domingo, 30 de octubre de 2011

Entra el nordeste


Confundío

Desperté porque debí escurrirme del banco hasta caer al suelo.

Al principio no reconocí el lugar ni recordaba qué hacía allí. De muy niño había vivido algún episodio de sonambulismo despertando en plena noche en algún lugar de la casa sin saber cómo había llegado hasta ese sitio. En la preadolescencia  en un colegio de curas protagonicé otro hecho tan extaordinario que a cualquiera le  parecería imposible de realizar en estado de...,  no sé como llamarlo, ¿inconsciencia, semiconsciencia?, no importa.

Tardé en orientarme. Fue el puente el que me dio la pista, la luna se  había ocultado y las luces de Cambados parecían menos ahora y más pálidas. Se había levantado una brisa fría del nordeste y no me sobraba la chaqueta en ese momento. Inmediatamente pensé en los tres célebres. Debí de darme cuenta antes  porque vi la botella de Soberano, vacía, en la esquina donde se sentaba Paco Gila. A pesar del destemple y el dolor de huesos se me escapó la risa.

Me senté un instante para estudiar la situación todavía riendo y ni había apoyado la espalda en el respaldo cuando oigo un vozarrón detrás de min que me hizo saltar como un muelle.

¿¡Qué le causa tanto regocijo?!
¡Don Ramón, por dios, que me va a matar de un susto!
Está usted muy sensible, y se echó a reír él con una risa que no le había oído nunca, de vejete cascao y guasón, tan increíble que le hice compañía con la mía. Le entró una especie de hipo y no podía parar. Yo entonces ya tosía más que reía.

Después de un estornudo él consiguió controlar el hipo y la risina pero yo seguía tosiendo, y me dice como ofendido, ¿De qué se ríe?!.
Yo no podía parar en seco como había hecho él y tampoco hablar. A medias palabras tosidas y con gestos le dije que no reía, que tosía. Él entonces me dió unas palmadas suaves en la espalda que obraron el milagro.
Yo creo que se me calmó la tos por el efecto placebo de la ternura que puso en las palmadas, me pareció un detalle que decía mucho de su carácter y bohonomía a pesar de su fosquedad externa.

Pero enseguida salió por peteneras.

Me ha fallado usted, me dice con cara compungida y como entregándose a la cuchilla.
¿Que le he fallado? ¡Hombre,  no me diga eso don Ramón, que llevo tres días en un sindormir!
La luna se puso y ya es tarde.
Tarde ¿para qué?
Para nuestro periplo.
No queda coñac, dije un pelín triunfal viendo la botella.
Eso no es problema, contestó despreciativo, pero sólo para añadir con entusiasmo, ¡Tengo aquí a un colega que le traen de Moscú una vodka mortal!

Me volvió a dar la risa y la tos.

Ya repuesto le pregunté si el colega dirigía otro chamizo como el del Bene, el gemelo del papa. Me dijo que no, que este tenía una bodega y que se pasaba allí la noche porque era insomne.
Este Valle no deja de sorprenderme siempre con sus recursos de... after hours?
¿Qué hora es don Ramón?, le pregunté.
¡Qué importa!, respondió con mal talante.¡Vamos!

A mí me dolía todo y en lo que menos quería pensar era en beber vodka, masculina o femenina. Pero discutir con él hubiera sido inútil, así que me puse a zaga de su huella porque ya había iniciado la marcha con el mismo brío de costumbre.
¿Qué fue de don Vicente y de Gila?, pregunté inocente.
Se bebieron el brandy y se largaron.
¡Vaya amigos que se echa!
Se paró en seco y choqué con él.
¡Además de bartolo, insolente! ¿Qué hace al rabo mío como un faldero, pase aquí delante, galopín!

Se me había olvidado lo del galopín y volví a pensar otra vez en que el muy ladino conocía todos mis pasos, no sólo los nocturnos a los que él me incitaba.
Don Ramón, me atreví a preguntar cuando estuve a su altura, ¿lee usted las historias de los zombis geniales?
Tengo un ordenador que me indica las entradas en que se me cita.
¿¡Usted, un ordenador!?
Volvió a parar en seco y se giró, quitó el sombrero y se llevó el muñón a la cabeza golpeando allí tres o cuatro veces.
De grandes ideas, amigo, añadió pausadamente. Y arrancó a caminar acomodando el sombrero.
¿Y las pequeñas no se las ordena?
¡No sea usted impertinente, joven!

No era mi noche.

Nos habíamos internado por las callejuelas y plazoletas del barrio viejo de la isla,  subido en una colina al otro extremo de Xufre. Íbamos en silencio después del último rapapolvo y escalando una calleja muy empinada yo tuve que parar.
Estaba tan agotado, y tan fatigado en ese momento que me hubiera tirado allí mismo. Valle, que había seguido palante como si nada me debió de echar en falta a un paso por detrás y se volvió. Yo estaba apoyado en la pared tosiendo.
Ahí tuvo don Ramón el segundo detalle de la noche. Bajó los diez o doce metros de calleja que nos separaban y esperó paciente a que recuperara el resuello.

Cuando consideró que ya podía caminar me dice con ternura galega, animándome, ¡Vámonos paseniño!
Ahí ya me venció porque había puesto el bastón de la curuxa en el sobaco del brazo chungo y me ofrecía su mano como apoyo.

Al final había una plazuela sin urbanizar con dos casuchas de planta baja separadas y pequeños huertos anejos en los que destacaban por su altura las berzas que, en las sombras, parecían pavos desplumados.
Nos acercamos a la más pobre y don Ramón llamó. Por la parte de Vilagarcía comenzaba a clarear.
No contestó nadie. Yo sólo quería pillar una cama y metí baza,  Se habrá dormido, está amaneci..., pero no me dejó terminar, me lanzó una mirada de soslayo que si fuera cuchillo me cortaba la lengua.
Volvió a llamar. Esta vez se oyó ruido dentro y al poco se abrió una rendija en la puerta y apareció una mujer pequeña de cara regordeta, con rulos en el pelo (...la flor de la canela)  y en camisón.

¡Hombre don Ramón, usted por aquí!, cacareó la paisana con el mismo tono falseao de Gila y el saludo de circunstancias, pero no abrió la puerta. Valle apoyaba la palma de la mano en ella  y yo creo que empujaba intentando abrir, pero la de los rulos estaba trabada detrás y no se movió un milímetro.

 Bautista se durmió, dijo ella malhumorada.
Y no sabrá usted si guarda una botella de vodka para mí en algún lugar.
¿Vozzka, dize ustez?, yo no sé nada..., y se disponía a cerrar sin mais. 
Don Ramón contuvo la puerta con el brazo tenso y la palma apoyada y le preguntó, ¿Y a qué hora se levanta?
Acaba de dormirse.
¿Cuándo se levanta?,  insistió el manco.
Non sei, una horiña al cabo...
Dígale que dentro de hora y cuarto estaré aquí con un amigo.

Soltó la puerta y la paisana cerró.

Vamos a hacer tiempo, me dice, Tista  padece de insomnio pero duerme algo al amanecer y en ese tiempo no despierta ni bajo tortura. Se tumba allí donde lo coge el sueño. Estará en la bodega y se habrá bebido toda la vodka. Y echó un juramento, cosa extraña en él.

Tampoco era su noche.

Bajando hacia el puerto yo ya no podía tenerme en pie y se lo dije.
Lo siento don Ramón pero yo no lo acompañaré a beber el vodka.

Pensé que se pararía y que me caería otro chorreo pero, para mi sorpresa, continuó en silencio, paseniño.
Al cabo de unos minutos me dice, No se preocupe, comprendo que sus obligaciones le reclaman. Nos veremos otro día, y volvió al silencio.
Yo me sentía un poco dolido por haberle fallado durmiéndome en el banco, pero tampoco se me antojaba una ofensa tan grave, él parecía tener bastantes diversiones y compadres sin necesidad de contar conmigo. Y yo estaba mal. Llevaba unos días griposo cuidándome muy poco y el frío y la parranda nocturna no me habían favorecido. Ni el coñac, sobre todo porque se lo bebieron ellos.

No sé dónde me hospedo, no sé dónde estoy, don Ramón.
Estamos en a Illa de Arousa, provincia de Puntevedra, respondió cachondo.
Ya, ya, pero ¿dónde hay una cama?
Aquí mismo, y entró en otro portal del final de Xufre que tampoco reconocí. Subimos unas escaleras hasta el primero y entramos en un piso con un pasillo largo lleno de periódicos viejos apilados a lo largo de la pared. Me precedía Valle que abrió la primera puerta de una habitación espaciosa donde había una gran cama. Me dió las buenas noches y cerró la puerta. Me eché en la cama tal cual.

Non séi mais nada.

Felises suenos.

Etoo Ymuer "Tito".

sábado, 29 de octubre de 2011

Interior (Homenaje a Munch)



Interior  (Homenaje a Munch)

Collage. Oviedo 1995
Ramiro Rodríguez Prada


El noruego Edvard Munch es más conocido por El grito (1893), pero fue un retratista brillante con una capacidad especial para penetrar el carácter de sus personajes y sus actitudes. Ludvig Meyer, Walther Rathenan, Daniel Jacobson. Alguno recuerda a Velázquez, sobre todo el temprano de Karl Jensen-Hjell (1885).
Mi favorito es el de Hans Jaeger (1889), sentado, un poco recostado, con sombrero, mirada escéptica, en una gama dominante de azules fríos y el abrigo abotonado hasta el cuello.

Del año siguiente, también en escala de azules, más francesa e impresionista, es un interior titulado Noche de St. Cloud. La configuración de las masas del collage repite en esquema las luces y sombras de ese cuadro. En aquel se insinúa una figura sentada junto a la ventana, aquí desaparece.

Me gustan también algunos de los cuadros que se acercan a Van Gogh, la mayoría posteriores a los retratos. La noche blanca (1901) y Trabajadores regresando al hogar (1915), que recuerda los personajes de Los comedores de patatas de Vincent y esa atmósfera de pobreza. En cambio  El pescador (1902) remite al Van Gogh más solar de los limones, el amarillo de la luz y el rojo de las sombras.

La razón de la elección fue casual. Hoy casi no escribí por seguir viendo fotos en shutterchance donde volví a comentar alguna que me gustó. Dentro de una temporada, cuando pueda decir algo provechoso de ellos, reincidiré aquí con otro capítulo. Parece inagotable.
Pero donde me lié verdaderamente fue mientras veía fotografías de Marta Capote, me gustó el retrato de un paisano que luego perdí de vista y no supe recuperar. Me recordaba por algúna razón, quizás ciertos azules, el de Hans Jaeger, aunque eran cosas diferentes. Ni siquiera estoy seguro de que fuera de Marta, de la que también disfruté otras, porque como saltaba de un fotógrafo a otro andaba perdíiioo. También suyo era un buen retrato del Zapi, el Valvulista con su pareja, muy gracioso y tierno.

Y esto es todo por hoy, queridas niñas y niños. Boas noites!

Barbarómiros.


P.D. Le estoy cogiendo afición a esto de las post datas. Me está dando tanta guerra Valle Inclán que no tengo tiempo de llevar los apuntes al día y ya sabéis lo efímeros que son los recuerdos de los sueños, que se olvidan con frecuencia nada más abandonar el lecho. Pero tengo ya material para otras dos tarascadas.
Me tiene reventao, le pedí por favor una tregua para el fin de semana, a ver si voy asimilando algo y relajo. Aunque, como es un turrión y sólo escucha lo que le interesa, dudo que me deje en paz.
¡Yo quería amistad no amor! ¿Que es lo mismo? No conocéis a don Ramón.... . Vale. 

viernes, 28 de octubre de 2011

H Λήμνος, Limnos


Grecia 2009


Λήμνος


Ya no podía retrasarlo más, Limnos me llama, nunca la olvidamos porque su caso es  un tema serio en nuestras vidas como para tomarlo a la ligera. Con el queso Kaskavali Limnou en Lo que se comió para sustituir al feta o al yogur quise empatar una entrada, pero otras urgencias tomaron la delantera y la isla reclama ya la atención que en verdad nos merece.

No me resigno a presentar el panorama de playas y pueblines que podemos encontrar, aleccionados por las guìas, que están más que bien. Quiero hablar de nuestra isla, y uso el posesivo con cariño, no sé si por derecho.

El verano del 91 cogimos un vuelo barato a Estambul y, después de un par de días en la Poli, un autobús  de línea a Kabala. Entrando en Grecia desde Turquía controlaban cuidadosamente los equipajes, registrando también el bus, a una y otra orilla del Ebros.
Después de la frontera el autobús corría feliz por la alegre llanura tesalia. Nosotros recordábamos  El expreso de medianoche y nos felicitábamos por haber fumado todo lo fungible antes de embarcar. Viajamos en compañía de turcos, griegos y búlgaros. Y con dos parejas de portugueses muy jóvenes que aprovechaban las ofertas del ferrocarril y las compañías nacionales de transporte de viajeros, con aquello del interrail y otras tarifas para estudiantes que ofrecía el  gobierno luso y algunos más.

Sólo conocíamos una isla, un poco de Eubea. Pretendíamos hacer el circuito de la parte del Egeo que más nos interesaba en aquel momento, un trapezoide cuyos vértices serían  Estambul (Stin Poli), Thesalónica, alguna isla del Egeo norte, Esmirna y otra vez la Poli donde teníamos el billete de vuelta en la aerolíneas turcas.
Aunque ya la habíamos visitado, Troya seguía siendo el centro simbólico del periplo.

De Kabala embarcamos para Samotracia, una isla pequeña, volcánica, muy agreste y ventosa, con el monte de la Luna, Fengari, de 1600 metros, surgiendo del mar como una aparición basáltica de un cuento de Poe. Toda ella huele a monte, a espliego, a tomillo.
Con pocos servicios entonces, estuvimos dos días porque sólo encontramos un habitación húmeda y la alternativa consistía en irnos a un campamento hippie que tenían montado a mil metros de altura, en un lugar idílico, pero lleno de colgaos.
El que nos invitaba era un albañil andaluz catalán enganchado en la aguja que se mantenía a base del alcohol al que le invitaban y  con lo que pillaba. Su alcoholismo estaba ya en fase avanzada y sus colegas, holandeses, alemanes, griegos,  no estaban mejor.
Iluminados de la autodestrucción a dos pasos de Athos como quien dice. Serían más felices allí aunque pasaran la misma hambre. Esta es la miseria que fomentamos con las prohibiciones.

Volvimos a Kavala, porque no había barcos a Limnos pese a que está sólo unas millas al sur, y de ahí otro autobús a Alexandropouli.
De Thassos, muy turística y alemana, frondosa y verde sólo conocimos la capital. Cogimos un ferry a Limnos al anochecer. Estaba a tope, al día siguiente era el 15 de agosto, la Panagía, Nuestra Señora, una de las fiestas religiosas más importantes de Grecia y de otras partes de Europa.
En el barco hicimos corro con un grupo de música tradicional de Alexandropouli, Kaliteknikos Silogos Alexandropouli. Iban también a Limnos pero a currar, a tocar en la fiesta, eran una docena y ensayaban y tocaban por grupos, abandonaban unos y se sumaban otros, en ocasiones sólo un buzouki y una guitarra o un laúd, siempre alguna cuerda en danza. Amenizaron las cuatro horas de viaje.

Nos movíamos totalmente a la aventura, todavía con mochilas y muy poco dinero, el justo para lo imprescindible y un poco menos. Llegamos sobre las doce de la noche, estaban todas las terrazas de los bares del puerto abarrotadas y algunas familias paseaban con los niños. En vísperas, la gente llenaba las calles más importantes de Mýrina, la capital y puerto operativo de la isla para grandes barcos.
Por supuesto no habíamos reservado habitación en parte alguna, y después, con los niños, hemos seguido haciéndolo así casi siempre, hasta este verano. Las sorpresas pueden ser buenas o regulares pero nunca nos defraudaron, ni este bautizo limniota.

Bajamos del ferry y entramos en el Avra la primera taberna con la que nos topamos, con una parra cubriendo la terraza. Theodoros la atendía y Sideris cocinaba. Dejamos las mochilas allí y fuimos a buscar habitación por la ciudad, de unos 5000 habitantes, casi el doble en verano.
Regresamos una hora después desalentados. No habíamos encontrado nada, ni al alcance de nuestra bolsa ni más caro. Zeo nos buscó un taxi barato para que nos llevara a sitios más lejanos, pero tampoco surtió efecto. A las tres de la mañana estábamos de vuelta aún más deprimidos.

Sideris ya se había ido a dormir y Zeodoros cerraba. Sacamos las mochilas del bar y nos fuimos sentando en las sillas de las terrazas todavía abiertas, hablando con los últimos con la esperanza de encontrar una cama. Una pareja de gays me la ofrecía, sólo a mí, pero yo no abandono a mi compañera por un puto colchón. Cerró el último bar y nos instalamos a la puerta del Avra (esa brisa de la mañana que sopla del mar...)
Así pasamos nuestra primera noche en Limnos. Como habíamos llegado tan tarde y no conocíamos la isla, ni la ciudad, no sabíamos que muy cerca había dos hermosas playas, el Romeikos y el Turkikós yialos, el paseo griego y el turco, donde hubiéramos podido pasar mejor la noche. Tres si contamos Rihá Nerá, atraque del Argo en tiempos míticos, cerca también.

Aparte del ruido de las motos, cuando cerraron las discotecas y últimos locales, que giraban derrapando delante de la taberna para volver al centro, en la penúltima gamberrada nocturna, no tuvimos ningún problema.
Muy tarde ya, sobre las 5 de la mañana, dos tipos  se sentaron en la terraza vecina en la oscuridad. Yo no había dormido aunque tampoco tenía miedo, pero me inquietaba la presencia de aquellos hombres.

La violencia está en nosotros. Tenía una navajina con la que pelábamos la fruta y abríamos el pan de los bocadillos y que llevaba siempre encima. El estúpido peleón que llevo dentro pensaba si la navaja me serviría como defensa en caso necesario. La saqué del bolso y la miré, y mi colega, que estaba despierta en ese momento, me dice,  ¿Qué haces?.
Aún hoy  del bochorno que siento no sé dónde meterme cuando me acuerdo, ni qué responder. Los individuos sospechosos resultaron ser dos marineros, dos pescadores que embarcaron poco antes del amanecer. Creo que ni nos vieron. Las mujeres, más sabias, nos educan, ¡qué sería de nusaltres sin ellas!

Seguramente esto tiene  poco que ver con Limnos pero fue una lección que apredí allí, me enseñó a no agobiarme tanto y en lo sucesivo, aunque nunca nos volvimos a quedar tan tirados, a esperar mejores sorpresas de la improvisación y hasta de la imprevisión que hemos elegido como norma de nuestros pequeños viajes, sin tremendismos.

Cumplimos el recorrido más o menos,  pasando por Lesbos y Hios, entrando en Turquía por Esmirna y volviendo a Estambul en bus. Pero en Limnos nos quedamos ya ese primer año diez días en una casina, la primera  de Sofía en Myrina, una familia desplazada de Gallípoli por los turcos en los años 20.
Vimos el concierto del grupo de Alexandrópoli, con uno de cuyos músicos  intercambiamos cintas al día siguiente, yo llevaba a Camarón y a Pata Negra. Y escuchamos a  Dyonisis Savópoulos en el escenario del puerto.

Pero, sobre todo, hicimos nuestros primeros amigos en Grecia, Sideris, Zeodoros y su hermano Stratos. Los Lambroy. Stratos estaba casado con Nancy, chilena y Zeo lo hizo con Mary, colombiana. Ellas fueron providenciales porque los primeros años sirvieron de intérpretes en las conversaciones más sustanciosas.

Volvimos a pasar por ella algunos veranos y conocimos a  Andoñía y a sus padres, a su marido y a su hermano, los dos Yorgos, y a Sula.  La familia Karvelis. Y nos quedamos alguno más, sobre todo los de la primera infancia de los niños. Alquilábamos casas particulares muy humildes, pero siempre nos pareció un privilegio. Así en toda Grecia.

"Ena kai ena canon dio/ kai metá ton Isaías/ ena kai ena canon trías", Uno y uno son dos/ y después de la boda/ uno y uno son tres, dicen unos versos de Manolis Rasulis que canta Nikos Papásoglu, ambos de los nuestros,  que murieron este invierno en Tesalónica.
Un año fuimos tres y regresamos cuatro y eso ya nos acabó de ligar a Limnos de manera definitiva.

En algún momento continuaré, no hice más que empezar...

Salud, geia sas!

Ramiro Rodríguez Prada.

jueves, 27 de octubre de 2011

Reunión de pastores



El manco de Vilanova


A la noche siguiente ahí estaba otra vez el amigo, ahora con una capa negra de forro pupúreo sobre los hombros y un sombrero a juego.
En esta ocasión no traía el chibuquí sino un bastón fino con una empuñadura de madera labrada, una figura que no podía distinguir, tal vez una cabeza.

Salí al pasillo.

Don Ramón se había metido en la cocina. Golpeaba el suelo con el bastón cada vez que se explicaba algo de lo que veía. Parecía buscar no sé qué fisgando por los rincones (...siempre te encuentro llorando).
Sobre la mesa había otra botella de brandy a la que faltaba un tercio y un vaso con un último trago. No era de Terry con tapón de corcho, sino de las primeras con el metálico de principios de los 70, de Soberano.

Llevo una hora aguardando, tiene usted un sueño muy pesado, me soltó cuando advirtió mi presencia.
Pues duermo mal, le contesté un poco mosca, pero acto seguido intenté arreglarlo, Anoche me acosté tarde, perdone usted.
No es preciso que se disculpe, zanjó él. Así que este es el lugar desde donde recrea nuestras andanzas nocherniegas. Lo imaginaba más..., no encontraba la palabra,  Confortable, dije intentando ayudar, ¡Bravo!, Confortable, remarcó él. ¡Vaya, vaya...!  Y acercaba las lentes a un imán del frigorífico con una imagen de a Illa.

A mí me había dejado pasmao y medio mudo con la revelación, no sabía qué dicir. ¡El cabrón, falsario, estaba al tanto de todo!

Ande, tómese un trago, me dice, y me llenó un vaso que sacó del lugar cerrado donde se guardan. ¡Ya se movía como Ramón por su casa! El muy perro me toreaba.
¿Cómo se enteró?
Me lo dijo una curruca parda.
¿No sería una gallina siracusana?
Alzó el bastón para atizarme pero vi que lo hacía sólo como gesto de amenaza humorística, yo, por si acaso, ya había cubierto la cabeza con los brazos. La empuñadura del bastón era una curuxa,  una lechuza.

¿Y el chibuquí?, le pregunté.
Lo dejé en casa. Hoy quería que usted me acompañara en un recorrido largo y necesitaré más de un apoyo. El bastón será apropiado aquí. Esta pierna me da mucha guerra.

Vació el vaso de un trago y salió de la cocina diciendo, ¡Y esta vez no olvide la botella!
¡Madre mía!..., yo también bebí.
Cuando salíamos me obligó a coger una chaqueta, Hará frío, dijo.
Yo estaba inquieto y mosqueado, ¿adónde me quería llevar este hombre?. Me notaba destemplado y el coñac no parecía hacerme efecto. Estaba cansado, me dolía el hombro, ¿qué hora sería?...

Fuera era de noche. Salimos a Xufre por otra puerta diferente y, no sé cómo, al momento ya estábamos debajo del pino mirando, a través de la ría, las luces de A Pobra do Caramiñal y Castro.
Algo en aquela ribeira veciña pulsaba una cuerda en el alma del genial arousano. No me atreví a interrumpir su silencio y la tensión que parecía revivir. Me apretaba el brazo hasta hacerme daño.
Y, como en la otra ocasión, también salió del trance bruscamente. Suspiró y clamó, ¡Ah de mis muertos!..., y echó a andar tirando de mín.

Enseguida empezó a hablar. ¡Virhen Zanta der Güen Disíh, lo que habra er paisano, una jartáaa! No me dejaba meter baza. Caminábamos y caminábamos al borde mismo de la ría dando la vuelta a la isla en sentido de las agujas del reloj.
Pasamos delante de Vilanova y Vilagarcía a buen paso, que no sería mucho, no obstante, teniendo en cuenta la vetustez del acompañante y mi psilicosis. No paró de rajar ni un tanto asín.
Tenía curiosidad por saber cómo había terminado la pendencia del tugurio la otra noche, y quería consultarle también algún detalle sobre la historia de España, sobre Galdós y el asesinato de Prim, pero sólo me dejó abrir la boca para farfullar monosílabos.

Habríamos caminado una cuarta parte de la circunferencia de la isla,  más o menos, y estábamos cruzando el puente para seguir ruta por las playas del este, cuando vimos las sombras de dos personas sentadas en un banco de un área de reposo junto al mar. Miraban el brazo de la ría que baña a Cambados, donde se reflejaba una luna turca menguante, mortecina y plateada.
Los reconocí desde lejos pese a la obscuridad: el venerable busto del holandés don Vicente Van y la malhadada boina ladeada del manchego don Francisco de Gila.

El del ¡riiiing, riiiiing !, no me saludó, estuvo callao y fosco, con la boina echada sobre los ojos y yo, por si las moscas, me mantuve en el borde opuesto del banco, junto a don Ramón. Vicente, en cambio, me saludó muy efusivo, teniendo en cuenta las limitaciones de un carácter tan austero como el suyo. ¡Me conmueve un alma tan grande confinada en una estructura física calvinista tan rígida!. Volví a sentir deseos de abrazarlo y transmitirle un poco de calor sureño, pero me contuve.

Pero Gila sí saludó a Valle con mucho populismo, ¡Hombre don Ramón, usted por aquí!
Valle Inclán, tan ceremonioso, hizo una venia graciosa y femenil, se llevó la mano al sombrero como si fuera a descubrirse y la tendió para estrechar la de Paco.
Gila quedó perplejo y no sabía si quitarse también la boina o qué hacer, se le amontonó el trabajo y al fin la cogió y la colgó en la mano que le ofrecía don Ramón.
Curiosamente el de Vilanova sí se fundió en un caluroso abrazo con el falsamente frío don Vicente.

Todo parecía tan natural y sin embargo..., había un tufillo inconfundible a farsa ensayada. Pero  yo observaba a los tres fenómenos y me miraba las manos sin hallar culpa ni culpable.

¡Páseme esa botella, que llega el nordeste!, me dice Valle.

Nos sentamos cara a la ría y empezaron a beber y hablar. El galego llevaba el peso de la conversación, el holandés escuchaba y el manchego hacía coro al de Arousa.
Aunque me sentía intranquilo, porque era consciente de que Gila todavía no me había perdonado que lo amenazara con cortarle los buevos, estaba ya más muerto que una oveya y acabé durmiéndome.

Felifes fueños.


Sue Ñón Mentró.


P.D. Felicidades a nuestro preclaro magister, el simpar e Inmortal Dimitrios, asceta en Karoúlia, que ayer comería una almendra -amígdala- a mayores para celebrar su santo patrono onomástico, protector de Tesalónica, el Megalomártir del que mana mirra, el milagroso Demetrio que no pudo evitar el terremoto de Constantinopla porque se metió por medio Hefestos, Pedro Botero de los volcanes, éste patrono de los geólogos paganos que también caía  el 26.
Geia sou, moro mou!
Barbarómiros.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Shutterchance Connection



Shutterchance Connection
Ellada, Greece, Grecia 2011



Puesto que no tengo etiqueta de Fotografía y pese a que muchas de las que he visto en estos blogs de Shutterchance podrían considerarse pinturas y ser incluídas, por tanto, en Pindura, pensé que estarían mejor aquí por tratarse también de otro Alfabeto, otro lenguaje.

Fue Andrés Edo, un amigo, cuyo fotoblog figura en esta página junto al de Yiannis Tzakós en favoritos, quien me lió con sus fotos, y mi absoluta connivencia hizo el resto. Empecé a verlas poco después de comenzar el blog en julio. Pero fue tras las vacaciones, en septiembre, cuando ya lo hice regularmente.
Antes había comentado alguna foto suya en el facebook de la morena de mi copla. Ni siquiera sabía que pinchando los nombres de los comentaristas en su fotoblog podía ver también el trabajo de otra gente. Así fue cómo empecé a conocer la obra de algunos fotógrafos que me gustan, me entretienen, y a los que quiero dar a conocer aquí y rendir un pequeño homenaje.

Añado que todavía no he podido repasar todo lo que tienen colgado en la red que es mucho y, por tanto, esto es sólo una pequeña aproximación. ¡Y hay muchos más autores! No tengo vida bastante...
Tampoco he rastreado su carrera y biografía, me falta tiempo decía, no sé lo que piensan ni a qué partido pertenecen en el caso de que pertenezcan a alguno, que no me importa demasiado, pero puedo hacerme una composición de lugar por su obra, que es lo que me interesa en este momento.
Por lo que también he podido leer en sus breves comentarios colijo que son personas informadas, abiertas, detallistas y sensibles, ¿se puede pedir mucho más?. Y algo importante para mí, no falta el humor.

Empecé visionando fotos de los comentaristas de Andrés, norteamericanos como Elízabeth Buckalew, Frances Helen y Larry Bliss. Los tres hacen fotografía de naturaleza, paisajística, floral, animal... .
La liebre, los gatos, los burros mejicanos, los cielos e insectos de Eli.
Los árboles, paisajes, marinas de Grecia y Turquía, la España, de Frances.
Los detalles naturalistas, líricos y pictóricos de Larry, sus conchas, cuadros schnavelianos naturalistas de pidrecitas, los troncos, hojas de otoño y sus charcos psiquedélicos.
Y me lié ya por completo.

El siguiente encuentro fue Juan Carlos Rubio, un manchego que hace naturaleza, pero a la vez bello paisaje urbano y humano, exótico en ocasiones. Sus fotos de plantas, flores o mariposas son una maravilla y, desde mi ignorancia, de una gran calidad técnica. Todos tienen el respeto y el conocimiento de las especies y lugares que retratan, por eso nos informan de ello y yo agradezco estos detalles.

Ver las fotos de Yiannis Tzakós fue una sorpresa para mí por razones evidentes. Este es un espacio griego. Creo que es el único griego que he encontrado en Shutterchance. Pero es que, ante todo, me gusta su fotografía de la calle, las paredes, las pintadas, que son con mucha frecuencia cuadros únicos. Y para colmo es de Halkida, una ciudad donde nos mimaron. Hemos cruzado algunos cortos mensajes y nos leemos y nos vemos, por decirlo así.

Además de los americanos, el grupo de ingleses que vi a continuación es quien más dinamiza el fotoblog, tanto por su número y calidad, como por sus frecuentes comentarios y su fidelidad a una frecuencia en las fotos que permite seguir casi día a día su trabajo. Y todos ellos, con ausencias breves, se interesan por la obra de los demás. Muchos parecen conocerse personalmente.

Chad Doventon cuelga ahora una serie de fotografías en las que va contando sus orígenes y su biografía a través de imágenes y un corto pie. Pero lo hace sin pretensiones artísticas subidas de tono, con buen humor inglés. Lo mismo fotografía una sencilla calle proletaria o de clase media con señal de no aparcar y coche solitario, que un canalón o una humilde obra en la acera. Como la crónica del simple paseante que podemos ser cada uno de nosotros. Pero no sólo, es evidente que hay más. Mucha ironía y un relato.

Brian Walby fotografía lugares suntuosos, abadías y edificios, arquitectura histórica, junto a bosques centenarios,  pero también locomotoras o barcas arrumbadas en los canales.
Bill Phillips y sus hermosas casas burguesas y escenarios majestuosos, flores, aunque también puedes encontrar fotografía de la calle en blanco y negro, con el brillo del metal contemporáneo.
John Prior con sus elegantes paisajes claros y abiertos, bosques otoñales de ensueño, y un Londres casi inédito, en una  foto suya del Támesis que me viene a la memoria con frecuencia.

Las naturalezas de Ellisabeth Allen, los jardines, los delicados colores, las libélulas.
Janet Holden y esos paisajes románticos, la madera pálida, las nubes y esas flores que quitan el hipo.
Tom Wilson con sus fotos de naturaleza precisa, lujuriosa de color y gran técnica.

Sorry, Nostalgia, no recordaba tu nombre pero sí tus fotografías, ¡cómo olvidar el frío de esos negros terribles!, el mosquito, el pájaro, brutal, el Zyrynometry, o esos primeros planos escandalosos de orugas y flores, violentas y sangrantes de colorido, calientes, las hojas otoñales de tus jardines. Y gracias por tu amabilidad, Viktor.
Chris, Anniedog, Blackdog...

Y otros europeos, como la alemana Philine Kleinknecht, gran comentarista y amiga de la palabra, de la que me gustan sus paisajes y a quien debo (es una promesa privada que yo me impuse y en la que ella no tiene nada que ver, no lo sabe) fotos de algunas murias y paredes de esta parte de la península que colgaré algún día, in the future, a ver si la animo a venir y disfrutarlas por sí misma, que es lo guapo.

El grupo canadiense es otro de los fieles que también me gustan mucho. Los maravillosos paisajes, bosques, carreteras de Mary MacAdanski, o los temas oportunistas y potentes, un cuervo como totem pero también la extraordinaria luz y color.
O los de Peter Meilleur, lagos canadienses de cuento o aventura en el Gran Norte, profundos y misteriosos, espectaculares en sus grandiosidad y colorido.
Las flores de Jacquelyn, al lado del blanco, inocente algodón y la mosca. (He usado repetidamente la palabra "cándido" porque resume dos conceptos el albor y la inocencia, para referirme a una foto suya y a la vestimenta del Biendichoso papa, pero también cansa uno de repetirse en estos cultismos pijoteros. Amo al idioma).

Los patos y plantas acuáticas australianas de Vintage. En fin, Estefanía, Lara, Ray, Louis y Eduardo Serrano, desde Italia, India Thailandia, Sudáfrica y Jaén, son algunos de los fotógrafos de los que he visto un poco de su trabajo.

Empezando por Andrés, los primeros son a los que más tiempo llevo observando y a los últimos a los que menos. Por eso a unos dedico más espacio que a otros, no es una cuestión de jerarquía artística ni nada parecido. Y es que además los autores se presentan casi como amateurs, sin divismos, aunque algunos sean profesionales o demuestren una calidad técnica incontestable. De todos modos es inevitable escoger.
Espero que con el tiempo pueda decir algo más de aquellos a los que sólo nombro y de otros que dejo, porque la mayoría me ha hecho pasar buenos momentos. Hemos sonreído juntos en la distancia.

Hablando antes de Yiannis dije que este era un blog griego, aunque radicado en Asturias añado, y es cierto, pero también hablamos de este país, Spain, y viendo esas fotografías nos sentimos un poco menos pueblerinos, un poco más acompañados, ciudadanos del mundo como quería Sócrates.

Paz y salud.

Ramiro Rodríguez Prada.


P.D. El hecho de que atribuya uno u otro tema con preferencia a cada fotógrafo, no significa que se ciñan sólo a esos motivos, son bastante variados todos ellos y brillantes en más de un terreno. Vale.