martes, 30 de abril de 2013

Cuchillo, papel, tijera


Florero
Técnica mixta al agua sobre cartulina
Ramiro Rodríguez Prada, 1991.

Cuchillo, papel, tijera


Él quería hacer una obra sencilla, que dos versos dijeran todo lo que debía decir un poema, que una pincelada tuviera la fuerza expresiva suficiente para no llenar el lienzo de color y entorpecer su lectura. Pero siempre se le presentaba el mismo problema, sentía horror al vacío, no tenía la paz interior ni la paciencia de un chino para meditar y detener la mano a tiempo. Durante bastantes meses, con mucha disciplina, consiguió hacer el ejercicio de los dibujantes orientales, independizar la muñeca de la voluntad, lograr que cumpliera su función anatómica, sin pedirle nada más. Llenó de rasgos sueltos miles de pliegos blancos, con tinta china negra y un pincel, pero también con otros utensilios, brochas, espátulas, cuchillos, palos, tornillos... . Los resultados del entrenamiento, aun cuando no fueran más que pruebas, no eran del todo malos a su juicio, pero acabó cansándose también de aquel mantra repetido que lo aburría más que lo calmaba.

Poco a poco, desde el negro sobre blanco ya ensayado, pasó a los otros neutros, los grises. Ahí estuvo liado un montón de tiempo. Recordaba confusamente el cuento de un escritor japonés sobre un pintor que había enloquecido intentando encontrar los infinitos matices del gris. Hizo cientos de miles de cuadraditos donde ir diluyendo y rebajando el tono gota a gota... . Pero, repito, él no era tan sistemático ni le interesaba tanto el detalle preciso y sutil, aunque todo le decía que el ahorro de medios, la síntesis era el camino más seguro para expresar lo que se quisiera. En general seguía estando de acuerdo con este planteamiento, lo difícil era seguirlo. Porque pronto dio el paso a los colores fríos, azules y verdes, al principio solos y después acompañados. No sólo fue complicando la paleta, también el trazo. La muñeca tenía sus manías particulares, sus querencias, no obedecía, así que lejos de dejarla en libertad se propuso domarla.

Sin embargo este segundo empeño no fue menos arduo que el primero, de hecho no pasó de un año y no logró calmar su ansiedad ni mejorar mucho el trabajo. Sí, es cierto que consiguió dominar algunos tics, movimientos involuntarios de la mano, imperceptibles, que estropean habitualmente la línea del dibujo, cierto miedo o indecisión cuando el trazo ha de ser firme y rotundo. Y, mientras tanto, el número de colores de su paleta seguía ampliándose. Era incapaz de ver ya en blanco y negro, y la simplicidad expresiva había dejado paso a una verborrea barroca y colorista que se le escapaba con frecuencia de las manos. El poema se complicaba sin ofrecer a cambio mayor claridad, cada nuevo verso, cada palabra, cada color y cada rasgo, se incorporaba a un desorden cada día más abstracto, desapareciendo en el conjunto, sin aportar apenas nada, sólo oscuridad, como un nuevo añadido de incomprensión y desesperación.

No ha resuelto sus problemas, porque a pesar de todas las dificultades y el laberinto del que no parece poder salir, sigue pensando que hay algo rescatable en esos intentos fallidos, que tienen sentido, quizás sólo sean el relato de una herida que es incapaz de cerrar, la de no ser dueño de si mismo ni de sus creaciones sin terminar, en esbozo inseguro, o aplastadas por el peso de la acumulación. Y sigue intentándolo por eso. Para él es una pelea y no cejará en su empeño. Ha optado por la experimentación libre, casi como un juego de niños, pero de niños perversos y sin esperanza, desdeñando el preciosismo del oficio y las metáforas brillantes. Ahora, despreocupado por fin de su muñeca, de la línea y el color, del miedo al vacío, con una especie de rabia concentrada y de exquisita indiferencia, espera encontrar alguna interjección que cierre el poema con coraje, con colores calientes y con fríos, con blancos, negros y grises, con papel, cuchillo o tijera.


Gilberto Gil.  Expresso  2222.  (Solo, en directo, 1972)

lunes, 29 de abril de 2013

La máquina de picar


La picadora con el tubo de embutir, al fondo la báscula.

La máquina de picar

No podría alcanzar a uno de los dueños del banco que me amenazaba con el desahucio por el impago de unas pocas cuotas, tampoco a los políticos responsables de unas leyes criminales, todos bien protegidos por sus escoltas y sus mansiones fortaleza. Pero sí al empresario ladrón que nos había dejado sin trabajo, millonario a costa de despojar a sus empleados, que paseaba por la ciudad con la impunidad y la chulería de un felino entre ratones. Era un típico cacique provinciano, ahora con maneras mafiosas, que había tocado todos los resortes del poder, sin olvidar el de la política regional, donde mangoneaba a su antojo, sin casarse con nadie pero siempre a beneficio propio. Había conseguido salir airoso de todos los chanchullos y corruptelas en los que había participado, no como actor secundario, sino como protagonista y malo de la película. Vivía en una casona espectacular, muy aparatosa, con cámaras en todas las esquinas, pero dos días a la semana llegaba de madrugada en taxi, solo. Volvía siempre muy cargado del piso de su amante y se apeaba doscientos metros antes de la entrada de su casa. En ese tramo lo abordé y le hice entrar en el asiento delantero de la furgoneta, encañonándolo con un revólver de plástico, de un disfraz del Zorro mejicano que había por casa. Con la oscuridad y el pedo que llevaba el amigo, ni se enteró. Desde el trasero le apliqué la eléctrica al cuello. Lo llevé a una nave abandonada que había pertenecido al capo y lo sangré como mejor supe, metiéndole el cuchillo entre las costillas. Para que evacuara lo más posible le corté también la yugular. Esta parte era la que más temía, el despiece. Las tripas olían horriblemente a podrido. Las metí con la cabeza y los huesos, después de haber rebañado bien la carne y reservado algunos trozos pequeños de costillas y vértebras, en un saco que enterré muy lejos de allí cuando terminó todo.

El interior ya sin restos

Me llevó un día entero el proceso, también tuve que picar la carne y preparar el picadillo. La puse en una artesa con el condimento requerido, sal, pimentón, orégano, ajo, pimienta, a tanto por kilo de carne, según las reglas que había aprendido de mi madre sobre la matanza. Con los pequeños trozos del carrastiello y las costillas, con restos de carne pegada al hueso, la lengua, las orejas y el morro preparé dos buenos botillos. Lo hice como dios manda, vamos, pesándolo todo en una báscula que me había agenciado. Dormí en la furgona aquella noche mientras el mondongo reposaba e iba tomando el condimento. A la mañana siguiente embutí con la misma máquina, metí los chorizos en la artesa y cargué todo en el vehículo, la máquina, la báscula, los chorizos y botillos, sin olvidar el saco con los restos óseos del interfecto. No he podido evitar el desahucio y ahora vivo de okupa en otra ciudad, aún no encontraron al empresario desaparecido. Yo conseguí curar los chorizos en apenas dos meses, antes de que me lanzaran a la calle, fue un invierno muy crudo y las heladas vienen bien para su curación. Se los he estado enviando de regalo a algunos banqueros y políticos inaccesibles para mí de otro modo, a quienes considero principales responsables de mi situación y la de tantos otros honrados trabajadores a quienes se ha engañado y estafado. Los hago pasar por ibéricos porque la verdad es que tienen un aspecto estupendo, tal vez demasiado magros incluso, con poca grasa, más parecidos en realidad al buen embutido leonés. No sé si los recibieron y los comieron, pero ninguno los devolvió. Ya me quedan muy pocos, y sólo un botillo, estoy pasando por momentos muy duros..., cuando el hambre aprieta la tentación es muy fuerte.

Ramiro Rodríguez Prada

Big Bad Daddy.  Mr. Prinstripe Suit.

http://www.youtube.com/watch?v=GtI_uaBPQFY

Salud y buen apetito

domingo, 28 de abril de 2013

Ο Στέλιος Καζαντζίδης, Stélios Kasantsidis -2


Marinela  y  Stélios  en los '60.
De la revista  δίφωνο.

Καζαντζίδης -2


Buenos días. Cerramos el primer capítulo dedicado a Stélios con una canción de origen pondio, la patria perdida de su padre, que nos sugería María de Paz en su trabajo de La pasión griega, y abro éste con una cantada en turco, de las muchas que grabó de la tierra de su madre, que había nacido en Capadocia.
Καζαντζίδης.  Τσαντιριμιν Ουστουνε.

http://www.youtube.com/watch?v=3kClXA9-O2U 

A mediados de los 60 Kasantsidis, en plena madurez artística y creativa, había dejado de actuar en salas de fiesta y se había dedicado a las giras internacionales, junto a entregas más o menos anuales de sus discos, que eran prácticamente el único contacto que mantenía con sus numerosísimos y apasionados seguidores.

En la segunda mitad de la década llegaría su ruptura con Marinela, poniendo fin a su matrimonio y al dúo más admirado y romántico de la música griega de aquellos años.

En abril del 67 los coroneles dieron un golpe de estado y se mantendrían en el poder siete largos años. Del 69 es el tema siguiente.

Kaldaras. Papayiannópulos. Καζαντζίδης.  Στο τραπέζι που τα πίνω. En la mesa donde bebo.


En plena Dictadura, apartado de los escenarios y con escasa producción discográfica, Stelios se enredó entonces en diversos negocios que le resultaron ruinosos. Todavía grabó sin embargo en esos años algunos temas dignos de mención, Den se pistevo (69), Otan na kleo (70) o Tin paresaskevi to bradi (72).

Hice mención en el primer capítulo a su oposición a los coroneles. Creo recordar una foto en la que celebraba con otros músicos y escritores el fin de la Dictadura, pero nunca fue un hombre que se significara mucho en política. Era un paisano llano y sencillote, un tipo del pueblo sin demasiados laberintos intelectuales, aunque con un sentido de la independencia muy acusado.

Imagino, sin embargo, que la experiencia de su padre, un albañil pondio, refugiado y pobre, que militó en la guerrilla del Partido Comunista durante la ocupación alemana y que murió asesinado posteriormente en los años de la guerra civil, en la persecución desatada contra los comunistas por parte del ejército de la Monarquía, le serviría de concienciación. 

Άκη Πάνου. Στέλιος Καζαντζίδης.  Η ζωή μου όλη. Toda mi vida.

http://www.youtube.com/watch?v=95Y3ODiy3bI

De 1974, coincidiendo con el fin de la Dictadura, es esta canción, otra de las que no se han quedado viejas y se siguen escuchando en los medios y en cada rincón de Grecia.
Y es ahora cuando quiero explicar otra de las razones por las que me convertí en forofo de Kasantsidis, además de por su voz prodigiosa o la ubicuidad de su música.

Desde el principio y sobre todo los primeros años en Limnos, lo escuchábamos mientras comíamos o cenábamos en las tabernas, sin saber quién era. Nos llamaba la atención su voz profunda y esa tonalidad tristona y oscura de algunas canciones, pero el estilo nos resultaba menos interesante.

Fue en los años siguientes, en los ´90, cuando empezamos a identificar algunas canciones a base de escucharlas una y otra vez. Pero sobre todo fueron los paisanos, que las entonaban a coro en los bares y en las terrazas de las tabernas, muchos de ellos emigrantes que pasaban los quince días de vacaciones en su isla, acompañados por familiares o por la parea del pueblo. 

Καζαντζίδις.   Έφυγες φίλε.   Marchas, amigo. 

http://www.youtube.com/watch?v=3Ot7_L5cMrg&feature=related

Sí, sé que es la pura melancolía griega del emigrante, pero escucharlo de sus labios en directo en una noche de finales de agosto cuando el verano se va, os aseguro que tiene una potencia especial, emotiva sobre todo, más que meramente musical, de acuerdo. Y Stelios era el cantante de los expatriados.

En el 75, reestablecida la República, publica una de sus canciones más conocidas, Yparjo. Ya la subí en alguna otra ocasión, y también una versión bufa y rockera que hacía Pulikakos.
La canción es una de las que no faltan en cualquier antología y fue otro éxito continuado.

A partir de entonces los desencuentros y enfrentamientos con su discográfica Minos lo abocaron al silencio, sólo roto 12 años más tarde cuando la compañía aceptó un acuerdo por el que dejaba libre al artista a cambio de una última grabación con ella.  

Letra, Πυθαγόρας. Música, Χ. Νικολόπουλος, Καζαντζίδης.  Υπάρχω. Yparjo. Existo.


Ο δρόμος της επιστροφής, El camino de regreso, es el título de ese disco del 87 que representaba en efecto una vuelta a un público fiel que no lo había abandonado.


El disco, esperado como agua de mayo, fue otro bombazo y vendió más de doscientas mil copias, la discográfica podía darse por satisfecha aunque perdiera al cantante.

En las últimas grabaciones su voz se va haciendo más profunda y austera, más negra, desnudándose de aquellos adornos melosos del principio. Y también las letras ganan en hondura.

 Καζαντζίδης.  Ας ήτανε ο πόνος ένα τσιγάρο δρόμος.


Aunque el siguiente es un tema del 72 con los mismos autores que el Yparjo, lo grabó de nuevo en el 93 y en directo en varias ocasiones. Fue el escogido en el 2000 para el CD doble que editó aquí Resistencia, titulado  De oriente y de occidente, y sin duda una de las canciones suyas que más me gustan. Habla también del regreso.

...γυρίζω και γελάω
κι όλους τους συγχωρνάω.

Τόσες μέρες, τόσα χρόνια,
απ' τον κόσμο απουσίασα,
το τραγούδι και τους φίλους
για να γιατρευτώ θυσίασα
το ψέμα τ' αηδίασα

Letra, Πυθαγόρας. Música, Νικολόπουλος, Καζαντζίδης.
  Γυρίζω απ'τη Νύχτα. Regreso de la noche.

http://www.youtube.com/watch?v=vaTNOc7hsx8

...regreso y me río

y a todos perdono.

Cuántos días, cuántos años,
pasé ausente del mundo,
la música y los amigos
los sacrifiqué para curarme,
estaba harto de mentiras.

Ελεύθερος, Libre, fue el título que escogió para su primer álbum fuera de Minos, con el que repitió éxito, siendo disco de platino.
Καζαντζίδης.  Το αγριολούλουδο. Flor salvaje.

http://www.youtube.com/watch?v=S7rQOjvlkvE


El maestro indiscutible de la segunda generación de rebetes,  Vasilis Tsitsanis, 
posa junto a  Kasantsidis,  felices ambos, en la portada de la revista musical  δίφωνο.


Volvíamos a estar en Kondopuli por segunda vez en septiembre del 2002 y la revista difono dedicó este número especial a Kasantsidis, cuando se cumplía el primer aniversario de su desaparición. Con dicho motivo editó también un CD con trece canciones de las que el cantante grabó con Tsitsanis. La foto de la carátula del CD, que puse en la primera entrada, es esta misma. No sé quienes fueron los autores de las fotografías que he incluido en los dos capítulos porque no figuran ni en la revista ni en el disco.

La lista de compositores, músicos y autores con los que trabajó a lo largo de 40 años es larga, como es lógico, y en ella están los más conocidos: Zeodorakis, Jatsidakis, Markópulos, Leontís, Xarjakos..., entre los clásicos del  Éntecno; Papaioannu, Kaldaras, Jiotis, Panou, Mitsakis, Loisos, o el gran Tsitsanis, y un interminable etcétera, entre los rebetes y músicos de  Laikó. La lista se ampliaría con una buena nómina de letristas.

Yo recuerdo como si fuera hoy algunos coros de paisanos ya bastante mayores, en Mýrina, la pequeña capital de Limnos, sentados por la noche en la terraza del Avra, el bar de Zeodoros, y en la de Kostas el Mustakia, a dos metros de los caiques del pequeño puerto pesquero, cantando canciones de Kasantsidis que siempre me emocionaban enormemente. Cantaban ellos mismos emocionados.


No he visto tanta pasión con canciones de otros artistas. Aparte de que, como ya dije, era el cantante favorito de los emigrantes. Eso es tanto como decir de todos los griegos, porque además de ser amado por la mayoría del pueblo, en el corazón de cada uno de ellos hay un exiliado. Ésa es una de las emociones que reciben de Stelios.
Stelios  Kasantsidis.   Vradiasi  (en directo) 

http://www.youtube.com/watch?v=rjkw2xOoYXQ

¿Quién es capaz de decir los ponooó (dolor) y los kakooó (malo) con esa profundidad abismal de su voz sino Kasantsidis? ¿O esos agapi-kukla-glikiá (querida, muñeca, pastelito)... muuuuuuú!!!, esos mujidos de buey?. ¡Pues ahí está!

Murió en septiembre del 2001. Ese año nuestros amigos Zeodoros y Mary nos había dejado por primera vez su casa en Kondopouli, Limnos. La mi morena pidió una excedencia esperando mi recuperación después del quirófano y habíamos ido a finales de agosto.

Estábamos sentados en una taberna, esperando que nos hicieran unas pitas yiro, cuando la televisión anunció la muerte de Stelios.

Pues lloré un poco cuando pusieron una canción al finalizar la lectura de la noticia, ante el asombro de los guajes, que entonces tenían 4 y 7 años; de ahí les quedó lo de imitarme lloriqueando, ¡los muy...!, sobre todo si la causa es Grecia, mientras dicen al mismo tiempo, ¡Ajjj, Kasantsidis, Kasantsidis!...

Ο Στέλιος Καζαντζίδης (Οκτώβριος. 94).  'Ε·ι· Καπετάνιε. ¡He, capitán!

http://www.youtube.com/watch?v=CYpKqLMFCsI

Me voy ya. No creáis, he tenido que dejar fuera muchas canciones que me gustan, pero yo creo que once no está mal; había pensado en unas 14 entre los dos capítulos y al final me fui a las 19 ó 20.

Como lo he subido poco al blog para lo mucho que lo escuché, así me resarzo y le doy lo suyo, bien merecido lo tenía. Ahora conozco la mayoría de sus canciones y cuando las oigo me traen detrás, en España o en Grecia, donde lo siguen poniendo como la primera vez que fuimos, un montón de recuerdos, como las canciones que aquí nos formaron y de las que ya no nos podemos separar, ni quisiéramos.

Y este es otro de sus temas más celebrados. Lo han grabado muchos cantantes, empezando por las versiones del propio autor de la melodía. Con letra de Virvos y música de Tsitsanis, es una canción muy triste, sin embargo, que habla de prisión, sangre y dolor, y de una madre cuyos hijos son las víctimas.
Κώστας Βίρβος, Βασίλης Τσιτσάνης. Στέλιος Καζαντζίδης.  Της γερακίνας γιός.

http://www.youtube.com/watch?v=sVB4nFNGKQ8

Μάνα μη λυπάσαι, μάνα μη με κλαίς..., / Madre no sufras, madre no llores...

Salud y buena música

Barbarómiros


sábado, 27 de abril de 2013

47


Algo acecha en la oscuridad.



Salí a tirar la basura



Dos jóvenes de ambos sexos cuchicheaban arrimados al muro del edificio en una actitud sospechosa, sin embargo por su aspecto no me parecieron peligrosos. Al pasar a su lado dije Buenas noches y ellos respondieron prontamente. Tal vez una parejita de enamorados haciéndose arrumacos antes de despedirse. Pero lo descarté, si vivieran en la casa me sonarían sus caras y no recordaba haberlos visto en nuestro portal. Al bajar las escaleras hacia la calle, antes de perderlos de vista, me giré para echarles un último vistazo. El chico sostenía ahora una bolsa de plástico mientras su pareja pintaba algo en la pared con un spray. Grafiteros. El chaval, que también vigilaba, me vio mirar pero la chica siguió a lo suyo. No dije nada, yo también había vivido mi etapa de rebeldía. Me tocaría pagar después, solidariamente con los vecinos, la limpieza del muro. Al volver vi la pintada, más política que artística, en grandes letras rojas: MILLONARIOS CHUPASANGRES. A un lado había dos figuras con capa negra que me helaron la sangre, cada una de ellas parecía abrazar estrechamente a uno de los chicos. Pasé corriendo hacia el portal y abrí frenético, temblando. Llamé a la Policía inmediatamente, una pareja de vampiros estaban atacando en la calle a unos chavales. El policía que se puso al teléfono se rió y me colgó. Me metí en la cama febril, ¡no podía permitirlo! Me levanté de un salto y agarré el mango de un hacho de mina que conservo de mi abuelo. Salí corriendo en calzoncillos, gritando medio loco y sin saber en realidad qué hacer, aterrorizado, pero blandiendo el mango y haciéndolo girar sobre mi cabeza como un aspa mortal. No sé como me tuve y no descargué un garrotazo en la cabeza del vecino que entraba en el portal en ese momento. En la calle no había nadie y la pintada había desaparecido de la pared. A duras penas me libré de una denuncia del vecino, pero una pareja de policías me hicieron una visita por la mañana para interesarse por la llamada de los vampiros. Les dije que sufría de onirismo morboso y les dí el nombre de mi psiquiatra. Se fueron.


Herman Brood.   Suturday night.


Salud y felices pesadillas


ra

viernes, 26 de abril de 2013

46


Después de la tempestad


Salí a tirar la basura



Llovía si Dios tenía agua. Como había salido desprotegido, volví a entrar a por un paraguas. Cogí el primero que me vino a la mano, sin mirar. Salí otra vez decidido en dirección a los cubos con el paraguas abierto. Cuando iba a mitad de camino noté que me caían grandes goterones y que me estaba mojando. La tela se veía deshilachada y rasgada en varios puntos y parecía comida de los ratones, toda llena de agujeros. No hay roedores en nuestra casa, sería la polilla, ¡qué sé yo! Algunas varillas estaban además fuera de su lugar y todas muy curvadas. El chaparrón que caía en ese momento era inenarrable, parecía que una docena de energúmenos estuvieran baldeando agua sobre mi pobre paraguas. Dejé las bolsas en unos cubos rebosantes de una sopa de agua y mierda donde ya flotaban otras. Me apresuré al volver porque aún parecía arreciar el temporal, avanzaba muy malamente y estaba empapado. Por fin, chorreando, muy cerca ya del portal, una cascada de agua hizo que el paraguas colapsara y se cerrara sobre mi cabeza. Quedó allí trabado y me fue imposible desencajarlo, porfiaba chapoteando en el agua que cubría el suelo mientras seguía jarreando del cielo. Caí. No tengo claro qué pasó después, debí perder el conocimiento, ¡si me quedaba alguno!. Un vecino avisó a mi mujer, estaba echado en el limpiabarros de la puerta de la calle, como dormido. El paraguas había desaparecido, pero mi costilla afirma que nunca hubo un nuestro paragüero un paraguas en esas condiciones. Viendo mi estado, cerré la boca.


Deep Purple.   Stormbringer. 


Salud y felices pesadillas


ra

jueves, 25 de abril de 2013

45


Serenidad


Salí a tirar la basura


Todo tranquilo, todo normal, dejar las bolsas y vuelta. Al entrar en casa oí una explosión terrible que parecía venir de la calle. Corrí a mirar por una ventana. Desde ahí se ve el punto limpio, los cubos reventados y la basura esparcida en un gran círculo indicaban que la deflagración fue en ese lugar. No habían pasado ni cinco minutos desde que yo deposité mi porquería en esos cubos. Iba poco abrigado y hacía mucho frío, solté las bolsas y volví corriendo. Para morir no hay prisa.


La Cabra Mecánica.  La lista de la compra.


Salud y felices pesadillas 


ra


miércoles, 24 de abril de 2013

44


Sueños angelicales


Salí a tirar la basura



La luminosidad fantástica de la calle me cegó al abrir la puerta del portal y salir a la noche. No vi que tenía a un tipo delante con la mano extendida, tardé en recuperar la vista. El hombre llevaba encima un chambergo miserable y musitaba algo, tal vez, ¡Una ayuda por favor!. Me fijé mejor en su cara al meter la mano en el bolso buscando una moneda. ¡Era un político muy conocido, de esos que nos están jodiendo a diario sin que podamos hacer nada! Últimamente había caído en desgracia, pero me extrañaba que un hombre con su poder hubiera llegado a esos extremos de miseria en tan poco tiempo. ¿Quién es usted?, le pregunté antes de depositar la moneda en su mano. ¡Era él! Esa noche yo llevaba a la basura un antiguo orinal de porcelana todo desportillado. Era una de esas reliquias heredadas del abuelo y que ya sólo se usaba para cocinar los riles de los cerdos en época de capa, riles que le enviamos todos los años en una fiambrera a un pariente obispo que tenemos en el Vaticano. Pues bien, agarré el orinal por el asa y en lugar de darle la moneda le metí un orinalazo como un campano en el lugar donde se coloca la tonsura y el bonete, cuando ya se volvía adivinándome la intención. El tipo debía de haber recibido mucho castigo en esa parte, porque el orinal rebotó y de vuelta me dio a mí en todo el morro. Me entró tanto coraje que solté la otra bolsa que llevaba y me lié detrás de él, corriendo y atizándole con la porcelana cuando lograba alcanzarlo, porque el jodío estaba más ligero que yo, con toda su apariencia de pobrecito indigente. Al llegar a la plaza al final de la calle yo ya no podía más, pero fueron las voces de unos vecinos defendiéndolo por lo que decidí dejarlo marchar. Cuando les dije, ¡Es Fulanito!, contestó uno ¿¡Ése hijoputa!?,¡dame el orinal!. Se lo dí y me volví a casa después de recoger la bolsa y tirarla en el cubo correspondiente. Tenía una fatiga del copón, pero me fui a la cama contento, la noche me parecía preciosa, pocas veces tenemos a nuestra disposición a un mamón auténtico, ¿o será a un auténtico mamón?



Músicos callejeros.   Toma ritmo.




Salud y felices pesadillas



ra

martes, 23 de abril de 2013

Ο Στέλιος Καζαντζίδης, Stélios Kasantsidis


Στέλιος Καζαντζίδης.
Fotografía de otra imagen en la revista musical  δίφωνο

Καζαντζίδης


Buenos días, llegamos a Grecia la primera vez casi coincidiendo con el éxito del último disco registrado por Stélios Kasantsidis con Minos en 1987, después de más de una década de guerra con la compañía, que ni le grababa ni le daba la carta de libertad. Los años siguientes, hasta hoy mismo, lo hemos seguido escuchando.

Desconozco las razones exactas de porqué la discográfica lo castigó de ese modo siendo el cantante griego de laikó más importante del último siglo. Hay quien dice que fue una represalia por su oposición a la Dictadura de los Cogoneles o por la filiación comunista de su padre.

Más fácil sería pensar que lo que lo estigmatizó fue su sentido de la independencia, que se había puesto de manifiesto años antes, cuando se enzarzó en una batalla legal por unos derechos de autoría más justos, como veremos al final.

Απόστολος Καλδάρας. Στέλιος Καζαντζίδης.   Για μπάνιο παω. A pegarme un baño.

Debutó en el mundo del disco en 1952 con esta canción de Apóstolos Kaldaras, uno de los compositores griegos clásicos de la época, aunque no tuvo apenas eco.
El mismo año grabó también, con bastante más éxito, canciones de uno de los abuelos del rebétiko, Yiannis Papaioanu, que serán la segunda y tercera que escucharemos hoy.

No era sin embargo Stélios un buen intérprete de rebétiko, el género requiere voces mucho más machacadas, deterioradas como los propios individuos y los míseros ambientes donde se desarrolló el estilo. Y la suya es una voz de lujo, un torrente de energía y potencia en un cuello de toro, un mujido de bisonte.

Su progenitor era pondio, del Mar Negro, y su madre de Asia Menor, refugiados pobres, vivían en un barrio al norte de Atenas, donde nació Stelios (1931). Empezó a trabajar muy pronto por problemas de salud de su padre y también pasó por las hilaturas, como el padre de Marió o Bambakaris.

Γιάννης Παπαϊωάνου. Στέλιος Καζαντζίδης.   Δεν το περίμενα ποτέ (βαλίτσες. Maletas) 

Todas esas características biográficas lo harían un buen candidato para las canciones de rebétika si su
naturaleza no hubiera sido la que fue, la de un hombre que exudaba energía, vitalidad y potencia, como su propio pecho y su garganta anuncian.

De hecho donde cosechó más éxitos fue en la Laiká, las músicas populares, por llamarlas de algún modo, laicas por oposición a religiosas, donde por otra parte caben muchos estilos porque se nutre de todos ellos, entre los que no falta el rebétiko. El zeibékiko, al que tan aficionados son los cantantes de la cuerda de Kasantsidis, como Anguelópulos, Mitropanos o Dionisiu, es uno de sus ritmos.

Stelios acabaría por convertirse en el cantante de la emigración griega, muchas de sus letras hablarán de ello. También de las penas y amarguras de la vida, y del amor y el desamor, por supuesto.

Γιάννης Παπαϊωάνου. Κώστας Μάνεσης. Στέλιος Καζαντζίδης.  Εγώ θα σε γλιτώσω. Voy a escapar.


Después de actuar en los clubs más  famosos de Atenas y de pasar a ser un ídolo de masas en su país, se embarcó en los años 60 en giras por todo el mundo, como hacían y siguen haciendo todos los músicos griegos que alcanzan cierta profesionalidad, atendiendo a las invitaciones y requerimientos de sus paisanos, en Europa, Estados Unidos y Canadá, Australia o Turquía. 

Para entonces, a finales de los cincuenta, ya se había emparejado con Kati Grey, mayor que él, una artista consolidada y respetada, de la que dicen que aprendió muchas cosas. 

Con ella y con el famoso compositor e instrumentista, Manolis Jiotis, a quien en los 60 se llamó el Hendrix del busuki, grabó el siguiente tema que fue otro éxito. En esta versión aparece con el acompañamiento de su segunda pareja artística.

Μανόλης Χιώτης. Στέλιος Καζαντζίδης. Μαρινέλλα .  Απόψε φίλα με.  Esta noche me besa.

Kati Grey  y  Kasantsidis  en los '50
Imagen de otra fotografía en   δί
φωνο.

Y había conocido en el 57 y empezado a trabajar con Marinela, que sería la segunda mujer de su vida. Aunque casados permanecieron poco tiempo, fue una pareja artística muy popular que duró ocho años, de esas que quedan en la memoria de toda una época.

Parece que Stelios dejó entonces los clubs nocturnos, asqueado del ambiente de ricachones que imperaba en aquellos locales, donde los músicos no eran más que monos al dictado del dinero, de gente sin pizca de gusto que no sólo pretendía ser dueña del oro sino también del moro.

Del 58 es el siguiente tema, con uno de los letristas más respetados del laikó y de la  la canción griega en general, Kostas Virvos. 


Κώστας Βίρβος.  Στέλιος Καζαντζίδης. 

Απόκληρος σε αυτή την κοινωνία.  Marginado en esta sociedad. 

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=95YdOyu5ixs&feature=endscreen

Stelaras, como le llaman también sus seguidores, fue el primer músico griego que no nos llegó por la vía política, como Zeodorakis o Faraduri, o por la informativa a través de libros, guías, cine..., como Hatsidakis o Tsitsanis, sino directamente a través del oído en todos los lugares de Grecia por donde pasamos. Es un habitual de las tabernas populares y un cantante venerado por el pueblo, y su valor es aceptado incluso por sus enemigos, que aún hoy le siguen poniendo peros, pero a su vida personal, ya que no pueden abatir su voz.

¿Porqué me quedé enganchado con Stelios, que cultiva un estilo y es un tipo de cantante que a priori no me gustaría especialmente, ni en Grecia ni en España? Pues por todas esas razones y algunas más que contaré en próximos capítulos, porque a éste pondio no lo ventilo con una sola entrada, ni quiero.

Ese mismo año 58 grabó otras dos canciones firmadas por él, que fueron otros tantos éxitos y que aún se escuchan de vez en cuando, especialmente la que entonces tuvo menos entrada y que hacía la cara B del disco. Kasantsidis la siguió interpretando a lo largo de su vida y he escuchado varias versiones posteriores de este Dio portes eji i soí: 

Όλα είναι ένα ψέμα/ μια ανάσα μια πνοή/ σα λουλούδι κάποιο χέρι/ θα μάς κόψει μιαν αυγή...
Todo es una mentira/ un suspiro un soplo/ como flor en una mano/ que cortamos un amanecer...

Στέλιος Καζαντζίδης.   Δυο πόρτες έχει η ζωή.  Dos puertas tiene la vida.

http://www.youtube.com/watch?v=BY0j0RBx90E 

Dejé para el final la que fue cara A de ese disco del 58, un éxito total para la época, sin precedentes, pues vendieron, que se sepa, cien mil copias.

Aquí comenzaron los desacuerdos con la compañía Columbia, que era entonces la caporala. Los músicos cobraban sólo una pequeña cantidad por las grabaciones y no percibían derechos de autor. Stelios había cobrado por ese disco mil dragmas y la discográfica se estaba embolsando millones. La pelea fue larga y dura y Kasantsidis logró al fin su propósito, victoria legal de la que se aprovecharon todos los que vinieron detrás.

Y el otro motivo para terminar con Mantubala lo podéis comprobar enseguida: ¡Es un pasodoble más ejpañol que er Bono! No pone por ninguna parte que lo sea pero creo que es evidente. Hasta a mí, que no soy un Fred Estair, se me van las manos queriendo agarrar a la mi morena y los pieses al compás del titotitotito, tirulí, tirilí tirulí...
Στέλιος Καζαντζίδης.  Μαντουμπάλα. Mantubala.

Ramiro Rodríguez Prada


 Arriba,  Kasantsidis en los '60,  y con  Vasilis Tsitsanis.
Abajo, doble CD   Esta es mi vida, editado por la Radio Nacional Griega.

P. D. En algún lugar leí que había sido la abuela pondia de Stelios la que le enseñó esas canciones que empezó cantando al principio de su carrera, antes de empezar a grabar. Para los que tengáis interés en conocer la historia y peripecia de los pondios, de donde procedía la familia de Kasantsidis, os subo un enlace a La pasión griega, a un trabajo precioso y completísimo del que ya os he hablado, cuya autora es María de Paz:

Escribe María en un capítulo:
"Como dice una hermosa canción de Kasantsidis (que tenía origen pondio), Σα ξένα είμαι έλληνας και σην Ελλάδαν ξένος, es decir, En el extranjero soy griego y en Grecia soy extranjero. Lo mismo que le ocurría al protagonista de la película Un toque de canela: los turcos lo expulsaron como griego pero en Grecia lo recibieron como turco."

Siguiendo su sugerencia, aquí os dejo la canción:

Χρήστος Αντωνιάδης, Κώστας Σιώπης. Λύρα, Χρήστος Χρυσανθόπουλος.
Στέλιος Καζαντζίδης.   Πατρίδα μ'αραεύω σε

Υγεία, Salud!

Barbarómiros

domingo, 21 de abril de 2013

Sandokán


Mercado de los martes
Astorga,   2012

Sandokán


Sandokán fue el apodo que le pusieron en el pueblo porque todas las titis le iban detrás con las bragas en la mano, ¡Sandokán, Sandokán, queremos un hijo tuyo! Por aquella época se había dejado una barba puntiaguda de chivo, imitando al actor barbudo que interpretaba a ese personaje en una famosa serie de televisión, y parecía un moro de la morería.

Sandalio, que así se llamaba el interfecto, era un torero, un don Juan, lo que se dice todo un seductor. ¡No sé qué les daba, el hecho es que triunfaba! Empezó a trabajar de muy joven, de fontanero, pero no de grandes instalaciones sino de pequeños arreglos y otras chapuzas. Bueno y curioso en lo suyo, nunca le faltó trabajo. Era pequeño y se metía bien debajo de los fregaderos.

Nada más cumplir los 18, sacó el carnet de conducir y se compró un R-8 rojo flamante, ¡no veas cómo fardaba el tío!

A Sandokán le gustaban todas las mujeres, bajas, flacas, gordas, jóvenes y viejas, casadas, solteras y viudas, planas, tetudas, guapas, feas, buenas chicas y malas pécoras, pero su debilidad eran las altas. Se pirraba por las tías que le sacaban la cabeza, yo creo que se sentía crecer él mismo en compañía de aquellas larguiruchas. Que muchas no lo eran tanto, aunque sí para su estatura, claro.
Es fácil de comprender el porqué de esta predilección, pues Sandalio no pasaba del metro cuarenta, eso contando los tacones y el tupé de rocker que siempre llevaba.

El R-8 lo tenía tuneao  hasta las orejas: antena telescópica y parabólica de adelante atrás, cubiertas anchas, separadores en las ruedas, llantas cromadas, cinta adhesiva blanca recorriendo como una cenefa los laterales del vehículo, parasoles en el parabrisas y protectores contra el agua en las ventanillas, faros antiniebla con fundas blancas, dos retrovisores exteriores modelo Rally... .

En el interior los detalles eran incontables: volante forrado de cuero, retrovisor panorámico con cristales antideslumbrantes, radio-casete encastrado en un mueble de madera hecho a medida entre los asientos delanteros, con espacio para los casetes y sonido cuadrafónico a través de cuatro altavoces, asientos con fundas imitación piel de leopardo, luces varias para uso de los ocupantes, etc. Y un montón de muñecos y alamares colgando del retrovisor, de las viseras del parabrisas en los asientos delanteros -cuyos espejos habían sido sustituidos por otros de mayor tamaño-, en los mandos de las intermitencias y de las luces, o colgando de ventosas en todos los cristales. Y, por supuesto, un dálmata en miniatura con Párkinson, echado en la bandeja posterior moviendo la cabeza sin parar.

¡Qué sé yo la cantidad de chavalas que pasarían por aquella discoteca ambulante! Porque era de los que van dando la nota con la música a tope y las ventanillas bajadas. Todo el mundo sabía que venía, un kilómetro antes de que llegara al pueblo.
He dicho chavalas, pero también muchas veteranas que incluso le doblaban la edad. Llegó un momento en que no daba a basto y se atoró. Prometía ya lo que no podía cumplir y una mujer despechada es un enemigo serio. En ese momento se cruzó en su vida una patilarga que le sacaba medio metro, y ennoviaron. Cuando bailaban agarrao, Sandalio se abrazaba a la barriga de la chica y la oreja le quedaba a la altura del ombligo de la giganta. Ella se doblaba sobre él y parecía Drácula chupándole la yugular.

Cuando pasaban con el coche, sólo se la veía a ella, que casi rozaba con la cabeza el techo del R-8. Conduciendo parecía que iba un niño que apenas alcanzara al volante, y eso que tenía la banqueta del asiento en el punto más alto y ponía tres cojines bajo el culo.

Decía antes que el despecho es peligroso. Un día Sandalio apareció muerto en el interior de su R-8, en un claro entre encinas en un monte cercano, un lugar en donde él se jactaba de haber desvirgado a unas cuantas vicetiples.
La policía sospechó del marido de una lobona y el hombre pasó dos días arrestado por orden judicial. Pero lo soltaron cuando finalmente se demostró su inocencia y se supo que su mujer había roto con Sandokán hacía dos años. ¡El tipo era un bendito que ni sabía el zorrón que tenía de compañera!

Todas las sospechas recayeron en tres vestales, solteras añosas con fama de ninfómanas, que habían tenido trato carnal con Sandalio en su juventud. Ahora eran inseparables y parecían vivir exclusivamente para afear la conducta licenciosa del moro, mientras ellas llevaban años sin comerse un rosco. Nada pudo demostrarse, sin embargo, y el crimen quedó sin esclarecer.

El fin del pobre Sandokán fue terrible y noticia de alcance nacional. En el pueblo nadie ha podido olvidarlo. Lo habían decapitado y colgado la cabeza del retrovisor interior. Estaba totalmente desmembrado, con una pierna en cada asiento trasero y los brazos en los delanteros. El tronco, dividido en varios pedazos, lo intentaron quemar en una hoguera en el exterior, con leña de encina. Le habían cortado el sexo y los testículos, que colgaban ahora en la cabeza del dálmata.


Ramiro Rodríguez Prada


Offenbach.   Orphee aux enfers. Orfeo en los infiernos.



Salud