martes, 11 de junio de 2013

Η Κρήτη, Creta -15. El regreso.


Patzianós. Detrás la garganta de Kalíkrates.
Sfakiá. Creta 2003.

La caja de las provisiones


Si no miente mi libretina de Creta, fue el 15 de octubre el último día completo que pasamos en Janiá, y la mañana y parte de la tarde las dedicamos casi en exclusiva a las compras.

Estuvimos por la mañana en el Mercado Central y allí cargamos con la mayoría de las golosinas que pensábamos llevar. En el Mirobolo, la tienda de vinos y licores donde trabajaba Vaso, la compañera de Akis, cogimos el tsikudiá, la retsina y los vinos, aleccionados por ella. También nos indicó algunos puestos donde podíamos aprovisionarnos: aceitunas de Kalamata y de otros 4 ó 5 tipos, algunos quesos curados que acompañaran al mizitra fresco que ya traíamos de Sfakiá, uvas sultaninas de las que Creta es gran productora, almendras, pistachos, más orégano a añadir al que nos habían dado de su madre los Yannakakis en Frankokástelo, y un kilo de yogurt que tuve el capricho de traer también.

Este es uno de los lugares que no deben perderse en Janiá, como vengo repitiendo, y los días que pasamos allí íbamos a diario. En el exterior hay un kafenío con una terraza bajo la sombra de un eucalipto centenario, con clientela griega casi exclusivamente, que bebe café y juega al tabli, y donde se puede tomar el pulso mejor que en parte alguna al tranquilo tempo griego, otra manera más pausada de entender la vida.

Ya puse este tema en el capítulo del tsikudiá, pero no me resisto a repetirlo porque nació en un escenario semejante, éste de Salónica.
Λουδοβίκος των Ανωγείων. Μαριώ.   Μπιτ Παζάρ.
Música y letra, Ludovikos ton Anoyíon. Voz, Marió.  Bit Pasar.

http://www.youtube.com/watch?v=iQ2UGD1aPl0&feature=related

En el mercado de Bit Pasar/ Beben café en los desayunos/ Los chatarreros de Minas,  y no hablan./ Pero cuando empieza el rakí/ No pasa el tiempo por allí.

Comimos en un chiringuito del propio mercado donde hacen unos caracoles famosos en toda Grecia y por la tarde volvimos por la tienda de Nikos Tomadakis para comprar algún otro disco. Encontramos allí dos CDs de palio rebétika, Bambakaris, Deliás, Batis, Asikis..., hecho para turistas de habla inglesa con canciones que no habíamos podido encontrar ni en Atenas, y a precio de saldo.

Desde por la mañana yo echaba el ojo a todas las cajas de cartón que veía a la puerta de los negocios o aparcadas en las basuras. En la misma plaza de la catedral, junto a la pensión,  había una tienda de electrodomésticos y por la mañana, antes de empezar con nuestras compras, dejaron una enorme, fuerte y hermosa, que incluso llevé  hasta la habitación a pesar de que me pareció demasiado grande y que, en efecto, tuve que devolver después a su sitio porque me sobraba mucho espacio. 

Por la tarde, a la vuelta de la tienda de música, encontré lo que buscaba. Era una caja fuerte, dicho  en dos palabras, aunque no de acero sino de cartón, de unos 60 centímetros de lado por 40 de alto.

Durante las tres semanas en Sfakiá yo había tenido la precaución de guardar todos los recipientes de plástico del yogur, que comprábamos en tamaño familiar de un kilo. Así pude saber que ese verano gastamos más de siete kilos de yogur, contando el que nos dio, casero de oveja, probio, María, la esposa de Zodoros Deliyannakis, nuestros caseros.

Esos envases me sirvieron para empaquetar los dos kilos de mizitra, el feta, las aceitunas, las salchichas de los Yannakakis y alguna otra cosa más delicada. La miel venía en latas metálicas. Los quesos curados y lo demás no corría peligro, y por si acaso cada envase o pequeño paquete lo envolví en plástico por separado, y todo ello estaba precintado con cinta adhesiva.
Fue un trabajo concienzudo que dejé listo antes de ir a cenar a lo de Nikos las pitas de esa última noche, para después volver al Kriti a escuchar música y, finalmente, salir con Nikos por los locales de madrugada, algo con lo que no contábamos. 

A toda esa lista de alimentos, hay que añadir los dulces y pastas que habíamos probado, tan buenos que por primera vez compramos algunos para amigos y familiares. Éstos pensábamos traerlos en mano, pero me sobraba un poco de sitio en la caja, que era cosa mía, y se lo ofrecí a la colega, luego comprendí que fue una oferta quijotesca.
Γ. Παπαδάκης. Σκορδαλός.   Πάντα θλιμμένη χαραυγή.

http://www.youtube.com/watch?v=GVqjwl04rcQ&list=PLC4340E65B77C89DB

El papel de envolver de la tienda de Akis.  Janiá. Creta.

Tras una larga siesta de los guajes fuimos a cenar las pitas. Era algo pronto todavía para ir al Kriti y estuvimos charlando un rato con Nikos. Y entonces pasó un paisano con una pequeña motoreta llevando la caja que yo había desechado por la mañana. No sé ni cómo le cabía en el sillín trasero, subía medio metro por encima del paisa, ¡parecía una caja de cartón con ruedas! 

Después del Kriti y la madrugada con Nikos, hacia las 6 cogimos el taxi al aeropuerto. Llegamos los primeros de esa día y facturamos la caja y una maleta. Ahí comenzó la segunda peripecia. Yo reservé las botellas, incluída una de aceite que nos habían regalado también María y Zodoros, para llevarlas en una mochila de equipaje de mano, previniendo roturas o pérdida de líquidos. 
Era un vuelo doméstico hasta Atenas para coger allí otro a Barajas. Nos facturaron el equipaje hasta Madrid.

Σκορδαλός.  Ο ύμνος του Ελευθερίου Βενιζέλου.  El himno de Elevzerios Venizelos.

http://www.youtube.com/watch?v=afH8Vqk_8Nc&list=PLC4340E65B77C89DB

En el mostrador de Janiá, detrás de nosotros, facturaron un grupo de italianos que cogieron el mismo vuelo, pero de Atenas iban a Roma. Abrevio.

Cuando llegamos a Barajas faltaba la caja. Llegó tres días después. Apareció en el Aeroporti di Roma, la enviaron a Barajas y de ahí a Ranón en el último vuelo de esa noche. Nos la trajeron en una furgoneta a las doce y media, trataban de evitar la correspondiente reclamación económica. 

En una tienda de suministros náuticos de Janiá había comprado una cuerda bandera y la caja parecía uno de esos magos escapistas a los que atan con docenas de ligaduras de las que logran librarse en un minuto. Pues las ataduras estaban intactas y la misma caja no parecía haber sufrido mucho en su periplo italiano. Firmamos la entrega y se fue el repartidor. Lo cierto es que ya la dábamos por perdida. ¡Menuda alegría!
Νίκος Ξυλούρης.  Η Μπαλαντα του κυρ' Mεντιου.


¿Había pasado algo? Pues que las dos cajas de dulces, en las distintas posiciones en que almacenarían el bulto, habían ido perdiendo el almíbar y la miel, porque encima no se nos ocurrió otra cosa que comprar los pasteles más dulces, pringosos y turcos de toda la pastelería.

Nada parecía haberse perdido, ni los pasteles que, algo menos dulces, estaban aún más ricos. Pero tuve que limpiar paquete a paquete hasta poder abrir y probar algo. Ni siquiera se estropeó el yogur, tenía un poco más de suero porque había pasado tres días fuera de un frigorífico pero estaba tan bueno como el que comíamos a diario en Creta.

Salud, buena música y mejores alimentos.

Ν. Καζαντζάκη, Ο καπετάν ΜιχάληςΜ. Χατζιδάκι.
 Φλέρυ Νταντωνάκη.  Δεν ήταν Νησί. No era isla.

http://www.youtube.com/watch?v=rPtR96rIQ0s

Barbarómiros

domingo, 9 de junio de 2013

Tο καρπούζι, La sandía -3


El  Ómfalos  del mundo.
Grecia,  verano 2012.

La sandiOna -2


¡Menos mal que no se me ocurrió hacer otras compras! No sé como me las hubiera arreglado para llevarlo todo. La sandía era la más grande de la frutería, pero era también la más redonda. Normalmente las grandes suelen ser más apepinadas, alargadas, y hablo de esa variedad listada, no de la habitual de nuestro supermercados, verde oscura y redonda como una balón de reglamento.

Por aquel tiempo todavía no tenía problemas con el hombro y cargué la sandía como si tal cosa, metida en una bolsa de plástico tamaño gigante. Aunque soy de pocas carnes, doce kilos tampoco son para reventar a nadie.

Era muy incómoda de llevar, porque si no la levantaba a pulso con una sola mano, que era la manera normal de cogerla, la bolsa, que era muy larga, rozaba el suelo. Con esfuerzo todo fue más o menos bien al principio, pero a los cincuenta metros el fondo de la bolsa cedió y se abrió de golpe.
Acerté a poner el pie a tiempo, porque la sandía cayó y logré evitar que se escachara sobre la acera. Salió rodando unos metros mientras yo me dolía del sandiazo.
Pasó alguien riendo que me saludó en griego. Cogí la dichosa cucurbitácea y me la puse debajo de un brazo, sujetándola con la otra mano para que no se me escurriera.

No sé si habéis llevado alguna vez en brazos una sandía de estas características un kilómetro, que era la distancia que me separaba de casa. Yo no me veo. O no me veía en ese momento. La verdad es que iba a pleno sol y hacía ya un calor que espatarraba, sudaba como un obispo estreñido en el retrete.
Pero de cualquier forma, os aseguro que no hay manera de meter mano y repartir bien el peso de un objeto tan redondo, grande y pesado como ese.

A los cien metros de salir de la frutería ya había cambiado tres veces la posición de la sandiona: sobre el costado derecho, sobre el izquierdo y por delante, en posición fetal cogida con las dos manos.
Hice la primera parada después de la rotura de la bolsa y la posé en el suelo con cuidado. La sandía volvió a rodar unos metros.

Es evidente que el sopor del mediodía me afectaba no sólo en lo físico, el torpor era también mental. ¿Cómo no me había dado cuenta la primera vez? Esperé que pasara un peatón y en adelante llevé la sandía rodando. Al principio la empujaba con las manos y me daba un poco de vergüenza hacerlo delante de los paseantes, me paraba cuando veía venir a alguien. Pero cuando cogí confianza y vi que todos los que me cruzaba seguían su camino sonriendo al ver la escena, empecé a empujarla también con el pie.

Al llegar a la verja del jardín de la señora Sofía, abrí la puerta y cargué con la sandía en brazos como si fuera el bebé que antes llevara en la barriga. En ese momento pasó un pickup que me pitó, ¡era el frutero!.

Ese sería un buen final si no hubiera más.

La avaricia rompe el saco, es de los refranes morales que me gustan pero que no siempre aplico, como pecador que soy además de ex-melonero. Tuve más grande el uellu que el papu, como decimos por Asturies: la sandía no cabía en el frigorífico, y una sandía del tiempo, con el calor griego, sólo se la recomiendo al enemigo.
Ya de mano tuvimos que quitar las dos bandejas que tenía el frigo, porque la altura del monstruo las superaba, y por supuesto  partir la bicha por la mitad. Pero tampoco entraba a lo ancho ni de fondo, así que hubo que trocearla más. Después de aprovechar bien el espacio, en el frigorífico sólo había sandía. No obstante ese mismo día debí de comer yo lo de tres, así que poco a poco volvimos a hacer hueco.

¡Era dulce dulce como sólo Grecia sabe serlo algunas veces!

Años después me volvió a pasar algo parecido con otra un poco más pequeña. El frigo era también mayor, de cuatro bandejas, quitamos dos y cabía entera de pie, era más apepinada.
Además de melonero fui también cristalero, pero no me sirvió de nada mi experiencia ni mis cálculos. La quise poner sobre el cristal que tapa el cubo de las verduras porque me pareció resistente, pero nada más posarla cascó el maldito. Me acordé inmediatamente de la sandiona e imaginé lo que hubiera pasado de haber entrado entera en aquel frigorifiquín de Sofía.


Ramiro Rodríguez Prada


Grecia, agosto 2012.

Buenos días. Espero por lo menos haberos hecho sonreír con la estupidez humana, mía en este caso, y si fuera posible llenaros un poco la boca de agua recordando el dulzor riquísimo de la sandía. La historieta no es que tuviera mucho recorrido, apenas llegaba a 1000 metros.

De las músicas de estos tres capítulos sólo conocía el de la primera, un rebético de Perpiniadis, el resto las saqué de youtube y no había mucho donde escoger.

Zeo Muratidis, el cantante de hoy, es un actor de Tesalónica. Es un personaje popular, otro célebre típico, y yo creo que representa muy bien a un tipo de griegos, no sólo en lo físico, que también, en los gestos, y especialmente por las inflexiones de su voz, un poco arrastradas y chulescas, que se pueden escuchar en el Pireo como en Salónica o en Patras. El vídeo está rodado en Salónica aunque él trabajó y vivió mucho tiempo en Atenas. Aquí interpreta un rebético pero todo el montaje de yulaperas parece más bien de eskiládico, la pachanga.

T. Mουρατιδης. Παπαχαζης. G. Pαναγγιώτης.  Tο Καρπούζι. La sandía.

http://www.youtube.com/watch?v=PKpr5DQwsHw

¡Salud y buen apetito!

ra

sábado, 8 de junio de 2013

Το καρπούζι, La sandía -2


Καρπούζι. 
Grecia, agosto 2012.

La sandiOna


El primer año que recalamos en Mírina, alquilamos la casa de la señora Sofía por mediación de Zodoros y Sideris, el dueño y el cocinero del  Avra, -la brisa del alba que sopla del mar-, con los que después haríamos gran amistad.

Habíamos renunciado ya a quedarnos en la isla, porque llegamos de madrugada en un ferry, pasando por Zásos, no encontramos nada para alquilar y tuvimos que dormir en la calle, a la puerta de la taberna.
Era la noche del 14 de agosto, víspera de la Panayía, mal día para ir de visita así, a lo loco. Limnos siempre tuvo plazas hoteleras de muchas estrellas, pero prohibitivas para nuestro bolsillo.
Para colmo no había barcos hasta dos días después, así que, tras desayunar lo que nos preparó Sideris y dejar las mochilas en el bar (rectifico: dice la morena de mi copla que nunca llevamos mochila a Grecia, por consejo de una guía. Perdón, yo ya plifo!...), pues eso, que dejamos allí el paquete y paseábamos desde muy temprano a la orilla del mar, disponiéndonos a dormir dos noches más al sereno.

Pero a lo largo de la mañana los del Avra nos solucionaron la papeleta divinamente. E incluso nos llevaron en coche hasta el lugar donde pasaríamos los siguientes quince días.

La casa de Sofía estaba en Nea Maditos, un barrio al sur de Mírina, frente al paseo turco, Turkikos yialos, a una playa de arena bastante larga y a la bahía, a un kilómetro del puerto, más o menos, que es también el centro de la capital, de unos 8000 habitantes en verano.
El barrio era de refugiados de Asia Menor en los años 20 y lleva el nombre de Maditos el pueblo, hoy turco, que tuvieron que abandonar los primeros desplazados que se instalaron aquí.

La señora Sofía era de Galípoli, que ella pronunciaba con elle, Gallípoli, como pollí (mucho). Llegó a la isla siendo una adolescente. Tenía setenta y muchos años y un hijo en Atenas. Era viuda y la acompañaba su nieta del mismo nombre, estudiante de Medicina, que pasaba las vacaciones con ella. Habitaban ya la casa nueva, grande, despejada y soleada, con un buen jardín, algo de terreno para cultivo y algunos limoneros y frutales alrededor. Pero conservaban la casita primitiva donde Sofía vivió con sus padres, ésa nos alquilaron. Era muy humilde, sólo tenía una habitación justo para dos camas estrechas, una cocinina con una mesa, dos sillas y un pequeño frigorífico, una cama turca minúscula y un cuarto de baño de juguete. Pero era lo justo para nosotros. ¿Qué tiene esto que ver con la sandía? Me pierdo, ya va...

Todos los días hacíamos ese recorrido de la casa al puerto, y viceversa, tres o cuatro veces. Por la mañana al centro a comprar, aprovechando para bebernos unas cervezas frías en el Avra , que estaba aún mas lejos, al final del puerto. Por la tarde a dar una vuelta o de paso de alguna visita, etc. Y por la noche a cenar, porque habíamos simpatizado con la gente de la taberna, de alguna manera queríamos agradecerles el favor que nos hicieron e íbamos allí casi todos las noches.

Desde el principio nos empezaron a poner sandía gratis de postre, y yo soy un vicioso de las sandías.
¡Que buenas estaban! Ahora que disponía de una cocina por primera vez en Grecia, días por delante y un frigorífico, no podía dejar escapar la ocasión. El tercer día fui directo al puesto de fruta.
Había un montón de sandías de todos los tamaños, pero abundaban las grandes y muy grandes. Hay que tener en cuenta que las que comimos en España no solían pasar de los tres kilos.

Como buen melonero que fui antes que fraile, anduve tanteando, golpeando con los nudillos y con la palma de la mano, rascando con la uña la monda de unas cuantas piezas de las medianas, como de unos 8 kilos. Había algunas muy grandes que me parecían las mejores, pero eran excesivas.
Mientras tanto el frutero miraba, muy atento a mi exploración. Evalué unas siete u ocho y no me decidía.
El hombre al fin se acercó a mí, cogió la más grande de la pila, la tentó y me la pasó, todo en silencio, casi sin gestos. Yo entonces apenas sabía una docena de palabras en griego y renunciaba al inglés si no era imprescindible.

La sandiona pasó todas las pruebas como una campeona. No lo pensé más, calculé grosso modo a kilo por día: doce kilos, doce días. Y me la llevé.

Continuará...

Ramiro Rodríguez Prada

Era una sandía gorda gorda gorda.





Buenos días. Sólo pensaba en dos capítulos de momento para el karpusi, pero la introducción se me subió al pino y no quiero entradas tan largas, por eso dejo el resto de la historia para mañana. Un poco de suspense, porque en realidad el cuento no ha hecho más que empezar.

Esto me obligó a reestructurar un buen número de programaciones que ya tenía cerradas, es uno de los inconvenientes de ir escribiendo medio a salto de mata, tengo incluso alguna cosa programada ya para el verano, y van quedando o faltando huecos que no siempre se ajustan al espacio previsto, como es el caso.

Παρανοια.   Μάπα το καρπούζι. La sandía gamberra?

http://www.youtube.com/watch?v=qyHk176kmbU

Mucha salud a todos y que preste.

Hasta mañana.

ra

viernes, 7 de junio de 2013

Το καρπούζι, La sandía


El lugar de la nariz.
Grecia  2012.

Καρπούζι


Buenos días. La Orquitis Política que padecemos en estos días me trajo directo a la sandía. Pero muchos no tenemos las orquídeas amelonadas, las tenemos ya cuadradas, como las sandías que cultivan en Galicia, ¡manda güevos cuadraos!

El karpusi es la fruta veraniega con más presencia en las mesas griegas. Ya no me atrevo a afirmar como hice con las berenjenas, que los griegos comen más sandía que nosotros, porque tengo ahí a Ana Capsir que me leerá la cartilla si me equivoco, pero sí puedo decir que comen diez veces más que aquí en el norte.
Dije fruta, pero en realidad es una hortaliza de la familia de las cucurbitáceas, como el pepino o la calabaza.
Yo sólo recuerdo sandías tan dulces y acuosas de cuando era un niño, y me temo que me engañe la memoria y no fueran tan dulces como me parecían.

La costumbre, bastante extendida en Grecia, es ponerla de postre como un regalo de la casa. No es que no aparezca en las cartas y no se pueda pedir, pero nosotros nos hemos tropezado más veces con el otro caso. En muy pocas ocasiones hemos pedido sandía de postre. Si la hay se la ponen a los que comen en el bar y, si queda poca, a los amigos y clientes habituales que suelen resistir hasta el final en la taberna.
Te puede fallar alguna de las que tú compres -que ya es raro raro-, aunque seas un medio especialista y ambulante melonero como yo, pero la que te ponen de papu en la taberna de los colegas ten por seguro que no falla.

No la parten en gajos, o yo nunca la vi comer así en Grecia, aunque supongo que los niños la comerán de todas las maneras posibles. Para servirla la cortan por el Ecuador, digamos, la pelan y la trocean para presentarla así en un plato hondo, siempre abundante. Esta descripción puede resultar casi irrisoria, porque cada cual pela la mona como mejor le sale del rabo, pero yo he apreciado una diferencia no sólo en el producto sino también en los modos y costumbres.

El momento más habitual de la sandía puede que sea el de la comida del medio día, con un sol que parece invitar, más que en ninguna otra hora, a las delicias y al frescor de una dulce sandía; hay quien gusta de ella por la tarde, al levantarse de la siesta. Pero el momento sublime del karpusi es la sobremesa de la cena escuchando música griega al calor de una noche mediterránea, si es posible con amigos.

Cuando hacíamos el programa Ultramarinos en Radio Kukaracha aquí en Oviedo,  la sección Alimentación la dedicábamos cada día a una fruta, hortaliza, hierba, etc., mencionando algunos de sus usos en medicina popular, sus virtudes culinarias o curativas, y una receta que tengo que decir que era más literaria que otra cosa porque nunca las probamos, ya avisábamos por si acaso...

Las cualidades de la sandía saltan a la vista en cuanto a su estética exterior e interior: ese rojo de la carne y el negro acharolado de las pepitas es inigualable, nada que ver con esas variedades sin pepitas de ahora, todo rojo sexual.
Y al paladar saltan su frescor y dulzura, que te inundan la boca y emborrachan de placer las papilas gustativas en un solo y jugoso mordisco. ¡Aaayy, me ensandío, después de haberme encebollao!
El 95% es agua, así que, aparte de los azúcares tiene muy pocas calorías. Se usa en regímenes de adelgazamiento, pero además limpia el intestino y es diurética, y aseguran que buena para prostáticos, diabéticos, hipertensos y cardiópatas.

Se ha comprobado que atenúa los dolores musculares, y en particular su monda de la que ya se producen extractos, y se detectó la presencia de Licopeno que al parecer combate algunos tipos de cáncer. Tiene además vitamina C y algunas del complejo B.
Es antioxidante y previene el envejecimiento y, por último, afrodisíaca, actúa como una viagra natural. No sé si esto está avalado científicamente pero, con toda humildad, he de decir que yo en Grecia como mucho, duermo mucho, sueño mucho y etc. (¡Que tampocu ye pa tanto, eh!).

Mencioné las sandías sin pepitas y las cuadradas de Galicia, que no se dan sólo ahí, pero hay más de 50 variedades, entre ellas algunas gigantes, de hasta 140 kilos, y otras de bolsillo, del tamaño de una nuez.

Δεκαπενταυγουστος (Λιγουρα για καρπουζι), by Nick Soul.



Καρπούζι.  Grecia , verano 2012.

Hago un cálculo aproximado de las sandías que nos hemos comido en Grecia, es fácil. Veinticinco años a unas cuatro sandías por verano, son cien sandías, y a una media de 7 kilos por sandía -yo las compro grandes-, 700 kilos. Y no cuento las que nos hemos comido en los bares, estoy seguro que el total sobrepasa con creces la tonelada. Es una bobada, ¿pero no somos unos auténticos animales?, y no hablo sólo de mí...

Historias de sandías tengo muchas por eso, casi una por cada isla que conozco, y en otros lugares de Grecia, aunque la sandía sólo fuera una acompañante más. Tantas se me ocurrían que pensé en inaugurar una etiqueta que llamaría  Sandías, seguro que llegaban al medio centenar, pero no tengo fotos de ellas para ilustrar ese número de entradas. Y acabaría con una sandía por cabeza.

Lo que sí haré será contar una anécdota, mañana mihmamente, para dedicarle un segundo capítulo, puesto que es mi fruta, o mi cucurbitácea favorita. Amén.

Στελλακης Περπινιαδης.  Της χήρας το καρπούζι.  La sandía de la señora. 


Υγεία και καλή όρεξη!, ¡Salud y buen apetito!


Ramiro

jueves, 6 de junio de 2013

56


Castropol 
Asturias, marzo 2013


Salí a tirar la basura



pero sin ganas. No me sentía muy animado estas pasadas jornadas, que si trastornos entéricos, que si tristezas y lágrimas..., y este día en concreto estaba especialmente apático, sin interés alguno por lo que pasaba en la calle. De hecho no miré por la ventana en ningún momento, no sabía ni el tiempo que hacía. Así que tanteé el terreno por si algún alma caritativa me libraba de una tarea diaria que en realidad yo solo me impongo. Claro que después comprueba uno que las cosas que se hacen por propia voluntad a beneficio de la comunidad, luego los demás te las adjudican como si se trataran de obligaciones. Y ahí me véis, con las bolsas en las manos de nuevo. Salí, sí, pero echando pestes de la calle, asqueado de la basura y del fétido olor, renegando de la sociedad, del buen salvaje y del amor universal. A veces es difícil lidiar con una realidad tan prosaica e insolidaria, mucho meno fantasear. Sin embargo el género humano es la caraba. Cerca de los contenedores había un poeta revolucionario recitando sus versos a todo el que se acercaba, o sea, a mí que era el único  que en ese momento tiraba basura. Como tenía una boina en el suelo le eché una moneda intentando esbozar una sonrisa, pero me salió una especie de mueca boba. Dejé las bolsas y me volví sin esperar a que terminara, ¡era penoso, deprimente!, pensé que no le haría ningún favor engañándolo.


Dark la eMe con la Bandina.   Semillas de rosario.



Salud y felices pesadillas


ra