jueves, 3 de enero de 2013

Con la toña tomillera


La  Tomillera  sobre un pie.
León, abril  2012.

El Clásico


Muy buenas. Meses hacía que no veía a la Toña, desde la primavera. Hablé de ella en la entrada del 25 de abril, presentándola en la acostumbrada semblanza bioavícola inicial. Volví a citarla brevemente el 12 de julio, en un capítulo comunitario, Reunión de currucas -2, y le dedicaré el de hoy para celebrar esta nueva cita y enviarle un abrazo pajarero.    

La Sylvia conspicillata o Kurruka tomillera, la Toña tomillera, brañuelina, kulensis, o  Acuña matata, según las denominaciones por las que se la conoce en distintas zonas de la penénsula Sibérica, como dice Lucas de Geotropía, pasó unos días por el norte, acompañada por las tres pajarinas del nido y la Luna, su anciana perrina de lanas blancas. Está rodeado de señoras esta canora.

Hice algún retrato de los pinreles balompédicos de la curruca, sola, con una servidora y con la Luna, pero los sacaré otro día porque aún no los tengo en el archivo, por eso y los problemas conocidos, utilizo una foto del anterior encuentro. Y ya serán tres los canes que aparezcan junto a los andadores de sus dueños: la Popa, Paris y la Luna.

Curruca tomillera,  Sylvia conspicillata.


Es una gondringante gorreosa, ya dije, porqué está acostumbrada a pelear en el terreno de juego con futboleros veteranos más astutos y baqueteados que el Mono Burgos, y se las sabe todas, las marrullerías quiero decir, de sus pupilos y del adversario, ¡látigo con los rebalbos, kulensis!

Ahora bien, esta misma característica desarrollada en años de batallas campales, hablo en sentido figurado pero no tanto, junto a la impronta del lugar de origen de sus ancestros, Miño arriba Miño abaixo, hacen de él un pájaro dialéctico al que es también muy difícil doblegar en el campo semántico.

No hay ocasión en que nos veamos, que no nos enzarcemos en alguna controversia, la mayoría de las veces vizantina con v, que es lo más bizantino que se puede dar. Cuando nos damos cuenta, casi que cada uno defiende la opinión que sostenía el contrario al principio de la disputa,  o sea, la portería contraria, con lo que la cosa acaba generalmente bien, en un empate técnico. Pero jugamos el partido a tope hasta el último segundo.

Le agradezco mucho los apuros en los que me puso hablando de temas como las fronteras entre lo que se puede, se sabe, se debe, conviene..., decir cuando se tocan temas delicados, del riesgo real que es la escritura, de los límites entre lo privado y lo público, o entre biografía y cuento.

Curruca tomillera. Orihuela.


No suele ser la discreción una virtud cardinal de quien escribe, y supongo que uno no siempre sabe con exactitud dónde se sitúa la raya, por eso de tanto en tanto no viene mal mirar las cosas con otros ojos que no sean los propios.
Por ejemplo, hablando de indiscreciones, no estaría bien que yo descubriera las debilidades ocultas de esta curruca y las pusiera en conocimiento de sus aguerridos enemigos: ¡tiene una pata más corta que otra, y un huevo moreno y el otro rubio!. Mucho más si son falsos testimonios, que no es el caso, ¿dije algo que no debería?, la verdad por delante...

No obstante, esas lacras no afectan a la calidad de su juego, pero lo acobardarán si alguien se entera y le pide explicaciones o se mofa de tales rarezas. De este modo, hipocondríaco y rumiador, lamedor de sus heridas, en el próximo partido que disputemos estará a mi merced con el amor propio por los suelos. El juego sucio, siempre que lo permita el árbitro, también vale, ¡ea!. Como decía el bastardo Edmundo en Rey Lear,... El juego feo/ bueno será si sirve a mi deseo.
Menos mal que es bastante callado y canta en voz baja, como una buena parte de las kurrukas, porque de lo contrario, dada su insistencia crítica y su juego de pies, ya estaría yo atronao y más mareado que un merengue en el Nou Camp.

Y si el encuentro no acaba bien siempre es porque alguno de los dos golea al contrario, pero a costa de recibir tantos estacazos que la victoria deviene pírrica y al final no compensa.   
Es una pena que estemos tan lejos y nos veamos tan poco, porque entrenar bajo su pupilaje sería lo mejor que me podría pasar: quince minutos de juego con él equivalen a toda una temporada de partidos mediocres con otros entrenadores, una bicoca para un delantero como eu, rápido pero poco regateador. Su gran baza es que no sólo entrena, también juega, ¡y no veas cómo reparte estopa!, juego, quería dicir.

Y por hoy no va más. Casi he tenido que improvisar esta entrada, pues los pinreles de la tomillera eran de las pocas fotografías que había subido a los borradores del escritorio. Gracias a eso puedo seguir adelante. Porque, en el momento de escribir sobre este encuentro, aún no tengo plena seguridad de contar con imágenes para los días sucesivos, y vuelvo a programar las entradas sin tiempo por delante, que era una ventaja enorme para mí, de la que me venía aprovechando desde finales de primavera. Os contaré. Hasta mañá! 
Echo & The Bunnymen.  The Killing Moon 

La música la escogió la propia kulensis brañuelina. No estoy seguro de que se trate de este tema porque con los varios depósitos musicales que manejo me lío, pero sé que eran ellos y que le gustará.


¡Mucha salud, a currucas y demás pájaros pardos!


Cannavina Carduelis, pardilla común, rebétissa, psilicosa.