miércoles, 5 de diciembre de 2012

Lizy y Diamandís -2. Las veladas


El humo inicial del primer incendio.
Atardecer, 25/8/2012. Agioi Apostoloi

A los buenos días. Después del chasco que se llevó el pobre Diamandís con mi fuga paellil, se rehizo de inmediato y mantuvo la invitación, pero cocinando Lisy. De acuerdo con ella compró lo necesario y quedó en bajar a recogernos por la tarde.

En el bar de Spiros, donde esperábamos con un par de botellas de vino y unos pasteles, muy puntual, como lo habían sido antes Yiannis, o Popi y Giorgos, allí estaba Diamandís a la hora convenida. Había invitado también, precisamente, a Popi y a Yorgos que, si podían, subirían más tarde con su coche. Lo hicieron ya bastante avanzada la cena y la noche, y se perdieron por los vericuetos y caminos que suben a la casa, otro laberinto. Bajamos a rescatarlos y al fin se sumaron al ágape.

Yo olvidé la cámara en lo de Stavrula y fue buena pena, porque el cielo estaba limpio cuando llegamos con Diamandís esa tarde y parecía adivinarse hacia el este la silueta de Psará, o nosotros queríamos imaginarlo así. Lo cierto es que, al parecer, en días claros sin bruma, se ve bastante bien.
Las imágenes de hoy son del segundo día que estuvimos, el del primer incendio, que veíamos perfectamente a una distancia en línea recta de unos cinco kilómetros, quizá menos, así como el ir y venir de dos avionetas descargando agua.

En la casa tienen Internet, vieron Psilicosis y los autorretratos de los Prototipos griegos, acababa de salir una de las entradas programadas, vestido yo de pope heteróxido revirao. Se rieron con él, y les gustó el cretense y el maniatis.
Los rapaces estuvieron entretenidos con el ordenador ese primer día, antes de la cena y en la larga sobremesa. Hay también copiadora y Lisy le ofreció a la mi morena la posibilidad de sacar las tarjetas de embarque del regreso a Barcelona.
Finalmente no era necesario sacarlas, pero nos volvieron a invitar a cenar otra noche. Nosotros llevamos esa vez usso de Plomari, Lesvos, y una tarta de chocolate helada, de confitería. Por cierto, para tarta de chocolate la que bajó una tarde Lisy, hecha por ella, para el postre en otra cena en lo de Stavrula y Spiros. ¡Qué peligrooo, repetí tres veces!

Los guajes quedaron abajo con Marza y Nikos para salir juntos por la noche. En esta segunda ocasión cenaba también un matrimonio de amigos suyos y su hijo de poco más de 20 años, que nos habían presentado ya abajo en el puerto y que marchaban al día siguiente para Atenas, después de unos días de vacaciones. Subieron con su pequeño todoterreno, los caminos de tierra son infames y muy empinados.
El chaval, Petros, estaba descalabrado, con una brecha enorme en la cabeza, una dificultad grande para moverse y un brazo con fracturas conminutas, escayolado y en cabestrillo: el mes anterior había vuelto a nacer en un accidente en Atenas: con una moto se había metido a buena marcha debajo de un camión.
Active Member.  To telos einai mageia.  El final es magia.
 


Ayi Apostoli  desde casa de  Lizy  y  Diamandís  con la bruma del primer incendio.
Al fondo la silueta del extremo sureste de  Eubea.
Petriés, agosto 2012.

Con Petros charlé de música, me senté a su lado y me aleccionó algo acerca de cómo algunos cantantes griegos famosos, de ambos sexos, iban virando poco a poco hacia lo más comercial, el skyládico o perruno, la pachanga cutre, vamos.

Y con sus padres hablamos de España, porque habían estado aquí y conocían un poco el país. Nos hizo gracia lo que se admiraban de cómo miman aquí los olivares. ¡El terreno debajo de los olivos estaba perfectamente limpio y trabajado!, decían, ¡Kilómetros de árboles sin hierbas!.
Con todos tocamos temas griegos y españoles, un poco de música, de literatura, pintura, cine, o arquitectura para legos. Almodóvar, por ejemplo, es un lugar común al que no ponen un pero. Y les gusta Marisa Paredes. Al Bienlaclava Calatrava, Καλά τράβα, lo tienen atravesao, como nosotros.

En la primera noche nos bajó Yorgos en su bólido alemán. Cruzó una liebre. La carretera asfaltada y estrecha en la que desembocan los caminos va pegada a la costa, muy recortada y con numerosas playas. Curvas, badenes, subidas y bajadas, cambios de rasante contínuos... 
Yorgos nos hizo una pequeña demostración del poderío germano por una zona menos peligrosa, iban los críos. Sería sólo preludio y aperitivo pálido del rally alucinante en el que fui de copiloto unos días después, con Popi sentada atrás. Él se reirá de mí como entonces, si lee esto, pero yo en algunos momentos estaba acojonao. Ya lo contaré.

Y la segunda noche nos bajó Mihalis, el padre de Petros. Es un hombre comedido y templado, e íbamos muy despacio teniendo en cuenta la pendiente, los socavones y los múltiples cruces de caminos. En alguno de ellos nos perdimos.
Es una zona boscosa. Vimos un zorro, y seguíamos viendo las llamas del incendio, triste e impresionante espectáculo que nos había acompañado mientras estuvimos en la casa, y bajando.
Y cada vez lo veíamos más cerca, porque el camino que tomamos se dirigía en aquella dirección. No es que nos preocupara mucho eso, porque estaríamos a no menos de tres kilómetros, pero era otra cosa más a tener en cuenta. Ángela, más nerviosa, miraba a su marido de hito en hito.

Sería la una de la mañana cuando salimos por fin a la carretera, pero no estábamos seguros de que fuera la dirección correcta, bajaba y bajaba en un descenso impresionante y pensamos que tal vez terminara en una playa. Milagrosamente nos cruzamos con un hombre que subía en su motoreta. Mihalis, en una muestra de valor y destreza, casi impropia de su edad, tampoco es muy mayor, cincuentaymuchos, sesenta tal vez, paró y se puso a dar la vuelta allí mismo, con aquella pendiente y aquella estrechura, ¡badre del abor herbosoooo, pa habernos matao, curruca!!!

Alcanzamos al de la moto y nos indicó la dirección correcta, que era la que llevábamos, ¡aunque perdidos, íbamos bien orientados!. Volví a rememorar nuestra subida a Anoyia...
 
Nikos Xylouris en una taberna de Heraklion. 1961.
 


Noreste, al fondo la isla de  Skiros.  Esporadas.
Grecia, agosto 2012.

Las cenas de Lisy fueron riquísimas y por ello, desde el más puro egoísmo, tampoco me arrepiento de haber rechazado los fogones para el aparejo de la malhadada paella.
Hace una cocina muy griega, sabrosa y nutrida. El primer día cenamos una carne de ternera estofada, con salsa, que era pura manteca. La acompañó quien quiso con unos macarrones al mizitra. Había también ensalada y feta. Y para quien gustara sólo del horno, tierno cordero.

Y para la segunda noche, Diamandís había cogido unas sarganas, agujas, recién pescadas que Lisy frió y fueron el plato principal. No es un pescado que hayamos comido muchas veces, pero éstas fueron las mejores con diferencia. Venían acompañadas por una skordalia especial de Lizy, una salsa de puré de patata muy popular en Grecia, con ajo (skordo), sal, aceite, y en este caso más ingredientes, como almendra molida. Por supuesto había de nuevo ensaladas y feta. Y otro guiso con tomate, berenjenas y cebolla que me recordaba el sabor de las imam, suave como una crema.

Y el vino de Diamandís. Tenía dos blancos frescos del año. Ellos distinguen entre el crassí, que es el genérico para el vino, del oinos (ínos), la antigua denominación, menos usada y más específica, que todavía figura en las botellas. En principio el crassí sería el vino neto y el oinos al que se le añade agua o hielo para rebajarlo, como hacían los antiguos griegos, éso creí entenderle a Diamandís.
Consulté esto con el mi Dimitraki, porque siempre usamos el término crasí y nos dice que es lo común. Ínos es  palabra en desuso y desconocía que fuera vino aguado.
Como ellos no atienden al precepto de Cervantes, "No le eches agua, Inés, al vino, no se te maree el vino", siguen añadiendo hielo para refrescarlo. Hay que pensar en el calor de Grecia para disculparlos, ¡y nosotros añadimos gaseosa, que es peor!

Pero sacó también un tinto añejo que decantó con tiempo, en una temperatura ideal. Yo me arrimé a él como el toro a la querencia. Era denso casi hasta la masticación, muy afrutado, algo meloso, intensamente oloroso, y no son palabras para el texto publicitario de una etiqueta que no tenía.  Casero, algo turbio y potente de grados, como no podía ser de otro modo.
Dejé claro que me había gustado porque me apliqué. Lo volvió a sacar Diamandís la segunda velada y bajó unas cuantas botellas a lo de Stavrula la noche que cenamos todos allí, en la despedida de Popi, Yorgos y sus hijos. Para nosotros, que nos permitimos pocos lujos de ese calibre, por economía, pero también porque es difícil dar con un caldo semejante, fue un acompañamiento de categoría.

No he querido describir a Lizy por discreción, pero lo voy a hacer, porque es una mujer con una personalidad apabullante y espero que no se moleste, todo lo que diré será con cariño.

Lizy tiene la piel y el pelo cobrizos, la belleza y la prestancia de las gitanas más elegantes. Sé que el racismo nos ha hecho interpretar, en toda Europa, lo gitano como sinónimo de sucio, descuidado y de poco fiar. Pero todos sabemos lo que esos prejuicios generalizadores tienen de verdad y de mentira. Y no digo que Lizy sea gitana, sino que luce la hermosura de lo mejor de esa raza. Una figura gallarda y un pelo de real majestad.

Es una griega especial, con una retranca en la mirada, ¡tan sabia!, como la del más redomado, hábil, guasón y escéptico Aristófanes. Por no compararla con Lisístrata, porque ya me pasaría. Se fuma unos puritos finos y largos con la elegancia de un dandy, de una lady de los años veinte.
En esos detalles es más helena que los paisanos más griegos. Bueno, las mujeres, griegas o de donde sean, cuando reunen arrestos para hacerse respetar en un mundo masculino en su contra, son algo grande.

De Diamandís no digo nada, porque esto de darse jabón entre paisanos no está bien visto, pero que conste que es un buen hombre, un gran amigo y que nos reímos mucho los ratos que estuvimos juntos. Buen madrugador también en la parea de Spiros. Y si ya lo dije lo repito ahora: un tierno amigo de los animales, los gatos, los perros, y hasta las gallinas lo saludan alborozadas, porque a todos mima y da de comer. ¡Ríete, Diamandís!

Volveré con ellos cuando hable del segundo incendio, que los rodeó y amenazó, porque tengo alguna foto sacada desde Petriés, el pueblo de Yiannis Tsakós, como sabéis, donde se ve la casa a lo lejos sobre terreno quemado, después de pasado el gran susto.

El Lebrijano.  Qué hermoso pelo tiene.  Bulería.
 
 
Υγεία, Salud!
 
Ramiro