. No hay épica como en Vassilikós, como mucho una pequeña/gran epopeya personal del trabajo bien hecho y de los buenos sentimientos, sin aspavientos ni heroicidades, eso sí: con tristeza y amargura, además de la ironía, del humor en general.

Aeropuerto Elefzerios Venizelos
Grecia, verano 2012

3. Realismo narrativo

Vassilikós es ideológicamente más lineal, y la trama de El forense, siendo más grandilocuente que las historias de Márkaris, como próxima a ellas por su mutua adscripción al género policíaco es, no obstante , menos creíble. El intento de verosimilitud está presente en ambos autores, también en la novela negra en general, como subconjunto que es del realismo literario.
Y aquí retomo ese tema que dejamos pendiente y sobre el que prometí volver, a propósito de cierta falla, la única que a mi entender se produce en la credibilidad de la narración de Márkaris, Noticias de la noche, y  en otras.

Creo que rechina la verosimilitud cuando sitúa a su protagonista Jaritos al frente de Homicidios, junto al Jefe de la Seguridad Nacional, tal vez en un intento de involucrar en la acción a las "altas esferas", cuando la mayor parte de la acción real, la que se desarrolla ante nuestros ojos de lectores, transcurre en las calles, los bajos fondos, en barrios de tercera y algunos despachos no siempre bien amueblados. Aunque las altas esferas siempre se libran, y eso lo deja claro, tampoco logra Petros describirlas con autoridad, parecen personajes interpuestos, un poco forzados a salir a escena: se trata de un directivo de televisión, un excomunista que se ha hecho millonario y un ministro que aparece un poco de prestado. Ni el ejecutivo de televisión, ni el excomunista parecen realmente de los Intocables, al estilo de los increíbles navieros de Vassilis en El forense. No son  personajes del gran mundo, se dirían advenedizos sin conciencia, pero accesibles.

Da la sensación de haber dejado escapar de su red crítica a los peces más gordos, no a éstos, sino o a los que no aparecen, los dueños de la riqueza,  la verdadera alta burguesía, primera responsable de la situación que del país se nos describe. (Esta es una característica que, para mí, se mantiene en sus siguientes libros, y este paréntesis es actual).
Supongo que no será fácil hablar en una novela de lo divino y de lo humano, pasando del lumpen-proletariado a la aristocracia, a través de una historia deliberadamente humilde -Márkaris- o ambiciosa -Vassilikós-. Ahí está el reto.

Siendo Z  un caso un poco aparte de las otras tres novelas citadas, por lo que tiene de reportaje político como dije, habría que tratarla en otro lugar; pero es más lo que comparte con ellas que lo que las separa. Y ello es, insisto, los personajes populares de la Grecia profunda y la descripción de su pensamiento, cuando lo hay, de sus ritos y afanes, sus tristezas y sus alegrías o sus domates yemistés, sus tomates rellenos. Esto lo hace bien Vassilis en Z  y aún mejor Petros en sus dos libros.

Márkaris explica  en una entrevista, su afición a los yemistes.

http://www.youtube.com/watch?v=KNIxFhoYQXc

Vassilikós, con su intento barroco en Z, o su búsqueda de brillantez en El forense, que deviene mera sofisticación según creo, parece aspirar a la gran literatura -oficial-, y en lo íntimo, como autor, a representar la figura del intelectual oracular y moralista, resultando por ello en muchas ocasiones no barroco y ecléctico, sino recargado y aburrido. Es pura especulación personal, naturalmente.

En Márkaris no se da esa figura, entre otras razones porque sus historias no están contadas desde el punto de vista del autor, un deus ex machina incapaz de desaparecer detrás del que habla, primera o tercera persona - contando con que Vassilikós pone en juego mayor variedad de recursos narrativos y literarios-, sino a través de un personaje que, por añadidura, es un contrahéroe. Un héroe en negativo, un bueno en las filas de los malos que deberían ser buenos, pero que podría ejercer de ambas cosas si llegara el caso, sin perder de vista cierto balance positivo a favor de la justicia real ¿?, con el necesario nivel de escepticismo. No es tan fatalista como el clásico antihéroe, pero sí equívoco como él, con la dificultad que esto añade a la compresión de un pensamiento, y más el del autor que se esconde detrás.

Tal vez el matiz esté justamente en su nivel de integración: el antihéroe descree totalmente del mundo que lo rodea y aparece como un fuera de la ley, aunque sea un francotirador de la justicia. El contrahéroe tampoco cree en el sistema, pero disfruta de un nivel de integración superior, no va por libre, obedece aunque sea a regañadientes, y en el plano personal cuenta con cierta estabilidad sentimental, y cierta seguridad y equilibrio. En el caso presente, Kostas Jaritos tiene una familia. Es un tipo bastante integrado, eso lo hace también cercano y es más fácil la identificación y la complicidad con el lector. En este sentido es un protogonista más convencional que los de Vassilikós, y desde luego más que los de las novelas del género.

Pese a que el personaje pueda ser un alter ego del autor, Márkaris no aparece de forma tan explícita, ni siquiera al modo de Cide Hamete o Cervantes en el Quijote, como lo hace Vassilis con su ideología pimpante, con diagnóstico y tratamiento incluidos contra el morbo político. Aparición demasiado grosera, frecuente e innecesaria. Lo que no significa que la propuesta de éste carezca de mérito, siendo más arriesgada y ambiciosa, literariamente, que la de Petros.

Plaka. Atenas.
Grecia 2012

En definitiva, prefiero el intento modesto pero sensible de Márkaris, sin renunciar al estilo, que lo tiene, el suyo y el de la novela policíaca, y agradezco como lector que se esconda un poco como autor, renunciando a la presunción o al exhibicionismo, y huyendo del didactismo catecumenal de su compatriota Vassilikós.
Otro detalle que me parece significativo es el hecho de que Petros cultive el humor y Vassilis poco.

En el terreno de las verdades eternas, sean estas políticas o religiosas, Vassilikós es el doctrinario e imparte esa doctrina a sus acólitos/lectores, pueblo oyente, etc., mirándolos desde el púlpito. Márkaris se pone a la altura de los parroquianos y saca una consecuencia ética de la moral de cada individuo/personaje, donde la doctrina es secundaria: Por sus acciones los conoceréis, se podría decir. Vassilis sería un pedagogo teórico en la poltrona, Petros un filósofo cínico hiperactivo. O, dicho de otro modo más político, Vassilikós es un cura en busca de grey, un gurú heleno a la francesa o un intelectual orgánico con canonjía y rebaño un tanto apesebrado. Márkaris una oveja descarriada pastando en el ágora, un partidario de la acción directa, un ilegal o un paria que tira al monte (hoy, marzo de 2013, no estoy seguro ya de pensar lo mismo...).

Pero, todo lo anterior, sólo como autores, no como personas, aún en el reino de la apariencia que es la Literatura.

(Continuará...)

Isabel M. Melendi.

Ramiro Rodríguez Prada.


P. D. Esta es la segunda parte de un trabajo realizado mano a mano con la mi morena el año 2005. También lo he dividido porque era demasiado largo para una sola entrada. Mañana hablaremos un poco de cine y literatura a propósito de los autores estudiados, con un pequeño apartado final dedicado de nuevo a Márkaris.
Λουκιανός Κηλαηδόνης.   Το Ματς.  El mach.

http://www.youtube.com/watch?v=QT3TZgH0D7Q


Salud, pues, y hasta mañana.
 

lunes, 1 de abril de 2013

Cagajones


Tamaño de grano
La Marea, noviembre 2012

Desayuno con diamantes


Nuevos, frescos escándalos están salpicando, ¿Salpicando?, a diversos políticos, aristócratas y banqueros desaprensivos, valga la rebuznancia. Agencias de detectives asnales, ¿Aznares?, con Mortadelo al frente de su TIA, siguen el rastro de las deposiciones de los implicados en el pastel, ¿Pastel?, hasta Suiza y más allá, sin pisar las pruebas. Pero las caballerías les llevan mucha ventaja y sólo encuentran cagajones, ¿Cagajones?, del mes pasado, de hace una semana o, todo lo más, de ayer.

Sí, es cierto que en los restos se hallaron evidencias de haber comido en restaurantes de cinco tenedores y medio, pero eso no prueba casi nada, aunque se haga, ¿Haga?, aunque se coma gloria, se caga mierda, ¿Mierda?: ¡Auténtica!.

Y ¿qué hay en sus paraísos fiscales -ciscales: ¡de ciscarse en san dios!-  y en sus retretes suizos?. Excremento, cagajones.

¡Pero son nuestros cagajones, señores! ¿Cagajones? ¡Los han afanado del colector común, no les bastaba con sus descomunales corruscos culares!, ¿Culares?, que ya eran desproporcionados, acostumbrados a dilatar hasta lo..., lo..., no sé como llamarlo, ¡lo milagroso!, sí milagroso, porque aquí entra, y sale, siempre la escatología, todo se enreda como en el coño de San Mari Ano, ¿Mariano?, ¡agárramela con la mano!, ¿Con la mano?, ¡ca ca, ne ne!.

Y si quieres más mierda aguarda otro Rato, ¿Otro?.


El Pulgarcito.   El enano urbano.

http://www.youtube.com/watch?v=8UvSjnlURd4


KK. de la Va  K.  Mondonguera, augur balbuciente.