viernes, 25 de octubre de 2013

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En la reserva.
Oviedo 2013.



Salí a tirar la basura



cuando todavía faltaban tres horas para que pasaran los camiones de la recogida, de hecho hacía pocos minutos que los repartidores de los cubos los habían depositado en la acera, frente a los portales. Lo sabía porque acababa de entrar de la calle y los había visto. Aproveché para salir antes de poner unas zapatillas con las que ando más cómodo por casa. El portal estaba a oscuras y en el corto trayecto hasta la llave de la luz me perdí. Empezaba a preocuparme porque no veía nada y caminaba y caminaba sin tropezar con una pared. Más que confusión sentía enfado, ¡qué enfado!, ¡cabreo neto y bruto!, ¿dónde cojones se había metido la pared? La fatiga enseguida hizo su aparición pues mis pulmones no aguantan más allá de unos cientos de metros sin que les dé un respiro. Tras una corta parada en la que no tenía donde apoyarme y en la que tampoco me atreví a sentarme en el suelo, quizá por temor a que anduvieran bichos, ratas, ¡qué sé yo!, eché de nuevo a andar. El lugar por donde me movía ahora parecía subir, o pudiera ser el cansancio, el caso es que fui reduciendo el paso cada vez más. No sé el tiempo que transcurrió, pensé en sentarme allí mismo ¡y que me mordiera san cristo! Ya totalmente difunto, así lo hice. Debería de haberme decidido antes de llegar a esos extremos de caquexia terminal, porque fue posar el culo en el frío suelo y sentir un alivio inmediato, como si se hubiera encendido una luz en la oscuridad. Y, en efecto, se había encendido, pero no en mi trasero. Era la luz de la calle cuando un vecino entró en el portal. No me dio tiempo a reaccionar, todo rodeado de bolsas allí tirado, porque estaba más muerto que si hubiera acabado de llegar a la cima del Everest. El vecino me miró, dijo buenas noches y cruzó delante de mí en silencio. Es de los discretos, confío en que no añada mucha leña al fuego de mi leyenda negra. ¡Y tan negra!: oí el ruido de los camiones de la basura, ¡llevaba tres horas perdido! Haciendo un esfuerzo titánico me incorporé esperando llegar a tiempo. Las piernas casi no me respondían, pero alcancé la puerta, la abrí y conseguí echar una carrerina. Entonces me di cuenta de que, con la ansiedad y el esfuerzo, no había recogido las bolsas del suelo. No hubiera llegado aunque las hubiera llevado, porque el último camión arrancaba ya a toda leche. Si me hubiera dado tiempo ¡creo que me tiro yo de cabeza en lugar de tirar las bolsas! No quería llorar, pero al entrar en casa me caían unos lagrimones como puños, ¡de pura mala hostia!



Superuva.   Voy para tu casa.



http://www.youtube.com/watch?v=CJ-tGvj43zg



Salud y felices pesadillas



ra