domingo, 30 de octubre de 2011

Geia sas, ta pedakia!


Busto de Yiannis Ritsos en Monenvasiá
Grecia 2009

En Kondopouli, Limnos, uno de los lugares donde penó el poeta de Monenvasiá, O Yiannis Ritsos, junto con otros muchos presos políticos, escuché a un taxista de sesenta y muchos,  desde la ventanilla abierta de su taxi arrancado, saludar a un grupo de paisanos sentados en una terraza a la sombra de una parra, jugando al tavli y bebiendo café.  Dice:

Geia sas ta pedakia!,  ¡Salud, chavalines!
Geia sou!, contestaron,  ¡Salud!

Ninguno de ellos bajaba de los ochenta años.

Es una escena sencilla e ilustrativa que puede repetirse en cualquier lugar de Grecia.

Del mismo modo, pero ahondando, en Creta,

muchos paisanos
como cañones
con toda la barba
y roña en los cojones

el que la tenga, ¡voto a Feus!,  que es gente pulcra y de porte aristocrático como poca,  hombrones como torres y una voz salida del Antro del Ida, pueden saludarse con un,

Geia sou, kopeli mou!,  ¡Hola rapacina!.

Pero yo nunca tuve el honor de merecer ese compadreo, -comadreo para ser exactos-, familiar e irónico de la parea cretense, los amigos, que no tengo todavía.
Lo digo porque tratar a Psarandonis de "Kopeli mou" como hice en su entrada (aquí en Música cretense), es un acto de confianza y valor por mi parte que ¡no sé si me costará la vía!

Es broma, naturalmente, aunque el león  es fiero de verdad.  Lo hice por la admiración y el respeto que siento por él, y no hay mayor respeto que la confianza.

Geia sas, Andoni!,  Geia sas Limno kai Kriti mou, òmorfa nisiá, islas  hermosas!

 
Barbarómiros Hatzipradakis.

 
(Publicado en Desde la popa el día 28-6-2011, para la crónica del Teach del 16-6-2011. Antipasos a Parga) 

P.D. El problema de la transcripción del griego al castellano se presenta siempre. Algún día lo hablaremos un poco más en extenso para fijar algunos lugares comunes al respecto.
Lo  de menos es el alfabeto, se acaba por aprender y los sonidos no cambian mucho, es un idioma que nos suena, su música resulta familiar, y es eufónico para nosotros.
Reproducir sin embargo los diferentes sonidos con grafía latina ya presenta más problemas, con 7 vocales y 3 sonidos para b/mp y v, por ejemplo, que no es b pero Vasilis es el Basilio castellano, dos consonantes con un sonido (Th = Z), o la inversa, letras cuyo sonido sólo se puede reproducir con dos castellanas (los Ts y Tz ), ...  

Se complica además con la existencia de diptongos, similares a los franceses, que tampoco es lo peor, también se aprenden enseguida.

Otro problema añadido es el uso del inglés para cosas tan significativas como los mapas o las guías. Algunos ya incorporan griego e inglés o varias grafías teniendo en cuenta distintas nacionalidades. El resultado es un batiburrillo notable.
Recuerdo alguna pregunta que le dirigían al Capi en los comentarios en Desde la popa, en concreto creo que una de Agus sobre Lesbos/Lesvos.
Pero no siempre es fácil de responder en dos palabras si el que pregunta tiene algo más de interés, o el que responde es un tikismikis. Y este ejemplo de Lesbos con dos nombres totalmente distintos para la misma isla, (Mitilene/Mizilene, en castellano, Mithilini, griego), se repite en más topónimos (Korfú/Kérkira), etc.

Lo ideal sería escribir en griego pero eso limitaría el acceso a las páginas por parte de quienes no dominamos el idoma o lo desconocemos por completo.

Terminaré con un ejemplo propio que se repite cada día. Me despido con un Geia sas!, Salud,  o Yasas!, que es el sonido en castellano de la pronunciación griega. Como si escribiera  "O´gvuá" , o algo asín, para decir adiós en francés, o sea ¡un horror!.

Pero el asunto sigue sin resolverse.

Los muy puntillosos, perfeccionistas o rigurosos en esto, pueden consultar el libro de Pedro Bádenas de la Peña, La transcripción de griego moderno al español (1984).  Vale.

Ramiro.




Entra el nordeste


Confundío

Desperté porque debí escurrirme del banco hasta caer al suelo.

Al principio no reconocí el lugar ni recordaba qué hacía allí. De muy niño había vivido algún episodio de sonambulismo despertando en plena noche en algún lugar de la casa sin saber cómo había llegado hasta ese sitio. En la preadolescencia  en un colegio de curas protagonicé otro hecho tan extaordinario que a cualquiera le  parecería imposible de realizar en estado de...,  no sé como llamarlo, ¿inconsciencia, semiconsciencia?, no importa.

Tardé en orientarme. Fue el puente el que me dio la pista, la luna se  había ocultado y las luces de Cambados parecían menos ahora y más pálidas. Se había levantado una brisa fría del nordeste y no me sobraba la chaqueta en ese momento. Inmediatamente pensé en los tres célebres. Debí de darme cuenta antes  porque vi la botella de Soberano, vacía, en la esquina donde se sentaba Paco Gila. A pesar del destemple y el dolor de huesos se me escapó la risa.

Me senté un instante para estudiar la situación todavía riendo y ni había apoyado la espalda en el respaldo cuando oigo un vozarrón detrás de min que me hizo saltar como un muelle.

¿¡Qué le causa tanto regocijo?!
¡Don Ramón, por dios, que me va a matar de un susto!
Está usted muy sensible, y se echó a reír él con una risa que no le había oído nunca, de vejete cascao y guasón, tan increíble que le hice compañía con la mía. Le entró una especie de hipo y no podía parar. Yo entonces ya tosía más que reía.

Después de un estornudo él consiguió controlar el hipo y la risina pero yo seguía tosiendo, y me dice como ofendido, ¿De qué se ríe?!.
Yo no podía parar en seco como había hecho él y tampoco hablar. A medias palabras tosidas y con gestos le dije que no reía, que tosía. Él entonces me dió unas palmadas suaves en la espalda que obraron el milagro.
Yo creo que se me calmó la tos por el efecto placebo de la ternura que puso en las palmadas, me pareció un detalle que decía mucho de su carácter y bohonomía a pesar de su fosquedad externa.

Pero enseguida salió por peteneras.

Me ha fallado usted, me dice con cara compungida y como entregándose a la cuchilla.
¿Que le he fallado? ¡Hombre,  no me diga eso don Ramón, que llevo tres días en un sindormir!
La luna se puso y ya es tarde.
Tarde ¿para qué?
Para nuestro periplo.
No queda coñac, dije un pelín triunfal viendo la botella.
Eso no es problema, contestó despreciativo, pero sólo para añadir con entusiasmo, ¡Tengo aquí a un colega que le traen de Moscú una vodka mortal!

Me volvió a dar la risa y la tos.

Ya repuesto le pregunté si el colega dirigía otro chamizo como el del Bene, el gemelo del papa. Me dijo que no, que este tenía una bodega y que se pasaba allí la noche porque era insomne.
Este Valle no deja de sorprenderme siempre con sus recursos de... after hours?
¿Qué hora es don Ramón?, le pregunté.
¡Qué importa!, respondió con mal talante.¡Vamos!

A mí me dolía todo y en lo que menos quería pensar era en beber vodka, masculina o femenina. Pero discutir con él hubiera sido inútil, así que me puse a zaga de su huella porque ya había iniciado la marcha con el mismo brío de costumbre.
¿Qué fue de don Vicente y de Gila?, pregunté inocente.
Se bebieron el brandy y se largaron.
¡Vaya amigos que se echa!
Se paró en seco y choqué con él.
¡Además de bartolo, insolente! ¿Qué hace al rabo mío como un faldero, pase aquí delante, galopín!

Se me había olvidado lo del galopín y volví a pensar otra vez en que el muy ladino conocía todos mis pasos, no sólo los nocturnos a los que él me incitaba.
Don Ramón, me atreví a preguntar cuando estuve a su altura, ¿lee usted las historias de los zombis geniales?
Tengo un ordenador que me indica las entradas en que se me cita.
¿¡Usted, un ordenador!?
Volvió a parar en seco y se giró, quitó el sombrero y se llevó el muñón a la cabeza golpeando allí tres o cuatro veces.
De grandes ideas, amigo, añadió pausadamente. Y arrancó a caminar acomodando el sombrero.
¿Y las pequeñas no se las ordena?
¡No sea usted impertinente, joven!

No era mi noche.

Nos habíamos internado por las callejuelas y plazoletas del barrio viejo de la isla,  subido en una colina al otro extremo de Xufre. Íbamos en silencio después del último rapapolvo y escalando una calleja muy empinada yo tuve que parar.
Estaba tan agotado, y tan fatigado en ese momento que me hubiera tirado allí mismo. Valle, que había seguido palante como si nada me debió de echar en falta a un paso por detrás y se volvió. Yo estaba apoyado en la pared tosiendo.
Ahí tuvo don Ramón el segundo detalle de la noche. Bajó los diez o doce metros de calleja que nos separaban y esperó paciente a que recuperara el resuello.

Cuando consideró que ya podía caminar me dice con ternura galega, animándome, ¡Vámonos paseniño!
Ahí ya me venció porque había puesto el bastón de la curuxa en el sobaco del brazo chungo y me ofrecía su mano como apoyo.

Al final había una plazuela sin urbanizar con dos casuchas de planta baja separadas y pequeños huertos anejos en los que destacaban por su altura las berzas que, en las sombras, parecían pavos desplumados.
Nos acercamos a la más pobre y don Ramón llamó. Por la parte de Vilagarcía comenzaba a clarear.
No contestó nadie. Yo sólo quería pillar una cama y metí baza,  Se habrá dormido, está amaneci..., pero no me dejó terminar, me lanzó una mirada de soslayo que si fuera cuchillo me cortaba la lengua.
Volvió a llamar. Esta vez se oyó ruido dentro y al poco se abrió una rendija en la puerta y apareció una mujer pequeña de cara regordeta, con rulos en el pelo (...la flor de la canela)  y en camisón.

¡Hombre don Ramón, usted por aquí!, cacareó la paisana con el mismo tono falseao de Gila y el saludo de circunstancias, pero no abrió la puerta. Valle apoyaba la palma de la mano en ella  y yo creo que empujaba intentando abrir, pero la de los rulos estaba trabada detrás y no se movió un milímetro.

 Bautista se durmió, dijo ella malhumorada.
Y no sabrá usted si guarda una botella de vodka para mí en algún lugar.
¿Vozzka, dize ustez?, yo no sé nada..., y se disponía a cerrar sin mais. 
Don Ramón contuvo la puerta con el brazo tenso y la palma apoyada y le preguntó, ¿Y a qué hora se levanta?
Acaba de dormirse.
¿Cuándo se levanta?,  insistió el manco.
Non sei, una horiña al cabo...
Dígale que dentro de hora y cuarto estaré aquí con un amigo.

Soltó la puerta y la paisana cerró.

Vamos a hacer tiempo, me dice, Tista  padece de insomnio pero duerme algo al amanecer y en ese tiempo no despierta ni bajo tortura. Se tumba allí donde lo coge el sueño. Estará en la bodega y se habrá bebido toda la vodka. Y echó un juramento, cosa extraña en él.

Tampoco era su noche.

Bajando hacia el puerto yo ya no podía tenerme en pie y se lo dije.
Lo siento don Ramón pero yo no lo acompañaré a beber el vodka.

Pensé que se pararía y que me caería otro chorreo pero, para mi sorpresa, continuó en silencio, paseniño.
Al cabo de unos minutos me dice, No se preocupe, comprendo que sus obligaciones le reclaman. Nos veremos otro día, y volvió al silencio.
Yo me sentía un poco dolido por haberle fallado durmiéndome en el banco, pero tampoco se me antojaba una ofensa tan grave, él parecía tener bastantes diversiones y compadres sin necesidad de contar conmigo. Y yo estaba mal. Llevaba unos días griposo cuidándome muy poco y el frío y la parranda nocturna no me habían favorecido. Ni el coñac, sobre todo porque se lo bebieron ellos.

No sé dónde me hospedo, no sé dónde estoy, don Ramón.
Estamos en a Illa de Arousa, provincia de Puntevedra, respondió cachondo.
Ya, ya, pero ¿dónde hay una cama?
Aquí mismo, y entró en otro portal del final de Xufre que tampoco reconocí. Subimos unas escaleras hasta el primero y entramos en un piso con un pasillo largo lleno de periódicos viejos apilados a lo largo de la pared. Me precedía Valle que abrió la primera puerta de una habitación espaciosa donde había una gran cama. Me dió las buenas noches y cerró la puerta. Me eché en la cama tal cual.

Non séi mais nada.

Felises suenos.

Etoo Ymuer "Tito".