Ponferrada , diciembre 2012 |
Cita a ciegas
¿Cómo fuimos a parar a Ponferrada desde el Constantinopla en la Costa da Morte? Eso es algo que me propongo dilucidar esta noche si la memoria no me falla u otra cosa imprevista me lo impide.
El legía entró con el Mercedes en el patio central de aquel castillete de opereta barata. El recinto que enmarcaban las murallas era de tamaño respetable y en un lateral había una colección de automóviles aparcados, todos de gama alta.
En el centro se levantaba una especie de torre del homenaje engalanada de luces como para Navidad, sobre una amplia base cuadrada de dos pisos, el inferior con una entrada porticada muy aparente en gran arco de herradura, y el superior con aspecto de habitaciones y estilo también oriental en las ventanas.
Al entrar nos recogieron las ropas de abrigo, con la chistera de don Ramón, y nos condujeron a un reservado con vistas cercanas a la pista circular central de aquella locura, con pinta de circo erótico made in Gomorra, donde las camareras desnudas mostraban sus encantos entre velos, como moras en el serrallo. Las huríes de don Ramón.
Entonces se nos acercó un hombre con perilla y maneras ceremoniosas de turco, al que tardé un poco en reconocer. Dijo buenas noches y estrechó la mano del Narizotas y de su compinche. Era Sarturnino, el antiguo criado del viejo zombi. Al darme cuenta de quién era me levanté para saludarlo.
¡Hombre, ya tenemos otra vez reunidos al duermevelas y al vendedor de ratoneras!, retrucó el manco con sorna por lo bajini, aunque no lo suficiente como para que no lo oyéramos los más próximos, yo el primero que era uno de los mentados. Enseguida se aproximó también Olvidín.
Eusebio guardaba las espaldas de Valle sin decir nada, un poco asustado quizás por todo aquel lujo de baratija hortera entre tías despelotadas. Seguía siendo todavía un aldeano y un rapazón, la escuela de su amo lo iba a espabilar, no sé lo que diría la su Jaki, con jota, de esta noche...
Pulgarzito. Milagros.
Algún contencioso había entre ellos, porque el viejo no saludó a la pareja recién llegada, de hecho la ignoró. No se dirigió a ellos en toda la noche en los momentos en que nos vimos, claramente evitaba hasta mirarlos. Traté de enterarme de lo que había pasado.
Cuando Satur y Olvidín se fueron y quedamos otra vez los cinco solos, interrogué discretamente al legía.
En un aparte, mientras don Ramón se extasiaba viendo el streeptease de una mulata, el Narizotas me dijo que Saturno había dejado plantado al manco para venir de encargado al Constantinopla y que eso don Ramón no se lo había perdonado.
¿Y Segismundo?, pregunté, queriendo saber que había sido del antiguo socio del Narizotas y anterior compañero de la Olvido, que tanto rencor guardaba contra Saturnino, por cierto, oliéndose la tostada venérea del criado de don Ramón y de su propia costilla.
El legía me miró un momento, como sopesando si podría hacerme a mí una confidencia semejante, dirigió la vista luego hacia el asiento de don Ramón y dijo bajando la voz, A Mundo le dieron matarile en la última movida, por bocón...
No quise saber más. Del resto me fui enterando en el transcurso de la noche. Satur se había juntado con Olvidín y dirigían aquel negocio al alimón, él de pistolas y responsable general, ella de madama.
Había unas treinta mujeres de todas las nacionalidades y colores, la mayoría jóvenes y muy jóvenes, casi en régimen de internado. Sólo salían por causa mayor acompañadas de sus protectores o, mediante acuerdo comercial garantizado y permiso especial, con algún cliente que pagara el caro capricho.
No supe quién era en realidad el dueño del Constantinopla, aunque el Narizotas tenía sin duda más autoridad allí que el Saturno y la Olvido.
Sebito secundaba al viejo, sentado a su lado y no pestañeaba mirando también el picante espectáculo.
Una striper rubia y menuda, que no tendría más allá de dieciocho años, se acercó a nuestra mesa desde el centro de la pista al acabar su número, y le plantó al gigante en la frente el corazoncito rojo que cubría su depilado sexo. Sebio miraba turulato y rojo de vergüenza al manco y a mí, con una risa bobalicona.
Cimitière de Ponferrada Diciembre, 2012 |
Nos trajeron algo para picar mientras contemplábamos el espectáculo: varios streeptease, con y sin barra, un lésbico, un 69, una mamada y un polvo, a cargo de varios atletas del sexo de ambos géneros.
De lo que también me enteré, es de que tenían una productora de cine porno y que rodaban películas que, según el Narizoas, les estaban dando más beneficios que el propio puticlub.
Cuando oí que el Legía se dirigía al manco, guiñando, para proponerle si quería participar en la escena de una peli erótica, que estaban rodando en ese mismo instante en otro reservado, no me lo podía creer. Y mucho menos que don Ramón contestara, como si tal cosa, ¡Vamos allá, carallo!, al tiempo que se levantaba como un tiro, ¡qué elemento!.
Eusebio hizo ademán de ponerse también de pie, pero el viejo raposo lo sentó con autoridad, ¡Tú a tu Jaki, rapaz!, y le dio una palmada en la frente, sobre el corazón rojo del chochito.
Valle se fue con el Narizotas y al poco rato Saturno nos envió a tres chavalas. Entre ellas venía sonriente la rubita del corazón. Sebito se revolvió nervioso en el asiento mientras la chica se sentaba en sus rodillas, le quitaba la pegatina cardiaca y le daba un beso maternal en la frente, allí donde antes estaba el corazón encarnado.
No sabría decir cuanto tiempo había pasado. El guardasespaldas del Legía había desaparecido con su chica, Eusebio soplaba espatarrado en un sillón, dormido como un niño. Había dejado la bragueta abierta y parecía un monigote monstruoso allí tirado.
Las mujeres que nos acompañaron se habían ido, el local estaba medio vacío, una pareja borracha bailaba abrazada en el centro del escenario con una música de jadeos orgásmicos. Yo tenía un cegaratón más que importante.
Don Ramón llegó aspavientando mucho, con los ojillos brillantes y un arrebol de sofoco rijoso en las mejillas. El Legía venía detrás riendo.
¡Andando, melones, ya estáis tardando en levantaros!, gritó el viejo chivo. Usebio despertó sobresaltado llevándose las manos a la bragueta y murmurando, Jaki, Jaki...
¡La tu Jaki te va dar caramelo como se entere de lo de la rubia de esta noche, lebrel!
Sebito lo miraba con cara de cordero degollao como si le rogara que no lo fuera a descubrir.
¡Arreando, tartufo, y a ver si no me coges purgaciones como la noche del desvirgue!
Yo miraba a Valle y a su criado de hito en hito porque no sabía nada de aquel asunto. Sebito calló, pero el de Vilanova volvió a tronar dirigiéndose a mí y enfocándome con los clisos redondos, como si me auscultara.
¡¿Y usted, galopín, qué mira?! ¡Vamos, poltrón, mova a caixa da merda que teño cita en Ponferrada!
Tiburcio Cañizares el Joven, espabilador de palmatorias, pertiguero.
Os Resentidos. Galicia express
http://www.youtube.com/watch?v=vwcoUVOuZh4
Salud y felices viajes.
Os Resentidos. Galicia express
http://www.youtube.com/watch?v=vwcoUVOuZh4
Salud y felices viajes.
ra
Tenías que haberlo titulado con tres X, después del desayuno esto no pega, por lo menos para leerlo pasada la siesta.
ResponderEliminarYo quiero también el corazón de la rubia, con el resto del paquete.
Besitos
Viriato
¡Anda, danzante, no tienes ya bastante paquete?, y no me refiero a la costilla, cuidado!
EliminarEn las novelas de don Ramón aparecen muchas veces las "niñas", nunca queda claro cuántos años tienen esas niñas, pero en algún caso se podría hablar casi de pedofilia, si no de pederastia. En la prostitución la precocidad es lo normal y la falta de escrúpulos de los curas, de los clientes quiero decir, también.
Salud, pillo!