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domingo, 31 de agosto de 2014

Temblor


Terremoto


Sentencia



De pronto se me vino el mundo encima. Todo tembló. Me diagnosticaron una enfermedad grave cuyos efectos ya había podido sentir un poco los últimos meses. La despedida tal vez fuera corta, o quizá se alargase algo más. Pero lo seguro es que sería dolorosa. Harían todo lo posible para evitarlo. Cuando me dieron la noticia, que sospechaba, recordé un accidente en el que estuve a punto de perder la vida, ¡Pa habernos matao!, como diría la Curruca versicolor. En los instantes críticos, aparte de una melancolía difícil de igualar, pensaba en el disgusto que les iba a dar a las personas que me quieren. No era ninguna hazaña morir, al contrario. Y de nada servía lamentarse. ¿Cuántos años pasaron desde que la vida me dio otra oportunidad? Más de veinte, toda una vida, en efecto. Así pues, podía darme por satisfecho, había disfrutado ya de dos vidas. Tampoco en esta ocasión debía quejarme, aunque todo se derrumbara. Al dejar el hospital caían las primeras hojas del otoño.


Ramiro


Θανάσης Παπακωνσταντίνου. Sokratis Málamas. Melina Kaná.  Η τράτα.

https://www.youtube.com/watch?v=lhNUUCCLQZ4


Salud.

jueves, 31 de julio de 2014

Puerto azul


Puerto
Aguada. Pintura en polvo sobre cartulina. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada.  2004.


Ausencia


¿Porqué volvía una y otra vez a ese puerto? Era como reabrir una herida aún reciente que no acabó de cicatrizar. En realidad no tan reciente, habían pasado ya diez años desde que la perdió.

Trabajaban los dos en la enseñanza y su pasión eran los barcos, así que casi todos los veranos, recién comenzado el mes de julio, ponían a punto su velero y se embarcaban en una travesía de una semana, prácticamente sin escalas, rumbo a su destino, para navegar aquellas aguas entre islas hasta mediados de agosto, descubrir preciosos y pacíficos rincones o recalar en pequeños embarcaderos solitarios, perdidos, con una minúscula y precaria taberna al lado del agua.

Año tras año repitieron aquel rito, sin echar de menos a unos hijos que no tuvieron. Se pasaban los días ahorrando para disfrutar a tope aquellos dos meses. Y cada verano descubrían nuevos lugares y encontraban nuevos motivos para regresar al siguiente.

Los recuerdos más intensos y gratos de sus vidas estaban asociados a ese mar, a esos olores, a esos paisajes, a esos puertos. Parecían revivir por unos días las horas felices de la infancia.

Un día se rompió la magia. Se fue. Pero él siguió viniendo como siempre a principios de julio, solo, y cuando emboca el puerto donde hicieron escala por última vez, para repostar antes de la larga travesía del regreso a casa, renace el recuerdo más amargo de su vida, y sangra.

Es viejo, sabe que no va en busca de aquellos momentos de felicidad vividos, ahora irreales por tan lejanos, una mirada, un abrazo, una palabra. Vuelve por una nostalgia venenosa que le quema el alma, por una ausencia, por un silencio..., y ya no tiene ánimos para torcer ese rumbo. Mientras las fuerzas no lo abandonen regresará cada verano a ese puerto.


Ramiro 


Ψαραντώνης, Ψαρογιώργης, Λάμπης Ξυλούρης, Νίκη Ξυλούρη.  Ο πόνος του Ηρακλή.


lunes, 30 de junio de 2014

Siembra de vientos


 Aguada sobre cartulina. Pintura en polvo, residuos. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada.  2003. 


Cosecha


En realidad  él no quería esa vida, no le gustaba, casi se puede decir que fue un accidente. Su padre era militar, uno de esos hecho a sí mismo, como le gustaba decir, lo que venía a significar que no había pasado por la academia y había ascendido chusco a chusco y a puro huevo. Duro con la tropa, duro con los profesionales subordinados y duro con sus hijos, a la única que nunca había tocado era a su esposa, una mujer de armas tomar, nieta e hija de militar. Con ella y con el mando era más que sumiso.

Se retiró sin haber podido hacer carrera de los hijos, a los que trató de encauzar a base de brutalidad. De nada le sirvieron los halagos, su otra arma, y menos las palizas, los chavales mostraron muy pronto un carácter indolente y si tenían algún sentimiento claro por su padre, éste era el odio.

Malcriados por los caprichos que el hombre satisfacía intentando atraerlos, y maltratados por una disciplina salvaje que los doblegara, fueron incapaces de terminar el bachiller y vegetaban en el domicilio familiar, sin beneficio y sin el menor interés por oficio alguno.
El militar hizo cuanto supo para que ingresaran en el Ejército, pero estaba claro que aquellos atorrantes no tenían el espíritu marcial, ni los cojones que un soldado español debe tener. No parecían hijos suyos. De hecho eran idénticos al capitán de la compañía en su primer destino como sargento. Aquel hideputa huevón que, sin embargo, le había amargado la vida.

Esa idea llegó a convertirse en una obsesión. El desenlace era previsible. Una noche mató a su esposa y se pegó un tiro. No mató a los hijos porque ya sólo venían a casa por dinero y apenas los veía. Andaban metidos en drogas y en un par de años fundieron lo que les dejaron los viejos.

Se pelearon y cada uno se fue por su lado, los dos muy enganchados a la coca, con la que se ganaban la vida trapicheando.
Cargados de deudas y de amenazas de muerte, maleducados en la peor de las versiones cuartelarias, lo único que conocían de cerca, y sin salida, terminaron enrolándose en compañías de seguridad distintas, y finalmente como mercenarios, donde más dinero se ganaba. La guerra nunca dejó de ser uno de los grandes negocios.

Llevaban años sin tener noticias uno del otro. Por eso no sabían que sus respectivas empresas los habían alquilado a bandos enfrentados en una de las tantas guerras de este mundo.

El mayor era ya oficial en aquella partida de irregulares, compuesta por tipos de todas las procedencias y cataduras y por una leva forzosa de jóvenes del lugar, la diversión de la mayoría de los cuales era la violación, la tortura, el asesinato y el saqueo. El terror y el sadismo eran otras tantas armas de guerra utilizadas por los dos bandos.

Lo llamaron, borrachos y drogados, para que fuera a echar un vistazo a los presos de ese día antes de darles matarile. Estaban en una choza, los habían torturado. Eran dos hombres blancos, y tres negros muy jóvenes.
Tardó en reconocerlo. Le habían cortado la lengua y la nariz, y estaba ensangrentado e hinchado por los golpes. Lo miraba desde un lugar ya inalcanzable. Era su hermano. Uno de sus soldados, reclutados en el país a la fuerza, apenas un niño, sacó una pistola y riendo apoyó el cañón en el ojo del prisionero y disparó.

Fue una reacción automática, empuñó su arma, se giró y sin mediar palabra mató al chaval. Los compañeros quedaron como paralizados un momento, mirándolo desconcertados, y a continuación, como si obedecieran al unísono una orden de fuego, descargaron sus fusiles de asalto sobre él.


Ramiro Rodríguez Prada


Los Inhumanos.   Manué no te arrime a la paré.

http://www.youtube.com/watch?v=l76FsMgUbyU


Salud y paz para los pobres

sábado, 31 de mayo de 2014

Amanecer -2


Mirando al este  II.
Pituras al agua sobre lienzo de algodón y tabla. 23,5 x 30 cm.
Ramiro Rodríguez Prada,  2010.




Territorio canalla


En el sendero que se adentra en los jardines
se pierde el habla

Y el miedo

Hay rocas negras junto al agua quieta y los cañaverales tiemblan de frío

Sólo porque te ocultabas quise encontrarte

Al cortar aquella rosa cayeron gotas de vino sobre la hierba azul borracha

Alzaron las grullas su vuelo al alba
más altas más lejos
oscuras como una noche larga que se adelgaza
hasta quemarse en la luz

Donde estoy solo y amanece

Juguetón
el delirio corre a esconderse tras los arbustos
Es un niño malo que amputará tus alas mientras 
bosteza

y sonríe


De  Interrogatorios y otras partidas perdidas.  2014.

Ramiro Rodríguez Prada


Los Delinqüentes y Tomasito.  La cacerola.



Salud

miércoles, 30 de abril de 2014

Amanecer


Mirando al este.
Pinturas al agua sobre lienzo de algodón y tabla. 23,5 x 30 cm.
Ramiro Rodríguez Prada,  2010.




Alborada


Amargo como un pan mohoso

y sin embargo tierno

me subo a las paredes 

para anunciar el sol

por donde rompe el día.


El gallo flaco y desplumado

en un kikirikí sonoro y viejo

aventa los piojos del corral

a picotazo limpio ¡amán, amán!

y yo me rasco.


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas.  2014.

Ramiro Rodríguez Prada.



Tomasito.   Rumba del revés.



Salud.

lunes, 31 de marzo de 2014

Fosa común... y corriente.


Lampistería.
Leyenda en la esquina derecha:  En memoria de mi abuelo  Ramiro Prada.
Pinturas al agua sobre tela y tabla, y saco de yute. Técnica mixta. 63 x 64 cmts.
Ramiro Rodríguez Prada,  marzo 1996.


Fosas


Fosas marinas,

fosas nasales.

Hay fosas sépticas,

naviculares.

F
o
s
a
s

comunes y tan normales.


Cunetas hondas

hechas de olvido,

de odio y vergüenza,

de miedo y hambre.


Roja la tierra,

negros los árboles. 

Fosas comunes,

 deudas de sangre.


¿Y la justicia?


Ésa no rima...


¡Con inmundicia!



De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas.  2013.

Ramiro Rodríguez Prada.



Anarquía Positiva.  Si España qu' Españe.



Salud.

viernes, 28 de febrero de 2014

La hora del Ángelus


Pintura en polvo, plástica y residuos sobre cartulina.
Ramiro Rodríguez Prada. 1993


Pobrecitos
(Como mínimo)


Nadie sabe el infierno en que vivimos

currelando cada día quince horas

como mínimo.


Tengo en mi despacho un buen retrete

ambientado con chanel número siete

como máximo.


Soy austero y me traen al medio día

de un famoso michelín nanas a la cebolla 

compañero.


Me emociona esa hortaliza soy sensible

le tengo mucho cariño me gusta a mí

 y al cajero.


El lamento del banquero.

(A la hora del Ángelus)


De  Letrillas escangallás.  2013.

Ramiro Rodríguez Prada.


Trío Matamoros.  Tú veras.

http://www.youtube.com/watch?v=azUvEnw4dU4


Salud!


viernes, 31 de enero de 2014

La trucha Nikoletta


Las casas del lago.
Pinturas en polvo al agua, sobre tela y tabla. Técnica mixta.
Ramiro Rodríguez Prada. 1998

Nikoletta


Fue en alguna de las sequías estivales de principios de los setenta, cuando estudiábamos uno de los últimos cursos del llamado entonces bachiller superior, entre los 15 y los 17 años.

Había sido un año lluvioso y el río bajaba con bastante agua los primeros días de aquel verano, pero ya a finales de julio comenzó a escasear, y en agosto el pantano que regula el caudal en la cabecera de la cuenca, dejó de abrir las compuertas con regularidad y en muy poco tiempo hubo un descenso visible del agua. En las corrientes empezaron a aparecer las partes superiores de las piedras más grandes y pronto el agua discurría apenas por un pedregal seco de cantos rodados, mayores y menores.

Fue también un buen verano de pesca. Íbamos casi a diario, normalmente de doce a tres de la tarde y solíamos volver con dos o tres truchas cogidas a mano, de entre doscientos gramos y medio kilo, con algunas excepciones a lo largo de la campaña que podían pasar del kilo. Tamaños más grandes son raros, limitados por las propias dimensiones del río. Creo que la mayor que sacó mi padre en su vida pesó cerca de cuatro kilos, kilo y medio más que la segunda en su marca personal. Yo me acerqué a esta segunda con una de dos y cuarto.

Cuando todavía el caudal permitía la comunicación entre pozos a través de las corrientes como la descrita, vimos, después del mediodía, una trucha en el centro del río que iba subiendo por una tablada, nadando majestuosamente a contracorriente, corriente suave en este caso. Es fácil calibrar el peso si antes has tenido otra parecida entre las manos y a aquella mi padre la tasó en algo más de dos kilos.
Las tabladas son esos zonas anchas, llanas y largas de los ríos, con una profundidad media que se mantiene en toda su extensión, donde el agua se embalsa un poco, circulando con lentitud. En el último tramo superior de ésta, había un pozo más profundo bajo las raíces de unos chopos, excavado por la corriente que bajaba del pozo anterior. Era un tramo largo de corriente, de unos 30 metros, donde se empezaban a ver más piedras que agua.

Ya llevábamos aquel día un par de truchinas, suficiente para justificar la afición, y era un poco tarde, pero una pieza como aquella es un tentación para cualquier pescador.
La trucha se quedó parada a la caída de la corriente, a la espera de algún bocado, la veíamos abrir la boca y las agallas, moviendo su cuerpo para contrarrestar la fuerza del agua.

Entramos en el río y nada más acercarnos nadó a esconderse en el pozo, bajo las raíces de los chopos de la orilla. Es prácticamente imposible pescar una trucha a mano en medio del agua, entre otras cosas porque te ve y son esquivas, no dejan que te acerques. Quedarse siempre al descubierto sería su mejor defensa contra este arte de pesca, pero tienen la costumbre de esconderse cuando se sienten amenazadas, y ésa es su perdición.

Cuando se meten entre algas, en un agujero o bajo una raíz, el pescador cuenta con la ventaja de no ser visto y con algo con lo que sujetar al animal, más escurridizo en su elemento que en tierra y, además, vivito y coleando.
Si la trucha no ha sufrido ningún susto, como un apretón de otro furtivo por ejemplo, se deja acariciar un poco y es más fácil llegar a las agallas. Pero si ya le ajustaron las clavijas, no permitirá que la toquen y al más mínimo contacto saldrá disparada, de hecho ya no buscará un escondite donde pueda quedar bloqueada o encajada y sin escapatoria. Se limitará a arrimarse un poco a las raíces para escapar rápido por aletas.

Y eso pasaba con Nikoletta, un nombre que le puso mi padre después de una semana de acoso. Durante esos días el caudal del río se iba acercando a sus mínimos. En dos ocasiones la trucha, después de varias horas de persecución de cembo en cembo de la orilla, y de alga en alga, había optado por nadar al pozo superior, mucho más profundo, remontando la corriente entre las piedras. Y varias veces salió del pozo a la tablada con el ruido sordo de un coletazo de su poderosa cola, como si un cocodrilo se revolviera entre las raíces.
Pero en la tablada no había profundidad ni, sobre todo, buenos escondrijos, las algas, las melenas del río, no eran tan densas como para ocultar del todo su cuerpazo. Así que, invariablemente, regresaba a la querencia de su pozo, donde se sentía más segura, y a su corriente, donde sin duda mejor se alimentaba.

El último día de aquella semana mi padre no pudo ir al río y fui solo, directo al encuentro con Nikoletta.
Enseguida la vi en su puesto, a la caída de lo que fue corriente. Y digo fue, porque ese día ya no se veía caer al pozo más que un par de regueros mínimos, la corriente era sólo un pedregal seco de treinta metros hasta el pozo superior.

En esas circunstancias la trucha no tenía escapatoria porque la fatiga acabaría por vencerla, ya había vivido más de una experiencia en ese sentido, bien es verdad que con truchas más pequeñas y menos experimentadas. Pero lo cierto es que un acoso continuado en un pozo sin salida, acaba por quebrar la resistencia del animal, que termina por arrimarse a cualquier sitio, agotado, incapaz de ofrecer oposición a la zarpa del insistente pescador. La ley del más fuerte.

Allí debí porfiar no menos de tres horas y la conseguí tocar varias veces, el agua del pozo estaba ya muy turbia y no podía verla cuando se me escapaba como un tiro de entre las manos. La última vez que la toqué, logré apretarla un poco contra el lecho del río y pude calibrar mejor su formidable musculatura. Pero escapó de nuevo, sentí el ruido entre mis piernas al zafarse con un coletazo.

Mirando desde el pozo con el agua por los sobacos, bajo los chopos de la otra orilla, no me lo podía creer y tardé en reaccionar: Nikoletta saltó sobre los grandes cantos rodados de aquel pedregal que no corriente y, a saltos, contorsiones y coletazos, comenzó a remontarlo. Veía brillar al sol las irisaciones de su cuerpo húmedo sorteando las piedras...
Salí detrás, corriendo descalzo entre los cantos. Pero me faltaron dos metros. La trucha llegó al pozo superior y en un instante la vi perderse como una centella en la profundidad.

Incluso allí, un pozo que tenía unos cuatro metros en sus partes más profundas y la mitad en tiempos de sequía, hubiera sido posible atraparla, para mi padre que buceaba a pulmón, no para mí.
Cuando le conté la aventura al paisano creo que me dio un buen consejo. Había que dejar libre a Nikoletta, se lo había ganado a puro huevo.

Para el predador adolescente que yo era, aquello significaba algo así como una renuncia, una versión del cuento de la zorra y las uvas. El autoengaño. Como no alcanzo a la parra me convenzo de que las uvas están verdes. Tardé en sacar una conclusión más provechosa para todos. Vive y deja vivir.


Ramiro Rodríguez Prada


La Polla Records.  En sin salida.



Salud y larga vida.

martes, 31 de diciembre de 2013

(25 canciones para reumáticos)


A B C D
Pinturas al agua sobre tela y tabla.
Ramiro Rodríguez Prada  2010
.


Las últimas del calendario
(25 canciones para reumáticos)


1

El Pulgarzito.  Ser albañil es una ciencia.

2

La Sonora Carruseles.  Arranca en fa.

3

Joe Arroyo.  Pal bailador.

4

Fruko y sus Tesos.  El salsero mayor.

5

Hector Lavoe.  El Cantante.

6

La Sonora Carruseles.  Boogaloo.

7

Vinicio Capossela.  Che cosse' l' amor.

8

Willie Colon. Hector Lavoe.  La Murga.

9

Oscar de León.  Qué bueno baila usted.
http://www.youtube.com/watch?v=9Xijqv5vz2E&feature=related

10

Wayne Gorbea.   Lo que dice Justi.

11

Roberto Goyeneche.   Suerte loca.
http://www.youtube.com/watch?v=sZB4O17QKj0

12

Beni Moré y Rafael de Paz.   Bonito y sabroso.

13

Félix Chapottin. Irakere.  Dile a Catalina.

14

Miguelito Cuni y Félix Chapotín.  Cucarachón.

15

Chapotín y sus estrellas.  Yo si como candela.

16

King Oliver's Jazz Band, con Louis Armstrong.  Dipper Mouth Blues.
http://www.youtube.com/watch?v=PwpriGltf9g

17

Billiie Holiday.  Strange fruit.

18

Μιχάλης Γενίτσαρης. Γιώργος Ξηντάρης.   Μες στη Φυλακή που Μπήκα.

19

Lafra.   Balkan Sefarat.

20

Rafael Jimenez Falo.   Bulerías a la Tía Chata.

21

Buika y Javier Limón.

22

Carlos Gardel.  La última copa.

23

El Púlgar.  Estereotipo.

24



¡Salud, buen año y mucho ritmo!


Ramiro

sábado, 30 de noviembre de 2013

Armas blancas


Pinturas al agua. Tela sobre tabla, espátula.
Ramiro Rodríguez Prada, 1998.

Veneno


Si te oigo hablar
con ese deje tan tuyo
de perdonarme la vida
no te escucho

Cojo de ti los labios
y los rompo en una línea recta

Si te veo mirar
con ese desprecio tuyo
que pones de soslayo
ni te veo

Tomo de ti los ojos
y los clavo en un arco del compás


De  Cançãos (Sentãos, no os quedéis de pie)

Ramiro Rodríguez Prada 1987.


Kiko Veneno.  El mosquito suicida.


¡Salud, y veneno el justo!

jueves, 31 de octubre de 2013

Cuento chino


Tésnica mixta sobre cartulina
Ramiro Rodríguez Prada  1994.

Cuento chino


Láo Lún Zuö, 劳伦佐, vino de muy lejos, desde la región más occidental de la Provincia del Oeste. Consiguió un trabajo en los jardines de la Ciudad Imperial. Antes había demostrado sus dotes de jardinero en la capital de su provincia, Mön Kló Nà, pero aspiraba a convertirse en el jardinero favorito del mismo Emperador.

Cuando Láo Lún vió a la princesa Lù Nà, 璐娜, saliendo al jardín del Bün Dês Tà en el crepúsculo, quedó hechizado. La observaba oculto bajo las flores de los almendros floridos, sumergidos ya en la penumbra.
Lù Nà se aproximó a un rosal y  acercó su naricilla, heredada de sus ancestros del Norte del Imperio, a una rosa. Eran las favoritas de Láo, las había mimado todo el año como a preciosos gusanos de seda, y el pobre Lún tuvo que agarrarse al tronco del almendro más próximo para no caer inconsciente al suave musgo del Bün Dês Tà rendido de puro amor.

Muchos días suspiró Láo Lún Zuö por Lù Nà mientras ponía todo su amor el el cuidado de aquel rosal, y muchos atardeceres espió sus salidas al jardín. Ella nunca olvidaba su cita con el aroma sutil de aquellas flores y acercaba su graciosa nariz a las rosas, demorándose y perfumando su rostro y su cabello. Brillaba como un lucero solitario en el ocaso Lù Nà. Láo Lún se derretía.

Una tarde ventosa de otoño, cuando empezaban a escasear las flores, Lù Nà salió al jardín, invadido ya por la sombras de la noche inminente. Láo la esperaba hacía rato, oculto entre los hibiscos blancos. La vio tan hermosa  bajo el rosal ese atardecer desapacible, que se puso al descubierto saliendo como un autómata al claro del Bün Dês Tà. Salió con la cabeza gacha haciendo reverencias, confuso y anonadado.

¡¿Tú eres Láo Lún?!, exclamó ella al verlo, ¡El jardinero que vino de Mön Kló Nà! Te conozco. Mírame, soy Lù Nà, hija del emperador.

Pero Láo no se atrevía a levantar la cabeza, sólo asentía afirmando como un camello, ¡Se odiaba a sí mismo! Pobre Láo...

Mírame, repitió ella con dulzura.  


Láo Lún Zuö fue nombrado Maestro Jardinero del Bün Dês Bà y se casó con Lù Nà. Con la llegada al poder de Mäo se dedicaron a la jardinería. En el Imperio Capitalista sus descendientes regentan negocios relacionados con las Naranjas de la China y las Flores de Pitiminí, 橙子和花Pitiminí中国.


拉米罗  罗德里格斯
Lâ mï luó  Luó dé lî gé sï
Ramiro Rodríguez

Video homenaje a la Banda Sonora Original de la película "El Último Emperador" (The Last Emperor), compuesta por Ryuichi Sakamoto y David Byrne en 1987.



身體健康!
Salud!

lunes, 30 de septiembre de 2013

Los yogurinos


Acuarela, témpera. Cartulina. 1989.
Ramiro Rodriguez Prada.

La coleguilla


Todos trabajábamos el sábado por la mañana, pero nada más plegar agarré la cirila y fui a buscar a los dos colegas con los que pensaba pasar el fin de semana en el monte. Uno de ellos se había encargado de las provisiones y el otro de la bebida y el fumeque. El de la hierba traía con él a una nueva novia. Era el más ligón del grupo y cambiaba con frecuencia de pareja. No le duraban mucho, ¡Una estación es lo máximo!, decía él.

La chica resultó ser bastante tímida y apenas dijo cuatro palabras en las dos horas de viaje en el coche. Cuando lo dejamos en el lugar donde aparcábamos, ya llevábamos los tres una alegría moruna. La chavala dijo que no lo había probado nunca y no quiso acompañarnos en la rueda.
Subiendo a la campa donde montábamos las tiendas, me enteré de que mi amigo la había invitado con la intención de convencerla, auxiliado por los aromas montunos, de las bondades del sexo. Aunque la conocía del barrio y llevaba cuatro días con ella, no había podido ni darle un beso.

Íbamos sin prisas, parando cada dos por tres para añadir un poco de gasolina al combustible que ya habíamos ido quemando en la cirila. A mitad de camino ya estábamos los tres guapos guapos. La mata del colega era de lo mejor y la risa casi no nos dejaba progresar. La chica nos miraba como a tres merluzos y en una parada pidió un poco de aquello. El tronco me guiñó disimuladamente cuando ella cogió el canuto. Le dio un par de caladas y se lo devolvió.

¡Ten cuidado que es muy potente!, la puso en guardia él.

Estaríamos a una hora de la campera cuando ella, que ya había empezado a dar muestras de estar también afectada, en otra de nuestras paradinas siguió andando y dijo que nos esperaba arriba. El caso es que no conocía el camino y se iba a encontrar con tres o cuatro encrucijadas que la podían confundir y apartar de la ruta. Pero a ninguno se nos ocurrió llamarla y aleccionarla cuando la vimos desaparecer en lo alto del camino.

¡Andaba ligera, la jodía! No sé, tal vez pensamos que si dudaba en algún sitio nos esperaría. Pero cuando llegamos arriba una hora más tarde, con toda la cachaza, ya oscureciendo y un poco preocupados por si se hubiera podido perder, allí estaba la chavala preparando té, con un buen fuego de campamento y una provisión de agua de la cercana fuente.

Solíamos llevar bastante comida porque el monte nos despertaba el apetito y la verdura de fumar también ayudaba. Así que pusimos unos pinchos morunos en las brasas, unas chuletillas y unas lonchas gruesas de panceta fresca. Un buen Roncal que trajo el compa navarro nos acabó de rematar en lo culinario.
Después de dar cuenta de todo, con un buen riego del Empordà, entre risas y perfecta armonía, todos estábamos dispuestos a aceptar a la chica como a una coleguilla más.

Μαργαρίτης.  Το βοτάνι του διαβόλου. La hierba del diablo.

http://www.youtube.com/watch?v=zo71o7iXskw

Mientras hacíamos la queimada preceptiva, ella volvió a pedir en dos ocasiones una calada. Estaba tan contenta como nosotros, aunque indudablemente era una persona callada, pero al mismo tiempo se la veía muy activa y resuelta.
Sin embargo, nuestro colega no parecía avanzar mucho en sus intentos por atraerla a su saco, una vez que nos hubiéramos recogido en las tiendas, porque cada vez que hizo ademán de besarla o practicar el juego de las manitas, ella lo evitó o lo rechazó abiertamente.

Con la queimada el colocazo ya estaba llegando a su cénit, como la luna creciente que teníamos sobre nuestras cabezas. Fue la chica quien propuso dar un paseo. Conocíamos bastante bien todos los senderos que confluían en la campa, aunque la claridad de la luna no alcanzaba a iluminarlos del todo por la mucha vegetación que los rodeaba. Decidimos subir hasta unas praderías cercanas, a una media hora de camino.

Como suele ser habitual, yo fui quedándome rezagado, aunque subíamos alborotando, muy despacio, entre carcajadas y parando a fumar igual que por la tarde. Un rato antes de llegar, los colegas, con el arreón del último petardo, se adelantaron. La chica quedó conmigo y nada más perderlos de vista me agarró de la mano y me sacó fuera del camino.
Todo lo hizo ella, me dio un repaso sin contemplaciones, yo sólo le serví de juguete.

Me parecía que los otros se habían coscado de algo, porque tardamos mucho en aparecer y yo estaba pal arrastre. ¡Vaya con la modosita! Ella como si nada, seguía silenciosa aunque reidora, y siempre un poco tímida y distante.

Me metí en el saco ya a las cuatro o las cinco de la madruga, estaba literalmente muerto y me dormí de inmediato. Amanecía cuando desperté por el movimiento que había a mi lado. La chica montaba sobre el colega, que no debía de haber espantado el pedo del todo y bufaba como una chocolatera con cada culada de la guaja. Me hice el dormido.

Tardamos en levantarnos, y porque el sol nos echó de las tiendas. La coleguilla ya había despabilado el rescoldo de la hoguera y calentaba el agua para el té. Teníamos previstos unos chuletones descomunales para ese mediodía, que nos deberían servir de comida-merienda-cena, porque llegaríamos de noche y muy tarde a casa.
Echamos el resto de la mañana languideciendo, tumbados en esterillas sobre la hierba y en un momento en que la chavala no estaba, le preguntamos al amigo que qué tal la noche con ella.

¡Nada de nada!, contestó con gesto de fracaso y fastidio. Dijo que estaba muy cansada y que no le apetecía follar. ¡Joder, si lo sé traigo a una amiga suya que le mola más que a mí!

¡Qué zorros éramos! Callamos como afogaos, nunca llegó a saber la verdad de aquella noche, espero que no lea esto ahora. Claro que, el capricho le duró poco tiempo y enseguida cambió de novia. Aquel fue, en definitiva, uno de sus fracasos más sonados..., pero también de los menos publicados.

Ramiro   

The Muggs.  Gonna need my help.



Salud!

sábado, 31 de agosto de 2013

Desahucio e intemperie


Residuos, témpera. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada, 2001.

Siguiriyas de la intemperie

Comiendo cangrejos
en la morería
te tiré los tejos

Huntitos loh doh
pero no tan huntos
que jase calóh

A la vera vera
del río nos vimos
de la primavera

Tu mare no quiere
verme hunto a ti
c'un payo prefiere

Agarraste el sobre
y huiste de min
dejándome pobre

Vivo a la intemperie
me farta el cariño
y un Audi de serie 


Soleás del amor desahuciado

(Una noche de verano
antes de que llegue el frío
croan la rana y el rano)

Más solito que la una
para las dos no te espero
y ya se escondió la luna 

Haciéndonos arrumacos
dejamos la puerta abierta
y nos entraron los cacos

Te fuiste con los dineros
de toíto el vecindario
mis ahorros los primeros

Hay un Banco mu bonito
donde m' acuesto contigo
dende que perdí el pisito

Yo te quiero con locura 
pero después del desahucio
la cama se me hace dura

Me diste de calabazas
aunque fui bueno contigo
no te gustaron mis trazas


De  Letrillas escangallás. 2013.

Ramiro

P. D. Música sugerencia del blog  ¿Qué oyen mis oídos?

Krema Kawa.   J'aime ta couleur.


Salud.

miércoles, 31 de julio de 2013

Μαντινάδας, Mantinada


Aguada.  Espátula.  Catulina.  Creta 2003.
Ramiro Rodríguez Prada.

Μαντινάδας  προς  Κρήτη

(Mantinadas pros Criti)

Mantinada a Creta


Η θάλασσα. Ο αέρας. Το βουνό. Ο ουρανός.
Η καρδιά σου είναι ο θεός.


(I zálasa. O aéras. To bunó. O uranós.
I cardia su íne o zeós)

La mar. El aire. La montaña. El cielo.
Tu corazón es el dios.

Frankokástelo. Sfakiá.
Creta, octubre 2003.

Ramiro


Γιάννης Αγγελάκας.  Μέσα μου ο αέρας που φυσά.  El aire que sopla dentro de mí



Υγεία, Salud.

domingo, 30 de junio de 2013

No canto la destrucción


Acuarela y témpera, sobre cartulina.
Ramiro Rodríguez Prada. 1992.

Tal vez me llame Jonás



Yo no soy nadie:
Un hombre con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina.
Yo no soy nadie.  ¡Dejadme dormir!
Pero a veces oigo un viento de tormenta que me grita :
"Levántate, ve a Nínive, ciudad grande, y pregona contra ella".
No hago caso, huyo por el mar y me tumbo en el rincón más oscuro de la nave
hasta que el Viento terco me sigue,
vuelve a gritarme otra vez :
"¿Qué haces ahí, dormilón?  ¡Levántate!".
-Yo no soy nadie :
un ciego que no sabe cantar.  ¡Dejadme dormir!
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Pero un día me arrojaron al abismo [...]

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Quiero decir que he estado en el infierno...
De allí traigo ahora mi palabra.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

De  Ganarás la luz. Libro I. Algunas señas autobiográficas. 3. (Fragmentos)


León Felipe


Nacho Laguna, de EntresoñándotePiano, Antonio Soteldo. Sobre versos de la obra de León Felipe  Ganarás la luz. José Luis Moreno-Ruiz.  Yo no soy nadie.



Salud

ramiro

viernes, 31 de mayo de 2013

Noche infantil


Residuos, espátula, cartulina.  2003.
Ramiro Rodríguez Prada

Sueño y realidad 


Me rasgaste el alma, cariño, con tus uñas.


...rodaba en los tejados una luna fría de papel de estraza, no de seda, 

sentado a la puerta de la calle, en la oscuridad y solo, oigo correr la noche, 

aquella noche inmensa, con tres o cuatro años, cuando pasó el fantasma,  

iba muy despacio, como si temiera despertar de un sueño, silencioso y blanco,

no me miró, yo estaba acurrucado contra la puerta lleno de curiosidad y miedo,

lo vi alejarse calle arriba fuera del pueblo, hacia el antiguo cementerio ya en desuso,

mi madre salió a buscarme, me encontró dormido y en el cielo no había luna... 


En un ángulo del corazón crecen acacias.


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas. 2013.

Ramiro Rodríguez Prada


Dark la eMe.  Asturies ye different.

martes, 30 de abril de 2013

Cuchillo, papel, tijera


Florero
Técnica mixta al agua sobre cartulina
Ramiro Rodríguez Prada, 1991.

Cuchillo, papel, tijera


Él quería hacer una obra sencilla, que dos versos dijeran todo lo que debía decir un poema, que una pincelada tuviera la fuerza expresiva suficiente para no llenar el lienzo de color y entorpecer su lectura. Pero siempre se le presentaba el mismo problema, sentía horror al vacío, no tenía la paz interior ni la paciencia de un chino para meditar y detener la mano a tiempo. Durante bastantes meses, con mucha disciplina, consiguió hacer el ejercicio de los dibujantes orientales, independizar la muñeca de la voluntad, lograr que cumpliera su función anatómica, sin pedirle nada más. Llenó de rasgos sueltos miles de pliegos blancos, con tinta china negra y un pincel, pero también con otros utensilios, brochas, espátulas, cuchillos, palos, tornillos... . Los resultados del entrenamiento, aun cuando no fueran más que pruebas, no eran del todo malos a su juicio, pero acabó cansándose también de aquel mantra repetido que lo aburría más que lo calmaba.

Poco a poco, desde el negro sobre blanco ya ensayado, pasó a los otros neutros, los grises. Ahí estuvo liado un montón de tiempo. Recordaba confusamente el cuento de un escritor japonés sobre un pintor que había enloquecido intentando encontrar los infinitos matices del gris. Hizo cientos de miles de cuadraditos donde ir diluyendo y rebajando el tono gota a gota... . Pero, repito, él no era tan sistemático ni le interesaba tanto el detalle preciso y sutil, aunque todo le decía que el ahorro de medios, la síntesis era el camino más seguro para expresar lo que se quisiera. En general seguía estando de acuerdo con este planteamiento, lo difícil era seguirlo. Porque pronto dio el paso a los colores fríos, azules y verdes, al principio solos y después acompañados. No sólo fue complicando la paleta, también el trazo. La muñeca tenía sus manías particulares, sus querencias, no obedecía, así que lejos de dejarla en libertad se propuso domarla.

Sin embargo este segundo empeño no fue menos arduo que el primero, de hecho no pasó de un año y no logró calmar su ansiedad ni mejorar mucho el trabajo. Sí, es cierto que consiguió dominar algunos tics, movimientos involuntarios de la mano, imperceptibles, que estropean habitualmente la línea del dibujo, cierto miedo o indecisión cuando el trazo ha de ser firme y rotundo. Y, mientras tanto, el número de colores de su paleta seguía ampliándose. Era incapaz de ver ya en blanco y negro, y la simplicidad expresiva había dejado paso a una verborrea barroca y colorista que se le escapaba con frecuencia de las manos. El poema se complicaba sin ofrecer a cambio mayor claridad, cada nuevo verso, cada palabra, cada color y cada rasgo, se incorporaba a un desorden cada día más abstracto, desapareciendo en el conjunto, sin aportar apenas nada, sólo oscuridad, como un nuevo añadido de incomprensión y desesperación.

No ha resuelto sus problemas, porque a pesar de todas las dificultades y el laberinto del que no parece poder salir, sigue pensando que hay algo rescatable en esos intentos fallidos, que tienen sentido, quizás sólo sean el relato de una herida que es incapaz de cerrar, la de no ser dueño de si mismo ni de sus creaciones sin terminar, en esbozo inseguro, o aplastadas por el peso de la acumulación. Y sigue intentándolo por eso. Para él es una pelea y no cejará en su empeño. Ha optado por la experimentación libre, casi como un juego de niños, pero de niños perversos y sin esperanza, desdeñando el preciosismo del oficio y las metáforas brillantes. Ahora, despreocupado por fin de su muñeca, de la línea y el color, del miedo al vacío, con una especie de rabia concentrada y de exquisita indiferencia, espera encontrar alguna interjección que cierre el poema con coraje, con colores calientes y con fríos, con blancos, negros y grises, con papel, cuchillo o tijera.


Gilberto Gil.  Expresso  2222.  (Solo, en directo, 1972)

domingo, 31 de marzo de 2013

Soneto primaveral


Acuarela y témpera sobre cartulina.
Ramiro Rodríguez Prada. 1986.

Soneto primaveral
(con empanada)


Llegó la primavera con un montón de granos,
vino desde febrero que tuvo pocos días,
cogió por la garganta a un juez y a un boticario
y se adornó el vestido con flores de cerezo.

En los tapetes verdes del rock parlamentario
un senador alérgico se rasca la conciencia,
canta en los jardines de la banca el cuco
mientras un niño pone su mano en las goteras.

Cuando el monarca sale desnudo a pasear
se escucha en la espesura arrullo de palomas,
en sus divinos picos los sobres perfumados

son de los enamorados promesas de ternura.
Llegó la primavera con mucho colorido,
el estornudo, el sol y un cuarto de empanada.


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas.  2013.

Ramiro Rodríguez Prada



Salud

jueves, 28 de febrero de 2013

Sigo soltero


Ciudad. 2001
Aguada sobre cartulina. Residuos. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada

Parado y solo en la vida
Allá por junio
(Salsa desesperada)


Más que la soledad me puede un año
y de un tiempo a esta parte pocos días
le ando buscando un minuto al segundero
y olvidé pedir al banco el calendario

(Coro)
Porque nunca me casé sigo soltero

Este curso recortaron varios meses
han tachado de un plumazo hasta febrero
y en su lugar colgaron longanizas
semanas antes de matar al cerdo

(Coro)
Porque nunca me casé sigo soltero

Yo en la cola de parados voy primero 
por toda la eternidad de tres a cuatro
desamparado y solo frente al viernes
porque nunca me casé sigo soltero 

(Coro)
Porque nunca me casé sigo soltero

Le ando buscando un minuto al segundero

(Coro)
Porque nunca me casé sigo soltero

Tacharon de un plumazo hasta febrero

(Coro)
Porque nunca me casé sigo soltero

En la cola de parados yo el primero

(Coro)
Porque nunca me casé sigo soltero
Porque nunca me casé sigo soltero

(Final)
¡Cuando llegue san Juan, allá por junio!

 
De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas. 2013
Ramiro Rodríguez Prada


Toni Zenet.  Las causas perdidas

http://www.youtube.com/watch?v=uHQMU9Dij2I


P.D. Gracias a Marta Capote por la música.

Salud

miércoles, 30 de enero de 2013

Puerto con faro II


Puerto con faro II. 2004.
Acuarela, témpera, pintura en polvo. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada

El 23 de mayo pasado, acompañando a una historia triste, subí otra cartulina de las varias que hice de este puerto. Le gustaba a la Curruca lírica y me preguntó si era de Grecia.

Sí, es alguna isla griega, pero no están tomadas del natural sino de la memoria, que puede falsear mucho las cosas. Probablemente sea Creta, por el año, Janiá o Rézimno, pero a mí me recuerda también Lesvos y Samos, incluso Estambul.

Como casi no pienso en otra cosa que en marear la perdiz griega, -¡pérdika mu!, ¡mi perdiz!, es otra expresión cariñosa que se dirige a la amada-, cuando pinto, especialmente los meses que siguen a las vacaciones, ¡sólo pinto a Grecia!. Me pongo al sol que más calienta sólo de imaginarlo. Zerapía, terapia.

¡Qué despacio voy ganando terreno en las entradas programadas! Aún arrastro el palo de noviembre y ya estamos en las cuestas de enero. Poco a poco, tal que una de aquellas chocolateras, aquellas antiguas máquinas de carbón del ferrocarril de nuestra infancia, asmáticas y fumadoras como viejas negras cubanas, voy tosiendo y haciendo vía.

Tengo ganas de salir a tirar la basura; nadie me lo impide, es más, todos encantados. Son recorridos cortos y rutinarios, pero fantasmales, que a nadie le apetece hacer. Sobre todo a diario.
Para otros como yo es una disculpa para respirar el aire de la calle, por muy frío y nocturno que sople. Las cosas no son las mismas de día que de noche. Ni con linterna.

Y os agradezco esta paciencia que tenéis escuchando mis lamentaciones, de momento no he tenido que recurrir otra vez a la etiqueta de Perdío, esa especie de SOS que me inventé cuando estoy sin gobierno. A ver si el mes que viene, además de ser un mes más vieyu, mejoro algo, como el  buen vino.

Guitarra, Parilla de Jerez. Cante, La Paquera de Jerez.  Tangos.

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=T2xFgwBIATM&feature=endscreen

Estaba el marinerito Ramirez
en su divina fragata...

¡Salud y buen rumbo!

Ramiro