viernes, 30 de septiembre de 2011

Grafitis -3


Comencé esta pequeña serie de artículos por una crónica del Capi del Teach, en Desde la popa (9-07-2011. De Koroni a Kalamata). Afeaba allí Alberto la conducta de unos gamberros metidos a grafiteros, que habían pintarrajeado viejas máquinas y vagones en un museo del ferrocarril al aire libre en Kalamata, en el Peloponeso, apoyando sus palabras con fotografías de la guarrada.

Hice un comentario ese día que no me dejó muy agusto porque parecía dar a entender que estaba contra los grafiteros en masa, sin muchas explicaciones. Yo había empezado ya a reducir el número y tamaño de mis aportaciones en el blog y el comentario desfavorable iba dirigido a los vándalos, pero desde entonces quise deshacer el posible entuerto o malentendido, con amplitud. No me quitaba el sueño aunque estaba en capilla. Cerrar ventanas para abrir otras, que no haya demasiada corriente ni atmósfera viciada, estancada. Cuestión de método y un poco de memoria.

Las obsesiones y el gusto por el tema hacen el resto. Uno es esclavo de lo que escribe pero se puede ampliar, aclarar y rectificar. Lo escrito hace daño, es uno de los riesgos que se asumen,  por eso a veces pido disculpas aunque nadie las haya solicitado. No conseguiré gran cosa, pero me quedo más tranquilo. Los jodidos fariseos hicieron bien su trabajo.  Propósito de enmienda, dolor de corazón, dicir los pecados al confesor, cumplir la penitencia y toda la pesca liminar.

Akadimias, Atenas 2011


Aconsejaba a los grafiteros en aquel comentario abrazar la profesión de rotulista y, si tenían algo que dicir,  seguir trabajando hasta encontrar una salida, que llegaría.
¡Muy guapo!, si fuera tan sencillo. ¿Dónde pintar?. Apenas hay dinero para lo fundamental, ¿de dónde sacamos para telas, tablas, marcos, colores?. ¿Dónde están las paredes para ensayar e ir creciendo sin alevosía ni nocturnidad?.

No estoy de acuerdo con los indeseables que empuercan lo que no pueden superar, lo que se les escapa, impotentes, pero apoyo a quienes trabajan por superarse a sí mismos, al que afina su oficio o su arte contra todas las dificultades.

Prohibimos pero no damos soluciones.

El ferrocarril y sus aledaños siempre fueron lugares favoritos de los grafiteros, porque la caja de hormigón de las vías, túneles, paredes, casetas o dependencias abandonadas dan mucho juego y las estaciones son lugares solitarios cuando no hay tráfico ferroviario, y con frecuencia están en los márgenes de las poblaciones, sin mucha vigilancia.

Es frecuente ver trenes pintados como para un circo y vagones jipis camino de la costa oeste. Y con ganao asomando y  muuuuúúhiendo  ya es la rehostia estética west-country  Grateful San Fransisco Dead (California), camino de Venta de Baños (Palencia), o Santasmartas (León), que tiene tren pero no tiene tranvía. Pero la mayoría son vehículos abandonados en vías muertas, ferroñosos, que las propias empresas parecen esperar que se pudran mientras afean los barrios más humildes.
O mercancías que sólo conocen el óxido, el negro y la mugre, que parecen esclavos encadenados y da pena velos atravesando esa terrible estepa castellana, todo su horizonte polvo, sudor y hierro. El gris nacional. No hay apenas lugar para la belleza en esas reatas de vagones, en esas cuerdas de presos clónicos sin Quijote que los libere.

´Vista de gris/ la moda del país/ y no se meta el dedo en la nariz`, cantaba Moncho Alpuente en clave cabaretera en tiempos pregrafiteros. Unas gotas de color pueden levantar un poco el ánimo a los condenados. Pero no les echemos un caldero de pintura encima que está cara y contamina. Esta  sobredosis pictórica es propia de la juventud, hay que disculparla casi siempre como el sarpullido o prurito primaveral que es.Y la saturación se debe también a la falta de medios o, más exactamente, al hacinamiento de pintores y a la escasez de paredes. Medio en broma, medio en serio.

El caso que cuenta el Capi es el de un museo del ferrocarril donde se han conseguido rescatar elementos del medio de transporte que van desde la locomotora al siblatu del jefe de estación, en unas condiciones de conservación que no siempre es posible lograr, aunque en alguna foto tampoco se ve una exposición ejemplar. No parece que las autoridades se caractericen por un cuidado exquisito de lo público, porque algunos vagones emporcados están también tan caquécticos que más que un museo pareciera un depósito de cadáveres.
Pero en definitiva la gochada pseudografitera es una agresión, un atentado al bien común y como tal delictivo. Lo menos que se les debería exigir a los astistas sería que limpiasen lo que ensuciaron y más pa con ello. Y si no hay remedio que trabajen para la comunidad hasta saldar el estropicio. Mantidos, pero racionándoles el chocolate a una onza por día.

Currar por el común es lo que deberían estar haciendo, antes que nadie, todos los banqueros y especuladores que provocaron la crisis, a pan y agua, sin postre y en el recreo cara a la paré. ¡Con todo su morrazo no paran de pidir sacrificios a la gente que ya pagamos el puto pato sin comelo ni bebelo!.

Seguiremos. Salud, yasas.

Barbarómiros.