Grecia 2011 |
Recaí en la tos y no estoy entero, por eso me apoyaré en el comentario que hice en Desde la Popa el día 22-06-2011, para la crónica del Capi del 10-06-2011. Paseando hasta Murtos-Sivota, con alguna nota a mayores para los que lo hubieran leído ya.
Hablo menos de Corfú que de los hermanos Durrell, Lawrence y Gerald, en cuyos libros bebimos la mayoría de los que amamos Grecia. Pero no tengo ninguna etiqueta de literatura general y no quiero más de momento, por eso irá en Archipiélagos que la llevo más atrasada.
La razón es que conocemos la capital, pero la atrayente costa sólo desde un barco. Todos los amigos que han estado cuentan maravillas de la isla, incluído Alberto y, a pesar de ser una de las que más información tenemos, pero a través de la literatura, por Gerald ante todo, no hemos podido siquiera alquilar un coche y dar una vuelta.
En tanto no la vivamos, seguirá siendo para nosotros ese mundo maravilloso de caja de cartón, de bolsillo, el paraíso que fue para el pequeño Gerry.
Tiene su riesgo enfrentarse con la verdad cuando se idealiza algo, pero la cosa no pasa de un pequeño juego entre imaginación y realidad que unas veces se resuelve a favor de una y otras de la otra. En ocasiones aquel lugar que te pintaron con los mejores colores resulta ser un sitio vulgar donde nos amontonamos un batallón de turistas casposos con menos interés quer Botinehi (como perzona, que como banquero ye lo suyo). Eso nos ocurrió en algún lugar de Samos o Kos. Y hasta en Zákinzos.
O, al contrario, un rincón apenas esbozado esconde aquella pequeña maravilla que andamos buscando todos los ansiosos viajadores. Lo mejor llega cuando uno descubre lo que no busca ni espera. Y de todos modos pocas veces nos dejamos guiar a ciegas por más solera que tenga el lazarillo. Preferimos la sorpresa.
Kérkyra nos recuerda, lo dije, nuestros primeros escarceos griego-literarios. Nadie que disfrute ambas cosas será ajeno a la familia inglesa de los Durrell.
De Lawrence, "Larry", pequeñucu y trabau, pero más espurríu y montesín -sólo por el Parnaso-, nos gustan sus ciclos novelísticos sobre Alejandría y Avignon, el Cuarteto y el Quinteto, y apenas un libro acerca de Grecia, Limones amargos, agrios de verdad, de Chipre.
No están mal Reflexiones sobre una Venus marina, de Rodas y el Dodecaneso y los dedicados a la Italia griega, Cefalú y Carrusel sicilano que, escrito a la carrera por encargo según declara, es una buena guía culta sobre Sicilia y además se permite ironizar sobre ese turismo masivo, estresao y enajenado, al que irá dirigido el libro.
El tan conocido de Las Islas griegas, otro encargo, casi un imprescindible, nos provoca sentimientos encontrados.
Por una parte es un libro muy bien informado, con mucha letra y poca foto, frente a tanta guía al uso haciendo publicidad de equis núcleos turísticos, complejos hoteleros y lugares comunes del ocio-negocio, con profusión de fotos prescindibles en páginas de papel de lujo.
Sigue siendo útil por eso. Un hombre de su cultura no podía sino primar a ésta sobre los intereses romos, sólo monetarios, de la industria turística. Se le agradece.
Pero en aquellos pasajes en que se queda sentado en la cubierta del barco anclado en el que viaja, tomándose un daikiri y contemplando la isla en cuestión a esa distancia para, a continuación, declarar que no piensa bajar porque el lugar no tiene interés, ahí se retrata. Son las típicas pasadas del sobrao, más pequeño de lo que se cree.
Eso lo cuenta él. La realidad es que tenía una castaña de ron tan monumental que se hubiera partido el cráneo cayendo por la escalera si le da por desembarcar.
Bien, lo uno por lo otro, o lo comido por lo servido que decimos en Asturias. El de las Las islas lo damos por bueno, pero el de La celda de Próspero, sobre Corfú precisamente, es para mí la versión más insufrible del gran nadador que fue Larry, como Byron, según cuenta Fermor. Leyéndolo revivía la pintura que de él hace su hermano pequeño Gerry en su trilogía sobre Corfú, más creído y estúpido de la cuenta.
Por mucho mito y buen gusto aristocrático que le eches, si no hay acción e historia, y no las hay, la cosa se queda en una reunión de tipos fatuos y aburridos, cuando los británicos pijos se ponen dandis y estupendos, como otros cadáveres exquisitos. Es un tostón repleto de erudición barata de enciclopedia y de personajes machistas y pedorros, un libro que se le perdona por sus otras obras y que se cita, supongo que por gente con mucho morro que no leyó un línea u otros gilipoyas como los que nos muestra Larry, entre los que figura él mismo.
Para disfrutar y saber de Kérkyra, además del Teach, leed la trilogía de Corfú de Gerald "Gerry" Durrell, Mi familia y otros animales, Bichos y demás parientes y El jardín de los dioses.
Es una escritura viva y divertida llena de peripecias, la historia iniciática de un niño que llega a la isla con su madre y sus hermanos, desde la neblinosa Londres y antes de la India, donde el padre trabajaba para el Foreign Office.
Conoceremos con él la minúscula fauna marina y terrestre de la isla, porque era aficionado a la Biología y en particular al mundo animal. Sus aventuras costeando con un pequeño bote, las veladas nocturnas veraniegas de su familia y los amigos que visitaban a su madre o a su hermano, las casas donde vivieron.
Nos familiarizaremos con Spiros, el taxista corfiota que los recibe, traslada y soluciona sus problemas al llegar a la isla, y durante su estancia de años. Persona a la que también conocerá Henry Miller -otro que tal baila el amigo americano de Larry- en su viaje griego al filo de la 2ª guerra europea.
Miller hablará de él en El coloso de Marusi, título que recordaba al pintor griego Yorgos Katsímbalis, el mismo que le había recomendado a Lawrence en Atenas leer La papisa Juana de Enmanuil Roïdis. El pintor, un gigante, fue un personaje carismático en el grupo de artistas griegos e ingleses en la Grecia de los años 40.
Cita también a Spiros en su autobiografía Con una pequeña ayuda de mis amigos. Tiene noticias de lo putas que lo están pasando en plena ocupación alemana, pero la ayuda del vividor Henry a sus amigos no sabemos si llegó a Corfú algún día.
Repito que para disfrutar de una historia vital mágica, griega y mediterránea, delicada y llena de sabiduría, en un entorno natural pleno de luz, de mar, hay que leer al naturalista Gerald.
Y ya de puestos la divertidísima y levemente alcohólica colección de libros sobre animales, escritos en sus viajes por el mundo, comisionado por zoos, para capturar todo tipo de bichos. En sus trabajos no se olvida del animal humano al que trata con sorna pero benevolencia al fin y al cabo.
Quien aprendió a mirar en Kérkira, Corfú, y a ver con esa luminosidad y alegría irónica a Grecia, supo también penetrar el secreto de otros muchos lugares por donde pasó, observando con los ojos inquisitivos y burlones, pero inocentes y fascinados de un niño.
Y aquí viene la cita de unos versos de Valle-Inclán que, por un error, dió origen a una persecución que duró meses y a la etiqueta de los Zombis geniales. Decía que hablando de niños y asombros, y de animales, don Ramón lo había expresado de modo magistral, sublime:
"En mi ardor infantil no cupo el miedo,
La vaca vino a mí, de luz dorada,
Y en sus ojos enormes, con el dedo,
Quise tocar la claridad sagrada"
(Rosa del mito solar)
Esa, añadía, ha de ser la magia de la literatura, meter el dedo en el ojo de Corfú o, lo más difícil aún, meter el ojo en el dedo...
Salud. Geia sas.
Barabarómiros.
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