martes, 11 de diciembre de 2012

El fuego de Petriés


El fuego quedó a los pies de  Petriés.
Al fondo el monte que ardió alrededor de la casa de Lizy y Diamandís.
Desde el autobús de Ayii Apostoli a Aliveri, agosto 2012.

He venido repitiendo que Petriés es el pueblo de Yiannis Tsakós, apodromos, en cuyo puerto Agioi Apostoloi (Ayii Apostoli, Santos Apóstoles), pasamos las vacaciones los tres últimos veranos.
Fumando un cigarro con Yiannis, sentados los dos en el suelo del monte a la sombra de un carrasco, el primer día que nos vino a visitar, en un lugar casi a la misma altura en que está tomada esta fotografía, podíamos ver todo ese monte carbonizado, casi tan verde entonces como el primer plano de su pueblo que tenemos delante. Y al fondo a la derecha el mar; debajo, ya fuera de nuestra vista, la playa de Geromili, desde donde Diamandís me enseñó su casa poco después, cuando Yiannis nos llevó.

La aldea de Petriés, como sería más justo llamarla dado su pequeño tamaño, está un poco retirada de la mar, aunque muy próxima y a su vista, emplazada en las dos laderas soleadas de un pequeño valle, que termina en una de las numerosas playas que se abren en esta parte de Eubea.

El vallecico con su rico verdor, esconde todavía más las construcciones, en origen de piedra de la zona, lo que visto desde el mar, constituye un camuflaje perfecto
Como en muchos otros núcleos rurales costeros de todo el Mediterráneo, esta localización alejada de la mar, fue una estrategia de defensa contra el ataque de los piratas que, durante siglos, asolaron sus costas.

La casa de Lizy y Diamandís pertenece también a Petriés y es una de las varias, aisladas, subidas en las muchas cimas que rodean el pueblo, con vistas preciosas a los profundos valles y a las escalonadas montañas. Y a las islas cercanas: al norte Skyros con sus islotes meridionales, al este Antipsará y Psará junto a la orilla turca, al sur el final de Eubea, o la propia bahía con su puerto chiquitín y su isla al fondo, y varias islitas, cabos, rompientes y playas que salpican el paisaje costero.

Ellos vinieron de Atenas y se enamoraron del lugar. Tienen hijos en Holanda, creo que en Francia, tal vez ahora en Atenas, y en Australia, con nietos que van creciendo y sólo conocen por fotografías. Tampoco recuerdo si Lizy maneja ahora el Skype y los han podido ver algo, más en vivo.

La noche del segundo incendio cenamos con ellos en la taberna de Stavrula y ya en la sobremesa empezó a soplar con fuerza el Bóreas, que lleva el nombre del punto cardinal de su origen (el Norte).

Uno de los momentos de más humo en  Ayii Apostoli,
a tres kilómetros del foco del incendio.

El viento había sido bastante violento toda la semana, y se encargó de avivar aquel primer fuego que vimos la segunda vez que subimos a su casa.
Recuerdo que por las mañanas, tomando el helinikó con la parea en lo de Spiros, venían esos días rachas repentinas, que barrían la explanada del puerto, levantando oleadas de polvo, como si pasara el mismo condenado demonio arrastrando el rabo. ¡Ásto Diálo!, decían los paisanos, ¡Vete al Diablo!

Sería poco más de la una de la madrugada cuando marcharon. La noche se había vuelto desapacible y tampoco tenemos ya edad para mucho velar. Les dijimos buenas noches en el puerto y se fueron.  Nosotros recogimos también.

Al subir no vieron el fuego, que parece ser que ya había empezado sobre la una, según todos los indicios en la playa de Geromili o en sus proximidades. ¿Un fuego de campamento mal apagado reavivado por el viento, la colilla de un fumador, y delincuente en este caso, quién lo sabe?
Llegarían a casa antes de la una y media y se acostaron.

Debió ser Diamandís el que primero se alarmó por el olor a humo antes de dormirse, ¿o fueron los perros quienes lo pusieron sobre aviso?. Se levantó, se asomó al borde del gran desnivel en que está situada la casa y vio las llamas, que avanzaban muy rápidamente empujadas por el desatado Bóreas.

No les daba tiempo a nada. En la imagen de abajo, su casa creo que es la última de la derecha, y aún tengo dudas de que esté por detrás de esa cresta, pero en todo caso tienen muy difícil acceso al camino que atraviesa la ladera y que baja a Petriés. Ellos suben por otro más corto y pendiente, que enlaza directamente con Geromili y con la carretera asfaltada de la orilla del mar, que lleva al pueblo y a Ayii Apostoli.

Por éste último ya no podían bajar porque lo cubría el frente más activo del fuego, y toda la parte baja, el fondo del valle de esas lomas, viniendo desde el mar, a la derecha de la foto, estaba cubierto de humo y, aunque no podían verlo, tal vez empezando ya a arder. Sólo les quedaba salir caminando hacia lo alto, monte a través, arriesgándose a que el fuego pudiera cortarles el paso más arriba, antes de llegar a sitio seguro.
 
Topio stin omichli (1988), Paisaje en la niebla. Dirigida por Theodoros Angelopoulos.
Ελένη Καραΐνδρου.
 


Las casas de  Lizy y Diamandís,  y sus vecinos, desde el bus de  Aliveri.
Petriés, Eubea, Grecia, verano 2012.

No sé exactamente a qué hora dieron aviso y comenzaron a actuar los bomberos, que estuvieron trabajando toda la noche con las cisternas y el día que marchamos, el siguiente del incendio, permanecían todavía en esta carretera donde hice la primera y la tercera fotografía, en retenes de guardia, vigilando la posible reactivación de algún foco.

Lizy y Diamandís estaban en contacto telefónico con las casas vecinas, con la gente de Ayii Apostoli y con los bomberos.

La evacuación para éstos no era tampoco fácil, tenían un par de todoterrenos pequeños, pero no mucho más potentes que el del propio Diamandís, y la dificultad no era el vehículo, sino cómo llegar hasta ellos, con muy escasa visibilidad por el humo, que muy pronto cubrió toda la ladera e impedía ver a qué velocidad avanzaba el fuego, muy rápido en cualquier caso, porque el norte no paró de soplar con fuerza toda la noche, y aún buena parte de la mañana.

Serían las tres o tres y media de la madrugada cuando yo desperté porque creí oír campanas. Como en Grecia tengo sueños muy vívidos no hice mucho caso, pensé que estaría en una de esas aventuras oníricas disparatadas y seguí durmiendo. Pero debiron pasar sólo algunos minutos cuando volví a despertar, me pareció que la mi morena se había levantado y creí oír voces a la puerta de casa. Por la ventana de la habitación no se filtraba claridad alguna y la morena efectivamente no estaba a mi lado.

Entró al poco contando que había estado hablando con María, la hija de los caseros y que trabaja también con Stavrula.
Tocaron las campanas a fuego y se habían reunido los hombres junto al puerto, para organizar algunas partidas que ayudasen a los bomberos, a otra gente del pueblo con propiedades en el lugar, que llevaban horas peleando contra las llamas, y a los propios vecinos de Petriés que tenían ya el fuego a la puerta de sus casas, como quien dise.

De momento podíamos dormir tranquilos porque no había peligro para Ayi Apostoli. Y si necesitaran la ayuda de más hombres la pedirían. No sabía nada de Lizy y Diamandís pero el fuego había obligado a evacuar o a abandonar sus casas a varias familias de la zona. No cabía duda de que en ese momento el pueblo estaba preocupado.

Los helicópteros reunudan el trabajo por la mañana.
Ayii Apostoli, agosto 2012.

Ayii Apostoli amaneció lleno de humo y de carbonilla que arrastraba el todavía fuerte Bóreas, como una nevada de pavesas negras. Y ese olor del fuego cercano, inolvidable para quien lo vivió.
La comarca es montañosa y complicada, tal como he contando, muchos caminos pero muy malos y en los lugares donde la arboleda es más densa no hay cortafuegos. Bien es verdad que el bosque más espeso es sobre todo el bajo, carrascos, retamas, tomillos, flora mediterránea típica. Ralean las manchas arbóreas, y cada día más con estos atizones.

Las lomas que enmarcan la bahía de Ayii Apostoli están totalmente peladas de otro incendio, creo que del año 92. Y lo mismo el resto de las cimas, eso fue de algún modo un seguro para nuestros amigos, que se quedaron toda la noche en la casa con la manguera en ristre, vigilando que las llamas, que poco a poco se acercaban y acabaron por rodearlos totalmente, no prendieran algo en la casa o en su entorno inmediato.
Afortunadamente para ellos y para la mayoría de estas casas, que se salvaron aunque perdieran sus huertos, sus olivos o sus vides, estaban también protegidos por un círculo preventivo alrededor, sin vegetación.

Con todo, verte enmedio de algo así, de noche, con aquel viento, aunque lo que arda sean carrascos de tres metros, escobas de dos y algún arboluco, y no pinos de diez, no es algo tranquilizador. De hecho, cuando al medio día siguiente los vi en lo de Spiros, donde habían bajado a comer después de conjurado el peligro, Lizy me confesó que había pasado miedo, aunque un palikari como Diamandís nunca lo reconocería. Estaban además agotados, de la tensión y de no dormir.

La riqueza forestal que se quemó no fue mucha, el incendio no cubrió demasiada superficie y duró poco más de 12 horas. Unos cuantos huertos, y algunos apriscos y cuadras con cerdos y ovejas, olivos, viñas y árboles frutales, son tal vez las pérdidas mayores.

Lo malo, con ser mucho, no es la cuantía o el desastre ecológico que siempre significa un incendio en el monte, que tarda años en recuperarse o no se recupera, es que además parece que a las dificultades actuales de Grecia se sumaran nuevas desgracias, por mucho que los incendios se repitan cada año, éste en Jíos o en el Átika, y sientes que se hace verdad allí ese refrán tan nuestro de "A perro flaco, todo son pulgas", Για το κοκαλιάρικο σκύλος, όλοι οι ψύλλοι? ...

Juan Perro.  A un perro flaco.
 

Cargando agua en la bahía de  Ayii Apostoli,  frente al pueblo y la playa.
Eubea. Grecia, verano 2012.

Dos helicópteros y dos avionetas contraincendios comenzaron a volar desde las primeras luces, y al medio día el fuego estaba controlado.
Esa madrugada no me bañé al amanecer y fuimos hasta lo de Spiros para conocer el desenlace, todavía soplaba el Bóreas y traía el humo del incendio. Pero ya supimos que Lizy y Diamandís estaban bien.

A lo largo de la mañana las idas y venidas contínuas de avionetas y helicópteros acabaron con el fuego, a los bomberos que no habían parado en toda la noche, se los veía derrotados de cansancio pero felices.

Ελένη Καραΐνδρου. The Weeping Meadow. Eleni, film de Theo Angelopoulos.