viernes, 30 de noviembre de 2012

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Capone en Albons, 2012.


Salí a tirar la basura



Nada más asomar el morro a la calle me olí algo raro. Había un vehículo junto a los contenedores que no me resultaba conocido, uno de esos modelos americanos que aprovechan la moda retro para actualizar prototipos de los años cuarenta y cincuenta. No se veía a nadie y el silencio era perturbador. Apreté las bolsas con fuerza y me dispuse a cruzar la calle. Iba pendiente del coche, los cristales oscuros impedían ver el interior a esa distancia, pero cuando estaba en mitad de la vía noté como si una sombra se hubiera movido dentro de él. Por un instante me detuve, pensando que tal vez había sido mi propio reflejo el que se había movido en los cristales laterales posteriores. Pero ya el resto de los pasos que me faltaban para llegar a los contenedores los fui dando con cautela, sin perder de vista las ventanillas del automóvil. Estaba a la altura del auto, cuando vi que se abría una de ellas y lentamente asomaba lo que desde el primer momento me pareció el cañón de un arma. Yo había quedado paralizado a un metro del coche y a dos de los contenedores, noté que apretaba las bolsas como si me fuera la vida en ello. Salí corriendo de pronto hacia casa, perseguido por las balas de la ametralladora, que rebotaban en el asfalto a pocos centímetros de mis pies y me silbaban en los oídos como petardos de feria envenenados. Llegué jadeante y demudado. Nadie me había visto, nadie había escuchado nada. Guardé las bolsas en el garaje para el día siguiente. Cuando me acosté miré discretamente por la ventana. El coche había desaparecido.



John Coltrane. Mr. P. C.
 
 
 
 
 
 
Salud y felices pesadillas
 
 
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