miércoles, 9 de noviembre de 2011

El picogordo


Arce americano
Oviedo, octubre 2011

El Picogordo, Coccothraustes coccothraustes subsp. Ortizensis arruabarrenaensis, conocido popularmente por el Fernandino, porque le puso un pin al VII, el Deseado, cuando de guaje, por los jardines de Aranjuez, le disparó un trabucazo a una bandada que frecuentaba la alameda. El Fernardino se lanzó en picado y le taladró la oreya al Borbón, mejor apodado, Felón.
Desde entonces no se lleva con los monárquicos, pese a ser el ave preferida por la aristocracia cuando veraneaba en San Sebastián. Aunque el Arruabarrenensis está más cerca de las encartaciones que del corazón donostiarra. Lo que no le impide disfrutar los frutos del Bidasoa y de don Pío.

Le gusta anidar en bosques de frondosas, en grandes árboles viejos, pero el ejemplar que traemos hoy no hace ascos a un buen parque, si bien siempre en las ramas más altas. Es su vocación.

Pájaro de mayor talla que la media que tomamos por norma, la del gurrión. Más recio y compacto, con una cabeza fuerte, un cuellaco de pegador y un collarín blanco a modo de alzacuellos que le da cierto aspecto de senador decimonónico. Sin embargo no usa monóculo. Sólo un pequeño antifaz de clandestino.
Tiene la cola corta, la de atrás, pero un pico poderoso y duro que en nada envidia al Cascanueces.
Es de color pardo, como cualquier curruca de las nuestras, y canela, con plumas negriazules en la cola y en las alas. En éstas, además, sendas líneas blancas que al volar y juntarse parecen una media luna plateada. El Fernandino es algo soñador y poeta, se nota en detalles como ése.

Cuando se junta con el Esguilatorres, que luce pintas blancas centelleantes sobre las alas negras, y se ponen a revolotear, parecen dos bailarinas de cancán ensayando un número, vestidas con trajes futuristas de astronautas. En el Moulin Rouge de Ventanielles o en el Cabaret de la Lila.

Por lo demás, aunque ensayan en público, bailan poco juntos porque el Picogordo es canora solitaria.
Pero no tiene buena voz para el canto, poco elaborado, pese a su poderío y a su profunda gravedad, excelente sin embargo para calmar a los cardiópatas, que se serenan cuando escuchan surgir de su pico entreabierto un  OOOMMMmmm  tibetano de bajísima frecuencia que restaura los circuitos infartados, antes de que opere el bisturí.

Su pico es un portento del diseño natural. Con un sistema complejo de cuchillas internas y una musculatura potente al caso abre un hueso de cereza en 5 segundos, una semilla de cáñamo en 4 y una pipa de girasol en 3 (el nuestro lo hace en 1 y 0,5 segundos, el cáñamo lo fuma).
No es un charlatán pero es notable conversador porque, a diferencia de muchas canoras ibéricas, sabe escuchar.

Engaña el Picogordo ortizensis con ese aspecto manso, no obstante sería un error grave juzgarlo por las apariencias como plumado sin sangre. La concentra toda en el corazón por simpatía con el diablo cardioilógiko.
En realidad se trata de otra fiera currupia armada con un pico al que sólo le falta la pala para enterrar al pedorro que se atreva a perturbar, o siquiera amenazar, su natural pacífico.

En cierta ocasión redujo a picotazos a dos buitres leonaos que amedrentaban a la clientela de un fumadero de semillas de cannabis, entre la que se encontraban Pappanattas, Palurdas, Pardillos, Picabrotos y Patos de todo tipo, además de las currucas pardas habituales, fauna toda nocherniega pero cachonda.
Al que iba más de, iba a decir gallito, de buitrito, le enganchó la cabeza de lao -no sé cómo le cabía en el pico- y se la partió como un hueso de aceituna. Sonó como si hubieran aplastado una sandía, pero más a madera.

En fin, crianças, no os fiéis de su apariencia bonachona cuando andéis con la de perdigón, porque no se sabe qué esconde detrás de ese ojo clínico que asemeja una lente fija, auscultando serena y fríamente tanto al ave-cedario como al avecrem de la crem.
Al margen de pájaros de cuenta, de mal agüero, carroñeras y demás malevaje avícola, a los que suele aplicar alrededor del ano un engüento de brujas a base de Datura, por lo que los amigos de vuelo lo apodamos Stramonium, a parte de esas, digo, para el resto de las canoras es protector y benéfico.

Tímido el Fernandino es, no obstante, en la dulce armonía Coral de los Oficios éter óxidos, con los compadres, pájaro afable y cariñosón como pocos.

Tampoco es curruca estrictamente pero además de parda ¡tiene un pico que paqué!...

Besos, paxarinos.

Cannabina Carduélis, pardilla común, sbsp. rebétissa psilicossa.