domingo, 23 de marzo de 2014

Mandraki (Nísyros) - Kardamena (Kos)


Iglesia de Ágios Nikitas, Apartamentos Tria Adelfia, Barco turco y El Kapetán Dimitris.
Puerto de Mandraki desde el kaike a Kardamena.
Nísyros. Grecia, 2013.


Los buenos griegos


Buenos días. Allí quedó, sentado entre alemanes, el expresidente griego de la derecha Neo Democrática, Kostas Karamanlís, uno de los políticos causantes del actual desastre económico en su país. Hacia las dos y media de la tarde arrancamos hacia Cardamena (Kardamena), en Cos (Kos). Es una corta y entretenida travesía que dura poco más de media hora. Van saliendo uno tras otro los kaikes que, partiendo de Kardamena y en su caso de Kos capital, acercaron a los turistas a Nísyros por la mañana para visitar el volcán Polivotis, los pueblos típicos, o realizar un periplo alrededor de la isla y ver las coladas de lava que llegaron hasta el mar, formando acantilados con figuras caprichosas, y la isla misma.

También entre alemanes fuimos nosotros en la cubierta superior. Están en todas partes y son siempre mayoría absoluta. ¡Miento!, entre unas cuarenta personas había una madre francesa con su hijo preadolescente.
Sentados al aire y al solazo que atizaba, pudimos contemplar de cerca ese paisaje de islas e islotes que preceden a Kos. A babor Agios Andonios y Gyalí, a estribor Stroggyli.

Como ya conté en un capítulo anterior (¿o fue en la otra Psilicosis?), habíamos evitado Kardamena, que era uno de los pueblos grandes que nos faltaban por visitar de Kos. Seguimos el consejo de los dueños del Tres hermanos, en Mandraki y nos quedamos un día más, el que faltaba para coger el vuelo de vuelta a Barna. E hicimos bien.
Recordamos a la pareja de catalanes que conocimos en el aeropuerto de Kos a la llegada, esperando los autobuses, y que volvimos a encontrar unos días después en Kárpatos. Habían pasado un par de días en Kardamena. Eran jóvenes. Lo digo porque tendrían humor para soportar el lío en que se debe convertir el lugar por la noche. Todo son hoteles, apartamentos, restaurantes, tabernas, tiendas, bares musicales, discotecas..., ¡lo que casi no hay es pueblo!

Desde Gyalí habrá un par de millas hasta Kardamena, extendido al abrigo de una alta cresta rocosa. Es el puerto más importante de la costa sur de Kos. Aparte de los caiques que hacen recorridos por la propia isla, es la base de la mayoría de los que se encargan de las excursiones a Nísyros y a los islotes de su entorno. Amarran también muchos pescadores, y un montón de veleros y fuerabordas que recorren estas aguas, llevando y trayendo turistas a las playas menos accesibles y a los islotes deshabitados, o fondeando en calas apartadas.


La mina a cielo abierto de  Gyalí
Nísyros. Grecia,  verano 2013.

Entre aquella proliferación de negocios turísticos, terrazas tendidas y compradores frenéticos y compulsivos en uniforme veraniego, se nos contagió el frenesí y no hice ni una sola foto del puerto, ni del pueblo. Bajamos del kaike y, ante el espectáculo, atravesamos las calles y plazuelas sin parar hasta la estación de autobuses. Queríamos pillar cuanto antes el de Kos capital, para hacer alguna última compra y pasar más entretenidos las horas previas al vuelo, que saldría a las 4 de la mañana. Desde Kos cogeríamos el penúltimo bus del aeropuerto, sobre las diez y media de la noche.

Y aquí va la pequeña historia que motivó este capítulo separado, no previsto, entre las islas de Nísyros y Kos. Es un recuerdo agradecido.

En Kardamena nos equivocamos de estación y fuimos a una parada cercana, en una explanada, donde vimos una docena de autobuses con los chóferes al pie, a la espera de los viajeros. Preguntamos por el de la capital, en griego. El chófer al que interrogábamos nos contestaba en inglés. ¡Sta eliniká, parakaló!, En griego, por favor, pedía yo. Pero el hombre estaba tan habituado a tratar sólo con turistas en inglés, que tardó en reaccionar.
Se reía después, pero se le volvía a escapar el inglés cuando me indicaba el lugar de la estación donde paraba el municipal de Kos. Pero entonces nos mandó esperar y, ya sta eliniká, se dirigió a un compañero que salía hacia allí en unos minutos. Eran autobuses de agencias, privados, que esperaban a los turistas de los kaikes de excursiones y a los bañistas, para retornarlos a los hoteles de Kos y sus alrededores. El nuestro hacía paradas en los pueblos playeros de la costa norte de la isla y en cada uno recogía a varias personas.

Antes de aceptar llevarnos, gratis por supuesto, nos preguntó de dónde éramos. Nada más decírselo me cogió la maleta de la mano y la metió en el fondo abierto del bus. Nos indicó que metieramos el resto y que subiéramos. Yo, feliz de haber encontrado una vez más al buen griego de mis entretelas, le pregunté sonriendo en mi griego skiládiko, perruno, y señalando el cubículo de las maletas, Emís mesa sto leoforío me tis balitses?, ¿Nos metemos también nosotros con las maletas?

Los turistas con los que viajamos en los kaikes de Nísyros, tardaron todavía un cuarto de hora en llegar al bus. Eran dos parejas alemanas con cinco adolescentes, otras dos parejas más, solas, de la misma nacionalidad y dos chicas italianas.
Los alemanes ya llevaban varios días de vacaciones y había buen rollo con el chófer. Les puso música inglesa de moda, que los niños y algunos adultos fueron cantando a coro hasta sus hoteles respectivos. Yo, que iba sentado detrás del conductor, le pregunté en un momento en broma si no tenía algún zeibékiko para que lo escucharan los germanos. Un zeibékiko no lo despreciaría ningún griego, une por igual a derechas e izquierdas, a jóvenes y a viejos. Kostas, que así se llamaba el hombre, se rió, pero como buen profesional mantuvo sonando el CD que sus clientes preferían.

Gracias a él, además de ahorrar unos euros y llegar a Kos dos horas antes de lo previsto, pudimos ver mejor (habíamos pasado por ellos a finales de julio en el bus del aeropuerto) los dos pueblos grandes que todavía nos faltaba por conocer, Marmari y Tigaki. En el recorrido que hicimos a la isla en el coche alquilado a la llegada, los habíamos pasado por alto junto a Kardamena, porque las guías los señalaban como lugares muy turísticos y, situados los primeros a unos ocho o diez kilómetros de la capital, sus playas son rectas, llanas y la costa poco vistosa, a no ser las islas que se ven enfrente, Pserimos y Kálimnos, ésas muy guapas, y la costa turca llena de urbanizaciones a unas tres millas, nada interesante. En realidad, casi desde Mastijari hasta Kos, es una única playa de una docena de kilómetros, sin solución de continuidad y demasiado concurrida para nuestro gusto.

Σαράντος Χαρμαντας, Γιώργος Σακέλλης, Κατίνα Παππούλη, Νίκος Παπούλης.
Μπάλλος  Αντιμαχείτικος.  Κως.

http://www.youtube.com/watch?v=ZBDjQDYTtOE 

Kardamena (Kos) desde  Gyalí
Grecia,  agosto 2013.

Ya solos con el conductor por las calles de Kos, nos dejó en el mismo puerto comercial de la capital donde habíamos cogido el barco a Rodas hacía casi un mes, el Diágoras.
No hubo manera de que aceptara una propina, él ya tenía asegurado su jornal, decía sonriendo, tampoco podía parar a tomar una cerveza porque allí mismo le esperaba otro grupo de turistas, alemanes ¡cómo no!, que debería repartir todavía por los respectivos establecimientos hoteleros antes de terminar su jornada.

No niego que esto pueda pasar en otros países, pero será más raro. ¿Quién no teme un accidente y que aquellos a quienes favoreciste generosamente no te reclamen después los perjuicios por vía judicial?. Así son los griegos con frecuencia, generosos y osados. Y por eso también me gustan.

Situados ya en Kos, mi intención en principio es dedicar los dos siguientes capítulos de Archipiélagos a esta isla, uno a su capital y otro al resto. Veremos.


Barbarómiros 


Άννα Καραμπεσίνη,  Έφη Σαρρή.   Έλα Μπρόβαλε.

http://www.youtube.com/watch?v=1rfbvQ2SlnE


Salud y buen rumbo.