jueves, 31 de enero de 2013

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Plaka. Atenas, julio 2012.


Salí a tirar la basura


Había pasado una temporada fuera de casa y me costaba volver a la rutina diaria. Siempre necesito un tiempo para adaptarme a la nueva situación, y cada año que pasa más. No es que ésta fuera una circunstancia desconocida para mí, de hecho sólo había regresado a mis cuarteles de invierno, sin embargo a ciertas edades hasta un simple cambio de domicilio, incluso a uno cercano y familiar, significa algo así como una pesada mudanza y un cierto desconcierto añadido. No miré la hora, pero debía de ser bastante tarde porque no se escuchaba un ruido en la casa ni se veían luces encendidas, lo más probable es que ya se hubiesen acostado todos. Cogí las bolsas, me atusé la barba y salí. Como ya estoy acostumbrado a cierta pérdida, especialmente en horas nocturnas, aunque no sólo, no le di demasiada importancia al hecho de no reconocer la calle en un primer momento. ¿Era capaz de recordar si había tirado la basura la noche anterior y dónde lo había hecho? Francamente, no. Me puse a caminar en busca de los cubos que era de lo que se trataba, las bolsas en las manos era la mejor prueba de que iba por buen camino. Y el caso es que la calle no me resultaba del todo desconocida, pero desde luego no era la mía, que tiene un oscuro bar de húmedas paredes como sabéis, y si no lo sabíais os lo digo ahora. En ésta, más estrecha, no vi nada parecido. Trataba de sacar alguna información de los letreros que encontraba, pero todo me parecía normal y en su sitio. La calle desembocaba en una plaza y ahí me ubiqué. Estaba en Grecia, en Plaka, un barrio que conozco bastante bien. Enfrente tenía la catedral ortodoxa de Atenas. Había un bullicio enorme para ser de noche y con seguridad muy tarde. El césped del centro de la plaza estaba lleno de personas sentadas en círculos como en una romería, charlando animadamente. Se oían músicas diversas, todas orientales, saliendo del entorno de los distintos grupos. Con las bolsas todavía bien sujetas, vi unos contenedores al otro lado de la plaza y me dispuse a cruzarla para soltar el lastre. Al pasar frente a la puerta de la Metropolitana salió corriendo un cura ortodoxo que sin decir palabra me cogió las bolsas de las manos. Me resultó una cara tan conocida que me quedé un momento in albis, pensando de quién serían aquellos rasgos, pero antes de que desapareciera por la puerta de la catedral lo llamé alzando la voz sobre el barullo de la plaza, ¡Eh, oiga!. Se volvió y pude verle la cara de nuevo. ¡Gracias, hermano!, gritó también él. Nada, no conseguía unir esa cara a un nombre. Dí media vuelta encogiéndome de hombros y me dispuse a volver a casa, si es que la tenía. Al dejar la plaza me fijé un poco más en los círculos de gente sentada. Muchos estaban comiendo, sacaban cosas de bolsas que tenían al lado, bolsas idénticas a las que yo había dejado en manos del pope o que me habían sido arrebatadas, más bien. Hice la ruta de vuelta un poco perdido por las callejuelas del barrio, pensando en el rostro del cura. Lo curioso es que ahora sólo podía leer algunos letreros, los que entendería cualquiera que tuviera unos rudimentos de griego, lo justo para que pocas cosas parecieran normales y en su sitio. De hecho, pensé, ¿no salí de casa en la ciudad donde vivo y camino ahora por Atenas? Me parecía haber llegado a la calle que buscaba, distraído todo el tiempo con mis pensamientos y todavía tratando de asociar a una identidad la cara del eclesiástico. Entonces vi en un chaflán el oscuro bar de húmedas paredes. De las profundidades salía una música que me sonaba conocida. No me lo pensé dos veces, bajé las escaleras de aquel local tan unido a mi vida, pedí una cerveza fría, y fui al váter inmediatamente después del primer trago. Había un espejo todo lleno de mugre y como roído de orines. Cuando me miré en él ahogué un grito de puro susto y salí de aquel antro a escape sin pagar y sin volver la vista atrás.


Nikitas Klint. Baglamadaki version. Hardtimes riddim.  Police και κολεοπτερα.



Salud y felices pesadillas


ra

miércoles, 30 de enero de 2013

Puerto con faro II


Puerto con faro II. 2004.
Acuarela, témpera, pintura en polvo. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada

El 23 de mayo pasado, acompañando a una historia triste, subí otra cartulina de las varias que hice de este puerto. Le gustaba a la Curruca lírica y me preguntó si era de Grecia.

Sí, es alguna isla griega, pero no están tomadas del natural sino de la memoria, que puede falsear mucho las cosas. Probablemente sea Creta, por el año, Janiá o Rézimno, pero a mí me recuerda también Lesvos y Samos, incluso Estambul.

Como casi no pienso en otra cosa que en marear la perdiz griega, -¡pérdika mu!, ¡mi perdiz!, es otra expresión cariñosa que se dirige a la amada-, cuando pinto, especialmente los meses que siguen a las vacaciones, ¡sólo pinto a Grecia!. Me pongo al sol que más calienta sólo de imaginarlo. Zerapía, terapia.

¡Qué despacio voy ganando terreno en las entradas programadas! Aún arrastro el palo de noviembre y ya estamos en las cuestas de enero. Poco a poco, tal que una de aquellas chocolateras, aquellas antiguas máquinas de carbón del ferrocarril de nuestra infancia, asmáticas y fumadoras como viejas negras cubanas, voy tosiendo y haciendo vía.

Tengo ganas de salir a tirar la basura; nadie me lo impide, es más, todos encantados. Son recorridos cortos y rutinarios, pero fantasmales, que a nadie le apetece hacer. Sobre todo a diario.
Para otros como yo es una disculpa para respirar el aire de la calle, por muy frío y nocturno que sople. Las cosas no son las mismas de día que de noche. Ni con linterna.

Y os agradezco esta paciencia que tenéis escuchando mis lamentaciones, de momento no he tenido que recurrir otra vez a la etiqueta de Perdío, esa especie de SOS que me inventé cuando estoy sin gobierno. A ver si el mes que viene, además de ser un mes más vieyu, mejoro algo, como el  buen vino.

Guitarra, Parilla de Jerez. Cante, La Paquera de Jerez.  Tangos.

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=T2xFgwBIATM&feature=endscreen

Estaba el marinerito Ramirez
en su divina fragata...

¡Salud y buen rumbo!

Ramiro

lunes, 28 de enero de 2013

Huevos de tungsteno


Huevos de tungsteno sin sus forros
(Recién salidos de la fragua de Hefestos)

Blindajes


Fue la así llamada clase política la que empezó a usarlos, pero enseguida se popularizaron poniéndose de moda y ahora los lleva cualquier pelagatos. Los que se los pueden pagar, por supuesto.

Cara, porque es solución estética que no acaban de incluirla en lo que queda de la Seguridad Social, es sin embargo una cirugía muy sencilla, casi ambulatoria. En algunos casos, dependiendo de las aleaciones, apenas requiere un día de hospitalización por si hubiera rechazo, que es más raro que Mariano en boxer y no en marianos, que sería lo suyo.
Normalmente el candidato llega de mañana, se le extirpa el testiculamen, se le implantan las prótesis wolfrámicas en sus fundas escrotales y ¡carretera!.

Alguna gente de poco más o menos, aprovecha para cambiar también el forro y poner uno de cordobán, de piel de armiño, de conejo o de rata, que es muy fina al tacto. Pero no es una buena solución porque estas pieles curtidas no arrugan, como hace la bolsa original, que es lo que en definitiva tratan de reproducir estos horteras: el trémolo epitelial de las higas, que cuelgan cual maracas.

Entre los elegantes y la élite del Gran Mundo se opta cada vez más por estirpar también las fundas. Se considera vulgar ese gustirrinín que da, según expresión de aquellos guarros, cuando el forro se arruga, ya sea, y sobre todo, por estímulo sensual ya por cambios bruscos del termómetro, el externo y el corporal. Todo el mundo sabe que los testículos cuelgan para mantener una temperatura inferior a la del resto del cuerpo, por el bien de las células seminales. No sé si es del todo correcto así expresado, pero me vale.

Las razones por las que los políticos, o sus primos de fumosol, los banqueros, eligieron el tungsteno son también de dominio público: Frente a cualquier eventualidad, ¡hay que blindarse, colegaris!.
Y no existe nada mejor. Estamos ante los cojones con el coeficiente de dilatación térmica más bajo del mundo y el punto de ebullición más alto de todos los conocidos. ¡Que me los toquen o me den cien patadas, impasible el ademán!
Muy duros y densos, tienen también el punto de fusión más elevado del planeta, a 3.410 ºC, incluso alcanzan los 4.000 en aleaciones con aceros. ¡No hay horno normal que lo resista! Pero estas bolas son ya sólo para millonarios o para algún obispo de la banda, ancha.

Apenas hay rechazo, insisto. Se han descrito sin demasiado entusiasmo algunas intoxicaciones por el uso de aleaciones incorrectas y poco ensayadas, que provocarían "convulsiones e insuficiencia renal con necrosis tubular aguda". Pero esto parecen ser infundios de la competencia, obsoleta y cutre, que los sigue vendiendo de madera porque dicen que no oxidan, como sucedió con las primitivas prótesis de hierro, acero, aluminio o plomo. Los famosos huevos de oro son más literatura mala que otra cosa.

Como se comprenderá, todas estas cualidades las echaban en falta, en primer lugar, nuestros líderes, que necesitan tenerlos en su punto. Güevos duros, vamos. La financiación no es problema, ¡dios proveerá o el Banco de Sartasdén, Sastandrés!
Pero además no debemos desdeñar la cuestión estética, pues se presentan en un gris acero pulido, en distintos tonos, perla, platino, aluminio, niebla, etc., todos ellos muy brillantes.

¡¿Y el tacto?!..., ¡buaaááá, eso es otro mundo!. Pero dejémoslo por hoy que ya va bien.

Korvus Korax, O Mavros.

Me despediré con unos versos de César Vallejo, autor precisamente de una novela titulada Tungsteno, piedra pesada en sueco. Son las estrofas finales de:

                                                Hoy me gusta la vida mucho menos

                                                [...]
                                                Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
                                                y está bien y está mal haber mirado
                                                de abajo para arriba mi organismo

                                                Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga.
                                                porque, como iba diciendo y lo repito,
                                                ¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
                                                y siempre, mucho tiempo, siempre, siempre!


Quintín Cabrera.  De qué se ríe (Sr. Ministro)


Así os lleven al fondo, ¡y que se oxiden, miserables!


P. D. Gracias a la  curruca blasensis  por la canción.


Salud


ra

domingo, 27 de enero de 2013

La sombra y la papelera


Oviedo,  octubre 2012


San Pedro se la bendiga


Cuando me dijeron que tendría que volver a pasar otra vez por aquella oficina se me cayó el alma a los pies. Me había creado la falsa ilusión de que todo estaba resuelto al fin y no me iban a molestar más, ya no tenía edad de andar de la Ceca a La Meca, tirado por los despachos.
Me enviaron la citación por un recadista con cara de niño y rizos rubios, rechonchín como un angelote. Me hizo firmar la entrega y se fue.

El jefe de negociado recibía en un despacho funcional con unos asientos incomodísimos. Me señaló una silla y me senté, pero volví a levantarme enseguida, era un auténtico cilicio. El chupatintas miraba un pliego escrito de lo que debía ser mi historial.

Tiene por aquí algunas cuentas pendientes, unas cosillas que resolver todavía.
¡Qué me dice!
Sí, unos asuntillos sin mayor importancia que no figuraban en su expediente por un problema de retraso burocrático.
Pero eso no es culpa mía.
De acuerdo, pero usted debió hablarnos de ello, estaba obligado por ley.
¿De qué se trata?
Unas faltillas de poca monta: una patada a un perro, alguna palabra obscena, un insulto a un clérigo..., en fin.
Ni me acordaba.
Hace muchos años, era usted muy joven.
¿Pero ésas no prescribieron?
Querido amigo, en el Supremo Tribunal nada prescribe, todo se juzga.
Pero no estamos todavía en esa instancia.
Si lo estuviéramos, usted perdería toda esperanza de salir triunfante, ya no tendría ocasión de sostener su inocencia y menos de cumplir la pena si no es absuelto, ¡estaríamos en el fin de los tiempos! Aunque de escasa entidad, son pecadillos perfectamente documentados por los que debe pagar. Cuanto antes lo haga mejor, de lo contrario permanecería usted indefinidamente en un limbo legal.
¿Y de cuánto estamos hablando?

Así que sooon... tres veniales de obra, más cuatro por omisión, que hacen un total deee...
Siete, dije sin ningún entusiasmo. Me maravilla lo bien que suman de memoria estos burócratas, ¡sin manos, sin dedos!.

Siete, por un siglo cada uno, vienen a seeer...
¡Setecientos son, no vienen a ser!, retruqué perdiendo ya la paciencia.
¡Bien, sólo le quedan siete siglos para salir del Purgatorio, enhorabuena!
¡Quiero hablar con San Pedro, me va a oír!
Pídale cita a María.
¿Qué María?
Magdalena, su secretaria. Pero le advierto que está muy ocupado y hasta el milenio que viene no recibe.

La Trinca.  In secula seculorum.


Salud

Skylorómiros Mavropradakos

sábado, 26 de enero de 2013

Ο Αλέκος Καραβίτης, Alekos Karavitis


Atenas, 2011.

Karavitis


Alekos Karavitis es el tercero de los primeros maestros de la música tradicional cretense, los Protomastores. Trece canciones editó esa colección en su segundo disco y es todo lo que escuché de él. El orden de edición tiene más un sentido temporal que ponderativo, cada uno cuenta con sus incondicionales y todos son excepcionales.
La colección abarca de 1920 a 1955. Casi todos nacieron a principios de siglo XX o en sus primeras décadas, Alekos en 1904, en un pueblo montañoso de la prefectura de Rézimno, de nuevo, como la mayoría de los grandes intérpretes del siglo.

Αλέκος Καραβίτης.  Ρεθυμνιώτικη σούστα. Sousta Rezimniota. 
¿Cuántas veces me habré referido a la precocidad y afición de los músicos cretenses, que tocan hasta con cuerdas de cactos por no tener dinero para otras? No es el caso de Alekos, pero hasta los 15 años no tuvo su propia lira, un boulgarí, un instrumento algo mayor, en desuso, del que ya hablé. Porque se trata de otro de los grandes lirakis de la historia de Creta. No sé si se le conoce algún maestro, pero su hermano contaba con orgullo que había aprendido en el monte cuidando a las ovejas. Creo que es de los pocos autodidactas, la mayoría viene de familias con mucha tradición musical.

Ese primer tema, Ρεθυμνιώτικη σούστα, junto con Αγιοβασιλειώτικος συρτός, Syrto de Ayios Vasilios, dedicado a San Basilio, su pueblo, fueron los temas que grabó en Atenas en 1928 y que le darían un nombre entre la comunidad cretense de la capital y los propios isleños.
Karavitis ya llevaba varios años en Atenas, desde que hizo el servicio militar voluntario, del 21 al 25. Años muy difíciles para Grecia. Entretanto fue refinando su instrumento y al terminar la mili, abrió una taberna en Atenas, un recurso frecuente entre los músicos emigrados a la ciudad.

Eran los tiempos del venicelismo, que es casi como decir del republicanismo griego y de Creta, unas veces vencedor y otras traicionado. Conoció a Venicelos y demás personalidades del momento y tuvo la fortuna de ser el elegido para organizar las noches musicales cretenses en Atenas en los años 30, que se harían famosas, reunión de republicanos y baile de conjurados.
En el 36 actuó en Berlín para la ceremonia de inauguración de aquellos Juegos que han quedado como los prologómenos de un desastre europeo nada deportivo.

Αλέκος Καραβίτης Συρτός Κουτρουλιανός.

http://www.youtube.com/watch?v=MiGF4nKri9Q

A pesar de estos años turbulentos de política en su primera madurez, nunca abandonó la música y quizá pueda considerarse la siguiente como su década en este aspecto. Porque ya en 1939 participó con Baxevanis y su laúd en una gira por Egipto con el grupo de baile de Stamatis Papadakis, gira histórica de la música cretense a la que ya aludí en la entrada dedicada al Baxe en esta etiqueta.

Los 40 fueron los años de su consagración definitiva, porque grabó varios discos y colaboró con los mejores músicos cretenses de su generación, Baxevanis, Koutsourelis, Mavrodimitrakis o Mastrokalos.
Pero además sus relaciones le procurarían nuevas ventajas en su otra faceta de hombre de negocios, como aquella de organizador de las fiestas cretenses. La amistad personal con el dueño de la cerveza Fix significó la exclusiva del reparto de hielo en todo el Ática.

Y como ya recomendé la Fix, que creo que estuvo un tiempo sin fabricarse, pero ha vuelto con fuerza a sustituir a otras, pretendidamente griegas, por el nombre, pero que pertececen a capitales extranjeros, no me resisto a hacerle publicidad gratuita de nuevo. La recomiendo, los cerveceros me lo agradecerán, y los menos birreros también. Es un pelín, sólo un pelín más amarga que la Mithos, la Mahou o la holandesa, pero fría, pagomena como se bebe en Grecia, apenas se nota, gusta en el primer trago, y en los siguientes.

Αλέκος Καραβίτης.  Κανάρια.  Canario.

Una Fix pagomena
tapando a la mi morena
Grecia, verano 2012

Y bueno, la canción se titulaba Canario, pero es como llamarle a la morena -detrás de la bira- de mi copla avecilla canora, en plan cariñosu, porque son palabras de una canción de amor. Ya sé que es un poco ridículo, pero los griegos lo son en estas cosinas, y muy muy dulces. Y para liraki meloso y delicado, Alekos.
En la siguiente le llama  yiasemáki mu, o sea jazminín o jazminito mío, ¡un paisano con todo el bigote!, ¿te imaginas mi amós, rosita de pitiminíss, con lo bien que huele el jazmín en las noches de las islas griegas?, aaay...

También Karavitis, en los 50, realizó su periplo europeo y americano, como algunos de los Protomastores, y la mayoría de los grandes intérpretes cretenses posteriores, en compañía de grupos de baile y músicos como Karás, Koula Pratsika, o con Dora Stratou, en Estados Unidos, y en Cuba donde fue reclamado por la colonia griega. En Londres fue presentado por su viejo amigo Patrick Leigh Fermor...

Con Tzouganatos Mastrokalos al laúd, grabó en Nueva York diez discos que son las piezas más preciadas de su contribución a la música tradicional de la isla.

Αλέκος Καραβίτης.  Ηντα-χεις γιασεμάκι μου


Murió en 1975, rico, pero por sus actividades empresariales, no por los beneficios de la música. En una biografía señalaban este hecho con cierto asombro porque la verdad es que la mayoría de los músicos emigrados y los que se quedaban en Creta lo mismo, no sólo no se enriquecían, algunos se las veían y deseaban para sobrevivir. Se le tiene por un benefactor, puesto que dedicó parte de su fortuna en ayudas personales y sobre todo a la cultura.

Πέντε είναι οι λεβεντιές που έβγαλε η Κρήτη
Ψύλλο, Λαγό και Ροδινό, Μπαξέ και Καραβίτη

Cinco son los lebendis que nos dio Kriti
Psilo, Lagó y Rodinó, Baxé y Karaviti

Me voy con las consabidas Kontyliés, esas canciones casi recitadas que en las panayías cretenses se improvisan sobre los mismos manteles del banquete.

Καραβιτης Αλεκος.   Λασηθιοτικες κοντυλιές.


Salud y buena música

Barbarómiros 

viernes, 25 de enero de 2013

Chimenea en la proa con geranios


León, septiembre 2012


Malasombra


Salí a navegar un rato a la terraza, entre sol y sombra. El día era precioso, cálido y pacífico, las olas golpeaban mansas el casco de mi barco y sus vivos colores rielaban en el agua azul.

En una ensoñación de peces verdes y flores de geranio sentí como el puñal me entraba por la espalda.
Fue una herida leve sin embargo, no sangraba. Chillaban las gaviotas contra el cielo inmenso.

Convaleciente en la cubierta, la vieja zorra de risa odontológica me vino a consolar con felaciones óseas. Luego todo fue suave y dulce brisa, el blanco de la espuma, la mar de un niño triste.


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas,  2013.

Ramiro Rodríguez Prada


J. S. Bach.  Glenn Gould, piano.   Variaciones Goldberg. Aria.


Salud y besos

jueves, 24 de enero de 2013

Era rano


Oviedo,  diciembre 2012


Era rano


Me metí en el váter para escribir mis versos solo.
Casi de inmediato puse un huevo. Salió rana.
Últimamente los batracios me persiguen por amor.
Serán mis letras sucias cargadas de improperios:
cantaba desde el fondo del retrete, no croaba, y era rano.

Mis ripios turbios, oscuros, tan profundos, abisales,
convocan a este lado de la taza muchas voces.
Los grandes nombres mitológicos suben a hablarme.
Me aburren los colgantes sus dramas ganglionares:
un Edipo tuerto, una Electra hipocondríaca, Hefesto manco.

Hasta la rubia Afrodita viene sin pelos en la lengua,
depilada la axila izquierda y un anca al ajo arriero.
Ya viendo a los idiomas revueltos en la charca
no tuve más salida que la inmersión poética:
sacar la palabra con la boca, canto desafinado de sirenas. 


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas. 2013.

Ramiro Rodríguez Prada


Otro caldero de oro

Contra la oscuridad ambiente, sin contar la del gato, tratando de explicar alguna imagen que asomó por la cloaca lírica, como la del príncipe convertido en sapo, o las ancas de rana a la bañezana, me quedé solo rememorando aquel juego de nuestra infancia casi de posguerra, solo porque era el mayor del grupo al que contaba este recuerdo y nadie había oído hablar de ello.

En las fiestas de los pueblos había una diversión para niños y mayores, en forma de enorme balde de cinc, aquellos que nuestras abuelas usaban para las coladas de las familias numerosas de los años 50. Lo llenaban de agua y echaban algunas monedas. Había que meter la cabeza, el cuello y parte de los hombros, y sacarlas con la boca. Cuando yo era un niño, perronas, realines, pesetas y duros, el premio gordo.

Entre los mayores lo hacían también con vino blanco y se corrían apuestas. Había que poner una peseta para poder participar, con la posibilidad de sacar cinco en su forma compacta de un duro, la más pesada y difícil de absorber de las monedas del fondo. Algunos se dejaban allí parte de su mísero capital para la fiesta y medio resuello.

El balde estaba rodeado por los participantes, desnudos de cintura para arriba, y por un gran círculo de gente que miraba y apostaba a su vez. Tenía mucho de espectáculo bárbaro y extremo, pero era barato, ¡de hecho de entrada libre!, la diversión estaba asegurada y nunca vi morir a nadie afogao. No puedo decir lo mismo de la poesía.

Νικόλας Άσιμος.  Ούζα.  Oúza (Úsa), Úsos.


Salud

ra

miércoles, 23 de enero de 2013

O Μάρκος Βαμβακάρης, Marcos Bambakaris


Grecia, verano 2012

Βαμβακάρης


O Βαμβακάρης, según noticia del mi Dimitraki debe ser otro nombre parlante, porque βαμβάκι es algodón. No sé si sería correcto traducirlo por El Algodonero, El Algodonoso tal vez... . La industria del algodón ya sabéis que fue muy griega, en especial por el cultivado en Alejandría, y él mismo trabajó de niño en una fábrica de hilaturas de algodón.

Pero la verdad es que la voz de Marcos, que es lo que nos interesa aquí antes que las etimologías o las coincidencias, no tiene nada de algodonosa, todo lo contrario, y más en sus últimos años, era ronca, rasposa, distorsionada en falsete agrio y viejuno, casi antimusical.

Markos Bambakaris.  Koróido.  Mamón.

Fue una cinta de Tsitsanis la primera que compramos de Rebétiko cuando íbamos en coche a Grecia, nos dejamos aleccionar por una guía francesa que también hablaba de Bambakaris. Entonces no era fácil encontrar grabaciones viejas del género. Lo que encontramos en un puesto de mercadillo. La otra griega era de Hatsidakis, a quien sí conocíamos algo, pero el rebético era la primera vez que lo oíamos.

En los años 80 empezaba a ponerse de moda de nuevo, de la mano de jóvenes intérpretes. Años después vimos a Eleftería Arvanitaki y a Glykería en Myrina, Limnos, que, especialmente la última, hacían nuevo rebétiko. Y por la misma época escuchamos a un grupo familiar de músicos de paliorebétika, que hasta tocaban una percusión con una gran lata vacía de queso feta.

Pero muy pronto empezamos a escuchar también a Bambakaris. Y en la propia Myrina. Lo ponían por Radio Alfa, una emisora donde trabajaba Yorgos, hermano de Andoñía, nuestra casera. Y vimos algunas grabaciones en programas de televisión que recordaban aquellos años dorados del rebétiko, cuando empezó Markos, los 30 y los posteriores a la 2ª Guerra Mundial.

Βαμβακάρης.  Όσοι έχουνε πολλά λεφτά.  Los que tienen un montón de pasta.


Si Tsitsanis es el compositor e intérprete de rebétiko más importante a partir de los años 50, por méritos propios desde luego, Bambakáris pasa por ser el primero que realizó una grabación de ese estilo en Grecia,  'Να 'ρχόσουνα ρε μάγκα μου, en 1934. Pero, antes que nada, es considerado la figura indiscutible, y no sólo de los primeros rebetes, sino de toda la historia del género hasta la fecha. Su estilo único, que es el de esa voz inconfundible lo hace además perfectamente reconocible.

Dediqué en esta etiqueta una entrada a Marió antes que a Marko, dentro de la rebétika, por galantería y porque es actualmente la figura viva más importante. Me gusta mucho, y también ese puesto de relevancia lo tiene ella bien merecido, sin duda.

Bambakáris nació en 1905, en Siros, como Enmanuil Roídis, la isla más próspera, dinámica y poblada de la Cícladas y cuya capital Ermupuli, lo es de todo el archipiélago.  Pero muy joven tuvo que trasladarse al Pireo, buscándose la vida a salto de mata, de lo que saliera: vendedor de periódicos, recadista, limpiabotas... .
Mientras, aprendía los rudimentos del busuki y se empapaba en las canciones que en los años 20 traían los refugiaos de Asia Menor huídos de las fuerzas de Atatürk y que poblaron las islas, las grandes ciudades griegas y sobre todo Atenas, El Pireo y muchas tierras del Ática adyacentes.

Μάρκος Βαμβακάρης.   Απ οσες αν εγνωρισα.


La temática de sus canciones es la misma de la de todos los grandes rebetes, puesto que vivió los mismos ambientes duros de los arrabales donde cobró vida el género, alcoholismo y demás drogadicciones, violencia, prostitiución, y todo tipo de necesidades. Aunque el origen musical de los diversos estilos, como sabéis, parece remontarse mucho más atrás. Siempre a caballo entre Asia y Europa.

Leía hace poco en un libro de Santigo Auserón, El ritmo perdido, que lleva por subtítulo Sobre el influjo negro en la canción española, una nota donde, buscando el origen de la palabra rumba, llega a mencionar el verbo griego Ρέμβομαι, ré(m)bome, que significa "ir y venir, errar, girar en redondo, actuar al azar". ¡Parece estar describiendo el baile y el carácter errático de los rebetes!. Y por asociación con el verbo...
Pero no menciona Santiago el rebétiko, ni lo emparenta con el tango africano o la rumba. Es un libro muy documentado, tal vez fue un lapsus del polifacético músico. Y, bueno, trata sobre todo el ámbito hispano (y afroamericano).

Mira por donde podéis añadir dos nuevas palabras a los insultos y cagamentos que apunté en un capítulo de diciembre. Creo que por Mamón puse Mámonas y por cabezón Kefala. Hoy Marko nos presta otras dos, antes Koróido, mamón y ahora Pismatara, testarudo, cabezón, uno que se emperra en que lo quieran pero nones.

Μάρκος Βαμβακάρης.  Πεισματαρα. Cabezón. 1938.

http://www.youtube.com/watch?v=Bq1EV-GURiI

Grecia, agosto 2012
  
Como creo que tiene más interés alguna otra cita de ese libro, que muchos datos biográficos del músico que tratamos hoy, porque se refieren también a Grecia y a la música y no las encontraréis a menos que compréis el libro, creo que acabaré este primer capítulo de Bambakaris con eso y poco más. Y las canciones que ya tenía previstas, por supuesto.

Después de mencionar Auserón la coincidencia fonética de palabras bilabiales de origen africano, como "mambo, bembé, samba, rumba, macumba, candombe, cumbia, etc.", rastrea la etimología de rumba y rumbo a través de los distintos idiomas.

"Rumbo remite a los rhomboi de la antigüedad grecolatina, objetos romboidales de madera o de bronce que se hacían girar atados a una cuerda para usos mágicos, produciendo un sonido como el mugido del toro".  Y sigue, y esto creo que les interesará a algunos marineros, capitanas y capitanes amigos: "La forma de esos objetos reaparece en las divisiones de la rosa de los vientos, que los marineros llaman por asociación rombos y luego rumbos". Creo haber leído algo muy cercano en
Navegando por Grecia, el blog de Ana Capsir.

Μάρκος Βαμβακάρης.  Μαύρα μάτια, Μαύρα φρύδια.  Negros ojos, negras cejas.


..."la raíz germana rum, cabida en la bodega. Relacionada con el inglés room, que en español y portugués es rumo, con la misma significación: hueco en el interior de un bajel (pensemos en el uso arrumbar)".
"En francés, rum tiene durante un tiempo el doble significado de bodega naviera y bebida espirituosa"

¿Y qué tiene esto que ver con Bambakaris?, preguntaréis. Pues mucho, porque nació en una isla, vivió en el Pireo y los turkos le hubieran llamado si no rumí, por lo menos romiós,  romano para ellos, otra etimología a tener presente hablando del rum.

Aunque dije al principio que me interesaba más la voz de Marko al final perdí el rumbo y me fui por las etimologías. ¿Pero no os quejaréis del número de canciones?

Los últimos apuntes biográficos. Murió en Atenas en 1972. La casa museo dedicada a su memoria en Ermupuli es uno de los destinos que tengo todavía pendientes, ya cumplida la peregrinación laica al oratorio de Nikos Xiluris en Anogia.

Μάρκος Βαμβακάρης.  Καντονε Σταυρο.

Su tema más conocido es una canción de amor, Φραγκοσυριανή, Francosirianí, una palabra compuesta que podemos traducir por Chica franca de Siros. Ya la puse aquí y también una versión reggae que me gusta, valiente y graciosa, de Locomondo.
Se cuenta que Bambakaris, al volver temporalmente a Siros desde el Pireo, convertido en un reconocido interprete de rebétiko, se enamoró de una chica franca que debió darle calabazas y a la que dedicó la canción.

Al hablar de Enmanuil Roidis, el otro siriota universal, ya conté que en la isla existe una dinámica y numerosa comunidad católica entre la mayoría ortodoxa, que perdura desde la presencia y ocupación de territorios de Bizancio por parte de las potencias latinas de entonces, venecianos, catalanes o genoveses, entre otras. 
A los católicos que quedaron se les siguió llamando francos, aún cuando se habían sucedido las generaciones de griegos autóctonos que ya sólo compartían con los latinos la religión.

Las penas de amor del rebético no son sólo una cuestión estética. Abundan los abandonos de los rebetes por parte de sus mujeres, las infidelidades, las fugas con amantes fijos o temporales. O, lo que es peor, las historias de drogadicción, alcoholismo y malos tratos.
Escojo esta versión de Hatsidakis y Dandonaki grabada en Nueva York con Manos al piano, y no es chiste lo de las manos, sólo coincidencia, porque enlaza bien con un tema de Konstantina, una cantante griega amiga de Ana Capsir, antes en Valencia y ahora en Rodas, de la que la kapetánissa puso un tema de un ensayo en su blog.

Como hablamos de las versiones cultas del rebético por parte de cantantes líricas del éntecno, aprovecho para poner ésta de Dandonaki. Todos estuvimos de acuerdo en que también nos gustaban muchos de estos acercamientos a la música popular, al rebétiko, por parte de músicos clásicos. Mejor si se puede disfrutar de todo si es bueno, sin prejuicios.

Marcos Bambakáris.  Manos Hatsidakis, piano, Φλερυ Νταντωνακη, Fléry Dandonaki. 
Φραγκοσυριανη.

Salud y mucha música

Barbarómiros

lunes, 21 de enero de 2013

Los gavros de Diamandís


Diamandís  y la gata de  Spiros
Agii Apostoloi, agosto 2012 

Buenos días. Ésta es otra corta secuencia desde la terraza del bar de Stavrula y Spiros. Ya os hablé de ello.

Diamandís llega al εστιατόριο, estiatorio, restaurante, a primera hora de la mañana y, después de visitar una de las pescaderías del pueblo con barcos propios, regresa al Toyota con un puñado de gavros frescos que han desembarcado en el puerto de madrugada, pescados esa misma noche. Allí recogerá además un recipiente que trae de casa con restos de buena comida. No es que Spiros no alimente bien a los gatos, comen todo lo que quieren y más, pero el detalle diario de Diamandís es tan tierno que bien merece ese título que le colgué de "el amigo de los animales".

En la caja del pickup tiene al perro, que ya conocéis de otra fotografía anterior. Le sigue con el rabo levantado la gata de Spiros, que esperaba por él desde las primeras luces, echada en compañía de los gatines en un jardinillo a la izquierda de la foto, protegiéndose ya de los primeros rayos del sol bajo la sombra de una palmera.

Creo que en otro de los capítulos que dediqué a Lisi y Diamandís ya puse, amén de a Psarandonis, a Mitropanos, un cantante de laiká  (la música civil, digamos) muy querido por los griegos, que murió el pasado año. Sin duda de los cantantes desaparecidos los dos últimos años ha sido el más llorado.

Estoy pensando en Rasoúlis, Papázoglou o Domna Samiou, por ejemplo. A los tres los recordaron durante un tiempo, poniendo sus canciones en la Radio Nacional griega, pero no hay día desde que murió Mitropanos que no pinchen más de uno de sus potentes zebékikos, y ya pasaron meses.

Stratos Dionisiou. Yo el extranjero.   Egó o xenos.


Diamandís  y la gata en la taberna de  Stavrula
Grecia, 2012

Los dos puntos precedentes eran para explicar la elección musical de hoy. Dionisiou es un cantante de similar estilo a Mitropanos, bastante frecuente por otra parte. Son voces de calidad, muy varoniles, graves y poderosas, de la misma escuela que la del gran Kazantzidis, el prototipo por excelencia, y el intérprete del otro tema de hoy. O como la de Angelópoulos, Gavalás y tantos otros.
Aunque ni el estilo ni el repertorio son los más frecuentados por mí, los griegos y en especial el género masculino, los paisanos, se identifican bastante con ellos y yo los entiendo y copulo de cuando en cuando.

Un paisano en el mejor sentido de la palabra es el bueno de Diamandís, pero no sé si estos cantantes están entre sus preferidos, espero no errar demasiado.
En la segunda imagen vemos ya el lugar donde alimentaba a los gatos. Tengo también fotografías de los gatines comiendo los gavros, pero como no paraban un momento salieron todas movidas.

Una vez cumplida su buena obra de la mañana, llegaba la hora de sentarse a tomar el primer café, un helinikó o un frappé, dependiendo de la potencia del sol del día.
Ya parte de la parea tomaba el suyo, por lo general los barbas, los abuelos más viejos, que duermen menos y madrugan más que el resto. Y poco a poco se iban incorporando nuevos contertulios, sentados en las mesas de la terraza con el café y el vaso de agua fría al lado, todas las sillas vueltas mirando al mar.


La gata, con tres rabos, comiendo gavros
Limani Petrión, verano 2012

Y, tras el helinikó, a fumar unos cigarros en falso, chupando esas pipas de agua que echan humo cuando se aspira. Diamantís está intentando dejar el tabaco, pero le cuesta dios y ayuda.

Aún tengo pensado un cuarto capítulo de Gatines con la segunda familia de felinos, de la que subí una foto hace unos días. Es que tengo una del padre y otras dos muy tiernas de la madre con las crías que le prestarán a los gatófilos, César y Txell entre ellos.

Y por fin otra vez un saludo para Lisi, Diamandís, Stavrula, Spiros y familia, y a los conocidos. Y salud a todos.

Στέλιος Καζαντζιδις. Stelios Kazantzidis. Dos patrias.   Δύο πατρίδες.

Ramiro

domingo, 20 de enero de 2013

Γαύρος, Anchoas


Mezé, tapa con tsípouro
Grecia, agosto 2012

Γαύρος


Los gavros, las anchoas son de los pecados más consumidos en Grecia junto con las sardeles, las sardinas. Son buenas las anchoas griegas, tienen una carne más consistente que las que comemos en la parte occidental del Mediterráneo. Al menos esa es mi impresión.

Siempre recuerdo lo que escribió Josep Plá sobre las anchoas que se comían en el Empordà, y todavía este verano vimos en L' Escala una placa que recordaba su amistad con un popular cocinero del pueblo.
También nosotros las hemos comido, catalanas y en Cataluña. Las que más nos gustan son las que meten enteras en salmuera, al estilo clásico de la semiconserva de anchoa típica, enlatada o embotada una vez limpia, por supuesto.

Spiros preparaba así sardinas ya crecidas, como de unos 14-15 centímetros. Las metía enteras en un bidón de plástico lleno de sal marina gruesa, por capas, y las tenía allí tres o cuatro meses, tapadas con un plástico que destapaba de vez en cuando para airear y echarles un vistazo.

Al cabo las sacaba, les quitaba la cabeza y la tripa, separaba los dos lomos, que lavaba y ponía en un baño de aceite de oliva. El bocado de la conserva resultante era grueso, carnoso, de parecida calidad gustativa a la de las mejores anchoas de aquí, pero con la posibilidad de morder, de hincar el diente, de llenar la boca y saciar las papilas con ese sabor fresco, intenso y salado, que en nuestras pequeñas anchoas se queda en un pedete de monja, por así dicir, delicado y tímido.

No discuto la calidad de la anchoa española, francesa o italiana, ni la finura de la del Cantábrico, la de Santoña entre otras, ésa es su principal virtud. Si dije que me parecían más consistentes las griegas es porque todas ellas las he comido y preparado, fritas, con cebolla, al horno y como bocartes, con vinagre, ajo, etc. De esta forma es quizás como más resalta esa superior consistencia de la carne.

Como son peces que compartimos en todo el sur de Europa, todos tenemos distintos modos, muy semejantes entre si, de prepararlas en la cocina, incluidos los aliños.

En Grecia es una de las mecés típicas que acompañan un ouzo, uso, un tsípuro o un tsikudiá, como ya sabéis los tres destilados de uva más bebidos y conocidos del país, del estilo de nuestros aguardientes blancos. Allí es común beberlos con una piedra de hielo, junto con un vaso de agua fría, como se muestra en la primera imagen, que ayuda a suavizar el trago, incluso mezclados con agua, sobre todo el uso, como los turcos el rakí y los franceses el pastís, adquiriendo entonces ese aspecto lechoso tan característico de los anisados.


La gata de Spiros dando cuenta de los gavros de Diamandís
Ayii Apostoloi. Eubea, Grecia, verano 2012

Pensaba que tenía más fotos de gavros, pero después, al repasarlas, vi que las que creía anchoas eran sardinas pequeñas.
Pero volví a recordar a Diamandís, el amigo de los animales, incluidos nosotros, que todas las mañanas llegaba al bar de Spiros con algunas sobras escogidas de casa y se acercaba a la pescadería para echarle también a la gata y a los gatines algo de pescado fresco, el que hubieran traído esa madrugada los pescadores, con frecuencia gavros.

Por eso, viendo que lo que sí tengo es una secuencia de ese pequeño detalle diario del bueno de Diamandís, he pensado dedicarle un segundo capítulo a las anchoas, pero sólo como disculpa para volver a nuestro querido amigo, porque poco más tengo que añadir de los Γαύρος.

Una última cosa, sin embargo. El Panatinaikós es el equipo de la capital, como aquí el Real Madrid. El otro es una especie de Atlético y es el equipo de El Pireo. Allí cerca del puerto tiene su estadio. Hoy es la tercera ciudad de Grecia después de Tesalónica. Aunque esté pegado a Atenas y sea su puerto histórico, siempre se consideró más popular y alejado de lo capitalino. A los seguidores rojillos del famoso Olympiakós se les llama gavros. Será por lo mismo que a los de Gijón les llamamos en la Asturias interior los del culo moyao.  

Mientras vuelvo con Diamandís, saludos a Lisi, a él, a Stavrula y a Spiros, y salud y buen apetito para todos.

Sotiría Belou.  San aplokliros giriso...


Barbarómiros

viernes, 18 de enero de 2013

La curruca versicolor dando pie


La  Versicolor  espurriendo les patuques tras el cocido maragato.
Castrillo de los Polvazares, León 2012.

Muy poco a poco voy ganando terreno en las programaciones, y si la salud y  los problemas técnicos se mantuvieran en este punto, creo que en febrero podría empezar a sentirme menos agobiado por las cuatro o cinco entradas semanales que tenía pensado ir entregando este año.
En la medida en que adelanto un poco el trabajo y no necesito estar pendiente de que tengo que escribir, me encuentro más relajado y me enfrento a lo que siga con otro aire y optimismo, y eso se nota en el resultado final. Y la falta de tiempo es algo que nos condiciona a todos.

Digo también todo esto como una forma de agradecimiento a las currucas, cuyo recuerdo suelo tener muy fresco y de las que no me cuesta casi nada hablar. Además, la cosa biográfica es aquí ligera y de fácil composición, ya que mucho de lo que cuento de ellas o es inventado o está tan disfrazado que no lo reconoce ni la madre que lo parió.
Así puedo improvisar con media docena de datos y cuatro claves personales, la mayoría de uso general que todo el mundo entiende y alguna otra más críptica entre colegas, inocentes antes que malignas.

El Estornino versicolor es el pájaro pardo al que más veo en estos tiempos, a lo largo del pasado año una docena de veces por lo menos, en general fines de semana. Pero también en otros eventos, felices unos, definitivamente tristes otros.
Hemos desayunado, comido y cenado juntos, cocinando él, yo o a medias. Viajamos a León por los Dolores de poesía en los bares donde alternamos con el Mirlo rubio, sin registro podológico del encuentro, y pasamos un fin de semana de la capital a la Maragatería, entre cocidos, no entrecocidos como el sabadiego, que beber bebimos lo justo y necesario. Allí nos entrevistamos también con la Curruca centenalis.

Aquí tuvimos ocasión de compartir manteles con el Esguilatorres juliensis, al que sigo viendo regularmente, aunque perdí la oportunidad de fotografiar sus pinreles reunidos bajo la mesa, ¡me falla la máquina y no acabo de enviarla al técnico! Al ténico, diría el estornino.

El trompetero versicolor es el otro soplador de la cuadrilla curruquil, con el saxofonero blasensis, éste del Arcediano, el que forma con el centenalis el  Dúo los del Huerto.
Pese a que la Escuela de Música de Llanera, en Asturias, no ha podido seguir con los cursos de trompeta y otros, con el chasco correspondiente para profesores y alumnos, por desidia y falta de voluntad política de los responsables municipales, el estornino acude regularmente a ensayar por libre a una nave industrial, en horas de cierre, con sus compadres del grupo de yazz y salsa, ¡eso es afición y mérito!

Los Guajiros del Caribe. La Corredoria Arena 2012. A la trompeta, David Gómez. 
Nací moreno, trumpet extasis.

  
El  Estornino  Caesarensis  a la pata suelta
Oviedo, 1 de enero 2013

El anterior es un concierto al que asistí acompañando al caesarensis, en el que tocó y cantó también con el grupo de jazz, donde además pude ver actuando en directo a dos amigas, puro entusiasmo, Cachito en el de jazz a la travesera y Dulce al saxo y la voz en los dos grupos.
La grabación, que agradecemos, es otra vez una gentileza de Admiradora 33jc, de quien me dio referencias el batería del grupo y cuyos vídeos aproveché en los capítulos dedicados a la Escuela de Llanera.

La segunda imagen del pinrel es de nuestro último encuentro. Pasamos juntos la noche de fin de año y el estornino fue el cocinero esta vez.
Si bien lleva años viviendo con los del culo moyao de Xixón, había traído de León una cecina de chivo en adobo que coció con horas por delante y que acompañó de unos chorizos, también de chivo, y unas patatas. Es un plato típico de la cocina popular leonesa que yo no recordaba, aunque mi madre dice que ella también lo hacía en casa cuando éramos pequeños, porque era un plato habitual del Bierzo, al que podía acompañar amén de las patacas el repollo, como en el caso del botillo.

Pese a la dureza de la cecina de chivo, la carne estaba tiernina como la espuma, con un montón de gelatina que quedó en la pota y con la que hicimos sopa de fideos tres día seguidos.
Nos contaba la canora cómo un pocillo de este caldo era una tapa común en muchos bares de León capital. Allí nos conocimos y allí convivimos tres años, y sin embargo tampoco recordaba por esa vía este plato tan contundente del invierno leonino. ¡No hay quién entienda la memoria!

Tendré ocasión de hablar con frecuencia de esta curruca porque seguimos en estrecho contacto, ¡bueno, tampoco así de estrecho, caramba!...
Y me voy con otro de los temas de, para mí, aquel memorable concierto.

Muchos besos a todos, currucas y animalicos en general

Los Guajiros del Caribe. La Corredoria Arena 2012.  Mambo influenciado.

Cannavina Carduélis, pardilla común, rebétissa, psilicosa.


P.D. Recordando la Cabrera de Nuno:

http://nunogarciaaparicio.blogspot.com.es/?view=classic


¡Salud!


miércoles, 16 de enero de 2013

Gatines -3


El padre de Misko, Tusko y Jorgito


Leopoldo


Mi abuela tenía un gato que se llamaba Leopoldo. Lo del nombre debió ser otra de sus fantasías, eran trucos para impresionar a los niños, a los que nos tenía siempre sobre ascuas con su imaginación chispeante. Decía que el gato era austriaco, que había sido el regalo de un ingeniero alemán que estuvo una temporada en el pueblo instalando algún tipo de maquinaria en la mina donde trabajaba mi abuelo. San Leopoldo parece que era el patrono de Austria.

Fuera o no austriaco, lo cierto es que el gato no se parecía a ninguno de los del pueblo. Los había de todos los colores comunes a la familia felina: blancos, negros, a rayas, rojizos, canela, anaranjados, tostados, marrones, más o menos amarillos..., con las variantes y combinaciones derivadas de los múltiples cruces entre ellos.

Poldo, a quien, celoso de su sonoro nombre, no le gustaba que usáramos esa abreviatura y no atendía cuando lo llamábamos así, era blanco integral, pero con unas formas, unas características morfológicas que no se correspondían con los prototipos dominantes. Los gatos orientales apenas eran conocidos entonces aquí, y menos en los pueblos, sus ojos rasgados, su cara ancha, son muy diferentes a la cara redonda y pequeña y los ojos grandes de las razas autóctonas.

Y el tamaño de Leopoldo tampoco era el habitual, pues era un señor gatazo, demasiado grande para entrar por las gateras que se practicaban entonces en las puertas de las casas para que los mininos pudieran entrar y salir libremente, un privilegio exclusivo suyo, que no necesitaban ni llave para abandonar o acceder a las viviendas, como sus dueños humanos.  

Pero el carácter era lo que más lo distanciaba del resto de gatos que habíamos conocido en nuestras todavía cortas vidas de críos.
Estábamos acostumbrados a gatos que maullaban, que andaban enredándose en las piernas de los miembros de la familia, siempre cercanos y mimosos, bonachones hasta dormirse en el regazo más cálido, como niños, echados sobre un cojín o una silla o, por el contrario, esquivos y desconfiados, huraños e incapaces de hacer o recibir una caricia, nerviosos y hasta agresivos.


La otra preciosa familia gatuna de Ayii Apostoloi
Eubea, Grecia, verano 2012

A Leopoldo nunca lo oímos miagar, era un Félix estoico que no abría la boca salvo para comer y relamerse. Se echaba siempre lejos de la gente, no frecuentaba a otros ejemplares de su especie, solitario y serio, más rondador que casero, despreció la estrecha gatera desde pequeño y sólo entraba en casa por la puerta, como un señor. Y lo hacía levantando el rabo de bandera, como si se dispusiera a tomar posesión de la alcoba más importante de su palacio. Tenía algo de aristocrático, aunque no era sibarita y comía de todo.

Pacífico y tranquilo en general, incluso dormilón, nunca lo vimos darle la espalda, escapando, a un perro que se acercara amenazador. Se ponía de pie despacio, abría la boca enseñando la afilada dentadura sin emitir un sonido, encarando al chucho, y erizaba el pelo de una manera extraordinaria, que no he vuelto a ver en otro gato, ni siquiera los de pelo más largo que el suyo. Parecía doblar su tamaño, ¡y la cara daba miedo!. Ni los perros grandes se atrevían a acercársele más de un metro. Cuando se iban volvía otra vez a su modorra habitual, tan tranquilo.

Sin embargo estaba podre de mataduras y cicatrices. Y es que también debía de ser un don Juan, el tío. Muchas noches, especialmente las de luna, desaparecía del corredor donde solía dormir y lo veíamos por la mañana agotado y lleno de rasguños, cortaduras y arañazos.
Mi abuela decía que era un pendenciero y andaba a gatas pardas, peleándose con otros atorrantes del pueblo, aunque nosotros no debíamos de entender muy bien aquello. Pero, por su tamaño y porque era el gato de la abuela, nos gustaba pensar que seguro que también salía airoso de aquellas broncas y lances amorosos nocturnos con los de su especie.

Debió tener muchos hijos, como el santo austriaco homónimo, porque en poco tiempo aumentó significativamente el número de gatos en el pueblo, más o menos blancos y con los ojos rasgados.


Atenas, julio 2012

Mi abuela nunca nos desveló la procedencia real de Poldo y, cuando siendo ya mayores le preguntábamos por el austriaco, contestaba que no lo recordaba muy bien, que había tenido muchos gatos y de varias nacionalidades, pero que un ingeniero alemán sí había estado una temporada en el pueblo y se había hospedado en su casa, que pertenecía a la empresa minera donde mi abuelo trabajaba. Y luego esbozaba una sonrisa pícara y sabia. Nosotros rabiábamos. ¡Genio y figura!

Ramiro Rodríguez Prada


John Boutté & The Yockamo All Stars.  Mardi Gras Mambo.


Salud y buen día.

martes, 15 de enero de 2013

Gatines -2


Jorge  y su mirada de aguamarina

Jorge

A Jorge podemos considerarlo el mediano de los tres hermanos, por carácter está entre el melancólico Misko y el hiperactivo Tusko, y por tamaño también ocupa el centro, aunque apuesto a que entre uno y otro no hay más de 30 gramos de diferencia. Distinguirlos cuando andan enredados es tarea de especialista. De hecho los nombres se los puse yo para poder diferenciarlos.
Me guío por otros pequeños detalles, los ojos de Misko son de un azul más intenso, Tusko luce una pequeña mancha negra en la cabeza, detrás de la oreja, que heredó de su madre, Jorge una peca en la mejilla...

Jorgito tiene sus  momentos contemplativos y sus ratos, la mayoría, de marcha desenfrenada en compañía, detrás o delante de sus hermanos, en particular de Tusko. Las persecuciones, marrullerías, revolcones y pillerías, son continuas. Tienen unas uñas y unos dientes pequeñines que afeitan, afilados como puntas de un cristal, no muerden ni arañan en serio, pero ya ensayan sus pinitos de felinos.

Todos ellos curiosos y siempre abiertos a la novedad y al asombro, como los niños que son en realidad.
Cuando cansan de jugar y correr, andan a la caza de cucarachas, arañas, hormigas, moscones que se posan en las flores de las jardineras..., y en este terreno Jorge es el más aventurado y concienzudo, no deja rincón sin explorar, ya que no es tímido como Misko ni tan alocado como Tusko.

Sólo el momento de la comida los reúne a los tres. Cada uno tiene o se ha ganado su pezón favorito en los senos de su madre, que los amamanta varias veces al día y no les quita ojo de encima mientras corretean por los aledaños de la terraza de la taberna.

Ta Zouzounia.  To gataki.


Jorge  y  Tusko  tras la batalla

Tusko

Tusko es el gallu la quintana, como es el fuerte abusa un poco, sin embargo es debido más al tamaño que a su maldad, lo que pasa es que parece un torollón cuando se echa sobre sus hermanos a lo loco. Pero después es un gatín feliz al que, cuando no tiene a quien perseguir, le dan arrebatos de alegría y salta en el aire como un atleta, no se sabe si para atrapar alguna mosca o por puro juego y disfrute repentino.

Es un tarambana, desde luego, por eso es también el que se mete en los mayores fregaos, pero no tanto porque suela ir el primero como porque va ciego y sin cálculo, a diferencia de sus compinches, algo más tenidos.
Tal vez sea el más parecido a su padre, un gato blanco de buen tamaño que andaba también de paseo por la playa, un poco modorro siempre, nada que ver con la gata, su pareja, lista, pequeña, pero una fiera.

Jorge inspecciona  el interior de un caldero, alzado de patas apoyándose en el borde, mientras Misko lo observa de cerca olisqueando, sin decidirse a mirar todavía por el borde del cubo. Pero llega corriendo Tusko, apartando a todo el mundo y, con el mismo impulso, se asoma al caldero ¡y cae dentro de cabeza!. Como el cubo es muy estrecho y tiene algunas cosas dentro se queda allí clavado con les patuques arriba, moviéndolas sin poder salir, mientras los hermanos miran a Spiros, que tiene que levantarse e intervenir para sacar al alocado pilluelo del atolladero.

En otra ocasión quedará atrapado en una nasa para langostas por fisgar más allá de lo razonable, se liará en las redes tratando de cazar el dedo gordo del pie de Spiros, o de saltar por sorpresa sobre alguno de los otros peines, al otro lado de la malla.

Letra, Yiannis Tsatsópoulos; Música, Socratis Málamas.
Voz, Melina Kaná.  Na valo ta metajota.
 

Tusko  estudiando el pulgar de  Spiros
Ayi Apostoi, agosto 2012

Hablé del padre de los gatines y creo que hay también una foto de él, estaría bien traerlo aquí para que conozcáis al completo lo que queda de esa banda familiar, pues no sé el destino de los otros dos gatines. Esto me obligaría a un tercer capítulo.
Lo pensaré porque tengo alguna imagen de otra familia de gatos del pueblo, de colores menos llamativos que este blanco algodón, pero preciosa también, y a la que no pude fotografiar a mis anchas como a ésta. Los gatines tienen la misma ternura de cualquier chiquillo en el regazo de su madre, sean del color que sean.

En principio pensaba inventarme alguna historia para rellenar estos huecos, pero viendo las fotos de los protagonistas me decidí por describirlos tal cual, sin fabular, porque más que grandes aventuras lo que nos procuraron durante un mes, a Spiros, a mí y a todos los paisanos de la parea del bar, o a los niños que pasaban delante del restaurante, fue una diversión inocente y continua, sonrisas complacientes de los abueletes, como en presencia de sus propios nietos, la mayor fuente de alegría para ellos.

Γιώργος  Ζαμπέτας.  Η γατα.  La gata.

Υγεία, Salud! 

Barbarómiros