jueves, 27 de septiembre de 2012

Ombres a Albons


El balancí. Albons, juliol 2012.

El columpio de Yan


Yan se sentó en el columpio y arrancó. Metió primera, segunda, tercera y redujo otra vez hasta dejar el balancín en punto muerto cuando se acercaba a la señal de stop.  Paró, miró a un lado, miró al otro y como no venía nadie echó a andar de nuevo. Segunda, tercera, cuarta...
El columpio no tenía quinta y como a ella le gustaban los cambios de ritmo y dirección redujo a tercera, hizo un giro ya en segunda y regresó sin meter primera por el mismo camino por donde venía, mirando el paisaje.

Es un balancín ventilado, todo aire y luz, estupendo para los días de verano. Mejor que un descapotable. Tiene un asiento artesanal de madera un poco duro pero resistente, tiene unos agarraderos de cuerda muy buenos para sujetarse en las curvas y en los derrapajes.
No necesita parachoques ni carburador y el claxon es de los clásicos, un ¡pipíii! o un ¡popóoo!, según como coloque los morros el conductor.

Todo son ventajas en este columpio. Gasolina no consume, tampoco gasta ruedas aunque no levita. ¡Pero casi vuela!.

 
Ramiro


El guitarrista Juan Dallaserra toca 'El Columpio' de Francisco Tárrega (Villarreal, Castellón, 21 de noviembre de 1852 - Barcelona, 15 de diciembre de 1909)
 
 
 

La cadireta. Albons, Empordá, juliol 2012.

La silla de Yin


Yin se sentó en la silla  a descansar. Estaba muerta. Todo el día de acá para allá en un trajín continuo. Se lo tenía merecido. Y la tarde era preciosa, el sol doraba las losetas del porche y las golondrinas se posaban en los cables a parlotear como cotorras acicalándose las plumas de la pechera y rascándose las sobaqueras.
Le entró un sopor dulce y reclinó la silla. Era de madera, un poco dura, pero resistente y sobre todo ventilada. Le gustaban las sillas ventiladas donde no se pegase el culo y las piernas con el sudor de una estancia prolongada.

Es mi asiento preferido. Especialmente después de haber trabajado un poco en el jardín. Me encanta sentarme a leer, apoyar la nuca en el respaldo después de algunas páginas, cerrar los ojos e imaginar que soy la heroína de la que me habla el libro. Adormecerme. Planear como una golondrina.
La silla parece absorber mi cansancio y mal humor. Cuando la dejo y más tarde me vuelvo a sentar, toda esa fatiga que he dejado en ella ha desaparecido ya. Me recibe siempre limpia y cálida, y me abraza.

Sumida en sueños amables despego del suelo sentada en la silla. Muevo las piernas que cuelgan en el aire, para avanzar, ¡como si estuviera en un balancín y volara!.

 
Ramiro
 
 
Nat King Cole. La Golondrina (제비)



La taula. Albons, Girona, juliol 2012.
 
La mesa

Primero llegó Ana y puso una bolsa de la compra sobre la mesa, arrimada a una pared lateral del porche. Sacó la llave del bolso y abrió la puerta de casa. Más tarde llegó Fidel, después de cerrar el cuatrolatas, cargando el resto de la compra. La posó en la mesa aliviando peso unos instantes.
Carne, pescado, quesos, algún embutido. Unas botellas de vino. Y verduras. Asomaban fuera de la bolsa los tallos largos de los puerros. Uno de estos días haremos purrusalda, pensó el navarro.  Mañana venían unos amigos.

Ana ya lo tenía todo a punto. Era domingo, una paella para recibirlos era lo mejor. Hacía un día precioso. La comerían abajo en el porche, de ese modo podría cocinarla en el fuego de la barbacoa, quedaría más sabrosa.
La mesa era grande, de madera dura, y resistente a la intemperie, muy sólida. Y sobre todo cómoda, permitía sentarse en torno a ella a diez personas con holgura y estirar o cruzar las piernas cuando se comía, porque era alta y diáfana, sin maderos con los que tropezar con las rodillas.

Casi simultáneamente, pero sin saberlo, pensaron en la funcionalidad y bondades de aquella mesa cuando ponían los platos y cubiertos. El arroz en su punto, los amigos llegarían volando...

Ramiro

Les forces es refan entorn la taula. Las fuerzas se recuperan en torno a la mesa.
 


P.D. Naturalmente las pequeñas historias de hoy son una excusa para recordar con cariño a nuestros amigos, Yin, Yan, Ana y Fidel, a quienes están dedicadas y con los que pasamos unos días maravillosos, recibiendo sus atenciones y generosidad, paseando, charlando, riendo, comiendo y bebiendo con la moderación que a todos nos caracteriza (ríete, Fidel!), en lo último excepción hecha del que suscribe.

¡Salut, muchos petons i bona nit a todos!
 
ra