jueves, 9 de agosto de 2012

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Oviedo. Moco solidario.



Salí a tirar la basura...


, la noche estaba fría, teñida de un color lívido capaz de deprimir al más optimista, pero no me iba a dejar vencer por la primera impresión que sin embargo, con harta frecuencia, da en el clavo. Respiré profundamente, apreté las bolsas con decisión entre las manos y eché a andar. No hay mucha distancia hasta el punto limpio (¿?), pero a mitad de camino ya estaba más triste que un perezoso viudo. Cuando llegué a los cubos y los vi practicamente vacíos empecé a llorar con gran desconsuelo y me salían unos suspiros como para traspasar el alma al cojinete de acero más duro e insensible. De hecho pasó un paisano con cara de bulldog paseando a un perro de su misma raza y se paró en la acera interesándose por mí. No sabía qué decirle y él tampoco soltaba prenda, sólo me daba toquecillos cariñosos en el cogote cogiéndome el brazo con ternura, hasta que empezó también él a llorar. Le caían unos lagrimones como puños y berraba el pobre igual que una oveya. Nos sentamos en las escaleras que suben al bloque donde vivo y, hombro con hombro y cabeza con cabeza, estuvimos desahogándonos un rato, o sería más propio decir ahogándonos en lágrimas. El bulldog nos miraba como si fuéramos dos extraterrestres. Hasta que llegó una lechera de la municipal que sin duda había llamado algún mal bicho de la mal llamada comunidad, y nos invitó a disolvernos. El paisa me dio un abrazo y marchó trotando y suspirando calle abajo, muy triste. El perro miraba hacia atrás con preocupación como si yo fuera el culpable de la depresión de su amigo. Yo volví a casa desolado haciendo un corte de mangas a los insensibles represores, muy muy triste.


El Púlgarzito. Looking 4 you babe.


Salud y felices pesadillas.



Ra