miércoles, 28 de septiembre de 2011

Grafitis


El Muro cayó y se subastó a pedazos entre mercaderes mientras se proyectaban otros tan vergonzosos. La rabia de raperos y grafiteros puede renovarse.
Y así, en muchas barriadas del mundo, los chavaletes que se inician siguen entrenándose en los descampados, en las paredes que aislan las vías del ferrocarril, en los muros de las autopistas, en puentes y túneles o en edificios semiderruidos y fábricas del extrarradio; en algunos lugares ya no es posible encontrar un espacio disponible para pintar.

Akadimias, Atenas 2011

Los bajos abandonados llenos de basura de muchas viviendas en uso, en especial de los arrabales de ciudades grandes  y pequeñas, esconden a veces agradables sorpresas y alguna maravilla. Pero los mejores objetivos, como la tentadora pared blanca de un banco, suelen estar en el centro, más vigilado. Sólo los osados se aventuran. No todos renuncian a la filiación antiburguesa de sus ideas. Porque no se trata sólo de pedir un espacio para pintar, hay una crítica seria al statu quo político, social y artístico.

En origen el movimiento, llamémoslo asín, viene acompañado de una fuerte carga política en forma de denuncia de las condiciones de marginalidad de los barrios, paro, pobreza, abandono, violencia, alcoholismo y otras drogadiciones y miserias. La crítica al poder era, y es, una constante del rap más radical.

El grafiti camina la misma senda. Desde ese punto de vista, y hasta aquí, no se diferencia mucho de la pintada política, salvo en una cosa: en el lujo.
Ya los jipis adornaron con todo tipo de floripondios las letras haciéndolas flotar en el espacio y bailar la danza de los 7 velos, como el humo del chibuquí de don Ramón. Lo suyo no es psicodelia, pero también hay puntos de unión. Algunos modelos de letra del grafiti me recuerdan cosas de Crumb, o de un dibujante nuestro, de caras y coches distorsionados, fantásticos, Calonge. No sé exactamente porqué. ¿Tiene algún parentesco este Calonge con la mujer del asturiano Mariano Antolín Rato, escritor psicodélico donde los haya?
Y sí, hay que reconocer que los chavales se lo curran.

Conviene hacer un leve inciso para llamar la atención del querido lector sobre las diferencias y confluencias del muralismo y el grafiti que todos podemos, más o menos, calibrar. Comparten y acotan territorios difíciles de delimitar a veces.


Aparcamiento al aire libre en Botasi
Exarjía, Atenas 2011

El grafiti, decía, viene a ser la pintada lujosa, llevada a la categoria artística, en su parte formal, sobre todo. Ambos lenguajes coexisten cumpliendo sus cometidos. Como tales los incluí en Alfabetos, aunque dormirían bien en Pindura, en especial las fotos.

El arte de la pintada clásica estaba en el mensaje, y en esto se epecializaron los del 68,  no en la belleza de las letras. Tiene que ver con la literatura. El grafiti decora y hermosea, es más pinturero. Se me objetará que no hay nada más bello que una frase linda. Vale.
No es que esté muy a favor de la decoración cuando el marco natural no la pide, pero el marco que suelen usar los grafiteros está tan degradado que cualquier mano  de pintura lo favorece.
En muchos casos las pinturas, porque de eso se trata, murales, viñetas, grafitis o pintadas, son  casi la única cosa que merece antención, que alegra la vista, el resto, el soporte y el entorno, es deprimente.

Sería un avance no sólo permitir que pintaran, sino facilitarles los medios, las pinturas, las paredes, y pagarles el trabajo, por supuesto. Sé que se ha hecho en muchos sitios y con resultados óptimos, pero sigue siendo más frecuente el olvido o una cierta inquina, cuando no una sañuda persecución contra ellos.

A nadie interesa más que al poder que en ese "ellos" entren todos, los gamberros que atentan contra el patrimonio arquitectónico o histórico, contra el mobiliario urbano o la propiedad privada en general, y los artistas de verdad, que los hay,  probablemente tan contestatarios e inadaptados como los otros. Le interesa porque no le gustan los primeros, los cafres, pero mucho menos los segundos.

Seguiremos. Yasas, salud.

Barbarómiros.