sábado, 19 de noviembre de 2011

Kalazaki Limnou


Kalazaki, el feta de Limnos

El Kalazaki es el otro gran queso que produce la Cooperativa de mujeres de Limnos, Jrisafi (Xrisafi).

Está fabricado también con leches de oveja y cabra, pero es fresco a diferencia del Kaskabali del que hablé antes aquí en Lo que se comió.
En realidad es un feta con nombre propio y denominación de origen, excepcionalmente bueno, que las mujeres de Limnos llevan haciendo desde tiempo inmemorial, pero que la Cooperativa femenina ha estilizado y convertido en un manjar exportable.

En la isla se venden otros fetas, de allí y de fuera, también buenos, pero el Kalazaki es el rey.
Los limniotas que viven en el extranjero, Estados Unidos, Canadá, Australia..., cuando vuelven por el verano lo llevan por latas de 20 kgs.?, o lo encargan todos los años para que se lo envíen, conservado en agua salada donde resiste bastante bien.

Estas latas del feta, no sólo las del Kalazaki, una vez vacías, se reutilizan para todo tipo de cometidos. Tal vez el más interesante es el de instrumento musical, usadas en el rembétiko más genuino y antiguo como percusión, al estilo de nuestras cajas y cajones flamencos.

Siento nuevamente tener que disculparme por incluir una marca comercial, pero ya dije que la experiencia de la Cooperativa de mujeres en Limnos, como en otros lugares de Grecia, me parece ejemplar y merece que haga una excepción.
Hoy siento más no poder enseñar el queso fuera de su bolsa de plástico, y el aspecto del corte, tal como estaba en unas fotos que,  junto a la del yogurt y otras, extravié.
Pero se puede apreciar todavía su blancura, semejante a la de otros fetas, y el que tenga humor y desee compararlo con el Kaskavali, curado y más amarillento, apreciará las diferencias.

El olor o el sabor no sabría cómo simularlo o imitarlo, pronto los ordenadores incorporarán un dispensador de olores y sabores, que se podrán obtener al gusto, y entonces ya no necesitaremos salir de la cocina y podremos echarnos a morir..., aggg, Panayitza mou, Mitera ton Kabralión!! (¡Virhensita mia, Madre del Cabrales!)

Recuerdo que muchas casas en Myrina y, sobre todo, en Kondopouli tenían pequeños quesos secando en las ventanas, algunas convertidas mediante telas o mallas mosquiteras en fresqueras, pero en bastantes casos colgados fuera de ellas o sobre el alféizar exterior.
Esos se parecían más al Kaskavali y se consumían semicurados, pero en las casas es posible que hicieran también feta, para comerlo fresco.

Buen apetito, kalí órexi!

Salud, geia sas!

Ramiro.

viernes, 18 de noviembre de 2011

O Νίκος Παπάζογλου, Nikos Papázoglou


Oviedo, Asturias
Noviembre 2011

Νίκος Παπάζογλου


Físise o Bardaris kai kazárise
Hílios les kai telíosi o jimonas...

Sopla el Bardaris y limpia
Y el sol dice se terminó el invierno...


Cuando ya había pasado el invierno y soplado el Bardaris se nos fue Nikos, en el mes de Abril, con tan sólo 63 años, dejando tras de sí una carrera musical brillante y miles de seguidores en todo el mundo.

Es una apreciación personal, pero creo que después de la marcha de otro Nikos, Xyloúris, aún más joven, no había habido un duelo en la música griega de tal envergadura. Ni la del muy querido también y popular Kazantzidis dolió tanto, quizá porque Stelios era más mayor y uno se conforma mejor cuando el que se va cumplió una edad razonable para morir, si se pudiera hablar así.
Pero también porque Papazoglou consiguió aglutinar a un público de todas las edades, en especial el joven, en edad pero también de espíritu.

Muchos de los fans eran de su generación, pero a lo largo de los años logró lo más dificil, tener siempre a su lado, también, a los jóvenes. Era de los pocos cantantes que podía juntar en un concierto a nietos y abuelos.   
Pienso en varias razones para explicar esto.

En primer lugar su voz cálida y sus preciosas canciones de amor, interpretadas con emoción, cercanía,  y cierta languidez sin llegar nunca al baboso gemido de los extreñidos del purito amor. Esa tristeza de sus canciones nos habla en realidad del desamor, de la pérdida o el abandono, de la derrota. 


Tanto esta canción, Augoustos (en Xaratsi), como la 1ª, Físise o Bardaris (en Meso nefon), suyas música y letra, terminan en palabras que remiten al fracaso. Me llamó la atención antes incluso de saber de qué hablaban, porque fueron mis preferidas, y quizá lo siguen siendo... Agosto acaba en Kakó, malo, y O Bardaris en krio, frío.
Eso me pareció significativo, además del tono musical de ambas, el de la melancolía griega. 

En segundo lugar fue un músico que participó en el disco que abrió nuevas perpectivas a la música griega, incorporando los ritmos e instrumentos que los tiempos del rock pedían, rompiendo un poco con la anquilosada escena de la corrección musical posterior a los cogoneles, pero sin renunciar a la tradición griega.
Ese disco era del compositor Nikos Xydakis, I ekdikisi tis gyftiás, La vengaza de los gitanos (1978).

Pero, además de Xydakis, supo rodearse de un plantel extraordinario de autores y músicos. Manolis Rasoúlis, Orfeas Peridis, Takis Simota, Yorgos Zikas... . Y por su estudio de grabación  pasaron algunos de los mejores intérpretes de la música tesalonicense y nacional.


Lemoni stin portokalia, Limón entre naranjos, de Alayanni y Rasoúlis. En Xaratsi.

Dejó media docena de discos propios con sus canciones o en colaboración con los autores mencionados, además de sus trabajos en otras obras.
Jaratsi (Xaratsi 1984), Meso Nefon, Nubes contínuas (1986), Sinerga, Herramientas (1990), de los que hemos mamado como la mayoría de los griegos.
Y los tres siguientes los hemos ido escuchando en recopilatorios y en el Deftero programma de la radiotelevisión helena.
Epitopios ichografisis sto theatro tou Likabitu (1991), en directo en Likabitos, Otan kindinisis paikse tin puruda y Ma issa selini (2005). 


Baria balitsa, Pesada maleta, de Sinerga, es un zembékiko de Baso Allayianni con letra de Rasoúlis.

Terminaré con una de Orfeas Peridis de ese mismo disco.
A Rasoúlis y a Peridis los vimos en un concierto en Halkida en agosto del pasado 2010, os lo hemos contado. Yo saludé a Peridis y la mi morena habló con Rasoúlis, cuya muerte inesperada este invierno en Tesalónika nos produjo una gran tristeza.
Y en abril llegaría el segundo palo musical del año, éste de Nikos más fuerte si cabe, aunque esperado por la enfermedad que padecía, al parecer un tumor cerebral sin solución.

Geia sas yia oloi, salud a todos!

La canción se titula Fevgo, Marcho.


Kaló taksidi, Niko, palìcaré mas!


Ramiro Rodríguez Prada.

jueves, 17 de noviembre de 2011

San Benitiño do ollo redondo



Asturias, otoño 2011


Primero escuché sonido de gaitas, después otra vez a mi abuela cantando el san Benitiño do ollo redondo. Pero no me quería dar por aludido, estaba roto. Había recaído en el resfriado, complicado ahora con una bronquitis y una tos cavernosa que apenas me dejó dormir dos o tres horas cada noche y que me asustaba, y asusta,  incluso a mí que llevo años arrastrando esta psilicosis tosiendo todo lo tosible.

Pero don Ramón sabía bien qué aliados buscar para sacarme de la cama. Conocía mi apego a la abuela que me cantaba la canción desde que era un bebé. Con el runrún del estribillo en la cabeza y su voz cristalina, aguda y limpia, de timbre gallego sería ya imposible volver a conciliar el sueño.

Si vas a San Benitiño
non vaias a o de Paredes
qu´e moito mais milagreiro
San Benitiño de Lérez

Abrí el ollo y ahí estaba el amigo, de pie, con la boina de Baroja y la capa oscura de outras noites. Los quevedos eran nuevos o había sustituido el cristal roto en el tugurio del Bene. Me miraba fijamente sabiendo el efecto que sus ojos inteligentes y burlones causaba, no sólo en mí sino en cualquiera que fuera objeto de su atención.

¿¡Qué pasa?!, le dije un poco desabridamente.
Pero no abrió la boca, metió la mano debajo de la capa y sacó una bota de vino.
Me dió la risa y la tos y me levanté con muy poco ánimo.

Era mi casa pero al entrar en la cocina no la reconocí, estábamos en otro lugar. Volví a la habitación pero ya no era mi cama y mi compañera no dormía en ella, lógicamente. Estaba sin deshacer.

Veo que está desubicado, me dice cuando volví.
Sí, pero sobre todo lo que estoy es hecho unos zorros, don Ramón. Creo que no escogió un buen día para venir a buscarme.
No escogí yo el día, él me eligió a mí, contestó, y me pasó la bota.

Yo ya empezaba a estar habituado a esas frases a las que después, si se le preguntaba por su significado no solía responder, así que me callé  y bebí.
Como  desayuno el vino de la bota no era lo mejor, un tinto de la tierra pero poco afinado y muy ácido para mi gusto. Volví a toser y él se levantó de la silla donde estaba para darme unas palmadas amistosas y de ayuda en la espalda. Como otra noche en que me había aplicado la misma medicina se  calmó la tos.
Beba otro trago ahora, que le sabrá mejor o viño, me animó.
Era cierto, tanto es así que le pregunté, ¿me cambió la bota eh truhán?.
Me miró con intención, como dispuesto a dar una explicación, pero calló.
¿Adónde ha pensado ir esta noche?, si es que tiene algún plan...
Teño, dijo por toda respuesta y salió de la cocina con su conocida prisa.
Le seguí y noté que cojeaba un poco. Llevaba otra vez aquellos botines toscos que debió coserle algún zapatero de la zona.

Salimos a la calle. Solo reconocí a illa de Arousa por la luz de las farolas, aunque esta vez no habíamos desembocado en Xufre sino en el otro puerto.
Había un sol en el medio día como el de la última noche que nos vimos en que acabó lloviendo a jarraos. Calentaba además como en el Ecuador.
Las calles estaban solitarias. Caminaba un paso por delante de mí a un ritmo endiablado. Y sí cojeaba visiblemente.

¿Qué planes tiene, don Ramón?
¡Qué planes, qué planes!, me dice girándose pero sin dejar el paso ligero, ¡Qué han de ser sino los que no pudimos llevar a cabo la otra noite por la  soberana de Saturno!, y levantó el bastón como amenazando al aire en el que se hubiera escondido el jorobado.
¿Qué fue del criado?
Nos aguarda en Xufre, junto al pino.
No, no, quería decir que si ya le enderezó la chepa.
Ése lo único que tiene dereito é o carallo. Soy hombre de prontos, se la hubiera rectificado si lo engacho en lo del Benedicto, pero depois no alimento rencores.
Pues tenía entendido..., pero no me dejó terminar.
¡Qué?! Se paró y me dirigió una mirada desafiante como diciendo, ¡Cuidado con lo que vas a decir?, pero no me enseñó el bastón al que yo ya vigilaba por si acaso.
Cuentan que tuvo malquerencias duraderas hacia algunos colegas del teatro.
¡Paparruchas!, y echó a caminar sin más.

Salimos por fin a Xufre y subiendo la cuesta hacia el pino me agarró del brazo.
Parece que cojea mucho hoy, don Ramón, ¿tiene reuma en la pierna?.
Son estos botines que me cosió un remendón de Vilagarcía. ¡Feitos a medida dos pes!, decía el muy borracho. Dos pes sí, pero zurdos, cuando los calzo non séi cuál es de cada pie. Uno lo tenía medio desecho de un cartuchazo en una cacería con Richi. Pero los botines me estropearon el otro.
¿Richi?
Baroja.
¡Ah, ya!
No se puede tratar con borrachuzos.
¿Estaba atufao don Ricardo?
No el borracho era yo, se me disparó la escopeta, me refería al zapatero de Vilagarcía, que nunca hizo nada como conviene sino como con vino.

Chegamos al pino y enseguida vimos a Saturnino que nos hacía señas desde la barca, amarrada en el acantilado próximo. Vi que Valle no hacía caso al jorobeta y se quedaba encandilado mirando las luces de A Pobra.
Don Ramón, llamó Satur. Pero el viejo ya no recibía. No me había soltado el brazo y me apretaba con una fuerza inverosimil para una persona de su delgadez, como de costumbre.
El corcobado dió una voz más fuerte pensando que quizás no lo habíamos visto entre las sombras del pino,  los acantilados y la escuridad de la noite. Aunque el sol seguía luciendo en mitad del cielo y no se había movido de ahí ni una micra.

Pero Valle no oía. Entonces Saturno con una voz que a mí me sonó a la de su amo, aprendida tal vez de él, le gritó, ¡Tejerina!.
Don Ramón saltó como si le hubieran clavado un punzón en el culo, ¡¿Quién va?!, dijo con un tono idéntico al de su criado.
Se nos hace tarde y la mar no está católica, señor, contestó Saturnino.
El sol se puso de pronto, no supe por dónde ni cómo, y noté la brisa fría del nordeste.
¡Ya va, ya va!, ¿vienes sereno, o anduviste trasteándome la bodega?

El jorobado no respondió, ayudó a don Ramón a subir y me pidió que soltara el cabo antes de embarcar.
Saturno remaba con una energía extraordinaria para un hombre contrahecho y de baja estatura como era. Ví que dirigía la proa hacia la Pobra y pensé que tal vez iríamos allí, pero poco antes de llegar al centro de la ría giró a estribor y enfiló en dirección a las luces que se veían al este, de los caseríos de Vilanova y Vilagarcía.
¡Bravo, Nelson!, bromeó Valle, ¡Así se rema, almirante!

El manco me alcanzó la bota  de la que ya quedaba muy poco que tentar. Mojé apenas el gaznate y se la devolví. Él mandó parar a Saturno y se la pasó. El barquero bebió un trago corto para dejarle algo a su amo que había clavado los quevedos en la bota cuando el criado la levantó.
Valle la cogió mirando con buenos ojos a Satur y al vaciarla le pidió unas mantas para taparnos, porque la brisa era ya un viento frío que enlentecía la marcha y a mí me sentaba como un tiro. Había empezado un rato antes a toser y el vino me calmó algo.

Estábamos como a media milla de las primeras luces de Vilanova, pero avanzábamos muy despacio porque nos entraba el nordeste casi de frente y la atmósfera limpia vibraba, acercando o alejando en apariencia las luces, por momentos.
Me deslicé un poco en el fondo del bote intentando evitar el aire que me entraba helado en la boca cuando respiraba. Don Ramón había puesto su manta por encima de la boina y parecía un fantasma oscuro, un búho con gafas. Saturno remaba con el mismo vigor que al principio pero parecíamos parados. Yo  estaba molido y sin fuerzas. Me dolía el pecho y la garganta, tal vez tuviera fiebre porque me daban escalofríos a pesar de que la manta me calentaba y ya no tosía.

Oí que Valle hablaba algo con su criado pero no entendí lo que dijeron. Después dirigiéndose a mí en voz baja me dice,  Duerma si quiere, no se preocupe, tengo en Vilanova una medicina que cura todos los males, es una panacea que me trae un legía de Vijo que está en Sidi Ifni.
Estaba tan hecho polvo que ni siquiera esbocé una sonrisa.
Escuché al jorobado cantando por lo bajini el estribillo de San Benitiño:

San Benitiño do ollo redondo
hei de ir alá, miña nai, se non morro
e hei de levar una bota de viño
y una bola de pan para o camiño  

Me dormí.

Celifes fueños.

Fritiño e Moito Cascadiño. 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Curruqueo


Acuarela, témpera, pintura en polvo
Oviedo 1998
Ramiro Rodríguez Prada

Intenté poner otra pintura  diferente que se  titula Encrucijada, del mismo año, para hablar un poco de esta coyuntura en que Europa está siendo atacada por su propia medicina, la cura bancaria.
Pero últimamente no doy una y me sale la imagen invertida, voy al album archivo donde existe la  posibilidad de girar la imagen pero tampoco me lo permite.
Ya me pasó con más fotos y algunas, en intentos posteriores, salieron en la posición correcta. Pero con esa no he podido de momento.

La putada no es pequeña porque ya tenía el texto escrito para hoy, son las doce y media de la noche y mi condición física ya no da más de sí. Era la entrada del día que, últimamente, metía en esta primera media hora de la noche para tenerla en la  página principal en las 24 siguientes. Se fodió!

Lo del curruqueo es una improvisación rápida para salir del paso.

Hoy tuve contacto con dos currucas pardas, por la mañana con el Verderón Blasensis, primo de una servidora y mi introductor en el clero pardo maragato.
Hablamos del contagio de la psilicosis, un mito más, porque no es una enfermedad infecciosa como la tuberculosis. Pero hay casos descritos en la literatura médica clínica que se refieren a la posible transmisión de síntomas desde un nivel psicológico, histérico, que cursan sin alterar la bioquímica del sujeto, pero imitan con absoluta verosimilitud el resto de sintomatología.

Teniendo en cuenta la epidemia actual real de la enfermedad, una locura generalizada y niveles de deterioro mental nunca vistos, el desarrollo de estos síntomas  por simpatía, diríamos, no es muy significativo y es interpretado por los especialistas como una conducta reactiva motivada por las tensiones, que trataría de entrenar a los que la sufren para enfrentarse con cierta experiencia previa a la enfermedad real. 
De alguna manera, le comentaba al Blasensis, este espacio intenta, a su vez, crear las condiciones idóneas para enfrentarse a la epidemia, reproduciendo simbólicamente su esquema antes de que los síntomas se instalen de forma definitiva. Una especie de vacunación poética, ya que la enfermedad ataca incluso a los propios terapeutas, que se han visto desbordados  en los últimos lustros, sin otro recurso que aliarse con el enemigo.

Con la otra curruca, el Picogordo Fernandino, uno de esos sanadores que estudian nuevos caminos de intervención y tratamiento, acechado si no infiltrado también por el mal, estuve por la tarde.
No me da esperanzas porque no las tiene, pero me prometió intervenir en esta búsqueda, desesperada, la única que se nos permite ya.
Agradezco su ofrecimiento y las ayudas desinteresadas como la suya son bienvenidas. Soy quizá la parda más ruin y débil de las descritas aquí, todas currucas que me quieren y me miman, pero que deben cuidar también a otras avecillas más necesitadas y jóvenes que yo, que tengo más espolón que el gallo de Morón.

Mas, con todo y con eso: ¡auxilio, boicia,  no me dejéis, que toy mu solina, joé!
Va en serio, ¿a quién acudir cuando...

Salud.

Cannabina Carduelis, rebetissa, psilikosa.

martes, 15 de noviembre de 2011

Eléktriko


Dimosia Epijirisi Hilektrismou
Compañía Eléctrica Municipal
Eubea, agosto  2011


Ví una foto en un album de Yiannis Tzakós de una flecha blanca sobre fondo rojo clavada en un poste de madera como el que vemos y en el mismo madero, a la derecha, cogida de lado hay también una chapa idéntica a esta.
Están por toda Grecia donde todavía mantienen  muchos de los antiguos postes, más humanos que las modernas torretas metálicas o de hormigón.

Lo verdaderamente gracioso sería que hubiéramos fotografiado el mismo madero y casi el mismo motivo, pues Yiannis supongo que pasará alguna vez por Agioi Apostolioi (Kato Petriés o Limani Petrión). Pero sospecho que en su pueblo, dos kilómetros más arriba, los habrá también en abundancia. Y podría ser de cualquier pueblo griego.
De todos modos me prestó la coincidencia aunque la chapa es otra, las puntas que las sujetan son diferentes.

Como sigo muy atacado por la tos, no hago nada para mejorar, ni siquiera tomo esa tisana de hierbas, malva, tomillo, orégano, que siempre recomiendo sabiendo que es efectiva, no tengo ánimos hoy para mucho más.
Me queda todavía un poco de miel de Karoúlia (Áthos) que nos trajo el Inmortal monje Dimitris y que guardaba para casos rebeldes porque es mano de santo, nunca mejor dicho. ¡Y nadie podrá decir que en Ayios Oros hay contaminación!

Además, no entra cualquier enjambre en el Santo Monte. Aparte de producir miel, las abejas deben demostrar que su picadura reporta algún beneficio, mejora el reuma, espabila a los pasmaos o desengancha del ombligo filokáliko a los que se muestran más fanáticos que el propio Beato Anciano -Yérontas- que los asiste espiritualmente.
En caso contrario, si las abejas pican sin más provecho que el bultoma, el dolor y el prurito, el Exomélisa, máxima autoridad apícola de la Santa Península, les lanza un anatema y el enjambre abandona Áthos. Nadie ha podido dar una explicación científica a este hecho cuasi milagroso.

No tengo ganas pero ya llené la cuartilla, no necesitaba incluir un poema del Catálogo de toses (1990), aprovechando esta mención a la compañía de electricidad, que era lo que iba a escribir cuando me quejaba del catarro ahí arriba. Basta cualquier mención al buen monajós para que me traslade  en espíritu al barranco de Karoúlia y se me desate la lengua.
Los versos, que aparecieron en el florilegio del ´segundo grado` de Psilicosis y algunos conocerán, son de un grupo del Catálogo titulado
Deslumbramientos y apariciones:

Tan en hilo

Ayer me agarró una tos terrible,
creí que me saltaban los cornetes,
se pusieron en fase los fusibles
con un chisporroteo de estrellitas,
se fundieron los plomos oculares
desde el nérvio óptico de atrás,
ése que por el cogote va y se engancha
a la red principal que cruza el tronco.

Me sorprendió el catarro boquiabierto,
hizo masa la tos cerca del raquis,
supe entonces lo que era una avería,
cuál es la tensión que nos mantiene
unidos en la misma empresa eléctrica,
son muchos kilovoltios por persona
para poder soportarlo sin descargas,
soy gente corriente y doy calambre.

Electrocuta en mí esta tos un efecto
solidario, pascual, de común acuerdo,
me noto más humano, mero cable,
me da por sonreír al fin y al cabo,
después saco el pañuelo, me sueno,
me palmo los trallazos del cordero,
quito la monda, desecho el plástico
y así me quedo, en cobres, tan en hilo.

Buenos días.

Ramiro.

P.D. De postre musical la canción rebétika de Aryiris Bakirtzís, que aquí canta con su grupo de Thesalónica, (Xeimerinoi) Imerini kolimbités, Los nadadores invernales, titulada Se mia ekklisiá monajiki, En una iglesia solitaria, donde dos dervichakis colgaos como el mi Dimitraki kai egó (y yo) alucinan con los iconos. Hoy mismo nos la envió el Inmortal thesalonikiós:


Salud, geia sas!