miércoles, 12 de marzo de 2014

En cubierta


Amanecer sobre Anatolia. La península de Datça desde el  Diágoras
 Kos - Rodas, entre  Nísyros y Tilos.
Grecia, verano 2013.

En cubierta


Buenos días. A la altura de la Península de Datça, en Turquía, a una hora de la partida de Nísyros y a muy pocas millas de Tilos, salió el sol en un cielo algo brumoso y violáceo, más encendido que el rosado homérico, como suele ser habitual en las Auroras de este mar.

Contaba en el último capítulo de Nísyros, que no suelo leer, ver la televisión o dormir en los ferris. En cada salón hay dos o tres receptores con distintos canales. Las posturas incómodas, la luz, el ruido, el movimiento...; si ya tengo dificultades para conciliar el sueño en condiciones normales, muchas más en momentos excepcionales. Y para mí éstos lo son, no olvido además mi condición de mosca cojonera mareada, moska kogonera mareá. Aunque la navegación en una de estas plataformas flotantes no suele ofrecer mayores problemas y apenas se entera uno de que viaja en un barco, cuando en contadas ocasiones me he entregado a la molicie del sueño, siempre corto, me levanto medio borracho y tengo que hacer el resto del viaje controlando el mareo. Y otro tanto podría decir de ver la tele o leer a bordo. Me pasa también en los trenes y autobuses.

Así que salgo cada poco a cubierta a dar un garbeo, airear, mirar el horizonte y la estela del barco, echar un cigarro y charlar con alguien, porque es uno de los lugares más fáciles para entablar una conversación, incluso de enterarse de alguna información sobre la isla a la que se va a arribar o que se quiere visitar.
En más de una ocasión hemos encontrado pensión ya en el mismo barco, ofrecida por algún pasajero de los que desembarcarán, o a través de una llamada telefónica de otro para que nos la reserven al llegar.

Aparte de las cafeterías de las salas interiores o el comedor, en algunas cubiertas acostumbran a instalar pequeños chiringuitos con sillas y mesas a modo de terraza al aire libre, donde sirven bebidas, bocadillos fríos y calientes, algunos platos combinados y con suerte hasta girópita.

Otra atracción nada infrecuente para los amantes de la cubierta, son los músicos que viajan de una isla a la otra y de uno a otro escenario. A veces no tienen más tiempo para ensayar que estos recorridos de tres o cuatro horas, o simplemente aprovechan para tocar un poco, que el tiempo se acorte y entretenerse y entretener de paso a los pasajeros que quieran escucharlos. Nunca falta un auditorio alrededor que aplaude con entusiasmo cada canción.

Recuerdo nuestro primer viaje en ferri de Alexandrópolis a Limnos, un 14 de agosto, donde coincidimos con una numerosa formación musical que actuaba al día siguiente en Míryna, celebrando la Panagía. Kalitejnis Silogos Alexandrópolis se llamaba. Cuerdas, vientos, percusiones, se fueron alternando durante la tarde noche, en ocasiones la orquesta casi al completo, para  ofrecernos su repertorio junto a algunas peticiones y dedicatorias, como una rumba amerengada a la pareja de españoles... . Con alguno de ellos haríamos después parea durante los dos días que permanecieron en la isla. Y se llevaron de recuerdo una cinta, con el Camarón en la cara A y Pata Negra en la B.

Este año coincidimos con dos grupos, uno al bajar de Cos a Rodas en el Diágoras, y otro en el Prevelis, a la vuelta de Cárpatos a Rodas.

Αργύρης Μπακιρτζής. Χειμερινοί Κολυμβητές. Ο δρόμος.  El camino.


Músicos. De  Cárpatos a  Halki.
Una cubierta del  Prevelis.

Grecia, agosto  2013.

Después del cierre del bar empieza el improvisado concierto. Os aseguro que es una gozada y un privilegio, y sin pagar suplemento de lujo. La música apaga un poco el ruido de las máquinas y de la mar, que se escuchan como en sordina acompañando a los instrumentos; se respira el salitre en el aire húmedo, la oscuridad y bondad de la noche, el balanceo suave, acunan, serenan y adormecen a la fiera...
El repertorio, si se trata de músicos jóvenes como fue el caso, suele repetirse: Socratis Málamas, Manolis Rasoúlis, Orfeas Peridis, Nikos Papázoglou, etc. Y algunos temas de Nisiótika, entre los que no suele faltar la ubicua Tsivaéri, Joya, puesto que estamos en las islas y ése es su folclore.

He hablado de ello en distintas partes del blog: la relativa cercanía de las ciudades o de las islas, la mayor atención prestada por los griegos a la cultura, musical en el caso presente, o el caché de los artistas, menos subido de tono y adaptado a las posibilidades de cada pequeña comunidad, permite que grandes autores e intérpretes lleven su música por todos los rincones de Grecia.
En el último capítulo de Nísyros puse un ejemplo de lo anterior. Era Nikos Papázoglou actuando en la isla, que ronda los 1000 habitantes. Podría ser comparado en importancia, salvando varias distancias, a un Miguel Ríos, Victor Manuel... ¿Os imagináis a Mike Rivers aquí, cantando en las fiestas patronales de pueblos de ese tamaño? No digo que el granadino no estuviera dispuesto a hacerlo pero, ¿quién le paga?, ¿el auditorio de cien o doscientas personas sentadas en la plaza del pueblo en las sillas plegables que llevaron de casa? Y esto no es la excepción sino lo común. Ésa es otra de las maravillas de este pueblo, pequeño, pobre, pero extraordinario.

Con el amanecer llega el cansancio y todo languidece, música y personas.
El grupo que tocaba en el Prevelis estaba compuesto por cuatro jóvenes, una especie de zanfona con sonidos que se acercan al acordeón o a la tsabouna, la gaita griega típica de la Nisiótika, una guitarra, una lira y un laúd, que falta en la foto, se sentaría al poco.

Cuando las luces se apagan y se enciende el día, se escucha el hipnótico Canto de las Sirenas en los acantilados lejanos de Anatolia.

Lyra, Música, Stelios Petrakis. Guitarra, Efrén López. Zarb, Bijan Chemirani. 
Efrén López.   Perdesiz Gitar Taksim (Fretless Guitar Taksim)



Salud y buen rumbo

Barbarómiros