miércoles, 1 de febrero de 2012

Sol y sombra -2


La casa de Carmen Rodríguez. San Justo de la Vega.

Es una casa de los años veinte relativamente común, con ese adorno de ladrillo visto orlando las ventanas y la puerta y el pequeño balcón en el centro.
Fueron las primeras de ladrillo que empezaron a abandonar el tapial tradicional en esta zona de León.

A la derecha disponía de la antigua vivienda de anchas paredes de tapia, con portones carretales como muchas de las casas de labranza de la región, y dependencias auxiliares para el ganado de corral y las caballerías. El señor Serafín que fue quien la levantó era también fabricante de chocolate y vendía sus productos por las rutas de los arrieros.

El pueblo de San Justo, en el camino de Santiago de Compostela, a tres kilómetros de Astorga, en el antiguo Camino Real y la aún más antigua Calzada Romana entre Legio y Astúrica, fin de cañadas mesteñas, fue paso obligado del ganado lanar, hasta épocas bien recientes en las que los rebaños bajaban hasta Astorga desde los pastos del norte para ser embarcados en el antiguo ferrocarril, hoy desaparecido, de la Ruta de la Plata, camino de Salamanca y Extremadura.

Está situado a la vera del río Tuerto al que tal vez deba sus orígenes, que se suponen entre el S.V y VI, tras la caída del Imperio Romano y el asentamiento de los Visigodos.
Por las razones expuestas es un punto estratégico que aprovecha, además, la riqueza de la vega.
Compartía con Maragatería algunas características, como la tradición de las hilaturas de lana, y en tiempos de lino, o la arriería.
Tenían cierto prestigio los telares tradicionales y los cardadores de lana. Y su leyenda negra, su coplilla popular más bien. Me permito repetirla por ser natural del lugar y porque para reírse de algo hay que empezar por hacerlo de uno mismo y de lo propio.

Era de San Justo,
era cardador,
era de San Justo
Judas el traidor.

¡Falso como el diente de Pedro Navaja! Pero, para decirlo todo, existe una expresión castellana para definir a la gente camorrista que alquilaba su carda por todos los territorios de la Mesta en la época del trasquile de la ovejas, como los segadores gallegos sus hoces en tiempos de siega, y que provocaban altercados en las ventas donde se hospedaban y en los pueblos donde trabajaban.
Era la "gente de carda", un instrumento terrible en manos de un malevo, con un círculo apretado de púas largas y afiladísimas, las grandes del tamaño de una navaja de a tercia, como la de don Ramón, de 20 cms. largos. Un pase suave, una caricia, te arranca media cara. Salvaje.

Hasta bien entrado el siglo XX, cuando la arriería perdió la última batalla contra el ferrocarril, hubo  vecinos que se dedicaron a esa actividad. La relativa cercanía de León, 40 kms., y la posibilidad de enlazar con Asturias o con la vía de Madrid sin tomar el camino gallego y Ruta de la Plata, supongo que fueron razones para que algunas familias arrieras, quizá más humildes, se instalaran aquí en lugar de en los pueblos tradicionales de la arriería, o los naturales la compaginaran con la agricultura y el pastoreo.


Geometría proletaria, León 2011 

En todo caso, hasta entonces, el número de propietarios con suficientes medios de subsistencia era escaso y la profesión más frecuente la de jornalero, al servicio de la Iglesia, la aristocracia terrateniente residual o como criados de las pocas familias con más posibles.
La emigración a Madrid, Bilbao, Barcelona, América, y últimamente a países europeos durante los años 60, fue la salida obligada para varias generaciones en momentos críticos, aunque el pueblo ha logrado mantener una población estable pese a todos los reveses de la fortuna.

Las casas se alinean a lo largo de la carretera y suelen tener salida a un camino trasero de servicio por donde se carga(ba)n los pajares, se saca el abono de las cuadras o entra y sale de los corrales el ganado mayor, equino, vacuno y ovino.
El resto del pueblo se concentra en tres barrios, en total 2.100 habitantes, ocupados en actividades agrícolas, de servicios, en la construcción, en pequeñas industrias chacineras y una fábrica de hilatura del algodón. En el primer cuarto del siglo XX llegó a tener hasta media docena de malacates para el trabajo del cacao y la industria chocolatera artesanal, siempre familiar.

El ladrillo y el cemento acabaron por ganar también la guerra a la tapia y al adobe, y el los años 70 empezaron a proliferar puertas y ventanas de aluminio para sustituir a la madera tradicional. En las construcciones secundarias la uralita se impuso a la teja o a la escasa pizarra que se usaba aquí, zona de barro y cuaternario. El plástico de los canalones en los aleros sustituyó al hierro o al latón.

Hoy buen número de pueblos de toda la meseta, y otras regiones, carecen de personalidad y en muchos casos cunde el feísmo más detestable. Como en los capítulos que dedicamos a la construcción en Grecia, en Arquitectura, la falta de una política urbanística decidida y de asesoramiento, ha permitido cuando no propiciado este desorden y horterez.
De todos modos el aspecto de los pueblos en fotografías de principios de siglo era también penoso, pero no por falta de gusto, por algo peor: la pobreza

Aparte de lo dicho, que es bastante, siempre es posible encontrar la belleza, la curiosidad o el ejemplo positivo, en cantidad de rincones y detalles. No es el caso de la imagen superior, con todos los materiales invasores mencionados, ladrillo, cemento, plástico y aluminio.
Pero tratamos de sombras y no de materiales, o eso era lo que quería, a eso se debe el título y ahí sí cumple la foto. Lo demás sale rodado.

Y soy un colgao del cielo (ni raso ni divino), en especial si lo acompaña un sol como el que lució ese día.

San Justo, diciembre 2011

La terraza, en forma de T, tiene tres esquinas cóncavas y dos convexas, todas me entretuvieron al paso de las sombras, de la chimenea, el tejado y de las plantas y flores. Van marcando las horas y dibujando las paredes y hasta te invitan a filosofar mientras rueda Lorenzo, tan feliz en su cielo azul.

¡Delicias proletarias! Me da a mí por lo proletario últimamente, hay que fajarse.

Y hablando de cielos, hoy vi el album de fotografías de Marta Capote (martacapote en Shutter., donde pone pocas imágenes, a ver si se anima) y tiene una sección llamada ¡Oh, Cielos! en los que se emborrachó de colores.
Y muchas más, interesantes, en los otros apartados. No pude comentar ninguna porque no se contempla la opción. Creo que había visto la mayoría, pero he vuelto a disfrutar de unos cuantos retratos espontáneos, sobre la marcha y en la calle, muy buenos. Galicia y Portugal, sobre todo.


Y como estoy al final del último terceto dejo ya el espacio para la música. Mañana flores de nuevo.

Paolo Conte, Parole d´amore scritte a macchine.


Aunque no parezcan tener mucho que ver, el éxito de Adriano Celentano, Azzurro, Azul, es también una canción de Paolo Conte junto con el maestro Michele Virano. Es por darle un poco más de marcha a la cosa y Conte, el músico italiano que más nos gusta y con el que repetiremos, nos lo facilitó.


Salud y calor.

Barbarómiros.