miércoles, 10 de julio de 2013

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Mudanza



Salí a tirar la basura



huyendo de una disputa familiar. Al salir a la calle oí voces. En la acera dos hombres discutían acaloradamente sobre las gracias y desgracias del equipo de fútbol local. Se tocaban el pecho como monos retadores mientras se agredían verbalmente. Daba la impresión de que llegarían a las manos de un momento a otro. Como no quería ser testigo de violencias, ni siquiera de palabra, porque ya venía escaldado, solté las bolsas en los cubos y me fui caminando calle abajo. Tampoco deseaba regresar a casa para dar tiempo a que las aguas remansaran. En un semáforo dos automovilistas se increpaban e insultaban a través de las ventanillas bajadas, por algún problema de tráfico. Al llegar a la plaza, en una de cuyas esquinas hay un punto limpio, un par de mujeres reñían por la posesión de unas cajas de cartón. En las carteleras de los multicines anunciaban la proyección de tres películas míticas del cine bélico. De las catacumbas del oscuro bar de húmedas paredes, subía un estruendo de tambores de guerra africanos. Volví a casa entristecido esperando reencontrarme con la paz del hogar, al fin y al cabo lo nuestro era apenas una diferencia de opiniones, quizá defendidas con más pasión de la cuenta. En la puerta del edificio habían fijado un cartel: PELIGRO. TERRENO MINADO. Y debajo: PROHIBIDO EL PASO.



Julio Sosa.  Rencor.





Salud y felices pesadillas


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