lunes, 28 de enero de 2013

Huevos de tungsteno


Huevos de tungsteno sin sus forros
(Recién salidos de la fragua de Hefestos)

Blindajes


Fue la así llamada clase política la que empezó a usarlos, pero enseguida se popularizaron poniéndose de moda y ahora los lleva cualquier pelagatos. Los que se los pueden pagar, por supuesto.

Cara, porque es solución estética que no acaban de incluirla en lo que queda de la Seguridad Social, es sin embargo una cirugía muy sencilla, casi ambulatoria. En algunos casos, dependiendo de las aleaciones, apenas requiere un día de hospitalización por si hubiera rechazo, que es más raro que Mariano en boxer y no en marianos, que sería lo suyo.
Normalmente el candidato llega de mañana, se le extirpa el testiculamen, se le implantan las prótesis wolfrámicas en sus fundas escrotales y ¡carretera!.

Alguna gente de poco más o menos, aprovecha para cambiar también el forro y poner uno de cordobán, de piel de armiño, de conejo o de rata, que es muy fina al tacto. Pero no es una buena solución porque estas pieles curtidas no arrugan, como hace la bolsa original, que es lo que en definitiva tratan de reproducir estos horteras: el trémolo epitelial de las higas, que cuelgan cual maracas.

Entre los elegantes y la élite del Gran Mundo se opta cada vez más por estirpar también las fundas. Se considera vulgar ese gustirrinín que da, según expresión de aquellos guarros, cuando el forro se arruga, ya sea, y sobre todo, por estímulo sensual ya por cambios bruscos del termómetro, el externo y el corporal. Todo el mundo sabe que los testículos cuelgan para mantener una temperatura inferior a la del resto del cuerpo, por el bien de las células seminales. No sé si es del todo correcto así expresado, pero me vale.

Las razones por las que los políticos, o sus primos de fumosol, los banqueros, eligieron el tungsteno son también de dominio público: Frente a cualquier eventualidad, ¡hay que blindarse, colegaris!.
Y no existe nada mejor. Estamos ante los cojones con el coeficiente de dilatación térmica más bajo del mundo y el punto de ebullición más alto de todos los conocidos. ¡Que me los toquen o me den cien patadas, impasible el ademán!
Muy duros y densos, tienen también el punto de fusión más elevado del planeta, a 3.410 ºC, incluso alcanzan los 4.000 en aleaciones con aceros. ¡No hay horno normal que lo resista! Pero estas bolas son ya sólo para millonarios o para algún obispo de la banda, ancha.

Apenas hay rechazo, insisto. Se han descrito sin demasiado entusiasmo algunas intoxicaciones por el uso de aleaciones incorrectas y poco ensayadas, que provocarían "convulsiones e insuficiencia renal con necrosis tubular aguda". Pero esto parecen ser infundios de la competencia, obsoleta y cutre, que los sigue vendiendo de madera porque dicen que no oxidan, como sucedió con las primitivas prótesis de hierro, acero, aluminio o plomo. Los famosos huevos de oro son más literatura mala que otra cosa.

Como se comprenderá, todas estas cualidades las echaban en falta, en primer lugar, nuestros líderes, que necesitan tenerlos en su punto. Güevos duros, vamos. La financiación no es problema, ¡dios proveerá o el Banco de Sartasdén, Sastandrés!
Pero además no debemos desdeñar la cuestión estética, pues se presentan en un gris acero pulido, en distintos tonos, perla, platino, aluminio, niebla, etc., todos ellos muy brillantes.

¡¿Y el tacto?!..., ¡buaaááá, eso es otro mundo!. Pero dejémoslo por hoy que ya va bien.

Korvus Korax, O Mavros.

Me despediré con unos versos de César Vallejo, autor precisamente de una novela titulada Tungsteno, piedra pesada en sueco. Son las estrofas finales de:

                                                Hoy me gusta la vida mucho menos

                                                [...]
                                                Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
                                                y está bien y está mal haber mirado
                                                de abajo para arriba mi organismo

                                                Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga.
                                                porque, como iba diciendo y lo repito,
                                                ¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
                                                y siempre, mucho tiempo, siempre, siempre!


Quintín Cabrera.  De qué se ríe (Sr. Ministro)


Así os lleven al fondo, ¡y que se oxiden, miserables!


P. D. Gracias a la  curruca blasensis  por la canción.


Salud


ra