domingo, 11 de diciembre de 2011

Murias -2


Morales del Arcediano
Astorga 2011

Los dos tipos de muro más frecuentes son el de piedra seca sin mortero, asentada por el corte en los casos en que se da algún tipo de trabajo de cantería, más cerca de las casas como es el caso, con la adicción de rellenos de piedra de calibres inferiores para los huecos, y el de mortero de barro, como en dos de los ejemplos de ayer o la coronación de esta muria, quizás un añadido de conservación, con esa arcilla donde se pueden desarrollar líquenes y algunas especies resistentes como los musgos y sedos.

El primer modelo es más austero y elegante, el segundo colorista y sugestivo. 

Pocas veces hablo de pueblos concretos, pero Morales es una excepción.

Hace..., ¡un cuarto de siglo largo!, Morales tenía la torre de la iglesia inclinada como la de Pisa (morena, pisa con garbo...). Pero no había dinero para mantenerla en pie, después lo consiguieron y ahí sigue tan lozana y hermosa. No gracias a mí, desde luego. Que nadie me malinterprete, yo no quería tampoco su demolición.
Entonces escribí sobre ello en la inefable prensa local, propiedad del señor obiésporo, porque desde la adolescencia me he sentido tan cercano al pueblo que si tuviera que aceptar dos cunas como asumo dos nacionalidades, Grecia y España, Morales estaría a la par que el mío.

Morales, noviembre 2011

Fue la curruca Blasensis, con la que estudiaba en Astorga, la que me llevó al pueblo y a su casa. Durante algunos años disfrutamos las fiestas de los dos pueblos porque el Verderón Blasensis venía al mío cuando tocaba.
De los 15 a los 18, primero en bicicleta y después en un citroën, sin carnet, muchos sábados por la noche nos presentábamos en el salón de Morales, o en casa del Verderón si éramos pocos, porque llegamos a subir seis o siete en aquel futingo. ¡No sé cómo no nos matamos por esas carreteras!
Lo cierto es que fuimos responsables, y bebíamos muy poco, a razón.

Éste "a razón", es un añadido que vale para todo. ¿A razón de qué? ¿De lo que bebemos ahora, de lo que podríamos haber bebido?¿De lo que fumábamos o fumamos, de la hora que era, de lo corta que es la vida?¿O a razón de la edad y del peso que teníamos, por ejemplo?
Todo ello y algo más seguramente. Entre nosotros es casi un guiño ligüístico que no es preciso traducir ya.

Con el tiempo, después de conocer y frecuentar también a otra curruca, la Centenalis, sus amigos y los míos llegaron a formar una pequeña basca. Piña que ha perdurado, altibajos incluídos.

No es Morales de los pueblos ricos de Maragatería, tiene buena huerta, algo de viña, y más secano. Y tuvo varios molinos. El propio Centenalis busca una solución para uno de ellos, bien conservado pero que necesitaría una inversión importante o la asunción de responsabilidades por parte del Patrimonio etnográfico, o de quién corresponda.
¡Estamos aviados si esperamos algún tipo de ayuda en estos tiempos de desprecio a la cultura!, que yo recuerde en crisis hemos estado siempre. ¿Os ocordáis del título de aquel disco de Supertram,
Crisis, what crisis?, pues eso. (Había puesto Status Quo, me corrigió la curruca Blasensis). Es importante tenernos en un puño, acojonarnos, lo que no niega el socabón.

Casa de piedra en Morales
Otoño 2011

¿No es una feliz coincidencia que el Centenalis vaya a heredar un molino de cereales?

La de la foto no es una muria, ya se ve, es la continuación de la anterior. La casa ya está restaurada, pero puede hacerse uno la idea de cómo es el pueblo. Porque es un esquema típico, no sólo de Morales, sino de toda Maragatería.
Sólo faltaría aquí el portalón del carro, pues muchos de los maragatos eran arrieros, dedicados al transporte de mercancías entre Galicia y la meseta, antes del ferrocarril. Y el que no era arriero necesitaba también el carro para el trabajo en el campo.

El interés y el curro de los vecinos, y algunos albañiles, por supuesto, no sólo han mantenido al pueblo intachable, incluída la torre, lo han mejorado sin incurrir en el pastiche de una restauración artificial, falsa, la recreación de lo rústico en su propio nicho. Piedra les sobra y el trabajo animoso en el tiempo libre hace el resto.
¡Son pocos, pero muy finos!.

Me interesaba sobre todo el suelo empedrado de pequeños cantos rodados y los asientos de piedra, comunes en las entradas de las casas maragatas. Ése suelo cubre la totalidad de la calle en muchos casos y en varios pueblos todas ellas.

El reposo
Morales 2011

Las solanas protegidas y rinconeras abrigadas como ésta son habituales, provistas de asientos de piedra, bloques masivos de arenisca o pizarra como vemos aquí.

Es un lugar de descanso pero, sobre todo, de reunión. En las noches de verano los vecinos salían al fresco. Allí cenaban sopas de ajo, con cuchara de madera en un puchero de barro, y hacían tertulia hasta bien entrada la noche, mientras las mujeres, con sus husos y ruecas, filaban, hilaban.
Era la version veraniega del filandón invernal alrededor de la lumbre del hogar, del fogar. La rueca desapareció completamente y la costumbre de salir al fresco lo hará en breve. Muere, por la televisión y las prisas, con los pueblos.

No está de más recordar que la costumbre de las hilaturas sobrepasaba lo meramente artesanal, para las necesidades familiares, y constituía una fuente de riqueza más. Los tejidos e hilaturas han sido, y siguen siendo, una de las actividades tradicionales de los maragatos, con la proliferación, desde hace siglos, de telares familiares o pequeñas y medianas industrias transformadoras de la lana, el material de elección aquí, también territorio mesteño con muchos rebaños de ovejas.

Mantas, manteos, mantones, mantillas. Y murias. Maragatería.

Para completar un poco esas dos fotos de la casa pondré una más, de la puerta, saliéndome del guión que me había marcado.


Aldaba en una puerta maragata
Morales del Arcediano 2011

De paso aligeramos la vista con una imagen diferente, hierro y madera, para descansar de la pidra y de los muros. De todos modos cerraremos con uno.

Salud y puertas abiertas.

Barbarómiros.

P.D. Pink Floyd. The wall.


Besos.