miércoles, 11 de julio de 2012

¿Gozas, vida?


Zara...

señora.

Este es el diálogo de un chiste muy viejo y bastante simplón que sin embargo nos hace reír aún hoy.
Es la historieta de un joven primerizo sin desvirgar que va de putas. Hay que situarse un poco en la época, entre los sesenta y los setenta, en la educación represiva y clerical del franquismo, es decir en la ausencia de educación de una dictadura.

El chaval en cuestión estaba absolutamente acojonado, pero es que la prostituta ¡era mayor que su madre y el doble de gorda!. Cuando empieza la jodienda la puta le dice al guaje:

¿Gozas, vida?

señora, contesta él con un hilo de voz.


Eso es todo. Pero el chascarrillo me trae a la memoria otra historia, ésta real, que es un calco del chiste, o viceversa.

Entre los dieciséis y los dieciocho años, antes de sacar el carné de conducir, muchos sábados por la noche le cogía el citroën dos caballos a mi padre, en ocasiones con su permiso para ir por caminos de tierra a los pueblos vecinos, pero otras muchas sin su consentimiento para llegar, por carreteras locales asfaltadas, a otras comarcas como la Cepeda, el Órbigo o el Páramo, o cruzando Astorga para ir hasta Maragatería a ver a la Blasensis.

Pero un salto cualitativo fue cuando abordamos las nacionales. Entonces nuestro radio de acción se amplió y pudimos alcanzar también el Bierzo y su capital, Ponferrada, y poco después León, la capi de la provincia.

Estábamos tan salidos, tan ansiosos, tan reprimidos, algunos educados internos en colegios de curas, que las casas de putas se convirtieron en uno de los centros del máximo interés para nosotros.

A las afueras de Astorga, a la vera del camino de Santiago, cuatro kilómetros antes de Castrillo de los Polvazares, estaba La Peregrina, el nombre de la jota maragata por excelencia. Era un chamizo de planta baja, con una barra y un reservado decorado en rojo putero donde se escuchaba a Jane Birkin y otros jadeos prohibidos. Todas las putas nos doblaban o triplicaban la edad y el peso. Bebimos, miramos y nos fuimos. Nos daba mucha vergüenza, pero mucho más ¡asco!.

Íbamos seis o siete, bien apretados en el 2 caballos porque la mayoría estábamos más bien flacos, y hasta escurríos.
El panorama se repitió con pequeñas variantes en el Bierzo, donde estuvimos en dos bares miserables llenos de humo y de mineros derrotados en todas las batallas, como las putas que los descargaban.


Lle...

Y en la capital anduvimos por una calle oscura, chorreante y empinada, en el Barrio Húmedo. Había dos o tres portales donde las prostitutas ofrecían sus blancas y abundantes carnes, un escenario mucho más mísero que el de Robador o las Tapias del Raval de Barcelona.

Detrás de la Pulchra Leonina, la catedral, había una casina de planta baja en medio de un arrabal con descampados, con un numerín y una bombilla de 15 watios sobre el dintel, donde llegamos en cierta ocasión muy muy tarde. Nos dijeron que había que picar. Así lo hicimos.
La iluminación de la barriada era la de un escenario de Dickens, deprimente. Sólo nos acercamos dos de nosotros, los demás quedaron ocultos a la sombra de otra casa cercana.
Al fin nos abrió una mujer con el pelo alborotado, como una bruja. La verdad es que estábamos mudos y acojonaos, creo que fui yo el que hablé, en un susurro:

Nos dijeron...

¡Estamos durmiendo, ya no son horas!, chilló la bruja sin dejarme seguir, y cerró de un portazo.

... Debimos respirar los dos, de alivio, ¡uuuuuuufff !!!, menos mal!...

No obstante, el más famoso de León era un local llamado El Ventorrillo,  pero no el cabaret en el que se convirtió en los 70, ya en los años de las barras americanas y puticlubs más finos del whisky de garrafón y cava peleón. Antes de eso era poco más que los anteriores y más caro. Bebimos, miramos, y mos fuimos.

Y ahora viene el pasaje que me recordó el chiste. Volvimos por Ponferrada porque nos informaron de que "habían renovado la ganadería con reses más jóvenes", no era mucho mejor el lenguaje que usábamos para referirnos al puterío, recordemos que estamos en territorio rural, mesteño y ganadero en definitiva.
El género era de parecida raza y catadura, si no de la misma. Pero el deseo nos había trastornado y uno de nosotros, precisamente el más amanerado y tímido, al final decidió probar.

La fulana le doblaba en años, en kilos y en altura. Estuvimos esperando como una media hora entre borrachos y colgaos, la mayoría de la edad de nuestros padres, y mayores.
La cosa no da más de si. El pobre guaje estaba tan nervioso y aquella mujerona era tan poco atractiva que no fue capaz de tener una erección y consumar el acto, como cantarían Parálisis Permanente mucho después de este episodio, pese a los esfuerzos denodados de la profesional por desvirgar aquella tierna flor.

No nos reíamos de él, que nos contó el pase con total inocencia cuando regresábamos felices en la Cirila, sino de nosotros mismos que nos veíamos en el mismo papel que nuestro amigo pero más cobardes. Desde esa noche no volvimos por aquellos tugurios.

El Púlgar, de su disco "Brabísimo", 'Milagros'.
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www.youtube.com/watch?v=sI1jkUWgV-A


Salud y sonrisas.

Barbarómiros.