miércoles, 10 de octubre de 2012

Valy y Giannis, los niños


Las piedras preciosas de Giannis Tsakós
Grecia 2012
 
Los niños


Orfeas y Odysseas, son los nombres de esos niños, de 5 y 6 años, morenos y todo ojos, grandes como lunas llenas. La palidez de la piel con esos ojos de sueño y de aventura, acentúa la impresión de inmensidad y de noche profunda, pero noche con ese brillo de maravillas que son los ojos de los niños.

No paraban de hablar, de comentar con mucho sentido, como pequeños hombrecitos, y de preguntar como los chavalines curiosos que son. Y eso que los dos dan también la impresión de ser introvertidos.

No se puede fiar uno de las apariencias por mucho que acierten alguna vez. Y lo digo sabiendo lo que yo mismo me arriesgo haciendo a veces comentarios de corte psicologista a retratos que hacen los colegas.
Hay que poner una distancia entre lo que hay y lo que uno cree ver, que no siempre coincide. Más aún tratándose de personas.

La segunda visita de Giannis fue en compañía de su mujer, Valy, y de sus hijos. Fue inesperada. Yo estaba haciendo algo en la cocina, la mi morena y los guajes seguían en la playa. Oí que me llamaban desde la puerta abierta de la calle, era Giannis.
Nos esperaban en casa de Spiros. Pero nosotros habíamos hablado con el del Tzivaeri, al lado de casa, para comer allí, porque el hombre había cocinado para el medio día sus riquísimas berenjenas imám, y yo quería que las probaranY el vino. Aceptó. Me interesaba también ese restaurante porque con el dueño podía hablar un poco de español y convencerlo para que nos dejaran invitarlos. 

Pero no hubo manera, Giannis impuso su condición de natural del lugar y Valy pagó, de nada sirvieron mis protestas.

Están bastante tristes por las estrecheces y la situación general de las familias, de la mayoría de Grecia. Y a veces desesperados. Y eso que a Valy, que además de profesora en una escuela es también pintora y fotógrafa, se la ve una mujer medida y aplomada con una enorme personalidad. Pero las dificultades a veces socaban incluso a los espíritus más fuertes.

Ahogamos las penas en un vino clarete de cosecha, dikó mas, dicen los griegos, algo así como de lo nuestro, muy afrutado y oloroso, incluso con algo más de azúcar del habitual, que nos alegró bastante comida y sobremesa.
El Tzivaeri, del que hablaré algún día, de los mejores fogones del pueblo, está también al lado de la playa como el bar de Stavrula, y 50 metros más arriba la casa que alquilamos. Allá nos fuimos los ocho, ya que no a dormir la siesta, a reposar la comida.

Un rato de charla en la terraza que nos supo a muy poco porque el tiempo vuela cuando se está agusto y los acompañamos hasta el pequeño utilitario, cerca del bar de Spiros. Los niños necesitaban expansión y se iban a la playa de Geromili, apartada y más tranquila y guapa. No sé si Giannis tenía todavía allí montada la tienda desde el primer día que vino a vernos. Pero aún nos preguntó si queríamos acompañarlos. ¡Tenía que ir, dejar a su familia y volver a recogernos, y otro tanto para la vuelta! Total veinte kilómetros de nada por esa carreterina estrecha y llena de curvas...

Nos despedimos allí mismo con mucha pena, en el aparcamiento del puerto, enfrente de lo de Stavrula, donde habíamos recibido y despedido también a Lola y Alberto días antes. O al mismo Giannis la primera vez. Odysseas y Orfeas nos miraban a través de los cristales como si nos conocieran de toda la vida, con esos ojos...

Ότι οι δυσκολίες δεν μας ξεπεράσουν. Que las dificultades no nos venzan.
 
Υγεία και φιλιά, φίλοι μας!


Camarón de la Isla y Tomatito.  Alegrías.
 
 

Ramiro