jueves, 3 de noviembre de 2011

Focicando


Cular salmantino ibériko de Sastanden


Kulo nero


Al final no me dejó meter la foto apaisada de un cular muy pinturero que yo quería, en decúbito supino que es otra perspectiva molona, ni ninguna otra en esa posición. Así que ahí va esta que, teniendo en cuenta a quién se la dedico, tampoco necesita tanto jarte, que igual la compra para su colección particular, me hase reina por un dia y me desgrasia en Santasdés contra una esquina, qué pestaso chairrrman!

Aaaggg, mavro kolo kakó kai levkó!

Blanco y negro, así tienen el kolo los kolokapitalistas cara no, culo al público, cada glúteo de un color, porque es ya la generación que hizo la revolusión porrón pompón, bebieron del pop art y del ying yang, y se lo pintaron de todos los colores del arcoiris y alguno mais, ahora dirigen las empresas de sus familias.
Y sus amigos de comuna y alpargata, los jipis pobres, dicen que murieron todos los sueños, aquellos de paz y amor, entre otros. Ahora toca guerra y odio, la otra cara del culo, iba a decir la cara oculta, pero no porque ya la descubrimos.
(...¡Nos descubrieron/por fin nos decubrieron!)
Tenemos un trabajo, una familia, votamos a los demócratas, o no votamos. Está muy bien.

Pero si miras embaixo´el faldillín de los del culo blanquinegro, que no me gusta esa indiscreción, pero a veces hay que cometerla, verás un culo más negro que una fosa común.

Insiste mi amigo Pepe Pirrhula, el Picabrotos, el minero psilicoso especialista en pájaros, intérprete de tonada y de sidra, en que les dé caña a esos buitres, pero yo me disculpo diciéndole que no sé nada de economía salvo la cuenta de la abuela, que sólo puedo hablar de chorizos y otros embutidos,  de carne cruda adobada o de sangre y cebolla (...hielo negro y escarcha/grande y redonda).
Él me echa una bronca pistonuda que acaba en risa y tos.

Un rato después, ya calmado, vuelve a deleitarme con la letrilla de un canciu propiu, dedicado a Milio el Botines, que entona en clave allerana:

Cuenten que tienes millones
metíos nel calcetín (bis)
no esfociques nos furacos
¡faes focicu de gochín!

Con esto ya me dejó imposibilitao para el resto de la tarde, como no tenía sidra a mano le di un buen meneo al vino para aliviar, provisionalmente, el dolor de corazón. Pero me proporcionó la disculpa, la letra ahí está, que me faltaba para cerrar este breve exhabrupto.

Así que non fociquemos más por hoy, antes de que empiece a goler.
(Gracies a Dolo y a Mabel por el asesoramiento lingüístico)

Salud.

Kolomondo.


O. R.   Dalle que non mira


Lo intentaré con Estamos en guerra (Pero hay que reflexionar):


Y si no que chupen aquí y mamen na casa...

Vale

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Rebétiko


Anatolia, el este...
Grecia 2011

Rebétiko


Esta será una andanada corta, espero, para conjurar ese horror vacui que algunos conoceréis y que aquí se manifiesta en el hecho de no poder ver demasiado tiempo una etiqueta con una sola entrada, retrasada respecto a las demás u olvidada, lo que no sucederá a menos que torne más de lo que ya estoy, muy muy de perfil.

En distintos capítulos sobre música griega, cretense, en los de Atenas, etc., he ido hablando de este estilo de música y citado a varios autores e intérpretes.
Son, como dije, los ritmos e historias de los griegos de Asia Menor que trajeron con ellos en las sucesivas oleadas, sobre todo en 1922, expulsados de los territorios que llevaban ocupando desde que se inventó la Historia, hace 3000 años más o menos, aunque los colonos de entonces no fueran exactamente los griegos de hoy.

Esas músicas se adaptaron y desarrollaron después en toda Grecia, pero de manera especial en el Pireo y en los barrios chabolistas que se multiplicaron en los arrabales de Atenas.

Pero ese era su folclore en la actual Turquía, a la influencia de cuyos temas, ritmos e instrumentos, debe la Rebétika (en plural) su existencia.
No obstante el número de comunidades helenas en Asia Menor era tan alto y su dispersión geográfica tanta, que no sería posible hablar de un sólo Rebétiko y aún menos de un folclore unitario. Cada región cultivaba su música particular. En el Ponto, el Mar Negro, los griegos de Trabzon (Trebisonda) están a mil kilómetos de los de Adana, y los del interior de Anatolia, Capadocia, y otros, aislados de los esmirniotas y de los fanariotas de Constantinopla.

El dervichaki es una figura común en las canciones de Rebétiko. Es un diminutivo de derviche, una voz que recoge nuestro diccionario y define como "mendicante".
Se trata de un personaje frecuente en el mundo musulmán, a veces transhumante buscando fortuna, otras como pobre fijo en pueblos y ciudades. Tal que aquí y ahora, carrileros o de atrio diario. Una especie de monje lego, de fraile que no ha recibido las órdenes mayores de la autoridad religiosa y vive de la caridad muy malamente.
Pero en el rebétiko es también un epíteto cariñoso exclamativo, Dervichaki mou!, que puede ser traducido por !Pobrecito mío!, sin connotaciones económicas, digamos.

Menciono a esta figura porque nos servirá para acotar más el origen oriental del estilo.
Todos conocéis, o habéis oído hablar o visto, a los derviches giróvagos y escuchado la música que ambienta sus hipnóticos bailes.


Mevlana, el Rumí, -el romios*, romano/bizantino para los otomanos y otros turcomanos-  fue el santo musulmán de Konya que inspiró a esta secta y su filosofía, una rama del sufismo. Los compositores son clásicos de la cultura turco islámica.
Hüseyin Fahrettin, Hazirlayan Dede´nin, Beste-i Kadim, Osman Dede´nin... . Y sus piezas, Taksim,  Isfahan, Pesrev, Ayini, Húzzam... . Algo semejante a nuestras Oberturas, Adagios, Scherzos, etc.
Más pobremente en los tekes, los fumaderos de haschís asiáticos previos al éxodo, que se reprodujeron en Atenas, y de modo mundano en los salones del Kafé Amam, este es el sonido antiguo de base, de origen religioso y místico aunque después la sociedad civil, y los músicos y autores lo transformaran.
Naturalmente ese sonido se adaptó diversamente dependiendo del grupo humano o la región, mezclándose con las músicas populares, tanto griegas como turcas que ya  existían.

El sonido de las Amanades (Amanés), nombre que procede de esa exclamación ¡Aman, aman! que se oye en las canciones y que también figura en el diccionario, nuestra herencia del islam, traducido por "la paz que piden los moros cuando se rinden" (¡cuántos ecos coloniales aquí!... ), es el que más recuerda a su antiguo modelo.
Pero el Amán aquí es más una exclamación invocativa tipo ¡Señor!, ¡Dios mío!, ¡Madre mía!, o algo así... . Y el "Amanikós", el sin mangas, es el estrafalario Mangas, el personaje por excelencia del rebético, el pillo rebetis fumador de chocolate y otros dulces de doble filo.
La que sigue es una canción de Marió titulada O mangas se jorisi, un zembékiko, tipo de canción y danza preferida por los varones griegos, que lo bailan por las solateras de sus confines. Habla también de la escena tesalonicense, (...filotimos oreos kai thesalonikiós) con lo que se une a la de Kokotas del final.


Fauna y músicos que dieron vida en Atenas, Tesalónika..., después de la gran catástrofe de los 20, a la hashiklídica, el género más  desastrado cuyos motivos giran en torno a... ese producto de origen vegetal -es por ampliar información-, ¿no?, y otros.

Y así, del origen a la digresión, me fui más lejos de lo que quería y sin haber nombrado todavía ni a un sólo músico de rebétiko. Lo acabo de hacer al poner la canción del mangas.

En la última entrada de música cretense,  hablé de Marió, primera figura viva del rebétiko y de las amanés en concreto, y de su disco con Ludovikos ton Anoyion, Bit Pasar, que el mi Dimitraki, la noche reciente de su aparición, me informó que era un pequeño mercado, una especie de rastro de cosas pequeñas en Tesalónika.
Estos días he podido escuchar una larga entrevista con ella en el Deftero progama (la 2 griega) y ese disco, así como el del Kafé Aman con Lizeta Kalimeri y otros.
Está como una rosa. Tiene la voz de una mujer de cincuenta años.

Geia sas, Mario, mitera mas! Geia sas, Thesaloniki mou!

A partir de ahora comenzaré a referirme ya a los músicos del Rebétiko que conocemos, que empezaron a grabar en los años veinte y que constituyen el grupo de los clásicos.
Pero eso será otro día.

Geia sas, salud y buena música.

* Creo que tiene una versión Marió pero no la encuentro por lo que pondré la de Stamatis Kokotas que es el autor:

Romiós agapise romiá
romiá kai thesalinikiá

(El romano ama a la romana
romana y tesalonicense)

Omiroglou  Pradatzís.

P.D. 1. Hay dos novelas traducidas que consideramos entre las mejores y más potentes de la narración griega moderna y que se refieren a estas regiones de Anatolia, en los felices años anteriores y en los contemporáneos de I Megali Katastrofi de 1922. Tierras de Eolia, de Ilias Vénesis y Tierras de sangre, de Didó Sotiriu.  Les dedicaremos el espacio que merecen en Escritores griegos, cuando proceda.

P.D. 2. Una de haschiklídika para cerrar. Ahí aparecen algunas palabras características del estilo, el narguilé, el fumaro, el tekes, los mangas... . Como dice un comentario, Teketzídiko agnostou tragoudi grameno sti filakí, Canción desconocida del tekes escrita en la cárcel. De Hilia Petropoulou y Ioban Tsaous, grabada por Agathonas Iakobidis. Pende mangues sto Peraia, Cinco mangas en el Pireo:



Vale. Ramiro.

martes, 1 de noviembre de 2011

Karoúlia en las Hurdes


Don Berenjeno Zanahorio

Es ya un cajón de sastre este Perdío,  refugio, confesionario, herbolario provisional, muro de lamentaciones y buenos propósitos que siempre nos hacemos pero que pocas veces cumplimos, balneario o descansódromo...

Hace 15 días que pasé por aquí más triste, perdío y griposo que hoy. En ese momento especulaba con la frecuencia de mis bajones. ¿A quién le importa?. Pero hoy tampoco ando arrastrao como para venir a quejarme.
Sin embargo he vivido una semana muy transhumante. El trabajo de la casa ya lo tengo sistematizado desde hace años y pocas veces me pilla el toro ahí. Pero las últimas noches no he dormido relajado a causa de las movidas de don Ramón del Valle, que me trae al retortero desde la medianoche al amanecer, trasegando alcoholes todos de alta graduación como si fueran zumos.

Para acabar de rematarla parió el abuelo y esta noche tuve una visita inesperada, no de un zombi genial, sino de un genio zumbao.
Me estoy refiriendo al Inmortal Dimitris, el monje tesalonikiós, que vino desde su retiro en Karoúlia (Áthos) en un viaje astral.
En los prolegómenos de la meditación filokálika vespertina, cuando se quitaba una borrilla del ombligo, descubrió allí un agujero espacial por el que se autotransportó a las Hurdes, donde se materializó el encuentro.

Hubo un cónclave del grupo primigenio de la Nea Iklesía Eterodoxa Hextremaña  (nombre temporal para captar adeptos aragoneses), donde había gente de Girona, Barakardo, Cái, Coimbra, Brivieska, Guitiriz, Villaviciosa, el Cachap, Xixona (muchos levantinos por aquello del turrón)..., y dos extremeños genuinos que aportaron la cabaña, los culares ibéricos y se hicieron cargo, infatigables, de la intendencia. Amás amás, como decía el de Banyoles, del cariño que siempre derrochan.

No salimos de la actualidad griega que el buen monajós nos pintaba.

Pero padre, le preguntó el de Briviesca, ¿porqué no garrapiñan las almendras de Karoúlia para venderlas, o ganar unas calorías? Sería un producto con denominación de origen vendecido por la santidad de Áthos y el no menos beato Patriarca. Y las que sobren...
Sólo como dos al día, contestó el infeliz, el de mi santo, Ayios Dimitriadis, comí tres, pero después tuvimos una fiesta y el gerontas mou me dejó bailar la raspa con Locomondo. ¡Tenemos un transistor!
¿Y adónde van a parar las rentas de las miles de hectáreas y propiedades que tiene la Iglesia Ortodoxa?, preguntó el gerundense sin intención.
Los gastos son ingentes. El mantenimiento del patrimonio es un pozo sin fondo y la ayuda a las  viudas y huérfanos de nuestros popes, y otros necesitados, se lleva otro buen pellizco. Pero la respuesta no está al alcance de este humilde siervo del Señor, quiso zanjar el mi Dimitraki.
El de Banyoles no se dió por vencido e insistió, ¿La iglesia no paga impuestos en Grecia, no es así?
Así es, dijo el fraile derrotado.
¡Si está en los huesos, pues!, dise el vasco, ¿Cómo conose la situasión de su país si vive fuera del mundo? ¡Unas kokotxas, un buen bakalao a la viskaína, un txakolí y vuelve nadando a Karulia!.

En Karoúlia siempre estamos en crisis, musitó. Y casi inaudible, Pero tenemos un transistor...

El pobre monje que, en efesto, estaba enflaquecido como un Cristo para desgraciaos, agachó la cabeza y la barba le llegaba guapamente a la bragueta. Aunque es de buena estatura pudimos verle una coronilla, donde ya empezaba a escasear el pelo, como a modo de tonsura, fisiká, natural. En su caso también eremítica.
Con poco más de treinta años parecía un esqueleto y se estaba quedando calvo. Al hablar se le veían también los dientes medio descalcificados de las privaciones a las que sometía a su cuerpo.
Y no tenía novia ni novio. Una del Cachap le tiraba los tejos pero él enrojecía como un tomate griego.

Los de Hervás, como siempre oportunos y conciliadores, viéndolo tan  desvalido propusieron un ágape a base de embutido de la tierra  y vino generoso.
Todo el mundo estuvo de acuerdo y, después de un corto paseo para abrir el apetito en el que el monajós nos llevaba a todos afogaos, como si tuviera ganas de acabar rápido con ese trámitre... pedestre, comparado con el nutritivo cometido que nos aguardaba,  muy poco después, digo, nos sentamos a una mesa que era la gloria del jamón, del chorizo, del salchichón, del cular de Extremadura.

El fraile levitaba.

¡Pero qué cortas se nos hicieron esas 24 horas que él estuvo entre nosotros! La mitad de ellas las pasamos sentados, adorando al hermano jalufo, como los griegos cuando celebran algo en familia, despaciosamente, disfrutando.
El Inmortal tesalonicense se iba calentando y al final de la fiesta nos echamos unos skás y unos regues (¡non regues el vino que lu afuegues!), a ritmo de Locomondo.
Dimitraki se marcó dos zembékikos a petición del respetable público neófito ibérico, que nos dejó ya el alma preparada para recibir los santos óleos.

Lo acompañamos hasta la cuerria, como la llamamos en Asturies, el cubículo circular de piedra donde se echan las castañas para que vayan cayendo al fondo según se van secando los erizos de la cubierta exterior. No sé cómo la llaman los extremaños, pero ésta era de un estilo semejante.
Se subió encima de la pila de castañas que rebasaban la altura de las paredes de la cuerria y se hundió hasta las rodillas en ellas, pero mantuvo su santa compostura, y eso que se le veía risueño y coloradín. Le había sentado tan bien la aventura que parecía  haber engordado en apenas unas horas, y le brillaban los ujitos del vinillo, ¡si hasta parecía haber rejuvenecido!.

Todos le instamos a repetir la visita cuanto antes, por la necesidad que esta comunidad tiene de su dulzura y de sus balsámicas palabras de hombre espiritual, nuestro guía y consuelo.
Prometió, Panagía mediante, nuevos vuelos astrales si su ombligo seguía mostrándole el camino.
La mayoría estábamos tan pedos que se nos hacía difícil comprender su resistencia teniendo en cuenta su endeblez y lo que había bebido, pero allí estaba tieso, de pie sobre las castañas, las manos recogidas en muda oración, y con aquel rubor casi angelical en las mejillas, esperando a la nave del misterio que nos lo arrebató sin que nos coscáramos.

De pronto estaba y de pronto ya no estaba.

Yo no sé si dormí en la cuerria porque amanecí con todo el cuerpo tarazao por los oricios, hecho un alfilitero.
Todo ese sufrimiento, ya sublimado por el espíritu heteróxido karouliense, lo dediqué a la salvación del alma de Militouh erde louh Botinehi.

Buenos días queridas criaturas. Salud.

Alma de Kántara.

lunes, 31 de octubre de 2011

Botellón


Gamberros

Media noche era por filo, la del sábado tal como temía, al poco de acostarme oí que me chistaban, giré hacia mi compañera pero dormía. Recordé la última siesta en Eubea y pensé en el galego, pero no lo veía en la habitación.
Cerré los ojos y me dormí escuchando el gemido del nordeste en la ventana.

Debió durar poco ese primer sueño por lo que me cundieron los acontecimientos posteriores.

Me despertaron con dulzura, como cuando me dormía por las mañanas y mi madre me decía casi al oído que tenía que desayunar y era tarde.
Levantó un poco la sábana y susurró, Usted y yo tenemos pendiente un paseo, querido amigo. Era don Ramón. Sí.

Había visitado ese día tres cementerios para depositar las flores conmemorativas en las tumbas de la familia, así que no me alteraba el ánimo el fantasma redivivo del manco de Vilanova. Había respetado mi descanso del viernes y, aunque no quiso concederme la tregua del fin de semana, yo me encontraba en mejores condiciones que la noche ful de la vodka.
En el mismo pasillo, según salía de la habitación, me tendió una botella de coñac. Otra vez de Centenario Terry con tapón de corcho de los 60, de un litro, con su malla amarilla como nueva. No era como la que yo le había afanado a mi madre, con la cuerda medio podrida que habíamos chupado otra noche, sobre todo él.
Sólo quedaba un trago así que lo apuré. Era tan suave y delicado que parecía un café con leche y unas gotas. Sólo que en la boca quedaban sólo esas gotas, un buen rato.

¡Buuuaáh, esto es el desierto del Sahara!, exclamé recordando a la mora.
Destilado de dátil al cubo, añadió Valle. Y zumo de escorpión, apostilló.
¿Qué pasa, volvió el legía de Sidi Ifni?
Me miró como diciendo, ¿Me vas a bacilar ahora con lo de la Legión?, pero sólo dijo, No, me había traído una caja pero ando a todas horas de la Zeca a la Meca y casi  no paso por Vilanova que es donde tengo la provisión. Y sin solución de continuidad me instó, ¿Está listo, nos vamos?.

No hacía frío en la calle y el viento había desaparecido como por ensalmo.

Atravesamos Xufre en dirección al barrio viejo y rodeamos la colina para salir al este de la isla y coger el sendero donde lo habíamos dejado la noche de la asamblea de los célebres zombis. El banco estaba vacío en esta ocasión y no había luna. Yo sentía el calor del brandy calentándome la barriga y subiéndome al pecho y a la frente.

Tenemos tiempo, vamos a sentarnos un momento. Me satisface esta estampa nocturna de Cambados nas noites sen lúa.
Estaba otra vez transpuesto, como bajo el pino mirando A Pobra. En silencio tomé asiento a su lado.

Acostumbrado ya a sus atuendos estrafalarios y anticuados no había reparado en su aspecto de hoy, una especie de chaqué con una lazada al cuello, bajo la barba, un sombrero menos aparente y unos botines relumbrones que parecían hechos a medida por algún remendón de la zona, muy toscos, aunque imagino que resistentes. Sentado, con las barbas blancas que reposaban sobre sus piernas y las lentes redondas, así de perfil, tenía toda la apariencia de un cuáquero o un Mr. Natural de Crumb a la galega.
Traía también el fino bastón de la curuxa.

Estuvimos unos minutos callados. Con la barbilla apoyada en la mano que apretaba la lechuza del bastón miraba melancólico el reflejo de las luces en las olas que, mansamente, lamían la orilla.

Don Ramón, de nuevo marchoso y cañí, saltó del banco cual muñeco y chilló,  ¡Goñi, goñi, que la diña!
Yo me eché a reír, claro, mientras él ya enfilaba el sendero que al borde de la arena nos conducía a un pinar cercano.
Cruzamos la pineda y a la otra parte enseguida vimos el resplandor de una hoguera. Varios coches, aparcados en círculo, con las puertas  abiertas que disimulaban mejor su presencia y ocultaban el fuego, acotaban un espacio en cuyo centro un grupo indeterminado de personas bebían y bailaban alrededor de un fuego, al compás de la música que salía de algún vehículo.

¡Vamos a ver si nos invitan a un trago!, dijo Valle muy decidido.
Yo no quería hacer de cenizo aunque conocía mejor que él la fiesta que allí se celebraba y me temí lo peor, pero asentí.

Cuando vieron aparecer a don Ramón en el círculo iluminado por las llamas se quedaron  mudos y anonadados. Eran 7 gamberretes, tres chicas y cuatro chicos de entre 16 y 18 años. A mí casi  me ignoraron porque la verdad es que el de Arousa era un figurín estrambótico que atraía todas las miradas, un fantasma de hace dos siglos en medio de la queimada. Porque eso es lo que hacían los rapaces, una queimada.

Repuestos de la sorpresa, y bastante cargaditos ya de aguardente, todo hay que dicirlo, rodearon al manco, que se había quitado el sombrero y lo sostenía, junto al bastón, con la mano sana.
¡Boas noites!, dijo don Ramón con voz sonora sobreponiéndose al chunda chunda que salía de los altavoces.
Nadie le contestó. A una chica se le escapó la risina y de pronto estallaron todos en carcajadas mientras el más cercano le ofrecía a Valle un tanque esmaltado con orujo de la queimada.
Lo cogió, bebió lo que había y se lo devolvió, todo en segundos. El guaje quedó pasmao.

¡Qué hijoputa!, dice el chaval mirando a sus colegas, ¡se lo bebió todo!
¡Oiga, joven, modere su lengua!, saltó el viejo.
Los otros volvieron a escojonarse y la de la risina, ¡Joder, el pureta, habla como el Punset!, y don Ramón encendido ya, ¡Qué lenguaje es ese para una dama!.
Un par de ellos, muy pedos, se revolcaban por el suelo en ataques de risa. Otra chica le ofreció a Valle un porro y él rehusó diciendo, ¡Yo sólo fumo en mi chibuquí!.

No había probado todavía el orujo y estaba viendo que, así las cosas, aquello podía acabar muy mal y sin catar una gota, así que me acerqué al grupo y le pedí la taza a uno de ellos. Lo dudó pero me la pasó. Eché un trago corto y se la devolví, pero entretanto otro se había acercado al anciano por detrás y le tiró hacia abajo del chaqué. El pitorreo fue fenomenal.
Yo veía a Valle que rumfaba ya como una locomotora y le dije, Vamos don Ramón, que se nos hace tarde.
Tiene razón joven, pero antes he de dar una lección a estos tunantes que no olvidarán.

El guaje que le había tirado de la chaqueta consiguió ahora arrebatarle el sombrero de la mano y sin detenerse se lo lanzó a un colega por encima de la genial cabeza del galego.
Y entonces se armó ¡la de vámonos Juana!

El  viejo barbudo, con una energía impropia para su edad y usando el bastón de mandoble, se volvió y arreó sendos estacazos al burlón cada uno en su glúteo correspondiente de tal magnitud que el  chaval cayó al suelo redondo, chillando y frotándose las posaderas.
Los otros quedaron paralizados por la sorpresa un momento pero don Ramón ya la había emprendido a bastonazos con el que  mentó a su madre en términos inaceptables. Y la rapaza del lenguaje soez recibió también un buen palo en el culo cuando hizo frente, en plan retador, al de Vilanova.
El que tenía el sombrero lo soltó y se dió la vuelta escapando pero el bastón le alcanzó todavía una oreja, mientras el brioso manco gritaba, ¡Vuelve aquíii, galopiiiíín!.

Se produjo una desbandada general cuando comprendieron que el paisano pensaba calentarles el culo a todos, uno por uno.
El adolescente más joven, que era el más borracho, o colocao con todo, a saber, no se había podido
levantar y seguía riéndose en el suelo. Don Ramón se acercó y al verlo en aquel estado sólo murmuró:

 Yo anuncio la era argentina
de socialismo y cocaína

Luego se arrimó a la hoguera y me llamó, Busque una de esas tazas y rellene esta garrafa, dijo señalándome una de dos litros en la que los guajes llevarían el aguardiente. Rellené la mitad y  me parecía demasiado. Complétela, me dice, que si sobra ya le daremos salida.

Dejamos al chaval riendo y nos fuimos nosotros también más contentos que unas pascuas. Resultaba agradable el calor de la garrafa y mucho más lo fueron los tientos que le íbamos dando mientras nos acercábamos, entre pinos y playas, a la punta sur de la isla.
Era una noche oscura pero amorosa para la época, el nordeste que soplara días antes, se había calmado y venía una ligera brisa cálida del sur que en el continente, lejos del mar, sería más fuerte y echaría al suelo las últimas castañas.

No sé si por la bronca o el aguardente pero Valle estaba excitado, dicharachero y jovial como pocas noches. Nos sentamos bajo un pino mirando hacia la lejana boca de la ría, antes de iniciar el regreso al norte por la costa oeste. Allí fanfarroneó un poco recordando sus andanzas por el Madrid de su época mientras le dábamos chupetones apasionados a la garrafa.

Cuando nos levantamos el agua de la mar parecía fósforo con los destellos de infinitas  luces crepitando en la superficie.

No sé cómo volvimos a Xufre si andando o subidos en una escoba, ni lo que fue de la garrafa, del orujo sí, nos lo bebimos todo, ni qué se hizo de don Ramón. 
Desperté aquí al día siguiente, ayer, a causa de los gritos espantados de una mujer que venía a limpiar la tumba de su esposo. Yo me había metido a dormir en un nicho vacío. Tampoco sé cómo lo encontré ni cómo lo hise.

Felices sábanas.

Man Ta Blón.



domingo, 30 de octubre de 2011

Geia sas, ta pedakia!


Busto de Yiannis Ritsos en Monenvasiá
Grecia 2009

En Kondopouli, Limnos, uno de los lugares donde penó el poeta de Monenvasiá, O Yiannis Ritsos, junto con otros muchos presos políticos, escuché a un taxista de sesenta y muchos,  desde la ventanilla abierta de su taxi arrancado, saludar a un grupo de paisanos sentados en una terraza a la sombra de una parra, jugando al tavli y bebiendo café.  Dice:

Geia sas ta pedakia!,  ¡Salud, chavalines!
Geia sou!, contestaron,  ¡Salud!

Ninguno de ellos bajaba de los ochenta años.

Es una escena sencilla e ilustrativa que puede repetirse en cualquier lugar de Grecia.

Del mismo modo, pero ahondando, en Creta,

muchos paisanos
como cañones
con toda la barba
y roña en los cojones

el que la tenga, ¡voto a Feus!,  que es gente pulcra y de porte aristocrático como poca,  hombrones como torres y una voz salida del Antro del Ida, pueden saludarse con un,

Geia sou, kopeli mou!,  ¡Hola rapacina!.

Pero yo nunca tuve el honor de merecer ese compadreo, -comadreo para ser exactos-, familiar e irónico de la parea cretense, los amigos, que no tengo todavía.
Lo digo porque tratar a Psarandonis de "Kopeli mou" como hice en su entrada (aquí en Música cretense), es un acto de confianza y valor por mi parte que ¡no sé si me costará la vía!

Es broma, naturalmente, aunque el león  es fiero de verdad.  Lo hice por la admiración y el respeto que siento por él, y no hay mayor respeto que la confianza.

Geia sas, Andoni!,  Geia sas Limno kai Kriti mou, òmorfa nisiá, islas  hermosas!

 
Barbarómiros Hatzipradakis.

 
(Publicado en Desde la popa el día 28-6-2011, para la crónica del Teach del 16-6-2011. Antipasos a Parga) 

P.D. El problema de la transcripción del griego al castellano se presenta siempre. Algún día lo hablaremos un poco más en extenso para fijar algunos lugares comunes al respecto.
Lo  de menos es el alfabeto, se acaba por aprender y los sonidos no cambian mucho, es un idioma que nos suena, su música resulta familiar, y es eufónico para nosotros.
Reproducir sin embargo los diferentes sonidos con grafía latina ya presenta más problemas, con 7 vocales y 3 sonidos para b/mp y v, por ejemplo, que no es b pero Vasilis es el Basilio castellano, dos consonantes con un sonido (Th = Z), o la inversa, letras cuyo sonido sólo se puede reproducir con dos castellanas (los Ts y Tz ), ...  

Se complica además con la existencia de diptongos, similares a los franceses, que tampoco es lo peor, también se aprenden enseguida.

Otro problema añadido es el uso del inglés para cosas tan significativas como los mapas o las guías. Algunos ya incorporan griego e inglés o varias grafías teniendo en cuenta distintas nacionalidades. El resultado es un batiburrillo notable.
Recuerdo alguna pregunta que le dirigían al Capi en los comentarios en Desde la popa, en concreto creo que una de Agus sobre Lesbos/Lesvos.
Pero no siempre es fácil de responder en dos palabras si el que pregunta tiene algo más de interés, o el que responde es un tikismikis. Y este ejemplo de Lesbos con dos nombres totalmente distintos para la misma isla, (Mitilene/Mizilene, en castellano, Mithilini, griego), se repite en más topónimos (Korfú/Kérkira), etc.

Lo ideal sería escribir en griego pero eso limitaría el acceso a las páginas por parte de quienes no dominamos el idoma o lo desconocemos por completo.

Terminaré con un ejemplo propio que se repite cada día. Me despido con un Geia sas!, Salud,  o Yasas!, que es el sonido en castellano de la pronunciación griega. Como si escribiera  "O´gvuá" , o algo asín, para decir adiós en francés, o sea ¡un horror!.

Pero el asunto sigue sin resolverse.

Los muy puntillosos, perfeccionistas o rigurosos en esto, pueden consultar el libro de Pedro Bádenas de la Peña, La transcripción de griego moderno al español (1984).  Vale.

Ramiro.