lunes, 4 de junio de 2012

Curruka de las cañas


La Kurruka Cañera, dialogando.
Oviedo 2012.

Al zorzal común (Turdus philomelos) le llaman algunos paisanos de La Mancha y Levante Curruca de las cañas o Cañera, aunque no sea curruca, pescadora ni forofa del heavy metal. Sí le gusta frecuentar algunos cañaverales de la Albufera y de Ruidera, pero también otros humedales ibéricos y no más que otras aves.

Busca el zorzal en ellos caracoles a los que es muy aficionado y por esto en el norte se le conoce también como el Caracolero. Es tal su vicio de este molusco terrestre que en las inmediaciones de su nido pueden encontrarse a veces auténticos depósitos de conchas llamados Cascaderos. Cada pareja usa varios rompederos, y sólo los suyos, repartidos en lugares donde abunden los gastrópodos dentro de sus áreas de alimentación. Incluso cada canora suele utilizar siempre la misma piedra para cascar el caparazón de los arrastraos que recolecta. Pero es pájaro omnívoro y lo mismo te chupa un huevo que te esnifa un bígaro.

Los padres del ejemplar que nos ocupa emigraron de La Mancha buscando la humedad del norte y la  abundancia y gordura de sus caracoles. De hecho la especie es más frecuente en esas latitudes y muy mal recibida en el sur donde, si la dejan, se hincha de aceitunas.

De raza le viene al zorzal su gusto por las artes. La buena prosa, la poesía bucólica y pastoril, la música, que la lleva en el apellido, pues Filomela era el mitológico ruiseñor, uno de los Maestros Canoros clásicos del mundo pajaril.
Los progenitores del Caracolero fueron artistas de su tiempo, pintores, buenos instrumentistas y actores de teatro, vivieron la dureza de la llamada bohemia en los plúmbeos años de la posguerra y el desarrollismo franquero.
Y el abuelo de las Cañas fue uno de los primeros fotógrafos manchegos, de principios del XX.

La Cañera escribe fino y le da también al sople travesero, como la Versicolor a la trompeta o la Blasensis al saxo, pero tampoco es gran bebedora pues la frauta es muy exigente y hablamos de una curruca controlada, elegante y con gran sentido de la responsabilidad.

El canto del zorzal común.


Pero además de amante de la melodía, que eso significa Filomelo en griego, el Caracolero es primero Turdus, es decir que tiene también mucho de pardo, de nocturno. Por ese motivo se lo incluye aquí en la Cofradía, más que Especie, de las Currucas pardas.

No sólo por ese color, sin embargo, que domina en su plumaje con unas pintas pectorales más oscuras en forma de corazoncillos invertidos, muy llamativas y vistosas, también por su postura gallarda, su apego a la pluma lucida y al buen gusto, o por su alegría, su sentido de la diplomacia y el compañerismo del que hace gala en los cascaderos comunales o de la amistad en los privados.

Sabe escuchar y domina el arte de la conversación sosegada lo que se echa en falta y se agradece en medio del cacareo y la estridencia urraquil imperante.

Junto a esas virtudes, llamémoslas diurnas, cultiva la Cañera otras algo más marginales y nocherniegas en compañía de todo género de kurrukas, pero es raro verla fuera de la mesura que siempre la caracteriza, lugares éstos donde abre su corazón de pajarín tierno, algo atormentado y melancólico, mostrándose frágil y necesitado del mismo cariño que él ofrece de entrada.

En fin, me vienen a la memoria aquellos versos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz...

El aspirar del aire,
el canto de la dulce filomela,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

     Gozémonos amado. Cántico espiritual, San Juan de la Cruz. Canta, Amancio Prada.


Salud y apor!

Cannavina Carduélis, pardilla común, rebétissa.