viernes, 18 de noviembre de 2011

O Νίκος Παπάζογλου, Nikos Papázoglou


Oviedo, Asturias
Noviembre 2011

Νίκος Παπάζογλου


Físise o Bardaris kai kazárise
Hílios les kai telíosi o jimonas...

Sopla el Bardaris y limpia
Y el sol dice se terminó el invierno...


Cuando ya había pasado el invierno y soplado el Bardaris se nos fue Nikos, en el mes de Abril, con tan sólo 63 años, dejando tras de sí una carrera musical brillante y miles de seguidores en todo el mundo.

Es una apreciación personal, pero creo que después de la marcha de otro Nikos, Xyloúris, aún más joven, no había habido un duelo en la música griega de tal envergadura. Ni la del muy querido también y popular Kazantzidis dolió tanto, quizá porque Stelios era más mayor y uno se conforma mejor cuando el que se va cumplió una edad razonable para morir, si se pudiera hablar así.
Pero también porque Papazoglou consiguió aglutinar a un público de todas las edades, en especial el joven, en edad pero también de espíritu.

Muchos de los fans eran de su generación, pero a lo largo de los años logró lo más dificil, tener siempre a su lado, también, a los jóvenes. Era de los pocos cantantes que podía juntar en un concierto a nietos y abuelos.   
Pienso en varias razones para explicar esto.

En primer lugar su voz cálida y sus preciosas canciones de amor, interpretadas con emoción, cercanía,  y cierta languidez sin llegar nunca al baboso gemido de los extreñidos del purito amor. Esa tristeza de sus canciones nos habla en realidad del desamor, de la pérdida o el abandono, de la derrota. 


Tanto esta canción, Augoustos (en Xaratsi), como la 1ª, Físise o Bardaris (en Meso nefon), suyas música y letra, terminan en palabras que remiten al fracaso. Me llamó la atención antes incluso de saber de qué hablaban, porque fueron mis preferidas, y quizá lo siguen siendo... Agosto acaba en Kakó, malo, y O Bardaris en krio, frío.
Eso me pareció significativo, además del tono musical de ambas, el de la melancolía griega. 

En segundo lugar fue un músico que participó en el disco que abrió nuevas perpectivas a la música griega, incorporando los ritmos e instrumentos que los tiempos del rock pedían, rompiendo un poco con la anquilosada escena de la corrección musical posterior a los cogoneles, pero sin renunciar a la tradición griega.
Ese disco era del compositor Nikos Xydakis, I ekdikisi tis gyftiás, La vengaza de los gitanos (1978).

Pero, además de Xydakis, supo rodearse de un plantel extraordinario de autores y músicos. Manolis Rasoúlis, Orfeas Peridis, Takis Simota, Yorgos Zikas... . Y por su estudio de grabación  pasaron algunos de los mejores intérpretes de la música tesalonicense y nacional.


Lemoni stin portokalia, Limón entre naranjos, de Alayanni y Rasoúlis. En Xaratsi.

Dejó media docena de discos propios con sus canciones o en colaboración con los autores mencionados, además de sus trabajos en otras obras.
Jaratsi (Xaratsi 1984), Meso Nefon, Nubes contínuas (1986), Sinerga, Herramientas (1990), de los que hemos mamado como la mayoría de los griegos.
Y los tres siguientes los hemos ido escuchando en recopilatorios y en el Deftero programma de la radiotelevisión helena.
Epitopios ichografisis sto theatro tou Likabitu (1991), en directo en Likabitos, Otan kindinisis paikse tin puruda y Ma issa selini (2005). 


Baria balitsa, Pesada maleta, de Sinerga, es un zembékiko de Baso Allayianni con letra de Rasoúlis.

Terminaré con una de Orfeas Peridis de ese mismo disco.
A Rasoúlis y a Peridis los vimos en un concierto en Halkida en agosto del pasado 2010, os lo hemos contado. Yo saludé a Peridis y la mi morena habló con Rasoúlis, cuya muerte inesperada este invierno en Tesalónika nos produjo una gran tristeza.
Y en abril llegaría el segundo palo musical del año, éste de Nikos más fuerte si cabe, aunque esperado por la enfermedad que padecía, al parecer un tumor cerebral sin solución.

Geia sas yia oloi, salud a todos!

La canción se titula Fevgo, Marcho.


Kaló taksidi, Niko, palìcaré mas!


Ramiro Rodríguez Prada.

jueves, 17 de noviembre de 2011

San Benitiño do ollo redondo



Asturias, otoño 2011


Primero escuché sonido de gaitas, después otra vez a mi abuela cantando el san Benitiño do ollo redondo. Pero no me quería dar por aludido, estaba roto. Había recaído en el resfriado, complicado ahora con una bronquitis y una tos cavernosa que apenas me dejó dormir dos o tres horas cada noche y que me asustaba, y asusta,  incluso a mí que llevo años arrastrando esta psilicosis tosiendo todo lo tosible.

Pero don Ramón sabía bien qué aliados buscar para sacarme de la cama. Conocía mi apego a la abuela que me cantaba la canción desde que era un bebé. Con el runrún del estribillo en la cabeza y su voz cristalina, aguda y limpia, de timbre gallego sería ya imposible volver a conciliar el sueño.

Si vas a San Benitiño
non vaias a o de Paredes
qu´e moito mais milagreiro
San Benitiño de Lérez

Abrí el ollo y ahí estaba el amigo, de pie, con la boina de Baroja y la capa oscura de outras noites. Los quevedos eran nuevos o había sustituido el cristal roto en el tugurio del Bene. Me miraba fijamente sabiendo el efecto que sus ojos inteligentes y burlones causaba, no sólo en mí sino en cualquiera que fuera objeto de su atención.

¿¡Qué pasa?!, le dije un poco desabridamente.
Pero no abrió la boca, metió la mano debajo de la capa y sacó una bota de vino.
Me dió la risa y la tos y me levanté con muy poco ánimo.

Era mi casa pero al entrar en la cocina no la reconocí, estábamos en otro lugar. Volví a la habitación pero ya no era mi cama y mi compañera no dormía en ella, lógicamente. Estaba sin deshacer.

Veo que está desubicado, me dice cuando volví.
Sí, pero sobre todo lo que estoy es hecho unos zorros, don Ramón. Creo que no escogió un buen día para venir a buscarme.
No escogí yo el día, él me eligió a mí, contestó, y me pasó la bota.

Yo ya empezaba a estar habituado a esas frases a las que después, si se le preguntaba por su significado no solía responder, así que me callé  y bebí.
Como  desayuno el vino de la bota no era lo mejor, un tinto de la tierra pero poco afinado y muy ácido para mi gusto. Volví a toser y él se levantó de la silla donde estaba para darme unas palmadas amistosas y de ayuda en la espalda. Como otra noche en que me había aplicado la misma medicina se  calmó la tos.
Beba otro trago ahora, que le sabrá mejor o viño, me animó.
Era cierto, tanto es así que le pregunté, ¿me cambió la bota eh truhán?.
Me miró con intención, como dispuesto a dar una explicación, pero calló.
¿Adónde ha pensado ir esta noche?, si es que tiene algún plan...
Teño, dijo por toda respuesta y salió de la cocina con su conocida prisa.
Le seguí y noté que cojeaba un poco. Llevaba otra vez aquellos botines toscos que debió coserle algún zapatero de la zona.

Salimos a la calle. Solo reconocí a illa de Arousa por la luz de las farolas, aunque esta vez no habíamos desembocado en Xufre sino en el otro puerto.
Había un sol en el medio día como el de la última noche que nos vimos en que acabó lloviendo a jarraos. Calentaba además como en el Ecuador.
Las calles estaban solitarias. Caminaba un paso por delante de mí a un ritmo endiablado. Y sí cojeaba visiblemente.

¿Qué planes tiene, don Ramón?
¡Qué planes, qué planes!, me dice girándose pero sin dejar el paso ligero, ¡Qué han de ser sino los que no pudimos llevar a cabo la otra noite por la  soberana de Saturno!, y levantó el bastón como amenazando al aire en el que se hubiera escondido el jorobado.
¿Qué fue del criado?
Nos aguarda en Xufre, junto al pino.
No, no, quería decir que si ya le enderezó la chepa.
Ése lo único que tiene dereito é o carallo. Soy hombre de prontos, se la hubiera rectificado si lo engacho en lo del Benedicto, pero depois no alimento rencores.
Pues tenía entendido..., pero no me dejó terminar.
¡Qué?! Se paró y me dirigió una mirada desafiante como diciendo, ¡Cuidado con lo que vas a decir?, pero no me enseñó el bastón al que yo ya vigilaba por si acaso.
Cuentan que tuvo malquerencias duraderas hacia algunos colegas del teatro.
¡Paparruchas!, y echó a caminar sin más.

Salimos por fin a Xufre y subiendo la cuesta hacia el pino me agarró del brazo.
Parece que cojea mucho hoy, don Ramón, ¿tiene reuma en la pierna?.
Son estos botines que me cosió un remendón de Vilagarcía. ¡Feitos a medida dos pes!, decía el muy borracho. Dos pes sí, pero zurdos, cuando los calzo non séi cuál es de cada pie. Uno lo tenía medio desecho de un cartuchazo en una cacería con Richi. Pero los botines me estropearon el otro.
¿Richi?
Baroja.
¡Ah, ya!
No se puede tratar con borrachuzos.
¿Estaba atufao don Ricardo?
No el borracho era yo, se me disparó la escopeta, me refería al zapatero de Vilagarcía, que nunca hizo nada como conviene sino como con vino.

Chegamos al pino y enseguida vimos a Saturnino que nos hacía señas desde la barca, amarrada en el acantilado próximo. Vi que Valle no hacía caso al jorobeta y se quedaba encandilado mirando las luces de A Pobra.
Don Ramón, llamó Satur. Pero el viejo ya no recibía. No me había soltado el brazo y me apretaba con una fuerza inverosimil para una persona de su delgadez, como de costumbre.
El corcobado dió una voz más fuerte pensando que quizás no lo habíamos visto entre las sombras del pino,  los acantilados y la escuridad de la noite. Aunque el sol seguía luciendo en mitad del cielo y no se había movido de ahí ni una micra.

Pero Valle no oía. Entonces Saturno con una voz que a mí me sonó a la de su amo, aprendida tal vez de él, le gritó, ¡Tejerina!.
Don Ramón saltó como si le hubieran clavado un punzón en el culo, ¡¿Quién va?!, dijo con un tono idéntico al de su criado.
Se nos hace tarde y la mar no está católica, señor, contestó Saturnino.
El sol se puso de pronto, no supe por dónde ni cómo, y noté la brisa fría del nordeste.
¡Ya va, ya va!, ¿vienes sereno, o anduviste trasteándome la bodega?

El jorobado no respondió, ayudó a don Ramón a subir y me pidió que soltara el cabo antes de embarcar.
Saturno remaba con una energía extraordinaria para un hombre contrahecho y de baja estatura como era. Ví que dirigía la proa hacia la Pobra y pensé que tal vez iríamos allí, pero poco antes de llegar al centro de la ría giró a estribor y enfiló en dirección a las luces que se veían al este, de los caseríos de Vilanova y Vilagarcía.
¡Bravo, Nelson!, bromeó Valle, ¡Así se rema, almirante!

El manco me alcanzó la bota  de la que ya quedaba muy poco que tentar. Mojé apenas el gaznate y se la devolví. Él mandó parar a Saturno y se la pasó. El barquero bebió un trago corto para dejarle algo a su amo que había clavado los quevedos en la bota cuando el criado la levantó.
Valle la cogió mirando con buenos ojos a Satur y al vaciarla le pidió unas mantas para taparnos, porque la brisa era ya un viento frío que enlentecía la marcha y a mí me sentaba como un tiro. Había empezado un rato antes a toser y el vino me calmó algo.

Estábamos como a media milla de las primeras luces de Vilanova, pero avanzábamos muy despacio porque nos entraba el nordeste casi de frente y la atmósfera limpia vibraba, acercando o alejando en apariencia las luces, por momentos.
Me deslicé un poco en el fondo del bote intentando evitar el aire que me entraba helado en la boca cuando respiraba. Don Ramón había puesto su manta por encima de la boina y parecía un fantasma oscuro, un búho con gafas. Saturno remaba con el mismo vigor que al principio pero parecíamos parados. Yo  estaba molido y sin fuerzas. Me dolía el pecho y la garganta, tal vez tuviera fiebre porque me daban escalofríos a pesar de que la manta me calentaba y ya no tosía.

Oí que Valle hablaba algo con su criado pero no entendí lo que dijeron. Después dirigiéndose a mí en voz baja me dice,  Duerma si quiere, no se preocupe, tengo en Vilanova una medicina que cura todos los males, es una panacea que me trae un legía de Vijo que está en Sidi Ifni.
Estaba tan hecho polvo que ni siquiera esbocé una sonrisa.
Escuché al jorobado cantando por lo bajini el estribillo de San Benitiño:

San Benitiño do ollo redondo
hei de ir alá, miña nai, se non morro
e hei de levar una bota de viño
y una bola de pan para o camiño  

Me dormí.

Celifes fueños.

Fritiño e Moito Cascadiño. 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Curruqueo


Acuarela, témpera, pintura en polvo
Oviedo 1998
Ramiro Rodríguez Prada

Intenté poner otra pintura  diferente que se  titula Encrucijada, del mismo año, para hablar un poco de esta coyuntura en que Europa está siendo atacada por su propia medicina, la cura bancaria.
Pero últimamente no doy una y me sale la imagen invertida, voy al album archivo donde existe la  posibilidad de girar la imagen pero tampoco me lo permite.
Ya me pasó con más fotos y algunas, en intentos posteriores, salieron en la posición correcta. Pero con esa no he podido de momento.

La putada no es pequeña porque ya tenía el texto escrito para hoy, son las doce y media de la noche y mi condición física ya no da más de sí. Era la entrada del día que, últimamente, metía en esta primera media hora de la noche para tenerla en la  página principal en las 24 siguientes. Se fodió!

Lo del curruqueo es una improvisación rápida para salir del paso.

Hoy tuve contacto con dos currucas pardas, por la mañana con el Verderón Blasensis, primo de una servidora y mi introductor en el clero pardo maragato.
Hablamos del contagio de la psilicosis, un mito más, porque no es una enfermedad infecciosa como la tuberculosis. Pero hay casos descritos en la literatura médica clínica que se refieren a la posible transmisión de síntomas desde un nivel psicológico, histérico, que cursan sin alterar la bioquímica del sujeto, pero imitan con absoluta verosimilitud el resto de sintomatología.

Teniendo en cuenta la epidemia actual real de la enfermedad, una locura generalizada y niveles de deterioro mental nunca vistos, el desarrollo de estos síntomas  por simpatía, diríamos, no es muy significativo y es interpretado por los especialistas como una conducta reactiva motivada por las tensiones, que trataría de entrenar a los que la sufren para enfrentarse con cierta experiencia previa a la enfermedad real. 
De alguna manera, le comentaba al Blasensis, este espacio intenta, a su vez, crear las condiciones idóneas para enfrentarse a la epidemia, reproduciendo simbólicamente su esquema antes de que los síntomas se instalen de forma definitiva. Una especie de vacunación poética, ya que la enfermedad ataca incluso a los propios terapeutas, que se han visto desbordados  en los últimos lustros, sin otro recurso que aliarse con el enemigo.

Con la otra curruca, el Picogordo Fernandino, uno de esos sanadores que estudian nuevos caminos de intervención y tratamiento, acechado si no infiltrado también por el mal, estuve por la tarde.
No me da esperanzas porque no las tiene, pero me prometió intervenir en esta búsqueda, desesperada, la única que se nos permite ya.
Agradezco su ofrecimiento y las ayudas desinteresadas como la suya son bienvenidas. Soy quizá la parda más ruin y débil de las descritas aquí, todas currucas que me quieren y me miman, pero que deben cuidar también a otras avecillas más necesitadas y jóvenes que yo, que tengo más espolón que el gallo de Morón.

Mas, con todo y con eso: ¡auxilio, boicia,  no me dejéis, que toy mu solina, joé!
Va en serio, ¿a quién acudir cuando...

Salud.

Cannabina Carduelis, rebetissa, psilikosa.

martes, 15 de noviembre de 2011

Eléktriko


Dimosia Epijirisi Hilektrismou
Compañía Eléctrica Municipal
Eubea, agosto  2011


Ví una foto en un album de Yiannis Tzakós de una flecha blanca sobre fondo rojo clavada en un poste de madera como el que vemos y en el mismo madero, a la derecha, cogida de lado hay también una chapa idéntica a esta.
Están por toda Grecia donde todavía mantienen  muchos de los antiguos postes, más humanos que las modernas torretas metálicas o de hormigón.

Lo verdaderamente gracioso sería que hubiéramos fotografiado el mismo madero y casi el mismo motivo, pues Yiannis supongo que pasará alguna vez por Agioi Apostolioi (Kato Petriés o Limani Petrión). Pero sospecho que en su pueblo, dos kilómetros más arriba, los habrá también en abundancia. Y podría ser de cualquier pueblo griego.
De todos modos me prestó la coincidencia aunque la chapa es otra, las puntas que las sujetan son diferentes.

Como sigo muy atacado por la tos, no hago nada para mejorar, ni siquiera tomo esa tisana de hierbas, malva, tomillo, orégano, que siempre recomiendo sabiendo que es efectiva, no tengo ánimos hoy para mucho más.
Me queda todavía un poco de miel de Karoúlia (Áthos) que nos trajo el Inmortal monje Dimitris y que guardaba para casos rebeldes porque es mano de santo, nunca mejor dicho. ¡Y nadie podrá decir que en Ayios Oros hay contaminación!

Además, no entra cualquier enjambre en el Santo Monte. Aparte de producir miel, las abejas deben demostrar que su picadura reporta algún beneficio, mejora el reuma, espabila a los pasmaos o desengancha del ombligo filokáliko a los que se muestran más fanáticos que el propio Beato Anciano -Yérontas- que los asiste espiritualmente.
En caso contrario, si las abejas pican sin más provecho que el bultoma, el dolor y el prurito, el Exomélisa, máxima autoridad apícola de la Santa Península, les lanza un anatema y el enjambre abandona Áthos. Nadie ha podido dar una explicación científica a este hecho cuasi milagroso.

No tengo ganas pero ya llené la cuartilla, no necesitaba incluir un poema del Catálogo de toses (1990), aprovechando esta mención a la compañía de electricidad, que era lo que iba a escribir cuando me quejaba del catarro ahí arriba. Basta cualquier mención al buen monajós para que me traslade  en espíritu al barranco de Karoúlia y se me desate la lengua.
Los versos, que aparecieron en el florilegio del ´segundo grado` de Psilicosis y algunos conocerán, son de un grupo del Catálogo titulado
Deslumbramientos y apariciones:

Tan en hilo

Ayer me agarró una tos terrible,
creí que me saltaban los cornetes,
se pusieron en fase los fusibles
con un chisporroteo de estrellitas,
se fundieron los plomos oculares
desde el nérvio óptico de atrás,
ése que por el cogote va y se engancha
a la red principal que cruza el tronco.

Me sorprendió el catarro boquiabierto,
hizo masa la tos cerca del raquis,
supe entonces lo que era una avería,
cuál es la tensión que nos mantiene
unidos en la misma empresa eléctrica,
son muchos kilovoltios por persona
para poder soportarlo sin descargas,
soy gente corriente y doy calambre.

Electrocuta en mí esta tos un efecto
solidario, pascual, de común acuerdo,
me noto más humano, mero cable,
me da por sonreír al fin y al cabo,
después saco el pañuelo, me sueno,
me palmo los trallazos del cordero,
quito la monda, desecho el plástico
y así me quedo, en cobres, tan en hilo.

Buenos días.

Ramiro.

P.D. De postre musical la canción rebétika de Aryiris Bakirtzís, que aquí canta con su grupo de Thesalónica, (Xeimerinoi) Imerini kolimbités, Los nadadores invernales, titulada Se mia ekklisiá monajiki, En una iglesia solitaria, donde dos dervichakis colgaos como el mi Dimitraki kai egó (y yo) alucinan con los iconos. Hoy mismo nos la envió el Inmortal thesalonikiós:


Salud, geia sas!

lunes, 14 de noviembre de 2011

Veranillos e invernuelos.



Oviedo, noviembre 2011
La mañana

Hablamos del Inviernillo de san Zacarías o del Borromeo en la primera semana del mes tras los Difuntos. El 11 fue san Martín cuyo Veranillo ya había asomado el flequillo el mes pasado, adelantado.

Pasó Eugenio, el santo poeta visigodo, y estamos en santa Veneranda que, respetando su tradición, nos regala a su vez nuevas jornadas de sol, algo más frescas que las tibias castañeras, pero cálidas en todo caso.
Ayer teníamos 22ºC al mediodía. Pero se nubla el sol también todos los días, con unas nubes tipo cúmulos densas y azules, sin llegar a la "panza de burro" que anuncia nevadas. Y llueve un poco, un día sí y otro casi. Por las mañanas y las primeras horas de la tarde tenemos ese cielo y este color en los arces.

Eustaquio o Saturnino, a finales, deberían traernos nuevas alegrías solares. A ver si es verdad, porque a mí lo que me trajo el Zaka y su invernillo fue una recaída en el resfriado y la tos.
Supongo que el santo de la mudez estacional, que era un poco cascarrabias, estará mosca conmigo por tratar su biografía de forma una miqueta irrespetuosa.
Pero él sabe que mi intencion era pura, sólo la de actualizar un lenguaje, el del santoral en este caso, que se nos ha quedado obsoleto y muchas veces resulta incomprensible para el hombre religioso moderno. Y yo soy monje ahora, me debo a mis feligreses, pocos pero fieles.
Pienso además que no me excedí, otra cosa será lo que diga el muy galego ruca-ruca que rouco, Varela
y su Banda de Gaiteros y Chiflaos (por el chiflo).

Vanguardismo santoril hubiera sido haber interpretado el encuentro entre el ángel del Señor y el anciano Zacarías, en el que le anunciaba su futura paternidad, ¡¡como para no enmudecer!!, explicándolo desde la perspectiva contemporánea: el mensajero le llevó unas cajas de Vinagra celestial, que Dios ya lo tiene todo inventado desde el principio de los Tiempos, incluídos los afrodisíacos, para usar sólo en el seno del santo matrimonio, por descontado, y gestar hijos para el cielo.

La Vinagra celeste no venía con ese nombre comercial, naturalmente, sino con el genérico que las  farmacias paradisíacas, democráticas y ahorradoras como pocas, envasan para consumo de pobres diablos, almas quería decir, cotizantes de la Seguridad Social con escasos ingresos o en la solemne miseria, grupos que reunen a la gran mayoría de la población mundial, que también procrean, más que nadie en realidad, cuyos hijos, bautizados o no, van todos derechos al cielo detrás del Bautista, el primer bebé probeta (según otras versiones menos complacientes que la mía).

"Esencia Pura del Amor Divino", es el nombre del principio activo, que apenas enmascara otras realidades más prosaicas. No nos pararemos a analizar eso de la esencia del amor por si acaso, pues todavía hay mucho cristiano estrecho que sólo admite el lenguaje parabólico y aguarda a que se restablezca la puta Inquisición en su forma prístina, que la moderna, aunque funciona, no contempla todavía la purificación por la tortura y el fuego real. Todo se andará.

Oviedo, noviembre 2011
La tarde

Pero dejemos el santoral hextremaño, pues sólo quería hablar del color y la luz de estos días.
En la foto se aprecia el momento de transición del sol mañanero a la oscuridad que presidirá la tarde. Desde que aparecen la nubes hasta que ocultan finalmente el sol hay unas horas de tránsito  guapísimas, los colores brillan iluminados contra un fondo nuboso en contraste, gris azulado.

En Oviedo plantaron hace años un montón de arces americanos (Ácer negunda?), una de las especies de elección en la jardinería urbana, y privada, por su resistencia pero sobre todo por su  belleza, particularmente en el otoño.
Es una especie mucho más pequeña que nuestros pláganos, el nombre asturiano del arce (Ácer pseudoplathanus), y por lo tanto más fácil de adaptar a las no muy anchas "avenidas" carbayonas. De hecho en algunas calles se pasaron y las ramas, que llegan a las ventanas de los pisos inferiores en varios casos, quitan la poca luz y sol que tienen, somos la franja menos insolada de la penénsula.

Contamos además con una jardinería de lujo que no estoy seguro que nos podamos permitir, sobre todo en los escaparates que son las entradas de la ciudad y en el centro. Para los barrios llega menos o no alcanza.
No ponemos reparos estéticos a los jardines o al color, nos alegran un poco la vista y la vida, sino al reparto desequilibrado y al exceso.
El alcalde, muy amigo de la imagen, rentable en las urnas, nos llenó la ciudad de esculturas y fuentes, aunque también tenemos el índice de humedad más alto del país. Algunas han sido reconvertidas en pequeñas islas verdes porque el agua entraba por las ventanas  de las casas a poca brisa que soplara, tan cerca de las viviendas las habían hecho.

La alta pluviosidad y las temperaturas benignas casi todo el año abaratan el coste de mantenimiento y ahorran mucha agua, porque no es preciso regar o se hace muy esporádicamente, y esa templanza del termómetro y la humedad elevada animan el desarrollo de las vivaces, y en general de la mayoría de las especies plantadas.
Nada que decir en ese sentido, está bien aprovechar las condiciones favorables que nos ofrece la tierra, y de los profesionales que se encargan del cuidado tampoco hay quejas.

En realidad sólo queremos que la belleza circule libremente, pero por todos los rincones posibles y en especial donde más falta, que la ciudad la hacemos todos y el voto del barrio vale lo mismo que el del centro.
Pero por añadidura, antes que una jardinería lujosa preferimos una  modesta y que se preste más atención a otras necesidades perentorias que acucian o ahogan a muchos ovetenses y asturianos.

El alcalde y sus socios presumen de una de las ciudades más limpias y bellas de Europa, con muchas calles peatonales, merecedora de la escoba de oro con incrustaciones de pedrería.
Pero tenemos una tasa de paro juvenil de las más altas del continente, y la progresiva retirada de las ayudas sociales a las escuelas, libros, becas, comedores, bibliotecas, música, asociaciones ciudadanas de base, grupos culturales, a los más necesitados en definitiva, convierte los logros estéticos en fuegos de artificio para exclusivo disfrute de estómagos agradecidos.

Cuando rujen las tripas no hay espacio para la lírica, mejor un bocadillo de jamón, no pedimos el menú del Bulli. Después es posible que nos paremos a contemplar lo bello que es el mundo.

Y sería de locos pensar que esta masa de jóvenes sin empleo se vaya a formar en jardinería con la esperanza de encontrar un curro municipal.
La felicidad de la mayoría pasa menos por la estética colorista otoñal que por una vivienda digna, un trabajo seguro y un sueldo suficiente para vivir.
Ver a sus hijos, a los que sigue alimentando, mano sobre mano es desagradable, pero es peor verlos pidiendo limosna debajo de un maravilloso arce, americano o asturiano.
Ese sí que es un contraste potente y no el de las hojas contra el cielo, por muy rucia que tenga la panza.

Nuestra oposición al despilfarro, pues, no entra en contradición con el amor a Flora, mártir y santa cordobesa de S.IX decapitada por los musulmanes, que se celebra el 24 del presente mes.
En relidad la Cloris griega y Flora romana, patrona de los jardineros y deidad de las flores anterior al cristianismo, que éste se vió obligado a incorporar, con otras, para cubrir el hueco de  las grandes diosas paganas de la naturaleza, Rea/Cibeles, Deméter/Ceres, Perséfone/Proserpina..., al margen de la existencia real de dicha santa y su martirio.

Las ausencias del panteón pagano femenino en el cristiano están cubiertas sobradamente por las distintas advocaciones marianas, que celebran su onomástica en Mayo, el mes de las flores y de María, la Persefonis resurrecta.

No sé, ¿decía algo?, toy perdío...

Salute.

Er monje.