Oviedo, noviembre 2011 |
Ya no es el cielo del otro día o, mejor dicho, es el mismo cielo con distinto color, el gris que se instala a primeras horas de la tarde, cuando todavía el sol trata de mantener viva, entre nubes, una batalla perdida.
Cada hora, como cada tierra, tiene su propio color junto a su sabor efímero y, aunque parezca contradictorio, eterno. Eterno desde nuestra ineludible y, sin duda necesaria, realidad pasajera. Es una condición sine qua non de la vida. Si ya es difícil así no la puedo imaginar compartida per omnia secula seculorum con tanto desaborío e hideputa como en er mundo han sío.
Vivir sin miedo y que la mirada sea franca, como quería William.
Un monje come il faut tiene que tener al día los ejercicios de la buena muerte y no esperar a última hora para arrepentirse vergonzosamente.
A lo hecho pecho
y te me pones firme
y ándame derecho
Conozco el caso de un minero del Bierzo a quien un costeru rompió el espinazo, lo tuvieron que enterrar sentado en una caja cuadrada porque no pudieron enderezarlo y no quisieron romperlo más...
Salud.
Skylorómiros.