martes, 15 de enero de 2013

Gatines -2


Jorge  y su mirada de aguamarina

Jorge

A Jorge podemos considerarlo el mediano de los tres hermanos, por carácter está entre el melancólico Misko y el hiperactivo Tusko, y por tamaño también ocupa el centro, aunque apuesto a que entre uno y otro no hay más de 30 gramos de diferencia. Distinguirlos cuando andan enredados es tarea de especialista. De hecho los nombres se los puse yo para poder diferenciarlos.
Me guío por otros pequeños detalles, los ojos de Misko son de un azul más intenso, Tusko luce una pequeña mancha negra en la cabeza, detrás de la oreja, que heredó de su madre, Jorge una peca en la mejilla...

Jorgito tiene sus  momentos contemplativos y sus ratos, la mayoría, de marcha desenfrenada en compañía, detrás o delante de sus hermanos, en particular de Tusko. Las persecuciones, marrullerías, revolcones y pillerías, son continuas. Tienen unas uñas y unos dientes pequeñines que afeitan, afilados como puntas de un cristal, no muerden ni arañan en serio, pero ya ensayan sus pinitos de felinos.

Todos ellos curiosos y siempre abiertos a la novedad y al asombro, como los niños que son en realidad.
Cuando cansan de jugar y correr, andan a la caza de cucarachas, arañas, hormigas, moscones que se posan en las flores de las jardineras..., y en este terreno Jorge es el más aventurado y concienzudo, no deja rincón sin explorar, ya que no es tímido como Misko ni tan alocado como Tusko.

Sólo el momento de la comida los reúne a los tres. Cada uno tiene o se ha ganado su pezón favorito en los senos de su madre, que los amamanta varias veces al día y no les quita ojo de encima mientras corretean por los aledaños de la terraza de la taberna.

Ta Zouzounia.  To gataki.


Jorge  y  Tusko  tras la batalla

Tusko

Tusko es el gallu la quintana, como es el fuerte abusa un poco, sin embargo es debido más al tamaño que a su maldad, lo que pasa es que parece un torollón cuando se echa sobre sus hermanos a lo loco. Pero después es un gatín feliz al que, cuando no tiene a quien perseguir, le dan arrebatos de alegría y salta en el aire como un atleta, no se sabe si para atrapar alguna mosca o por puro juego y disfrute repentino.

Es un tarambana, desde luego, por eso es también el que se mete en los mayores fregaos, pero no tanto porque suela ir el primero como porque va ciego y sin cálculo, a diferencia de sus compinches, algo más tenidos.
Tal vez sea el más parecido a su padre, un gato blanco de buen tamaño que andaba también de paseo por la playa, un poco modorro siempre, nada que ver con la gata, su pareja, lista, pequeña, pero una fiera.

Jorge inspecciona  el interior de un caldero, alzado de patas apoyándose en el borde, mientras Misko lo observa de cerca olisqueando, sin decidirse a mirar todavía por el borde del cubo. Pero llega corriendo Tusko, apartando a todo el mundo y, con el mismo impulso, se asoma al caldero ¡y cae dentro de cabeza!. Como el cubo es muy estrecho y tiene algunas cosas dentro se queda allí clavado con les patuques arriba, moviéndolas sin poder salir, mientras los hermanos miran a Spiros, que tiene que levantarse e intervenir para sacar al alocado pilluelo del atolladero.

En otra ocasión quedará atrapado en una nasa para langostas por fisgar más allá de lo razonable, se liará en las redes tratando de cazar el dedo gordo del pie de Spiros, o de saltar por sorpresa sobre alguno de los otros peines, al otro lado de la malla.

Letra, Yiannis Tsatsópoulos; Música, Socratis Málamas.
Voz, Melina Kaná.  Na valo ta metajota.
 

Tusko  estudiando el pulgar de  Spiros
Ayi Apostoi, agosto 2012

Hablé del padre de los gatines y creo que hay también una foto de él, estaría bien traerlo aquí para que conozcáis al completo lo que queda de esa banda familiar, pues no sé el destino de los otros dos gatines. Esto me obligaría a un tercer capítulo.
Lo pensaré porque tengo alguna imagen de otra familia de gatos del pueblo, de colores menos llamativos que este blanco algodón, pero preciosa también, y a la que no pude fotografiar a mis anchas como a ésta. Los gatines tienen la misma ternura de cualquier chiquillo en el regazo de su madre, sean del color que sean.

En principio pensaba inventarme alguna historia para rellenar estos huecos, pero viendo las fotos de los protagonistas me decidí por describirlos tal cual, sin fabular, porque más que grandes aventuras lo que nos procuraron durante un mes, a Spiros, a mí y a todos los paisanos de la parea del bar, o a los niños que pasaban delante del restaurante, fue una diversión inocente y continua, sonrisas complacientes de los abueletes, como en presencia de sus propios nietos, la mayor fuente de alegría para ellos.

Γιώργος  Ζαμπέτας.  Η γατα.  La gata.

Υγεία, Salud! 

Barbarómiros