martes, 27 de noviembre de 2012

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Costa muy brava. Girona 2012


Salí a tirar la basura.



Hacía muchísimo calor. El guardia de seguridad de la finca cercana me paró los pies, ¡¡Eeeeéichh, ahí no se puede tirar la basura!!, me gritó desde la otra acera cuando me disponía a meter mis desperdicios en aquella papelera metálica tan chula. ¡Qué lujo, acero inoxidable!, todo sea por un reciclaje ecológico, si no fuera tanta la redundancia, en fin. Hice caso omiso, abrí la papelera y dejé muy digno la bolsa que traía. Casi me arranca la mano cuando llegó el macarra y tiró de mi brazo intentando sacar con él la bolsa. Pero había llegado tarde, ya la había soltado. ¡El mamarracho pretendía que la volviera a sacar! Nos enzarzamos en una discusión que rápidamente viró a bronca. El tipo echaba mano a un simulacro de pistolina que llevaba en una cartuchera, cada vez que se crecía en los gritos o los insultos, porque el asunto había pasado a mayores y empezó a faltar. Pero no sé porqué no me daba un pijo miedo. Al principio de la disputa no se veía a nadie por la calle, todo el mundo parecía dormir la siesta. Pero a los pocos minutos, y supongo que atraídos por las voces, las suyas sobre todo, empezaron a aparecer personas en las puertas de las casas, en algunas ventanas y, enseguida, peatones de calles próximas que debieron oír el jaleo. En esencia, el guarda venía a decir que las papeleras eran para uso exclusivo de los vecinos de aquellas fincas. Entre los mirones había dos bandos, uno me defendía diciendo que las papeleras estaban en terreno municipal y eran del Ayuntamiento, por tanto para uso de todos los habitantes del pueblo. Otro bando apoyaba al cancerbero, todos sus miembros eran vecinos de las fincas, o de otras cercanas, a quienes interesaba el tema de la exclusividad. Argumentaban que pagaban al ayuntamiento más tasas que ningún barrio y que no podían permitir que cualquier transeúnte indocumentado soltara la basura a su libre albedrío. Hasta los conejos usan sus cagaderos privados. Desconfiaban de que la porquería depositada estuviese bien separada, para ellos era un desconocido. Yo sudaba, me parecía inaudito. Acabaron llamando a la polícía. Al guardia lo dejaron tranquilo, pero a mí me llevaron a comisaría. Nadie me conocía, no era del pueblo e iba vestido con un taparrabos atigrado y un jipijapa, a las cinco de la tarde, y no había toros. Me querían acusar de escándalo público. Salí gracias a que me acordé de la dirección de mis amigos. Y mis amigos son gente solvente, limpia y muy respetable. Soy inocente.



Material editado por ABC TV en el vertedero de basura Cateura (Paraguay), entrevista al Mtro. Luis Szarán y a Nicolás Gómez (Cola); interpretación musical: Orquesta de Instrumentos Reciclados. Sonidos de la tierra.
 
 



Salud y felices pesadillas