miércoles, 7 de marzo de 2012

Sombras en la nieve -3


Asturias, febrero 2012

Buenos días. Ésta es una de mis favoritas de las que hice los dos días que pasé en la nieve con los crios, en Pajares, sin mediación psicotrópica, debo decir, pero no menos alucinado que si me hubiera comido unos konguis, paneolus, psilocibes..., o me hubiera enfilado con el brandy proletario de don Ramón.

Era la tercera y última de las entradas que tenía preparadas para la etiqueta con este título + otras tres de Retales, pero voy a seguir mientras me dure el flúss, léase subidón, inspiración o lo que sea.
Para mí esto se debe a la euforia que he sentido, dentro de la dureza de las historias, al ver rellenos los huecos entre fotografías sin mayores agobios, algo que me preocupaba esta vez  tras el forfogón de las tapias.
Por eso, intentaré mantener este escenario de imágenes con más sombras sobre la nieve, aunque menos relacionadas ya con lo que Txell llamó Trames. Pero, como ella dice, seguiré ejerciendo de buscador d´ombres.

La sorpresa que supuso ayer la traducción del poema de Felipe Zapico por parte de Yiannis Tzakós alteró, para bien, el decurso de las tramas y los retales. Aparte de que fue un exitazo a juzgar por el número de visitas, me permitió desconectar un poco de las sombras, aunque la foto que ilustraba la traducción era también de la nieve de esos días.

En la fotografía de arriba me gusta el equilibrio de sol y sombra, pero aún más la gradación suave de ésta desde la cima del primer plano hasta el fondo de esa depresión que podemos ver otra vez aquí, en el ángulo opuesto, en la última imagen de hoy.

Me apetece contaros una historia pequeñina que después de rumiarla en casa recordándola y de buscar al protagonista en las fotos ya no sé si la soñé o la viví realmente.

Pajares, febrero 2012

Tuc

Tuve la visita de varios perros con sus dueños mientras me dedicaba a este "deporte de invierno".

A uno de ellos, lanudo, de aguas, un poco más pequeño y blanco que la Popa de Andrés pero macho, de nombre Tuc, debí caerle bien porque dejó al dueño y se vino conmigo.
El hombre no sería celoso y comprendió que había feeling entre nosotros, sólo lo llamó una vez. Tuc alzó la cabeza, miró a su amigo, me miró a mí y le pareció más divertido en ese momento seguirme.
El paisano no insistió y así el primer día estuve muy bien acompañado toda la mañana. Lo añoré al día siguiente cuando veía sus huellas por los lugares donde habíamos estado juntos el día anterior.

Tuc no paraba quieto, es un perro joven y juguetón que se me echaba encima cada vez que me detenía a descansar por la fatiga -la pulmona- o me sentaba a liar un pito como terapia.

¡Qué inteligencia tan extraordinaria tienen los animales y cómo me gustan! Con frecuencia más que muchas personas.
Cuando di la vuelta, poco después del mediodía, para reunirme con los guajes y comer, el perro me miraba triste, como si le hubiera sabido a poco. ¡A mí también!
Bajando, cerca de las primeras edificaciones, vimos otra vez al hombre como a unos 150 metros de distancia. Nos paramos los dos. Tuc me miró y me dijo, ¡Bueno, colega, se acabó lo que se daba!, y echó a correr hacia su dueño ladrando con alegría.

Mientras lo veía alejarse pensaba en las tres o cuatro fotos que le había hecho. No salió ninguna en la que se le pueda ver en condiciones, ¡no se estaba quieto ni un momento y no se distingue del blanco de la nieve! ¿Sería una alucinación?

A la mañana siguiente un boxer, aún más joven y juguetón que Tuc, parecía dispuesto a repetir el mismo comportamiento, pero el dueño lo llamó insistentemente y se fue con él. No lo sentí porque era muy bruto y me tiró al suelo el primer cigarro que me puse a liar en su presencia.

Ese día, después de comer con la peña, camino de y muy cerca ya del bar donde me preparaban el postre, unos carajillos de coñac que espatarran, vi venir a Tuc  a todo correr. ¡Qué alegría, joder! Se me echó encima, lo cogí en el salto y me lamió la cara con más fruición que si fuera el coño una perra, y perdonad la escatología. Sólo se me ocurría pensar que no tenemos ni pajolera idea de sentimientos. Así fue.

¡Tuc, eres la rehostia en verso, compañeru! Me emociono. Sólo me quedan tus huellas en la nieve y el recuerdo...

Ra.

Juan Perro, cantando Santiago Auserón en directo, cubano cubano, Perro flaco.
Asturias, invierno 2012

Estuve en un tris de volver a poner la canción de María Dimitriadi, O Dick, el nombre de un perro, amigo de los presos políticos que, junto a Yiannis Ritsos, penaban en los campos de concentración de Limnos después de la 2ª Guerra Mundial y la Guerra Civil griega. El poeta lo recuerda en su "Cantata yia ti Macróniso", otra isla, ésta junto al Ática y el gran puerto de Lavrio, hoy deshabitada, que sirvió también de prisión de los comunistas y opositores griegos al régimen impuesto, primero por las potencias aliadas y más adelante por los cojon eles.

(Le hago caso a Ana Capsir y aquí la tenéis).


A Dick lo mataron por celos los boqueras, no podían soportar su indiferencia hacia ellos y su apego a los presos. Dick fue un camarada más.
Dejemos la tristeza. No obstante, si alguien tiene interés, vale la pena, puede buscar el tema en el blog y de paso se da un garbeo por las páginas, es que no recuerdo dónde la puse, hará un mes o dos como mucho.
Es una canción estremecedora y la interpretación de María de alta intensidad. La música es del compositor Zanos Mikrútsikos, autor de otra grabación mítica, esta con letra de Nikos Kavadías titulada Stabro tu Notu, La Cruz del Sur, autores imprecindibles los dos, a los que dedicaremos algún capítulo en el futuro en Música y Escritores griegos respectivamente.

Y lo dicho, algo más optimista para contrapesar un poco este tono tristón que me acaba derrotando. Fruko y sus Tesos enfrentan el tema de la prisión con otra alegría en el cuerpo, sólo el ritmo levanta a un muerto aunque esté preso como éste. Es una descarga de energía colombiana en toda regla. Pero me parecía demasiado ligera para la historia de ayer. Que la disfrutéis.

La primera es una grabación histórica en directo donde se puede ver a toda la banda en acción, pero tiene peor sonido. La segunda, una de estudio con Wilson Saoko haciendo playback y bailando. ¡La marcha que tiene este hombre todavía!

Ahí os dejo con Fruko y el Preso.

Salud
Barbarómiros