jueves, 31 de enero de 2013

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Plaka. Atenas, julio 2012.


Salí a tirar la basura


Había pasado una temporada fuera de casa y me costaba volver a la rutina diaria. Siempre necesito un tiempo para adaptarme a la nueva situación, y cada año que pasa más. No es que ésta fuera una circunstancia desconocida para mí, de hecho sólo había regresado a mis cuarteles de invierno, sin embargo a ciertas edades hasta un simple cambio de domicilio, incluso a uno cercano y familiar, significa algo así como una pesada mudanza y un cierto desconcierto añadido. No miré la hora, pero debía de ser bastante tarde porque no se escuchaba un ruido en la casa ni se veían luces encendidas, lo más probable es que ya se hubiesen acostado todos. Cogí las bolsas, me atusé la barba y salí. Como ya estoy acostumbrado a cierta pérdida, especialmente en horas nocturnas, aunque no sólo, no le di demasiada importancia al hecho de no reconocer la calle en un primer momento. ¿Era capaz de recordar si había tirado la basura la noche anterior y dónde lo había hecho? Francamente, no. Me puse a caminar en busca de los cubos que era de lo que se trataba, las bolsas en las manos era la mejor prueba de que iba por buen camino. Y el caso es que la calle no me resultaba del todo desconocida, pero desde luego no era la mía, que tiene un oscuro bar de húmedas paredes como sabéis, y si no lo sabíais os lo digo ahora. En ésta, más estrecha, no vi nada parecido. Trataba de sacar alguna información de los letreros que encontraba, pero todo me parecía normal y en su sitio. La calle desembocaba en una plaza y ahí me ubiqué. Estaba en Grecia, en Plaka, un barrio que conozco bastante bien. Enfrente tenía la catedral ortodoxa de Atenas. Había un bullicio enorme para ser de noche y con seguridad muy tarde. El césped del centro de la plaza estaba lleno de personas sentadas en círculos como en una romería, charlando animadamente. Se oían músicas diversas, todas orientales, saliendo del entorno de los distintos grupos. Con las bolsas todavía bien sujetas, vi unos contenedores al otro lado de la plaza y me dispuse a cruzarla para soltar el lastre. Al pasar frente a la puerta de la Metropolitana salió corriendo un cura ortodoxo que sin decir palabra me cogió las bolsas de las manos. Me resultó una cara tan conocida que me quedé un momento in albis, pensando de quién serían aquellos rasgos, pero antes de que desapareciera por la puerta de la catedral lo llamé alzando la voz sobre el barullo de la plaza, ¡Eh, oiga!. Se volvió y pude verle la cara de nuevo. ¡Gracias, hermano!, gritó también él. Nada, no conseguía unir esa cara a un nombre. Dí media vuelta encogiéndome de hombros y me dispuse a volver a casa, si es que la tenía. Al dejar la plaza me fijé un poco más en los círculos de gente sentada. Muchos estaban comiendo, sacaban cosas de bolsas que tenían al lado, bolsas idénticas a las que yo había dejado en manos del pope o que me habían sido arrebatadas, más bien. Hice la ruta de vuelta un poco perdido por las callejuelas del barrio, pensando en el rostro del cura. Lo curioso es que ahora sólo podía leer algunos letreros, los que entendería cualquiera que tuviera unos rudimentos de griego, lo justo para que pocas cosas parecieran normales y en su sitio. De hecho, pensé, ¿no salí de casa en la ciudad donde vivo y camino ahora por Atenas? Me parecía haber llegado a la calle que buscaba, distraído todo el tiempo con mis pensamientos y todavía tratando de asociar a una identidad la cara del eclesiástico. Entonces vi en un chaflán el oscuro bar de húmedas paredes. De las profundidades salía una música que me sonaba conocida. No me lo pensé dos veces, bajé las escaleras de aquel local tan unido a mi vida, pedí una cerveza fría, y fui al váter inmediatamente después del primer trago. Había un espejo todo lleno de mugre y como roído de orines. Cuando me miré en él ahogué un grito de puro susto y salí de aquel antro a escape sin pagar y sin volver la vista atrás.


Nikitas Klint. Baglamadaki version. Hardtimes riddim.  Police και κολεοπτερα.



Salud y felices pesadillas


ra

miércoles, 30 de enero de 2013

Puerto con faro II


Puerto con faro II. 2004.
Acuarela, témpera, pintura en polvo. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada

El 23 de mayo pasado, acompañando a una historia triste, subí otra cartulina de las varias que hice de este puerto. Le gustaba a la Curruca lírica y me preguntó si era de Grecia.

Sí, es alguna isla griega, pero no están tomadas del natural sino de la memoria, que puede falsear mucho las cosas. Probablemente sea Creta, por el año, Janiá o Rézimno, pero a mí me recuerda también Lesvos y Samos, incluso Estambul.

Como casi no pienso en otra cosa que en marear la perdiz griega, -¡pérdika mu!, ¡mi perdiz!, es otra expresión cariñosa que se dirige a la amada-, cuando pinto, especialmente los meses que siguen a las vacaciones, ¡sólo pinto a Grecia!. Me pongo al sol que más calienta sólo de imaginarlo. Zerapía, terapia.

¡Qué despacio voy ganando terreno en las entradas programadas! Aún arrastro el palo de noviembre y ya estamos en las cuestas de enero. Poco a poco, tal que una de aquellas chocolateras, aquellas antiguas máquinas de carbón del ferrocarril de nuestra infancia, asmáticas y fumadoras como viejas negras cubanas, voy tosiendo y haciendo vía.

Tengo ganas de salir a tirar la basura; nadie me lo impide, es más, todos encantados. Son recorridos cortos y rutinarios, pero fantasmales, que a nadie le apetece hacer. Sobre todo a diario.
Para otros como yo es una disculpa para respirar el aire de la calle, por muy frío y nocturno que sople. Las cosas no son las mismas de día que de noche. Ni con linterna.

Y os agradezco esta paciencia que tenéis escuchando mis lamentaciones, de momento no he tenido que recurrir otra vez a la etiqueta de Perdío, esa especie de SOS que me inventé cuando estoy sin gobierno. A ver si el mes que viene, además de ser un mes más vieyu, mejoro algo, como el  buen vino.

Guitarra, Parilla de Jerez. Cante, La Paquera de Jerez.  Tangos.

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=T2xFgwBIATM&feature=endscreen

Estaba el marinerito Ramirez
en su divina fragata...

¡Salud y buen rumbo!

Ramiro

lunes, 28 de enero de 2013

Huevos de tungsteno


Huevos de tungsteno sin sus forros
(Recién salidos de la fragua de Hefestos)

Blindajes


Fue la así llamada clase política la que empezó a usarlos, pero enseguida se popularizaron poniéndose de moda y ahora los lleva cualquier pelagatos. Los que se los pueden pagar, por supuesto.

Cara, porque es solución estética que no acaban de incluirla en lo que queda de la Seguridad Social, es sin embargo una cirugía muy sencilla, casi ambulatoria. En algunos casos, dependiendo de las aleaciones, apenas requiere un día de hospitalización por si hubiera rechazo, que es más raro que Mariano en boxer y no en marianos, que sería lo suyo.
Normalmente el candidato llega de mañana, se le extirpa el testiculamen, se le implantan las prótesis wolfrámicas en sus fundas escrotales y ¡carretera!.

Alguna gente de poco más o menos, aprovecha para cambiar también el forro y poner uno de cordobán, de piel de armiño, de conejo o de rata, que es muy fina al tacto. Pero no es una buena solución porque estas pieles curtidas no arrugan, como hace la bolsa original, que es lo que en definitiva tratan de reproducir estos horteras: el trémolo epitelial de las higas, que cuelgan cual maracas.

Entre los elegantes y la élite del Gran Mundo se opta cada vez más por estirpar también las fundas. Se considera vulgar ese gustirrinín que da, según expresión de aquellos guarros, cuando el forro se arruga, ya sea, y sobre todo, por estímulo sensual ya por cambios bruscos del termómetro, el externo y el corporal. Todo el mundo sabe que los testículos cuelgan para mantener una temperatura inferior a la del resto del cuerpo, por el bien de las células seminales. No sé si es del todo correcto así expresado, pero me vale.

Las razones por las que los políticos, o sus primos de fumosol, los banqueros, eligieron el tungsteno son también de dominio público: Frente a cualquier eventualidad, ¡hay que blindarse, colegaris!.
Y no existe nada mejor. Estamos ante los cojones con el coeficiente de dilatación térmica más bajo del mundo y el punto de ebullición más alto de todos los conocidos. ¡Que me los toquen o me den cien patadas, impasible el ademán!
Muy duros y densos, tienen también el punto de fusión más elevado del planeta, a 3.410 ºC, incluso alcanzan los 4.000 en aleaciones con aceros. ¡No hay horno normal que lo resista! Pero estas bolas son ya sólo para millonarios o para algún obispo de la banda, ancha.

Apenas hay rechazo, insisto. Se han descrito sin demasiado entusiasmo algunas intoxicaciones por el uso de aleaciones incorrectas y poco ensayadas, que provocarían "convulsiones e insuficiencia renal con necrosis tubular aguda". Pero esto parecen ser infundios de la competencia, obsoleta y cutre, que los sigue vendiendo de madera porque dicen que no oxidan, como sucedió con las primitivas prótesis de hierro, acero, aluminio o plomo. Los famosos huevos de oro son más literatura mala que otra cosa.

Como se comprenderá, todas estas cualidades las echaban en falta, en primer lugar, nuestros líderes, que necesitan tenerlos en su punto. Güevos duros, vamos. La financiación no es problema, ¡dios proveerá o el Banco de Sartasdén, Sastandrés!
Pero además no debemos desdeñar la cuestión estética, pues se presentan en un gris acero pulido, en distintos tonos, perla, platino, aluminio, niebla, etc., todos ellos muy brillantes.

¡¿Y el tacto?!..., ¡buaaááá, eso es otro mundo!. Pero dejémoslo por hoy que ya va bien.

Korvus Korax, O Mavros.

Me despediré con unos versos de César Vallejo, autor precisamente de una novela titulada Tungsteno, piedra pesada en sueco. Son las estrofas finales de:

                                                Hoy me gusta la vida mucho menos

                                                [...]
                                                Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
                                                y está bien y está mal haber mirado
                                                de abajo para arriba mi organismo

                                                Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga.
                                                porque, como iba diciendo y lo repito,
                                                ¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
                                                y siempre, mucho tiempo, siempre, siempre!


Quintín Cabrera.  De qué se ríe (Sr. Ministro)


Así os lleven al fondo, ¡y que se oxiden, miserables!


P. D. Gracias a la  curruca blasensis  por la canción.


Salud


ra

domingo, 27 de enero de 2013

La sombra y la papelera


Oviedo,  octubre 2012


San Pedro se la bendiga


Cuando me dijeron que tendría que volver a pasar otra vez por aquella oficina se me cayó el alma a los pies. Me había creado la falsa ilusión de que todo estaba resuelto al fin y no me iban a molestar más, ya no tenía edad de andar de la Ceca a La Meca, tirado por los despachos.
Me enviaron la citación por un recadista con cara de niño y rizos rubios, rechonchín como un angelote. Me hizo firmar la entrega y se fue.

El jefe de negociado recibía en un despacho funcional con unos asientos incomodísimos. Me señaló una silla y me senté, pero volví a levantarme enseguida, era un auténtico cilicio. El chupatintas miraba un pliego escrito de lo que debía ser mi historial.

Tiene por aquí algunas cuentas pendientes, unas cosillas que resolver todavía.
¡Qué me dice!
Sí, unos asuntillos sin mayor importancia que no figuraban en su expediente por un problema de retraso burocrático.
Pero eso no es culpa mía.
De acuerdo, pero usted debió hablarnos de ello, estaba obligado por ley.
¿De qué se trata?
Unas faltillas de poca monta: una patada a un perro, alguna palabra obscena, un insulto a un clérigo..., en fin.
Ni me acordaba.
Hace muchos años, era usted muy joven.
¿Pero ésas no prescribieron?
Querido amigo, en el Supremo Tribunal nada prescribe, todo se juzga.
Pero no estamos todavía en esa instancia.
Si lo estuviéramos, usted perdería toda esperanza de salir triunfante, ya no tendría ocasión de sostener su inocencia y menos de cumplir la pena si no es absuelto, ¡estaríamos en el fin de los tiempos! Aunque de escasa entidad, son pecadillos perfectamente documentados por los que debe pagar. Cuanto antes lo haga mejor, de lo contrario permanecería usted indefinidamente en un limbo legal.
¿Y de cuánto estamos hablando?

Así que sooon... tres veniales de obra, más cuatro por omisión, que hacen un total deee...
Siete, dije sin ningún entusiasmo. Me maravilla lo bien que suman de memoria estos burócratas, ¡sin manos, sin dedos!.

Siete, por un siglo cada uno, vienen a seeer...
¡Setecientos son, no vienen a ser!, retruqué perdiendo ya la paciencia.
¡Bien, sólo le quedan siete siglos para salir del Purgatorio, enhorabuena!
¡Quiero hablar con San Pedro, me va a oír!
Pídale cita a María.
¿Qué María?
Magdalena, su secretaria. Pero le advierto que está muy ocupado y hasta el milenio que viene no recibe.

La Trinca.  In secula seculorum.


Salud

Skylorómiros Mavropradakos

sábado, 26 de enero de 2013

Ο Αλέκος Καραβίτης, Alekos Karavitis


Atenas, 2011.

Karavitis


Alekos Karavitis es el tercero de los primeros maestros de la música tradicional cretense, los Protomastores. Trece canciones editó esa colección en su segundo disco y es todo lo que escuché de él. El orden de edición tiene más un sentido temporal que ponderativo, cada uno cuenta con sus incondicionales y todos son excepcionales.
La colección abarca de 1920 a 1955. Casi todos nacieron a principios de siglo XX o en sus primeras décadas, Alekos en 1904, en un pueblo montañoso de la prefectura de Rézimno, de nuevo, como la mayoría de los grandes intérpretes del siglo.

Αλέκος Καραβίτης.  Ρεθυμνιώτικη σούστα. Sousta Rezimniota. 
¿Cuántas veces me habré referido a la precocidad y afición de los músicos cretenses, que tocan hasta con cuerdas de cactos por no tener dinero para otras? No es el caso de Alekos, pero hasta los 15 años no tuvo su propia lira, un boulgarí, un instrumento algo mayor, en desuso, del que ya hablé. Porque se trata de otro de los grandes lirakis de la historia de Creta. No sé si se le conoce algún maestro, pero su hermano contaba con orgullo que había aprendido en el monte cuidando a las ovejas. Creo que es de los pocos autodidactas, la mayoría viene de familias con mucha tradición musical.

Ese primer tema, Ρεθυμνιώτικη σούστα, junto con Αγιοβασιλειώτικος συρτός, Syrto de Ayios Vasilios, dedicado a San Basilio, su pueblo, fueron los temas que grabó en Atenas en 1928 y que le darían un nombre entre la comunidad cretense de la capital y los propios isleños.
Karavitis ya llevaba varios años en Atenas, desde que hizo el servicio militar voluntario, del 21 al 25. Años muy difíciles para Grecia. Entretanto fue refinando su instrumento y al terminar la mili, abrió una taberna en Atenas, un recurso frecuente entre los músicos emigrados a la ciudad.

Eran los tiempos del venicelismo, que es casi como decir del republicanismo griego y de Creta, unas veces vencedor y otras traicionado. Conoció a Venicelos y demás personalidades del momento y tuvo la fortuna de ser el elegido para organizar las noches musicales cretenses en Atenas en los años 30, que se harían famosas, reunión de republicanos y baile de conjurados.
En el 36 actuó en Berlín para la ceremonia de inauguración de aquellos Juegos que han quedado como los prologómenos de un desastre europeo nada deportivo.

Αλέκος Καραβίτης Συρτός Κουτρουλιανός.

http://www.youtube.com/watch?v=MiGF4nKri9Q

A pesar de estos años turbulentos de política en su primera madurez, nunca abandonó la música y quizá pueda considerarse la siguiente como su década en este aspecto. Porque ya en 1939 participó con Baxevanis y su laúd en una gira por Egipto con el grupo de baile de Stamatis Papadakis, gira histórica de la música cretense a la que ya aludí en la entrada dedicada al Baxe en esta etiqueta.

Los 40 fueron los años de su consagración definitiva, porque grabó varios discos y colaboró con los mejores músicos cretenses de su generación, Baxevanis, Koutsourelis, Mavrodimitrakis o Mastrokalos.
Pero además sus relaciones le procurarían nuevas ventajas en su otra faceta de hombre de negocios, como aquella de organizador de las fiestas cretenses. La amistad personal con el dueño de la cerveza Fix significó la exclusiva del reparto de hielo en todo el Ática.

Y como ya recomendé la Fix, que creo que estuvo un tiempo sin fabricarse, pero ha vuelto con fuerza a sustituir a otras, pretendidamente griegas, por el nombre, pero que pertececen a capitales extranjeros, no me resisto a hacerle publicidad gratuita de nuevo. La recomiendo, los cerveceros me lo agradecerán, y los menos birreros también. Es un pelín, sólo un pelín más amarga que la Mithos, la Mahou o la holandesa, pero fría, pagomena como se bebe en Grecia, apenas se nota, gusta en el primer trago, y en los siguientes.

Αλέκος Καραβίτης.  Κανάρια.  Canario.

Una Fix pagomena
tapando a la mi morena
Grecia, verano 2012

Y bueno, la canción se titulaba Canario, pero es como llamarle a la morena -detrás de la bira- de mi copla avecilla canora, en plan cariñosu, porque son palabras de una canción de amor. Ya sé que es un poco ridículo, pero los griegos lo son en estas cosinas, y muy muy dulces. Y para liraki meloso y delicado, Alekos.
En la siguiente le llama  yiasemáki mu, o sea jazminín o jazminito mío, ¡un paisano con todo el bigote!, ¿te imaginas mi amós, rosita de pitiminíss, con lo bien que huele el jazmín en las noches de las islas griegas?, aaay...

También Karavitis, en los 50, realizó su periplo europeo y americano, como algunos de los Protomastores, y la mayoría de los grandes intérpretes cretenses posteriores, en compañía de grupos de baile y músicos como Karás, Koula Pratsika, o con Dora Stratou, en Estados Unidos, y en Cuba donde fue reclamado por la colonia griega. En Londres fue presentado por su viejo amigo Patrick Leigh Fermor...

Con Tzouganatos Mastrokalos al laúd, grabó en Nueva York diez discos que son las piezas más preciadas de su contribución a la música tradicional de la isla.

Αλέκος Καραβίτης.  Ηντα-χεις γιασεμάκι μου


Murió en 1975, rico, pero por sus actividades empresariales, no por los beneficios de la música. En una biografía señalaban este hecho con cierto asombro porque la verdad es que la mayoría de los músicos emigrados y los que se quedaban en Creta lo mismo, no sólo no se enriquecían, algunos se las veían y deseaban para sobrevivir. Se le tiene por un benefactor, puesto que dedicó parte de su fortuna en ayudas personales y sobre todo a la cultura.

Πέντε είναι οι λεβεντιές που έβγαλε η Κρήτη
Ψύλλο, Λαγό και Ροδινό, Μπαξέ και Καραβίτη

Cinco son los lebendis que nos dio Kriti
Psilo, Lagó y Rodinó, Baxé y Karaviti

Me voy con las consabidas Kontyliés, esas canciones casi recitadas que en las panayías cretenses se improvisan sobre los mismos manteles del banquete.

Καραβιτης Αλεκος.   Λασηθιοτικες κοντυλιές.


Salud y buena música

Barbarómiros