lunes, 8 de julio de 2013

58


Gijón, 2013.


Salí a tirar la basura



con una ola de calor. No había quien parara en casa y pensé que esta vez sería un alivio salir a refrescar un poco. Fui surfeando en la cresta de la ola hasta los cubos, medio derretidos y con la porquería humeando, como si alguien les hubiera echado encima una cerilla intentando encenderlos. Pero no salían llamas. Los pocos transeúntes con los que me crucé caminaban con lentitud resoplando, agitados y sudorosos. Pasó una persona muy gruesa que parecía licuar a medida que avanzaba, me recordaba a mí mismo cierta noche en Lérida. ¿O sería en Gerona?. Yo también iba revirado a causa de aquella temperatura inhumana. El gordo, porque era un hombre, dejaba un reguero de sudor tras de sí, como la baba un poco líquida de un caracol que, sin embargo, se secaba a los pocos segundos al contacto con las baldosas de la acera, que desprendían fuego. Estaba llegando de vuelta al portal cuando vi algo que me dejó anonadado: por la acera bajaba una mujer guapísima que parecía desfilar por una pasarela. Sostenía sobre la cabeza un paraguas abierto. Encima de la umbrela, a medio metro de altura, una nubecilla densa y gris descargaba una fina ducha de agua, siguiéndola calle abajo. Privilegios de la belleza, pensé, un poco para salir del paso de la confusión que me dominaba. Esperé, observando la extraordinaria escena, hasta que desapareció de mi vista. Entré en casa asfixiado y medio mareado, pensando si sería posible lo que acababa de ver o se trataría sólo de un producto de mi imaginación, esta noche más calenturienta que nunca, y recordaba a este propósito las incitantes formas de la hermosa mujer. No llegué a ninguna conclusión, pero la ciencia, hoy en día, avanza que es una barbaridad.



José Luis Moreno-Ruiz y La Enfermería Eléctrica.  Expectativas.


http://www.youtube.com/watch?v=0dZ9beKuKiE


Salud y felices pesadillas 


ra

domingo, 7 de julio de 2013

San Fermín -2


San Fermín en el nido del Cascanueces.
Albons, Girona, julio 2012.

Dos años

Cántico a San Fermín antes del encierro.

por ser nuestro patrón
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición

Buenos días, amantísimos cofrades. Hoy cumple dos años, dos, la Psilicosis digital. Nos felicitamos por ello y os agradezco el apoyo, sin él no hubiera mantenido la tensión necesaria para salir casi a diario.

Salvo algunos guiones en un programa de Gloria Berrocal en Radio-3 en los 80, con bastante audiencia, en general había escrito para pocos, incluso la revista impresa tuvo un alcance minoritario, pero no por vocación elitista, sino por imposibilidad de llegar a más personas, o tal vez por falta de ganas para pelear por una cuota de lectores en el mercado editorial. No me atrae mucho, además, todo ese pulular de rencillas y vanidades del mundillo artístico, lo que no significa que uno no tenga también su narciso. Como quiera que sea, el gusto de publicar lleva siempre emparejada su cuota de autocomplacencia.

Quiero agradecer en primer lugar el aliento de los que se sumaron como seguidores, la mayoría amigos, Alberto, Γιάννης, Ana, Mabel, José Luis, Vega, Valentín, Balbi, Toño, Teresa, El Pájaro, Lucas, Fidel, Txell, Tomás, Juan Carlos, Andrés, Sendo, Marta, Julia, César, Armibq, y el oculto Señor/a? X, que me tiene intrigado.

También a César Viriato, que en estos últimos meses me ha venido acompañando con sus comentarios casi diarios. Con Ana Capsir, ha sido mi interlocutor más asiduo y cordial este curso. Del mismo modo agradezco a todos los que se molestaron en hacer algún comentario, leyeron, o simplemente echaron un vistazo a mis locuras. 
No me hago ilusiones, sé que esas tantas mil visitas que refleja el contador no corresponden al número de lectores, pero aunque sólo fuera una décima parte creo que ya valía la pena. Hay quien dice que un sólo lector ya es mucho, supongo que exagera...

Y por último un recuerdo para las Currucas pardas, algunas de las cuales figuran también entre los amigos y seguidores, o comentan algunas veces, como la Blasensis, que ha colaborado aquí, o la Tomillera. Sé que puedo seguir contando con vosotros.    

En los aniversarios, cumpleaños, fines de curso y año, tendemos a hacer balances y yo no escapo a esa costumbre. Pero no os aburriré con muchos números, se pueden ver en la columna derecha, y más que la cantidad me gusta la cifra y la casualidad: ayer alcancé otro capicúa, 717 entradas en esos dos años, exactamente. Como conté el San Fermín de 2011, el de este año no entraría ya en la cuenta, así que cifra redonda. Pero mejor hablar un poco de los planes.

Ya he venido anunciando -soy muy anunciador, se perdió un buen ambulante-, que a partir de enero tendré que replantear el asunto porque necesito dedicar tiempo a otras cosas. Mis colegas dudan que lo vaya a dejar, y yo también, porque ya lo anuncié el año pasado y seguí parecido, pero en serio que necesito descansar un poco, no por falta de ganas o de materia, sino precisamente porque me come todo el tiempo libre y he abandonado casi por completo otros menesteres.

La solución sería reducir el número de entradas, como ya dije, ¡a ver si me centro y no me encebollo!

Pablo Sarasate. Ara Malikian.  Jota navarra.


Os mantendré al corriente y lo iréis viendo.

Muchos besos, salud y otra vez gracias a todos!

Ramiro Rodríguez Prada

P. D. Para seguir con esta costumbre de las posdatas, aquí os dejo el enlace del primer aniversario:
Sábado, 7 de julio de 2012.  San Fermín.

Y ahí va la despedida, Compré una mula en Tafalla...

Jota navarra.  Y se me murió en Olite.

http://www.youtube.com/watch?v=Hv-_2HnF80I

Y con este popurrí sanferminero de los hermanos Anoz, ya me matáis!

http://www.youtube.com/watch?v=5kzbfq4jZE8

¡Riau  riau!...

¡Gora San Fermín, Viva San Fermín!

Skylorómiros Mavropradakos.

sábado, 6 de julio de 2013

Aeropuerto -4


Aeropuerto de Barajas.
Madrid, 2011.

Paraísos lejanos


Un aeropuerto moderno se parece más a unas grandes galerías comerciales que a una estación convencional y cada día las terminales de autobuses y las estaciones de ferrocarril se aproximan más a ese modelo.
Allí donde hay altas concentraciones de gente, florecen los negociosos, y si muchas de esas personas que se reúnen están disfrutando de un viaje, unos días de descanso o unas vacaciones en toda regla, entonces se convierten también en potenciales consumidores, teniendo en cuenta además la largueza y despreocupación  con que nos aliviamos del dinero en momentos de euforia y ligereza, sensaciones que procuran como nadie un viaje de placer y unas lindas vacaciones.

Eso fue lo que les pasó a Mingo y Teresa. Habían reunido unos mínimos ahorrillos después de varios años sin poder pillar más que dos o tres días seguidos de asueto, y cogieron una semana a media pensión en la Riviera Maya. Era la primera vez que cruzaban el charco y estaban un poco nerviosos, sólo habían dejado la Península en una ocasión, la semana del viaje de novios a Tenerife.

Ya en el pequeño aeropuerto provinciano de origen, hicieron algunas compras innecesarias en las dos horas que tenían por delante. No les supuso mucho desembolso, pero fue una primera aproximación al descalabro.

En el aeropuerto de la capital tenían que esperar cuatro horas, que al final, con los retrasos de aquellas fechas de mucho tráfico aéreo, se convirtieron en seis.
Pasearon, comieron pinchos, bebieron cerveza y chuparon helados, pitos y flautas, visitaron los urinarios, miraron escaparates, escogieron un restaurante para comer y hacia la una, a tres horas todavía para el despegue de su avión, ya no sabían qué hacer.

Mientras Mingo reposaba la comida junto a los equipajes de mano, Teresa dijo que iba a preguntar por unos zapatos que había visto antes en un escaparate.

Tardó en volver y venía cargando con varios paquetes. Había comprado aquellos zapatos, muy monos aunque un poco caros, con el bolso del mismo color, y aprovechó para hacerse con un vestido de verano y una blusa que casi iban a juego, porque llevaba poca ropa moderna en la maleta, y también con un bikini muy majo y unos pendientes de bisutería fantasiosos. En la perfumería escogió un vaporizador de viaje de su perfume favorito que le vendría estupendamente. Total poca cosa.

Le tocaba el turno a Mingo, que se levantó más que nada con la intención de dar un paseo y estirar las piernas. No era muy amigo de las tiendas de ropa o calzado, lo suyo era la electrónica, pero no tenía en mente compra alguna.

Sin embargo su deambular sin destino fijo pronto lo puso a merced de los brillantes escaparates de las galerías de luz y sonido. Se internó en una zona con profusión de equipos electrónicos de todo tipo, pero lo primero que llamó su atención fue algo insignificante, un altavoz en miniatura para conectar a su MP4. Aprovechó para mercar también una tarjeta SD de repuesto para su cámara fotográfica y un pequeño ventilador a pilas flamante que parecía de platino, unos amigos les habían hablado del calor de Méjico y pensó que algo ayudaría. Y se encaprichó de una linterna/bilígrafo de bolsillo, pese a su precio excesivo; un día es un día, pensó. A la vuelta del paseo compró un ajedrez magnético para entretenerse en el viaje y una caja de bombones para endulzar las esperas. En total no gastó mucho.

En el avión echaron cuentas: entre la poca cosa de Teresa y el no mucho de Mingo, más los pitos y las flautas, se habían ventilado casi la mitad del dinero que tenían previsto gastar esas minivacaciones.


Desde una cafetería de Barajas.

Pasaron más hambre en la Riviera Maya que hienas vegetarianas. Bueno, quizá exagero. Iban tirando con el desayuno y la comida diaria que tenían pagada, y eso que, pasando muchísima vergüenza por temor a que alguien los viera, empezaron a llevar a la habitación restos del almuerzo o de la cena, los dos se aplican en la mesa.

Sólo comieron una vez fuera del hotel, pero con tanta ansiedad y ganas que les hicieron daño las enchiladas, aunque ellos le echan la culpa al chile. Tampoco salieron de aquella playa porque las excursiones eran caras. Algún batido de frutas fue el único lujo que se permitieron y, al marchar, cuatro recuerdos baratos para otras tantas personas. Y se acabó el numerario.

En su cuenta quedaba el dinero justito para acabar el mes sin ningún alarde, con estrecheces más bien, y la hipoteca no perdona.
Estuvieron casi toda la semana enfurruñados sin dirigirse apenas la palabra, cada uno culpaba al otro del despilfarro o de la falta de cálculo.

Lo único agradable que recuerdan fue la última noche: tanta necesidad les había abierto el apetito y, como no podían dormir porque debían madrugar mucho (¡y porque les rugían las tripas!), echaron un polvo antológico.

Fueron sus últimas vacaciones, ese año se empezó a oír hablar de burbuja inmobiliaria, de paro, de crisis..., hasta hoy.

Ramiro Rodríguez Prada


EPZ. El Pulgarzito.   El anuncio más caro.


Salud

viernes, 5 de julio de 2013

Aeropuerto -3


El techo de la  T-4.  Barajas.
 Madrid,  2011.

M u l a


Cuando despertó, a los veinte, ya estaba atrapada con tres hijos, cada uno de un padre distinto. Su última pareja se había fugado con su hermana pequeña, ¡la muy!.., mocosa, no tenía ni dieciséis años. Ella estaba de nueve meses, a punto de parir. No volvió a ver a ninguno de los donjuanes. Había criado también a sus propios hermanos, incluida a la traidora,  porque su madre, con una obesidad monstruosa, apenas dejaba el sillón donde pasaba día y noche.

Esta vez no tenía miedo, iba de lanzadera. Había hecho ya seis viajes transportando en su estómago ochenta o noventa pilas de cocaína, un kilo más o menos en cada ocasión. Hoy llevaba medio kilo en un doble fondo de su bolso. Ni siquiera tuvo que pasarlo por el control de policía del aeropuerto de su país, alguien le hizo el cambio en la sala de embarque.

Necesitaba el dinero y le dijeron que ya estaba quemada, por eso aceptó el trato. La pillarían con la cocaína en el aeropuerto de destino, sólo era el cebo de un pase más importante. Habría un chivatazo y la estarían esperando.

No sabía quién era, pero en su avión viajaba alguien con diez kilos en el equipaje de mano.

A pesar de haber considerado ya con detenimiento aquel paso que estaba dando, y comprendido que no tenía otra salida, el corazón le golpeaba en el pecho con una violencia inaudita cuando embocó el túnel del avión a la terminal. Se detuvo unos segundos pensativa y triste. Sólo serían dos años, no tenía antecedentes y la cantidad no era excesiva, pero pensaba en la cárcel, que la asustaba un poco, y en sus hijos. Con los 5000 dólares que le habían pagado, y poco más, su familia viviría sin aprietos ese tiempo. Entre su madre y su otra hermana esperaba que se arreglaran con los niños. Cogió el bolso con decisión, su pequeña maleta, y se puso a caminar entre la gente.

A la salida del pasaje había un policía frente a cada puerta. Agachó la cabeza y como atraída por un magnetismo fatal se dirigió directamente hacia el que tenía más cerca. Al llegar a su altura vio cómo el hombre se tenía que apartar para dejarle paso. Se paró, alzó la cabeza y miró al policía a los ojos, él le devolvió la mirada y le hizo un gesto de saludo llevando la mano hasta la gorra imaginaria. Ella sonrió.

Le zumbaban los oídos. Como en un sueño siguió caminando, esperaba que de un momento a otro le pusieran una mano en el hombro, ¡Acompáñenos, por favor!.


Aeropuerto  Madrid-Barajas, 2011.

A unos veinte metros ya del control se volvió. Habían parado a un hombre con una mochila a la espalda y una pequeña maleta con ruedas. Lo recordaba de la fila al embarcar, había estudiado uno a uno a todos los pasajeros, ella también hubiera sospechado de aquel pelao, no escogieron bien a la mula.

Salió del aeropuerto con la sensación de que no llegaría más allá. Pero se subió a un taxi que la llevó a un hotel. Allí hizo una llamada. No la habían detenido, ¿qué hacía con la coca?. Le dieron un teléfono y se citó con dos tipos en el hall de otro hotel. Recogieron la mercancía y desaparecieron.

¿Que ángel de la guarda la protegió? ¿Se olvidaron de dar el soplo? ¿El cholo al que pillaron no era quien llevaba el mogollón y había un tercero?. Nunca lo sabría.

A la semana regresó a su país aprovechando el billete que, de otro modo, se hubiera perdido. La hermana había escapado con el novio, llevándose la hucha con los dólares. Su madre estaba agobiada y los críos hambrientos y medio abandonados. Le entraron ganas de llorar pero sonrió resignada, estaba en casa, sana y salva.

Ramiro Rodríguez Prada

Grupo Exterminador.  Las dos monjas.


Salud

miércoles, 3 de julio de 2013

Monigote


Circo de los horrores.
Gijón  2013.


888RRADAS



Draculín
(Monigote)


¡
Te he dado la
vuelta varias veces
sin encontrar
 la vena
de
 pie
y

 tumbada!

Es que tal vez no había más barba que afeitar ni dónde hincar el diente
no sé cómo cogerte firme mi amor que no te dañe.
Me puse a caminar junto a tu bolso
con mucha parsimonia 
 y me quedé sin voz

ante tu om bligo.

Era redondo sí
y tan hermoso era
como un te quiero mucho o
te queda muy bien ese vestido.

Al verlo se me     alegró la tarde
y hasta me dio       un calambre.

Más tarde                el sexo:   
una sonrisa                 un chiste
 limpiar los                   cristales 
  de la                         sala
acariciarte                          el culo
        como un                              vampiro        
    morderte                                       el cuello  



Ramiro Rodríguez Prada


The Muggs. Just another fool




Salud