Kéfalos desde Kamari Kos. Grecia, verano 2013. |
Un paseo por la isla
Buenos días. El segundo día en Kos alquilamos un utilitario. La búsqueda fue graciosa y cansina, porque hicimos el recorrido completo a una de esas calles al norte de la capital a las que hacía referencia en el capítulo anterior, Kanari, donde están la mayoría de las agencias de alquiler de vehículos.
Después de caminar más de dos kilómetros entrando en todas las oficinas que nos íbamos encontrando, decidimos regresar, tristones, atorraos por el sol que ya abrasaba y con la certeza de que la isla se nos negaba una vez más. Ni nosotros estábamos hechos para ella, ni ella para nosotros.
Había coches, pero muy caros para nuestro bolsillo, y los asequibles, alquilados ya o apalabrados. Al día siguiente era el uno de agosto y el pico más alto del turismo en la isla.
Pero no sólo se frustraba nuestro deseo de conocer Kos, también el plan que habíamos ido pergeñando. Porque nuestra intención era buscar algún lugar al sur de la isla para uno o dos días, más tranquilo que la capital, donde aguardar la noche del regreso al aeropuerto y a Barcelona.
Al llegar, más o menos, a la altura de nuestra pensión, en la paralela Averof, íbamos a coger una calle lateral que la une con Kanari, cuando reparamos en una agencia familiar minúscula que no habíamos visto antes, en el chaflán. Y ahí se nos abrió -iba a decir de patas, pero no- Kos, por fin.
En Psilicosis. 2, empecé por la capital y seguí con dos puertos de la isla, Kamari y Limnionas, el primero en la bahía de Kéfalos, en la costa sur y el segundo en Sfakiá en la norte, a menos de tres kilómetros de Kéfalos, que es el pueblo más grande e importante del suroeste de la isla, último de la carretera central que atraviesa Kos desde la capital. Y es que ésos fueron los lugares donde hicimos las primeras paradas buscando también la pensión para la vuelta.
Decía allí, que el golfo de Kéfalos tendrá unos veinte kilómetros desde el cabo Ayios Nikólaos al este, hasta el Ruziano, que lo cierra por el oeste abrazando el pequeño puerto de Kamari. Sobre él se levanta Kéfalos en una terraza rocosa. Esta terraza de rocas volcánicas próxima al mar, que recorre todo el círculo de la bahía, la abriga desde sus alturas. Aún así el golfo es abierto y la larga playa de arena, ventosa, apta para la práctica del surf. Aunque ya es una zona apartada de la isla, en verano hay bastantes turistas.
Y Limnionas sólo es un puertin, guapo eso sí, con una especie de hostal grandón enmedio de la nada, donde no hay ningún servicio, todo muy provisional, aparte de la cama y la comida. Hacia el este se abre el golfo de Jojilari, de las vecinas Sfakiá y Volkania, muy ventosas y donde se practican deportes de vela, montones de paracaídas cabalgando las olas, que llegan muy potentes hasta las numerosas playas de los alrededores. En el horizonte marino del norte se ven Psérimos y Kálimnos.
Πεντοζάλης Κω. Pentozali de Cos.
Bahía de Kéfalos e isla de Kastri desde el pueblo. Abajo, Kamari y al fondo el cabo de Ágios Nikólaos. Kos. Grecia, julio 2013. |
Comimos en una taberna griega en Kamari, al borde del agua, el Stamatia?, con una familia catalana al lado, y por la tarde nos fuimos a bañar a una de las muchas playas de la Bahía -en realidad una sola, sin solución de continuidad prácticamente hasta Kardamena, más al este del golfo y del cabo San Nikolás-. Es tan grande que no hay ningún agobio de gente. Claro que no había llegado todavía la horda agosteña.
Escogimos una de nombre muy atractivo, Parádisos, el Paraíso, aunque también pudo ser la de Lagadas o la Camila, porque son pistas de tierra y polvo blanco que descienden a plomo hasta el mar y a veces enlazadas.
La vista es idéntica en todas ellas. Aparte de la bahía, hacia el mar, al este, se ven las islas e islotes que rodean Nísyros, en el horizonte, y en primer término la islina de Kastri, a 100 brazas de la playa.
Nos pareció en esta banda una isla casi tan luminosa como después Rodas, con una luz vivísima, cegadora en ocasiones, y unos blancos y azules, potentes, netos y sin mácula.
Después del chapuzón pasamos de nuevo por Antimagía, cerca del aeropuerto, y sin parar nos adentramos en el interior de la isla buscando Ziá, uno de los pueblos más guapos de Kos, según dicen. No sé cómo son los otros típicos, pero Ziá lo es.
Dejamos deliberadamente a un lado, porque no teníamos tiempo, a Mastijari, Marmari y Tigaki, otros tres pueblos importantes, porque lo que habíamos visto al pasar y parar en el autobús del aeropuerto, no nos convenció. Pueblos con playas fáciles, no lejos de la capital, a tope de turistas, poco menos que en Kardamena, que también lo dejamos pensando en verlo al regreso de Rodas.
Hay que tener en cuenta que de los 30.000 habitantes (10.000 más en verano) que tiene la isla, la mitad vive en la capital y la densidad de población aumenta exponencialmente cuanto más se acerca uno a ella. De todos modos, por los tres primeros y por Zipari pasaríamos aún dos veces más, al volver en el bus que nos llevó gratis de Kardamena a Cos, y en el del aeropuerto la noche que regresábamos a Barna.
Cos es la niña mimada del grupo. Es verde, lujuriosa y un tanto desgreñada. Una isla que no se molesta en peinarse el cabello.
Así la describía Lawrence Durrell a finales de los años 40, en su libro Reflexiones sobre una Venus marina, de Rodas y el Dodecaneso. Hoy quizá ya la peinaron en demasía.
Μαρίκα Παπαγκίκα. Μηλο μου και μανταρίνι. Manzana y mandarina mía. Nueva York, 1928.
A la izquierda Kálymnos, a la derecha Psérimos, desde Zia. Kos. Grecia, julio 2013. |
No obstante sigue siendo una isla verde, y boscosa en el interior, especialmente en las laderas de la cadena montañosa que la recorre desde la costa noreste hasta el centro y cuya cumbre, que es también la de la isla, el Dikeos, mide 843 mts. En esas laderas cosechan un vino de calidad.
El resto de la isla, salvo las crestas que rodean las distintas bahías, es bastante llana.
Al atardecer se llena de turistas que van a ver la puesta de sol y que se quedan después a cenar. Nos enteramos allí, porque nosotros simplemente volvíamos hacia Cos capital y era la última visita prevista del día.
El pueblo, en una ladera muy empinada con callejuelas llenas de altillos y escaleras, entre los árboles centenarios, está totalmente tomado por el turismo masivo, desvirtuado por los puestos de recuerdos, restaurantes, decoraciones naïf nada interesantes, etc. Y eso que era el último día del mes y no había ni la mitad de público. Aparcar en alguna de las cuestas del pueblo o de sus inmediaciones es cosa milagrosa.
Aún así merece la pena subir porque el espectáculo de las islas es magnífico, sin duda, y el entorno tan húmedo y frondoso, un inmenso huerto lleno de grandes árboles bajo las peñas del Dikeos, fresco después de aquel sol inhumano, es también digno de admiración.
Hubo una puesta de sol entre islas algo brumosa esa tarde, muy bonita en cualquier caso. Y tampoco andamos coleccionando ocasos, creo que me repito.
En fin, para un sólo día de coche, aprovechamos cuanto pudimos y llegamos a Cos hechos polvo. Lo cual no es lo ideal teniendo en cuenta que unas vacaciones son para descansar. Pero a veces también es sano cansarse, ¿o no?
En cualquier parte Muelle exterior del aeropuerto de Kos. Grecia, verano 2013. |
Han pasado ya ocho meses desde que empecé a contar este viaje y le he dedicado muchos capítulos al Dodecaneso. Algunas veces me pierdo y ya no sé si conté algo, si me repito o si se me pasó.
Creo que tengo una entrada del paso de Nísyros a Kardamena, en Kos, y allí contaba la pequeña anécdota con el chófer que nos llevó gratis, desde este puerto del sur a la capital, pasando por los pueblos de la costa norte, cogiendo y posando turistas de distintos hoteles. Si es así se publicará antes que ésta y sobraría la aclaración. Y no se puede con todo.
Una mención a Marika Papagika, de la que ya he subido varios de sus temas grabados en New York en los años 20. Nació en Kos, aunque su familia se trasladó pronto a Alejandría. Es una de las grandes intérpretes clásicas de la música ligera griega, especialmente de los ritmos orientales de la Rebétika, la Smirneika, la música de Esmirna, tan cercana, karsilamás, tsiftetelis, amanés..., y maestra de las siguientes generaciones de rebétissas, como Marika Ninou, que si no recuerdo mal tomaba su nombre de ella, o la más joven Marió.
Salud y buen rumbo
Barbarómiros.
¿No serás tu el que esta tirado en el aeropuerto? Pensaba que eran de mas postín los sitios en donde pernoctabais.
ResponderEliminarBesitos
Viriato
¡Si te doyyyy, malaka...! ¡Nooo, era un guiri!, la familia no me deja poner fotos suyas, lo que me parece bien, y mi careto lo tengo muy visto, salvo que me disfrace.
EliminarFue el amanecer de la llegada, a finales de julio, mientras esperábamos el autobús a la capital. Éste menda es un lechón, de los que vienen a Cos una semana a beber, follar y tostar.
Yo no me tumbo en cualquier parte, no por altura de miras, sino porque no duermo, pero aciertas en otra cosa: los sitios de postín son para ricos no para mí, aún así apuesto a que éste se fundió más dinero en una semana que yo en un mes. Con su pan se lo coma cada uno.
Un abrazo.