domingo, 19 de mayo de 2013

Η Κρήτη, Creta -14. Sopa y ajedrez


Cerveza  Zorbas.  El personaje de  Kazantzakis  omnipresente. 
Creta  2003.

Η σούπα του Νίκου
La sopa de Nikos


Después de cerrar el chiringuito de las pitas, Nikos nos llevó dando un paseo por la ciudad y fuimos entrando en algunos bares que abrían por la noche hasta la madrugada. Hoy sería incapaz de repetir ese recorrido, no sólo por memoria, por el aguante. En todos ellos iba encontrando colegas que, acabado el trabajo, hacían el recorrido de cada noche, algunos hasta el amanecer.

Pinchamos algo en más de un sitio, bebimos tsikudiá y anduvimos muchísimo, hasta agotar a los guajes y agotarnos nosotros. Nikos acabó cargando con el pequeño parte del camino del vuelta. Llegamos a la plaza de la catedral a las tres de la mañana, a las cinco y media había que levantarse.
Él tenía tres hijos y sólo llevaba cinco años casado. Vivía en Janiá de pensión, su familia seguía en el pueblo.

Pero antes de volver hicimos quizá la visita más interesante de esa verbena. Hacia las dos de la mañana nos llevó a un bar donde daban sopa caliente a los frioleros y destemplados. Ya estábamos a mediados de octubre y empezaba a refrescar, y sobre todo la humedad de la noche hacía que se agradeciera una barbaridad aquel caldo. 

No es que los griegos sean muy soperos, ni que la hagan especialmente buena, preferimos las nuestras de cocido por ejemplo, pero era la oportunidad y lo reconfortante que resultaba a esas horas lo que hizo que nos pareciera tan agradable a todos la sopa y la despedida. Los chavales encantados.

Allí compartimos mesa, además, con dos amigas de Nikos, camareras, que volvimos a encontrar al final de esa noche, cuando esperábamos el taxi que nos iba a llevar al aeropuerto, de vuelta a casa. Ellas se iban a la cama, eran las 6 de la mañana.

Ψαρογιωργης.  Να μουν βοσκος

http://www.youtube.com/watch?v=cVOTollT93Q


La tienda del ajedrez

Entre las muchas direcciones de todo tipo que llevaba en la libretina, habíamos sacado una de la guía de Grecia del Trotamundos, de una tienda dedicada totalmente al ajedrez y cuyo dueño era un antiguo campeón, Diamandopulu, un gran maestro griego ya retirado, que la atendía personalmente. Estaba en el nº 51 de la calle Potie, por debajo de la calle del Cuero.

Fuimos dos días al llegar a Janiá. La primera vez estaba cerrada, pero la segunda, una visita muy rápida que hicimos poco antes de salir para Frankokástelo, encontramos a una señora muy amable que nos enseñó la gran exposición de tableros de ajedrez y piezas que era aquella tienda. Había de todos los tipos, materiales y precios.

Le preguntamos por un tablero portátil para llevar a los viajes. Después de un rato de búsqueda nos dijo que ella llevaba muy poco tiempo ocupándose de la tienda y que todavía no sabía muy bien dónde estaban las cosas, que si volvíamos por la tarde seguro que los habría encontrado. La mujer se veía superada y nos pareció muy triste. Quedamos en volver al final de las vacaciones.

Eso hicimos al llegar a Janiá. El primer día volvía a estar cerrada, pero a la mañana siguiente conseguimos por fin comprar un modelo muy pequeñín, de ésos que tienen agujeros en las cuadrículas para fijar las piezas. Trajimos también otros dos tableros más grandes, uno de más tralla y otro en plan artístico.

Pero no sólo fue por el arte por lo que hicimos más compra de la prevista en principio. La mujer nos conmovió. Ya nos llamó la atención que vistiera de negro a pesar de ser tan frecuente en Creta y en Grecia, pero sobre todo su tristeza y la ausencia del hombre.
Acabamos por preguntar por él porque pasamos con la señora más de una hora. Y ahí se echó a llorar como una magdalena.

Entre sollozos nos contó que había muerto hacía unos meses. Ella no tenía ni idea del negocio y no sabía cómo resolver los problemas que se le habían venido encima. En la tienda vendía poquísimo, la pensión de viudedad era muy escasa y entre todo no sacaba ni para pagar la renta del local y los impuestos. Sabía que tenía un capital en material, pero ella desconocía el valor real de muchas piezas porque era un trabajo del que siempre se había encargado su marido.

Y había más que la pérdida de su compañero de toda la vida, era una refugiada de Chipre que abandonó la isla con la ocupación turca y no tenía familia. Algún pariente lejano, no recuerdo si en Australia o Canadá, que ya no conocía.

Unos amigos le habían aconsejado traspasar o vender la tienda, pero lo veía imposible, ¿quién se iba a hacer cargo de un negocio tan especializado y que requería conocimiento y cierto capital, sin demasiadas ventas? Esos amigos estaban tratando de que la municipalidad de Janiá se hicieran cargo del valor de aquella auténtica exposición de maravillas, y por lo menos retrasara el pago de impuestos en tanto no se encontrara una solución humana para la viuda.

Era una mujer dulce y cariñosa, como tantas griegas, con las marcas en la cara de los que saben porque sufrieron. Todo el tiempo fue especialmente amable con los niños, a los que dejó toquetear piezas mientras mirábamos con el alma en un puño y a los que hubo que reprimir en más de una ocasión. Pero ella insistía en que los dejáramos, son buenos rapaces, la verdad, ¡es que entre tanta emoción y objetos preciosos estábamos en vilo!.

No sabemos si resolvió al fin sus problemas, pero nos acordamos muchas veces de ella. 

Loudovikos ton Anogeion. Kalliopi Veta.   Ismene. 

http://www.youtube.com/watch?v=kVSriYKJbRY

Etiqueta de la tienda de recuerdos de Akis.
Janiá.  Creta  2003.

Y dejo la historia de la caja, espero que la última de Creta, para el mes que viene, antes del verano como tenía previsto, con eso y los remates de la serie me iba ya muy lejos, no quiero cansar, ni cansarme.

Υγεία, Salud!

Barbarómiros