sábado, 8 de septiembre de 2012

El fumadero del Prat


Desde el fumadero. El Prat. Julio 2012.

 
Fumando espero


Antes hubo, en el interior de las terminales, unas cabinas horribles donde te dabas un baño de humo apestoso mientras mirabas circunspecto a tus vecinos y recibías las mismas miradas bovinas y boyunas, si se me permite.
Todo lo más conseguías entablar un diálogo besuguil y becerril, de circunstancias, y en raras ocasiones el pago de la sonrisa cómplice de una linda señorita o de un adusto y estresado caballero cuando les ofrecías fuego o se veían obligados a pedírtelo.

Esto se acabó. El fumadero del Prat es un monumento al buen gusto, que es como decir a lo práctico y a lo estético.

Da la impresión de ser el tejado de un edificio, con sus chimeneas, torretas, antenas y armadijes metálicos, y al propio tiempo esas columnas cilíndricas como gigantescas chimeneas, que en puridad deberían evacuar los humos de la terminal, son el trasunto del cigarrillo que alimenta nuestro cáncer de pulmón particular y a la Seguruidad Social mediante los impuestos al tabaco. Edificante, monumental.


Fumadero del Prat 2012.

Pero no está ubicado en la azotea sino a ras de suelo, en el primer nivel, hay cinco, creo. Abierto al cielo, sí, pero rodeado por paredes de cristal. En el fondo estás...¡en el fondo!

Es pues un patio interior cuadrado, de unos 50 metros de lado. Hay varias series de bancadas corridas de madera, como el piso, adosadas a las paredes y a las columnas en el interior del recinto, una especie de plazoleta con una estructura Eiffel, un cubo metálico de mecano presidiendo el centro.
Muy astístico. Y se puede respirar el aire exterior, no esa mezcla atufante de perfumes, ambientadores y fritanga (¡cá!) del interior

Como soy el único que fuma disfruté el rèsort más que mis compañeros de viaje. Se estaba bastante bien ahí. Sol y sombra.

Pero a la vuelta salí yo solo a echar un pito, era mediodía y hacía calor. Unos cuantos infelices dormitaban tendidos en las bancadas, ahí, allá y acuyá. Algún sonámbulo en muy malas condiciones zigzagueaba entre las escuetas sombras de las chimeneas, como si buscase otras colillas, otros mundos...

Zombis cabeceando con el cigarro entre los dedos flácidos, los pelos sucios y revueltos, como indigentes, desaseadas las ropas, ta mavra ruja, que dicen los griegos, la negra ropa..., yo mismo me cambié de lugar buscando  una intimidad de yonqui para fumarme el segundo pito clandestinamente, al margen de todos aquellos colgaos. Déu meu, Palencia, Mondragón, Sant Boi!


El Costillar del Gran Fumador. El Prat 2012.

Y mientras liaba el cigarrillo me vi a mi mihmo desde la azotea platónica y me dije que era un preso más en esa jaula de cristal, como cualquiera de los que deambulaban por el patio de aquella cárcel tan sofisticada, o como los que se rascaban la mugre al sol, bostezando a cuerpo de rey (este
empleo de la expresión es incorrecto, déjalo, vivir, dormir, bostezar..., ¡la molicie!).

Pero toda esta deprimente visión no sirvió para nada. Me fumé el cigarro ansioso, casi convulso, como si se terminara el tiempo y la muerte me aguardara tras la grandes puertas giratorias que dan acceso al fumadero. Placeres para zumbaos, ¡alienados, válgame el cielo!.

¡Recordad siempre, niños, y repetid conmigo!
 
El tabako es malo
 
koko-kolo es bueno
 
 
Sarita Montiel, Fumando espero.
 
 
¡Dame el humo de tu boca!...
 
 
Salud y buenos humos.
 
 
ramiro