Oviedo, 2011 |
Cocodrilo
Fue en el campo. El hecho es que cagué un cocodrilo.
Era de tamaño regular, su buen metro y medio. ¿Cómo podía caber un bicho tan grande en mi intestino, aunque fuera en el grueso?
No lo sé, encogido, supongo.
Y, ¿cómo vivía en un lugar, con orificios de salida y entrada sí, pero tan oscuro y maloliente, sin luz ni ventilación?
Misterios de la biología.
Los cocodrilos soportan la hediondez, pero son criaturas de superficie, anidan en las orillas, se tienden al sol, nadan y bucean, sin embargo salen a respirar..., en fin, ¡no hay explicación!.
Escuché las leyendas urbanas y rurales de las boas constrictor en los embalses, las anacondas en el Manzanares o los caimanes en las alcantarillas, pero nada semejante a esto.
Observaba, lleno de aprensión y a cierta distancia, al animal, que permanecía inmóvil tal como fue depuesto, quizá muerto, menos mal, porque después de haber devorado, es un suponer, parte de mi intestino delgado, para ampliar un poco el espacio, sólo faltaba que me hubiera comodo, o sea, comido el culo, o que ahora mismo me atacara de repente, como suelen, y me arrancara los huevos de un bocao. Esto ya sería demasiado.
Ramiro Rodríguez Prada
P.D. Dedicado, a título póstumo, a todos los Cocos que nos comen el corazón, ya sabéis.
El alumbramiento de un cocodrilo un veintinueve de febrero. Buen castigo que sólo cumpla años cada cuatro.
ResponderEliminarEs muy duro gestar miedos, doloroso parirlos, pero criarlos después es de tontos. Completamente de acuerdo contigo, me alegro de que no le pensaras un nombre.
¡Que se joda!
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