viernes, 24 de agosto de 2012

Terminó la Filokalia


El monje heteróxido dempués de profesar.

Ανεπιθύμητους ανθρώπους.

Ya la segunda fotografía del día 1, donde el catecúmeno presentaba una expresión revirada parecida a la que podemos observar aquí, presagiaba la dureza de los ejercicios de filokalia hesikástika. ¡Con aquellos mimbres estos cestos! Así acabamos.

No se me ha permitido tomar fotos de otros postulantes y las que hice, de tapadillo y robadas, no podré colgarlas aquí por discreción, pero también por anatema lanzado por el mi Dimitraki que, por cierto, acabó más majara que en Karoúlia, que ya es decir.
No se pueden trabajar los senderos del alma con una docena de refalfiaos que no aguantan ni dos horas de contemplación umbilical sin llevarse algo a la andorga. ¡Qué gente, en vez de monjes parecíamos turistas gastronómicos, pero famélicos y sin un duro!

Menos mal que no había nada que comer pero, precisamente por ello, el único cometido diario de la mayoría era buscarse el garbanzo particular. Y nada de compartir. Ένας θεός που θα δώσει, του Αγίου Πέτρου προσθήκη ευλογία του. ¡Já, a quien O Zeós se la dé, Agios Petros se la bendiga! Nos ha jodío!

Los altercados eran diarios y el reparto una entelequia porque sólo el buen maestro, el mi Dimitraki, aportaba algo al común con lo que no tocábamos a nada. Nos peleábamos hasta por el tamaño de la aceituna diaria. Aceituna que no faltó ni un sólo día, es cierto, pero gracias a que el monje las contó y  escondió preveyendo la pelea que se desataría por el mísero alimento.

Así que de amor por lo bueno y la bondad, de filokalia, nada. Y de hesikasmos menos. Nos mirábamos el ombligo horas y horas, sí, incluso echando las cañas con las que no pescábamos res de res, pero en lo único que pensábamos era en comida.
Por el agujero más o menos redondo, con o sin pelusillas, no veíamos el infinito sino el estómago, no escuchábamos música celestial sino el rugir de las tripas vacías, ¡aayy!.

Μανωλης  Αγγελόπουλος , Manolis Agelópulos,
Ρίξτε στο γυαλί φαρμάκι, Vierte el veneno en la copa.


¿Iluminación?. ¡Vete a cagar, pringao!

Al final de la segunda semana, cuando ya llevábamos ocho días de auténtico ayuno, no total gracias a las aceitunas pero sí muy riguroso por la escasez, hubo deserciones, peleas, motines y lipotimias, entre otras cosas, todas gruesas .

Judas (nombre falso, claro) lo enchironaron por saquear las colmenas de un vecino y pasó dos días fuera de la disciplina heteróxida comiendo cual Rato en el calabozo de la comisaría de la isla.
Eso fue como el pistoletazo de salida para que todos nos lanzáramos al latronicio, o séase, al latrocinio: la mayoría acabamos visitando también el cepo donde comíamos el plato del día de una taberna cercana, abundante y muy rico, gracias a la bondad, ésta sí, del comisario, vamos a llamarle Jaritos, un buen ortodoxo, ¡Jasu, Kostas, efjaristó polí, sintrofe!.

Gracias a todo ello, colmenas, huertos de los vecinos, árboles frutales, etc., y a la astinomía, la policía, la última semana no pasamos tanta fame. Pero al final recibimos una notificación de la instancia política de la isla en la que se nos declaraba Ανεπιθύμητους ανθρώπους, Personas non gratas y se nos invitaba a abandonar el territorio y a no volver a aparecer por allí never more (el requerimiento estaba redactado en griego y en inglés, ¡pero si, excepto el mi Dimitraki, éramos todos espanolis!...).

Yo pillé un rebote pistonudo los últimos días porque el ambiente no había sido nada místico y ni iluminación ni hostias, y eso que fui de los más frugales y entregaos. Me conozco el ombligo y alrededores como si los hubiera parido. Y es la primera vez en 27 años que adelgazo en Grecia.

Pasar hambre para esto, ¡que profese y ayune Milito er Botinehi, gamoto ke gamota orjidia tu, bre malaka!

El Pulgarzito. Ishtar Bull.


A ver si en esta semanina que me queda me da tiempo a recuperar algo, Grecia, la real, hace milagros.

Υγεία και καλό φαγητό, Salud y buenos alimentos.

Μπαρμπαρόμιρος, Βarβαróμιrος.