Fruta madura. 2004. Témpera, pintura en polvo, sedimentos. Espátula en cartulina. Ramiro Rodríguez Prada. |
Nikos Xyloúris ítane mia forá, había una vez...
Si Andonis es el intérprete de los dioses ctónicos, infernales, subterráneos, cavernícolas, anteriores al panteón olímpico de Feus & co., su hermano Nikos lo era de un dios solar y aéreo, de las alturas del Psiloritis.
Su voz tiene todo el temblor y la pasión del amor varonil, a veces apta para el canto guerrero o religioso, a capella, otras para la cercanía y el calor de un aedo, un juglar, pero siempre luminosa, apolínea, vibrante, emocionada, ´tomada`, sin falsos afeites teatrales, incluso interpretando a los grandes poetas griegos modernos, Solomos, Seferis, Ritzos, Gatsos..., donde es más fácil y peligroso el desliz.
Hablando de la sonoridad de los idiomas ya apunté una cita en Desde la popa del libro de Javier Reverte, Corazón de Ulises, en otro comentario, en la misma crónica donde hice el de Nikos, que tal vez incluya en este blog otro día dado su interés. Y decía también allí que más adelante tocaré el tema de la contención de los poetas griegos al recitar sus versos, tan alejada de la afectación oracular de algunos de nuestros bates. Pero lo haremos cuando lleguen los poetas.
Nikos, junto a Markopoulos y Xarjakos, fue una de las figuras del renacer de la música griega de autor en tiempos de los cogoneles y posteriores. Liraki desde niño, recorrió el camino de la tradición sin olvidarlo, antes de convertirse en uno de los cantantes más populares y queridos de la Grecia del siglo XX, y de morir joven, a los 43, y subir a los altares laikos como Ayios Nikos Xyloúris.
Si el catártico Psarandonis tiene duende, el brillante Psaranikos ángel. El uno se vale del trance y la posesión, el otro de la gracia y de la luz. Uno es el oficiante de un rito antiguo, secreto, el otro el rapsoda del cortejo dionisíaco. El hecho de que sean hermanos hace todavía más extraordinarias sus trayectorias, la de la moneda musical de cuño cretense y aliento universal, que nos propone dos maneras de sentir y ser, a un tiempo complementarias y antagónicas, como un reflejo único de la realidad, tozudamente maniquea, griega y no griega.
De momento no apuntaré aquí su discografía, que se puede buscar en la red, porque estoy limitando los comentarios a una presentación y opinión personal, ésta más difícil de encontrar. De todos modos en las entradas de Markópulos y Xarjakos hablo también de sus discos porque él es el interprete fundamental de esos registros. Hecho más en falta incorporar grabaciones que acompañen las citas de canciones concretas que sí menciono. Pero soy muy torpe. Algún día lo haré, estoy solo y empecé ayer. Espero que me disculpeis.
En una peregrinación iniciática a la tierra alta -Ano yia-, sentado con su hermana frente a un tzikudiá y unas olivas en la casina-oratorio de Nikos, entonamos en su memoria unas estrofas de una triste canción suya, con texto de Miris y música de Yiannis Markópulos, que habla de la perdida Ayvalí, la actual Aivalik turca, otro capítulo del desastre de Asia Menor, I Megali Katastrofi de 1922: Jília míria kímata makriá t´Aivalí, Diez millones de olas lejos de Ayvalí..., Agg, mavra psaria, nekrá, peces negros, muertos!
Si te dejas ganar por la melancolía griega te destroza, ¡cuidado!.
¡Bravo, Niko!
Nadie como tú
nadie más gallardo
palíkaré mou!
Ramiro Rodríguez Prada (Barbarómiros).
(Publicado el 30-6-2011 en Desde la popa para la crónica del día 17-06-2011. Parga a Lefkas).
P.D. Entran los enemigos en la ciudad, Mpikan stin poli oi oxthroi:
Geia sas, salud!.
Ramiro.
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