miércoles, 31 de octubre de 2012

Témpera y residuos


Témpera y residuos. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada, 2003.

Sin piedad
 
 
Con sabor amargo y un  nudo en la garganta por el paso del tiempo/ recuerdo aquellos días siendo aún muy niño, de cuatro o cinco años./ Me llevaron a un bautizo, en tren y muy temprano, mi padre era el padrino./ Era un domingo de invierno y hacía frío. En la estación nos esperaban./ De allí salimos en tartana con toldo, del compadre, tirada por un mulo.

Del pueblo sólo retuve las carreras, la alegría y una fogata inmensa/ que hicieron los más mozos donde nos reunimos todos en esa tarde yerta./ Al filo de la noche montamos en el carro de regreso, entonces diluviaba. / Hasta el corvejón enterraba las patas el macho en el lodo del camino./ Cabeceaba el carro e iba de un lado a otro hundiéndose en el barro.
 
Cada dos por tres dejaban los hombres la tartana para aliviar el peso/ y empujar las ruedas. Chorreantes y embarrados juraban en hebreo./ Llegamos tarde al tren pero vimos luz en la casucha del guardagujas./ Por un tubo cilíndrico el humo gris de una estufa plateaba el tejadillo./ Había parado de llover. Corría ese viento helado que huele a nieve.
 
Dentro hacía calor. Una pequeña estufa de carbón era el centro de aquel mundo./ Un mundo ruin y miserable con un criado mudo y una bruja mala./ La mujeruca, negro riguroso de los pies a la cabeza, nos miró torva./ ¡Esto es un apeadero, no una estación, no pueden quedarse aquí, fuera!/ Salimos al andén, el aire congelado, a refugiarnos detrás de la caseta.
  
No recuerdo haber llorado, sólo la nariz aguileña de aquella mujer oscura/ sentada junto a la estufa en una silla baja y a su vera el hombre silencioso./ Estas escenas las viví caliente, tapado con toquilla en brazos de mi madre./ También recuerdo haber mirado aquello con ojos despiadados, como el día,/ como un niño. Ateridos, a las tres de la mañana nos recogió un mercancías. 
 
 
De Interrogatorios y Otras partidas perdidas. 2012.
Ramiro Rodríguez Prada

Buenos días. Viendo que en todo el fin de semana no era capaz de escribir estos recuerdos en prosa, como un pequeño cuento, me puse a jugar un poco con la forma ahorrándome palabras aunque conservando la historia, un relato mitad poético mitad prosaico, como escrito en las lindes del sueño y la vigilia, el sueño la lírica y la realidad la prosa. Como el recitado prosaico y monótono de un sonámbulo. No teniendo pues forma poética acabada, no podía ordenar el texto como si se tratara de un poema. Pensé borrarlo todo e intentarlo de nuevo en un mejor momento, pero llevaba horas con él, me daba pena liquidarlo. Ya que faltaba alguna imagen gráfica que completaba el cuadro, decidí conservarlo, publicarlo y escribirlo con otra forma en otra ocasión, más acabado aún. Veremos.

Una de aquellas imágenes era la de la llegada del mercancías al apeadero, el chirrido nocturno de las ruedas al frenar y el hombre que asomó por la puerta de la cabina de la locomotora, fuera ya del andén, llamándonos para que corriéramos y subiéramos al tren. Por esa imagen consoladora hubiera titulado el cuento Homenaje a los hombres de la Renfe. Poniéndolo aquí de subtítulo bajo ese duro Sin piedad, hacía que se enfrentase uno al texto con un poco de cachondeo ya, cosa que no buscaba. Y definitivamente la escena más potente fue aquella del mísero chabolo.

Léo Ferré. Les poetes. Subtítulos en castellano.
 
 
 
Salud
 
ra 

lunes, 29 de octubre de 2012

Η Κρήτη, Creta -5. Ανώγεια, Anogeia


Esperando el amanecer
Grecia, verano 2012
 
El Anábasis de un peregrino laico


Η ανάβαση προς Ανώγεια. La subida a Anoyia.

De Arkadi salimos escopetaos empezando a oscurecer. No serían más allá de las siete de la tarde y calculábamos sobre el mapa una hora para llegar a Anogeia.

Aquí podemos ver a Nikos Xilouris en su elemento, el burro, las montañas, los caminos de Anoyia, la cal, el laúd y la lira en una grabación para la televisión. Ni la imagen ni el sonido son de buena calidad pero merece la pena ver el escenario y el vestuario de los 70 que calza Nikos.

Νίκος Ξυλούρης. Αρισμαροβιτσόβεργα (Aναγιριζω Tο Sτενο). Kontiliés.
 

Eso hubiéramos tardado de no habernos perdido. Queríamos ir por carreteras secundarias lo más pegados posible a la vertiente norte del Psiloritis. Lo hicimos durante la primera media hora, mientras quedaba algo de luz y había gente por las calles de los pueblos para preguntar. En uno de ellos, algo mayor, ya no recuerdo el nombre, unos rapaces nos bacilaron un poco con la dirección y fuimos a parar al mar, por una mejor carretera, perdiendo completamente la ruta.

Quizá fue lo mejor, porque nos hubiéramos perdido de todos modos más pronto o más tarde. Las carreteras, siempre estrechísimas y con desniveles y curvas espantosas, estaban sin señalizar, ni un letrero en un cruce ambiguo de cuatro direcciones con el mismo asfalto bacheado hasta el colmo.
 
Λουδοβίκος των Ανωγείων. Κανταδα στην Αρετούσα.
 

¿Cuál suele ser la dirección que tomas en un caso asín? ¡De frente! Hasta que de pronto llegas a otra encrucijada donde las tres vías que se te ofrecen están sin asfaltar. Noche oscura, no circula un solo coche, no hay nadie. ¿Qué haces, das la vuelta en esa carretera (mira ahí abajo...), regresas al cruce precedente y echas a suertes cuál coges ahora?

Después de parar a tomar un café en un chiringuito cerca del mar, de volver a informarnos, y al poco de dejarlo a nuestra espalda e internarnos en la montaña, nos metimos en esa harina que acabo de describir en el punto anterior.

A todo eso hay que sumar la tensión en el interior del vehículo. El pequeño se mareaba mucho en todas partes y a la hora de la salida de Arkadi empezó a tener problemas, era el tiempo que íbamos a pasar en el coche en principio. Pero todavía estaríamos otro tanto y más.

Στίχοι: Βιτσέντζος Κορνάρος. Μουσική: Λουδοβίκος των Ανωγείων
Λουδοβίκος των Ανωγείων. Oόρκος της Αρετούσας.

Sabíamos que no estábamos a más de diez kilómetros de Anogia pero no había manera de acertar con la ruta buena.
Fuimos a dar alguna otra vez a caminos de tierra con unos baches inconmesurables, y en un cruce al final de un puerto del calibre del Angliru, totalmente perdido, paré porque el pequeño vomitaba, el mayor lloraba, yo tremolaba y la mi morena no sabía qué hacer para calmarnos.

Llevaríamos tres minutos parados en aquella encrucijada cuando vi venir de frente los faros de un coche. Uno de la media docena que nos cruzamos en dos horas y pico. Casi me planté en medio de la carretera agitando los brazos.

El que venía paró para no atropellarme pero, nada más que me retiré para acercarme a la ventanilla y preguntar por la carretera de Anoyia, arrancó como alma que lleva el diablo sin darme tiempo a abrir la boca. Creo que es el único gesto insolidario que recibimos de Creta, quizá eran turistas como nosotros, perdidos también. La morena de mi copla se reía diciendo, ¡Se asustaron, sales a la carretera moviendo los brazos, ven a un niño vomitando en la cuneta, al otro llorando, es de noche!...

Vitsenzos Kornaros, Λουδοβίκος των Ανωγείων. Ερωτόκριτος.

Grecia 2012

Tenía razón la morena pero yo estaba que me llevaba dios. Tiramos y paramos en el siguiente pueblo. Casi todas eran aldeas minúsculas donde no se veía más que un par de luces mortecinas y ni una sola en la docena de casas del caserío. Todo cerrado a cal y canto. Por supuesto ninguna persona a la vista. Allí fue una camioneta que pasaba la que paró y nos indicó la ruta a seguir.

Era un camino de tierra de los de ir en primera si no querías romper un palier, el del camioneto nos había dicho que sólo eran un par de kilómetros y que después ya había asfalto, iba delante en la misma dirección echándonos encima oleadas de polvo hasta que ralentizamos la marcha y se alejó. Al final había asfalto y una bifurcación sin señalizar de la que no nos habló el muy pillo.Yo pensaba también que Akis no nos había allanado el camino lo bastante, o no presté suficiente atención...

Cogimos el de la derecha, hacia el Psiloritis pensábamos nosotros. Pero ¡cá!, al cabo de diez minutos nos dimos cuenta de que la carretera se empinaba sí, pero empeoraba el firme hasta terminar en una trocha. Aquello no tenía trazas de ir a ningún sitio.

Vitsenzos Kornaros, Νίκος Ξυλούρης. Ερωτόκριτος.

Seguimos no obstante hacia delante, pensando ya que todos los caminos conducen a Roma o a la nada, depende, y fuimos a parar a otra de aquellas aldeas.
Allí vimos una luz en una casa a la orilla del camino. Esta vez bajó la mi morena a preguntar. Llamó a la puerta y tardaron en responder, pero al fin apareció un hombre en el umbral. Nosotros tres estábamos, a perro puesto en el coche, observando la escena escasamente iluminada por una luz muy tenue procedente del pasillo de la casa.

Nos llegaban sonidos apagados pero no podíamos escuchar lo que hablaban.Veía que el hombre gesticulaba mucho y la mi morena que se llevaba la mano a los labios como para reflexionar mientras se los mordía, costumbre suya, esto lo adivinaba yo. En un momento el paisano salió del umbral y se acercó al lateral de la casa para indicarle con el brazo unas luces muy débiles que se veían al otro lado de lo que parecía ser un profundo valle como los que veníamos cruzando. La noche era oscura como un judas ciego.

A juzgar por el tiempo que llevó, la explicación debía de ser muy completa. La morena regresó y arreamos, ¡De frente, todo seguido! Prao, prao!, como dicen en Yogoslavia entera (aunque ya no exista...)

Kornaros. Ψαραντωνης, lyra & Gιοργος Ξυλούρης, laúd y voz.  Ερωτόκριτος.

¡Era mudo, el hombre era mudo! Aggg, Panayííítsaaaaa mouuúúú!!...

Anoyia estaba a tres kilómetros de allí, eran aquellas luces de la ladera de enfrente. Llegamos poco después de la 9 pero yo tenía la sensación de que eran las doce de la noche por lo menos, habían pasado poco más de dos horas desde que habíamos salido de Arkadi, ¡jamás un viaje tan corto me había cundido tanto! Ni el que me dio en su máquina Yorgos con Popy este verano.

La hermana de Psarandonis estaba cerrando la casita museo de su hermano Nikos Xiloúris, una capillina, un oratorio para postulantes laicos como yo, cuando llegamos a la placita blanca, encalada, con la estatua de un antepasado heroico de la familia en el centro. Volvió a entrar, nos sentamos y nos invitó a unas olivas y a un tsikoudiá. Brindamos, intercambiamos algunos piropos a nuestro querido Nikos y tarareé con ella los primeros compases de ese poema tan triste de Miris con música de Markópulos sobre la lejana, perdida y añorada Aivalí, la Aivalik turca.

Στίχοι: Κ. Χ. Μύρης. Μουσική (y piano en esta grabación): Γιάννης Μαρκόπουλος.
Voz, Νίκος Ξυλούρης, Nikos Χilouris. Χίλια μύρια κύματα (Jilia myria kymata makriá t' Aivalí).
 Cien mil olas lejos de Aivalí. 
 

En fin, magnífica vendedora, salimos de allí con un par de pañuelos negros típicos del pueblo, unos CDs de Nikos y unas estampas del santu. Además nos dirigió hacia la taberna de otro Xiloúris donde cenamos estupendamente, y dejó apalabrada la pensión de un tercer familiar en cuya casa dormimos, en una habitación fría y desangelada donde tuvimos que darnos calor humano, ¡estos montañeses ni mantas usan!
Estábamos en uno de los pueblos más altos del Psiloritis, a 800 metros, a mediados de septiembre, y yo soy friolero, carajo, el hombro se quejó esa noche de eso y... de las milenta curvas anteriores!.

Me ha salido un poco largo el relato, pero acabo. Estando ahora en el corazón de Creta, lo he querido ilustrar musicalmente con varias versiones del Erotókritos de Vitsensos Kornaros, el poema amoroso más importante de la isla, cada cantante popular, casi cada cretense tiene su versión, algunos como los de hoy, de los músicos más conocidos, varias. Los dos primeros temas de Ludovikos tratan también de ese gigantesco poema, grande por su longitud como por su belleza.

Kornaros, Ψαραντώνης.  Ερωτόκριτος.
 

Inabarcable, interminable Creta...
 
Υγεία, Salud! 
 
Μπαρμπαρόμηρος, Barbarómiros.  
 
P. D. Los pastores, las ovejas y las cabañas de Anoyia en el Psiloritis:
 
 
ra

sábado, 27 de octubre de 2012

Η Κρήτη, Creta -4. Αρκάδι, Arkadi


Grecia, agosto 2012

Buenas. El segundo día en Janiá alquilamos un coche por mediación de Akis, que nos había aleccionado a propósito de los lugares más interesantes para pasar un mes de vacaciones en familia, tres semanas en realidad más los cinco días que estuvimos en Janiá y el de Anogeia.

Empezamos por la costa central del norte de Creta en dirección este, los pueblos del Golfo de Souda y la Bahía de Almiros, hasta Rézimno. Desayunamos el famoso yogurt de Brises, un poco en el interior, y comimos en los alrededores de Rézimno. Vimos la ciudad, con mucha vida estudiantil, y por la tarde nos fuimos hacia el monasterio de Arkadi, con la intención de llegar a dormir a una hora prudente al pueblo de los Xyloúris y compañía, Anogeia.

Στίχοι, Letra, Kostas Varnalis. Μουσική, Música, Lucas Thanos.
 Νίκος Ξυλούρης, Nikos Xilouris.  I Mpalanta tou kyr mentiou.
 

Sin embargo Akis no nos habló de la carretera que sube a Arkadi, todavía en las estribaciones al oeste del Psiloritis, pero ya en una pequeña meseta muy elevada entre montañas y profundos y verdes valles. Tardamos en llegar mucho más de lo que pensábamos, faltaba una hora para que cerraran el monasterio.

El monje que atendía la taquilla y la puerta, flaco y con las barbas blancas hasta el ombligo, no se podía creer que hubieran caído por allí, a esa hora y en septimbre, dos españoles con niños pequeños que chapurriaban algo de griego.
No nos quiso cobrar las entradas. Una guía decía que la visita era gratuita, pero no es cierto, aunque lo fuera en esta ocasión. No había nadie viendo el monasterio y se entretuvo en explicarnos la fachada de la iglesia, orgulloso de poder contar que era renacentista de influencia española. Vimos las dependencias del monasterio, el monje nos dijo que no nos preocupáramos de la hora, pero hicimos una visita rápida y entramos en el museo, en el mismo patio.

Fuera de los muros que enmarcan este gran patio, Arkadi parece una fortaleza, a no ser por la espadaña de la iglesis que se eleva en el centro.
Y lo fue, porque aquí explotó un polvorín e hizo saltar por los aires al millar de griegos refugiados en su interior, la mayoría mujeres y niños, y a otros mil quinientos turcos entre los 15.000 que cercaban el monasterio. Y en fecha muy reciente, 1866. Dicen que la mecha la prendió un monje pero parece ser invención.
 
Λουδοβίκος των Ανωγείων. Για οτι εχω κανεις (Στις λίμνες των ματιών σου, En los lagos de tus ojos)
 
 

Grecia, verano 2012
 
En la mesa de entrada al museo había un palicari, un mocetón como una torre, escuchando mantinadas en un transistor. Lo saludamos y alabamos la música que escuchaba. Fue suficiente, al momento nos enzarzamos hablando de ello. Quedó asombrado de que conociéramos a tantos de sus músicos. Le contamos que esa noche queríamos dormir en Anogeia y, naturalmente, hablamos de los Xiloúris.

Resultó que también él era de una familia de músicos de Axos, una aldea cercana a Anogeia de donde al parecer partieron los primitivos fundadores de este último pueblo. Aunque no son conocidos como sus vecinos, su padre y un hermano tocan la lira, otro el laúd y él la mandolina, y canta, ¡no me extraña, con aquel pecho y aquel cuellaco de toro!

Tampoco allí pagamos entrada. Hizo de cicerone para nosotros, me cogió por los hombros y nos mostró cómo el icono de la Panayía de Arkadi nos seguía con la mirada a cualquier rincón del museo donde nos desplazáramos.
Quisimos comprar algún recuerdo para compensar un poco el precio de las entradas. Pero el palicari se negó, nos invitó a un tsikoudiá allí mismo y nos regaló un poster de aquella Virgen que no nos quitaba ojo.

Μουσική: Μάνος Χατζιδάκις, Στίχοι: Νίκος Γκάτσος.
 Ερμηνεύει ο Λάκης Παππάς. Μια Παναγιά. Una Virgen. 


Era tarde y nos íbamos, pero antes la mi morena y los guajes fueron a ver en el exterior del monasterio el osario del antiguo molino, calaveras y tibias apiladas en una imagen terrible. Allí los turcos había quemado vivos a un numeroso grupo de griegos que lo defendían.
Yo me quedé charlando con el monje, y al rato nos despedimos y entró cerrando las puertas de Arkadi por ese día.

Me metí en el coche y recogí a los míos. No sé qué pudo pasar. Cuando llevábamos rodando unos trescientos metros, al final ya de la gran explanada que rodea el monasterio, nos dimos cuenta que habíamos dejado al pequeño en el osario.
El guaje, entretenido con el macabro espectáculo, al ver que el coche se alejaba, había ido caminando tranquilamente hacia la puerta del monasterio. Llegamos antes de que llamara. Estaba tan campante, no le debió parecer tan mal sitio para pasar una temporada, tenía seis años, ¡...ggen Santaaaa!!!...

La próxima estación en Creta, Anogia.

Ψαρογιώργης. Κοντυλιές. Psaroyoryis, Kontiliés.
 
 
Υγεία, Salud

Μπαρμπαρόμηρος, Barbarómiros 

jueves, 25 de octubre de 2012

25


Lleida, julio 2012

 
Salí a tirar la basura



Creo que seguía en Lérida, y digo creo porque tomé la misma dirección de la otra noche y sin embargo fui a parar a un sitio distinto. Pero volví a ver letreros en los escaparates en catalán y no tenía porqué pensar que hubiera cambiado de ciudad las últimas venticuatro horas, no recordaba ningún viaje reciente. Fuera o no fuera Lleida me extrañó la luz. Había salido muy tarde, serían las tres o las cuatro de la madrugada, las farolas estaban encendidas, pero el azul del cielo  parecía el del mediodía. Sin embargo en las zonas en sombra la oscuridad se adensaba más de lo habitual. No se veía a nadie por la calle, todo estaba silencioso y como a la espera de algún fenómeno sobrenatural. Empecé a sentirme algo inquieto, dejé las bolsas con prisa sin fijarme mucho en qué contenedor echaba cada cual y di la vuelta, huyendo ya como quien dice. ¡Llevé un susto de muerte! Casi choco con un paisano muy gordo vestido como un bobby inglés, sin faltarle el casco y el tolete, que se había plantado allí detrás de mi sin saber cómo ni cuando. Me miraba con severidad frunciendo el entrecejo. Para justificarme sólo se me ocurrió balbucir, Es que casi no se ve el color. Yo no me la veo desde hace años y no me meo los pies, contestó pausadamente. Relajó la ceja contraída, frunció la otra e hizo el ademán de llevarse la mano a la porra. Está bien, está bien, ahora las cambio. Y me puse a buscar las bolsas en los contenedores para depositarlas en los apropiados. Cuando acabé me giré solicitando su visto bueno, pero el gordo había desaparecido. Volví a casa confundido más que asustado con algunas preguntas rondándome la cabeza, ¿El Ayuntamiento de Lleida había copiado el uniforme de los policías londinenses de a pie, era un nuevo resurgir de los serenos en plan folclórico, se trataba de un zumbao, o el loco era yo? Al intentar abrir la puerta del portal me di cuenta de que había cogido las llaves del coche en lugar de las de casa. No podía despertar a nadie a esas horas, regresé al parquecillo junto a los contenedores, pensé que allí estaría protegido vigilado por el bobby, me eché en un banco y no tardé en dormirme.



Mojinos Escozíos. Ya no me veo la pisha
 
 

 
Salud y felices pesadillas

 
ra
 

miércoles, 24 de octubre de 2012

24


 ليدا، ليدا، يوليو 2012 Lleida, Lérida, julio 2012 


Salí a tirar la basura


Nada más abrir la puerta del portal fui consciente de que algo pasaba. Las luces no eran del mismo color que las de mi calle, el olor era diferente y no reconocí nada de lo que veía. Casi automáticamente me giré para volver a entrar, ya sé la clase de sorpresas que me reservan estas salidas a lo desconocido, no me apetecía perderme más de lo que ya estaba. Pero ya era tarde, la puerta no se abría. No me sonaba esa disposición de los timbres en el panel, no obstante llamé lo mismo. En mi hipotético domicilio vivía una mujer chillona que me echó una bronca por el interfono por despertarla a horas tan intempestivas y que no me abrió porque no me conocía ni le sonaba mi nombre. No quise probar con otros timbres, adivinaba lo que me iba a encontrar. Me encogí de hombros ¿qué podía hacer? y me dispuse a buscar un lugar donde depositar la basura. Últimamente no sabía por dónde andaba, perdía el rumbo, la orientación, olvidaba el camino de regreso o aparecía en escenarios inverosímiles, que además no había escogido.
En la calle, con un pequeño desnivel, dudé si subir o bajar. Opté por la subida, pensando que tal vez un mayor esfuerzo tuviera su recompensa y esta vez acerté. Muchos letreros estaban escritos en catalán e imaginé que me encontraba en alguna ciudad de esa región, no veía ningún edificio que me resultara familiar. Había poca gente en la calle pero me crucé con un peatón, ya a la vista de los contenedores, y me dirigí a él.
Buenas noches, perdone, ¿podría decirme cómo se llama esta ciudad?
El hombre, que venía caminando con paso vivo, frenó la marcha sin detenerse y me miró como si estuviera viendo a un fenómeno. Llevaba una chilaba con la caperuza puesta y tenía los rasgos de los habitantes de algún país del norte de África. Pensé que no me habría entendido, pero antes de repetirle la pregunta, ya alejándose, se volvió y dijo:
ليدا.
¿Cómo?
ليدا، ليدا.
¡Ah, gracias!
Volví a casa mucho más tranquilo después de haber dejado las bolsas de basura. Aunque seguía confuso, tenía el pálpito de que en aquellos días habíamos programado un viaje a Cataluña. Sólo cuando ya estaba sacando la llave del portal recordé que aquel no era el mío. Miré la llave y me extrañó su forma, aquella tampoco era mi llave. La introduje en la cerradura y la puerta abrió sin resistencia. Atravesando el portal caí en la cuenta de que yo no sabía árabe, ¿cómo entendí que estábamos en Lleida?

 
Oum Kalshoum.

أجمل مقطع من أغنية أنت عمري . Lo mejor de Inta Omri.
 
 
 
 
 Salud y felices pesadillas
 
 
ra