sábado, 2 de febrero de 2013

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Al norte del Ática, después del Penteli


Salí a tirar la basura


y me di de morros con el día, rompí tres dientes. Con los ojos solares, incandescentes, y la boca sangrando, fui de lado a lado buscando mi destino. Esto suena muy profundo si no fuera tan de superficie el recorrido, tan común y maloliente esa meta. Sin embargo en mi ceguera tuve la intuición de que sólo repetía un rito trascendente. ¿Sólo? ¡Nada más ni nada menos!. Como el misterio de la trasnsubstanciación en la consagración del Sacrificio de la Santa Misa, no por cotidiano y rutinario menos milagroso. Todo es sagrado. Me estremeció un repeluzno, ¡bajo el sol ático!, aunque me tiran del pijo todos esos rollos de aquelarres, brujas y pedorros milagreros, sean de la religión o confesión que sean y especialmente los apostólicos romanos. Me parecía todo tan solo, tan abandonado, ¿dónde estaba el oficiante, el monaguillo o los fieles, ese pueblo religado, hermanos? No sé porqué me dio por pensar en misas y hostias consagradas, pero ese prodigio de los números y las probabilidades, la casualidad, hizo que me viera como por ensalmo junto a un grupo de contenedores rebosantes de gracia de dios: había cajas enteras llenas de recortes de pan de ángel, después de haber aprovechado hasta el límite la oblea para extraer las Sagradas Formas. Yo no estoy muy dispuesto a buscar verdades ocultas en las cosas y, además de que no veo muy bien, me da por probar cualquier porquería, pensé que nada me podría pasar por picar un poco de aquel santo alimento, que tantas veces de niño y adolescente compré en el torno de las monjas de clausura de la gran Augusta astur. Sólo me faltó santiguarme y sacar la lengua para recibir el Cuerpo de Jristos, pero juro que fue una comunión canónica en aquel entorno clásico, y no es coña, que seguimos en el Ática. Hostias un poco rancias, pero comestibles. Mientras volvía limpio, transfigurado por la gracia recién adquirida, ya cosa no sabía y el ganado perdí que antes seguía. ¿Qué fue de las bolsas de basura?, preguntó una voz a la altura de mi hombro, tipo conciencia, como para romper la magia del momento. Pero aquel pan de ángel debía de estar impregnado de algún producto diabólico porque yo pasé de la llamada del deber, sólo tenía ojos ya para arder en pura llama mística en mármol pentélico, notaba los cojones encogidos como aceitunas arbequinas. Lloraba de alegría dolorida, de soledad masoquista y de abandono ático. No sé qué pasó después y no me importa. ¡Al carajo!


Kim Fowley.   Born To Make You Cry.  Nacido para hacerte llorar. 



Salud y felices pesadillas


ra

viernes, 1 de febrero de 2013

Succión/Reacción


Amanita muscaria  recién salida de la volva
León,  noviembre 2012

¿Era la seta estetal o era la teta estatal?
Travaluengas


De pequeño, jugando al fútbol, ya chupaba, aunque después de juvenil lo que más chupó fue banquillo, y eso que su padre tenía mando en plaza y al entrenador no le quedaba más remedio que ponerlo alguna vez, pero tenía menos estilo que Franco vestido de merengue. Rouco ya luciría más pinta de zaguero correoso. ¿Y de culé, qué me dices, parlando catalá y con barretina roja!

Como vio que no había futuro para él en el estrellato balompédico, se aplicó al teto paterno durante su desarrollo como chupóptero profesional, carrera muy exigente, de altos vuelos y mareantes trepadas pisando calvas y orejas de otros mamones de la misma escuela. Licenciarse en mamadas y mamoneos no está al alcance de cualquier bocabierta o Fela Kuti de tres al cuarto.

Se casó con una teutona tetuda que tenía bien forrado el sobaco de euros con la efigie de la Merkel disfrazada de Juan XXIII, el papa bueno, ¿o era el papo?, pero tiraba de otros pezones aún más sustanciosos. Por ejemplo, las tetas del estado habría que calificarlas de ubres por la abundancia de su caudal y la impunidad con la que se podía succionar todo la substancia de la vaca pública hasta dejarla en los purititos huesos.  

Fue de la empresa a la política y viceversa, pasando temporadas de vacaciones en la dacha del sindicato, en línea directa y primera clase, de un teto al otro, a velocidades supersónicas en ocasiones, no sólo por los vuelos intercontinentales, vía transferencia pero en espíritu impuro, de los lácteos extraídos, convertidos ya en queso exportable a cualquier paraíso fiscal de fromage gourmets, secreciones rancias de glándulas mamarias, que diría Marvin Harris, en este caso frescas frescas y ordeñadas por la cara, a cuatro manos mejor, decía que fue a velocidades increíbles de una fuente a la otra, también, cambiando de imagen, de siglas, de corriente, de polzrona, de pezón, de nombre fiscal y hasta de apellido, pero sin soltar nunca la teta estetal y cual, y varias privadas.

En fin, son una plaga estas fijaciones orales, porque una vez enchufados los candidatos a la corriente continua ya no hay manera de despegarlos de allí hasta que las espichan. Y en caso extremo de destete no hay poblema, porque la provisión que ya almacenaron no tienen que devolverla, sólo la regurgitan para sus rapaces, quiere decirse aves rapaces, la segunda generación del mamón clásico. Tienen para rumiar el bolo toda su vida y para sus descendientes, aprendices de mamones en la infancia, buitres en la madurez.

Indivia Con Formaggio, apicultora, turuta.
(Los Abruzzos de Extremadoura. Espein, ¿ein, que era Espain?) 

Os Resentidos.   Succión.


¡Salute!

jueves, 31 de enero de 2013

31


Plaka. Atenas, julio 2012.


Salí a tirar la basura


Había pasado una temporada fuera de casa y me costaba volver a la rutina diaria. Siempre necesito un tiempo para adaptarme a la nueva situación, y cada año que pasa más. No es que ésta fuera una circunstancia desconocida para mí, de hecho sólo había regresado a mis cuarteles de invierno, sin embargo a ciertas edades hasta un simple cambio de domicilio, incluso a uno cercano y familiar, significa algo así como una pesada mudanza y un cierto desconcierto añadido. No miré la hora, pero debía de ser bastante tarde porque no se escuchaba un ruido en la casa ni se veían luces encendidas, lo más probable es que ya se hubiesen acostado todos. Cogí las bolsas, me atusé la barba y salí. Como ya estoy acostumbrado a cierta pérdida, especialmente en horas nocturnas, aunque no sólo, no le di demasiada importancia al hecho de no reconocer la calle en un primer momento. ¿Era capaz de recordar si había tirado la basura la noche anterior y dónde lo había hecho? Francamente, no. Me puse a caminar en busca de los cubos que era de lo que se trataba, las bolsas en las manos era la mejor prueba de que iba por buen camino. Y el caso es que la calle no me resultaba del todo desconocida, pero desde luego no era la mía, que tiene un oscuro bar de húmedas paredes como sabéis, y si no lo sabíais os lo digo ahora. En ésta, más estrecha, no vi nada parecido. Trataba de sacar alguna información de los letreros que encontraba, pero todo me parecía normal y en su sitio. La calle desembocaba en una plaza y ahí me ubiqué. Estaba en Grecia, en Plaka, un barrio que conozco bastante bien. Enfrente tenía la catedral ortodoxa de Atenas. Había un bullicio enorme para ser de noche y con seguridad muy tarde. El césped del centro de la plaza estaba lleno de personas sentadas en círculos como en una romería, charlando animadamente. Se oían músicas diversas, todas orientales, saliendo del entorno de los distintos grupos. Con las bolsas todavía bien sujetas, vi unos contenedores al otro lado de la plaza y me dispuse a cruzarla para soltar el lastre. Al pasar frente a la puerta de la Metropolitana salió corriendo un cura ortodoxo que sin decir palabra me cogió las bolsas de las manos. Me resultó una cara tan conocida que me quedé un momento in albis, pensando de quién serían aquellos rasgos, pero antes de que desapareciera por la puerta de la catedral lo llamé alzando la voz sobre el barullo de la plaza, ¡Eh, oiga!. Se volvió y pude verle la cara de nuevo. ¡Gracias, hermano!, gritó también él. Nada, no conseguía unir esa cara a un nombre. Dí media vuelta encogiéndome de hombros y me dispuse a volver a casa, si es que la tenía. Al dejar la plaza me fijé un poco más en los círculos de gente sentada. Muchos estaban comiendo, sacaban cosas de bolsas que tenían al lado, bolsas idénticas a las que yo había dejado en manos del pope o que me habían sido arrebatadas, más bien. Hice la ruta de vuelta un poco perdido por las callejuelas del barrio, pensando en el rostro del cura. Lo curioso es que ahora sólo podía leer algunos letreros, los que entendería cualquiera que tuviera unos rudimentos de griego, lo justo para que pocas cosas parecieran normales y en su sitio. De hecho, pensé, ¿no salí de casa en la ciudad donde vivo y camino ahora por Atenas? Me parecía haber llegado a la calle que buscaba, distraído todo el tiempo con mis pensamientos y todavía tratando de asociar a una identidad la cara del eclesiástico. Entonces vi en un chaflán el oscuro bar de húmedas paredes. De las profundidades salía una música que me sonaba conocida. No me lo pensé dos veces, bajé las escaleras de aquel local tan unido a mi vida, pedí una cerveza fría, y fui al váter inmediatamente después del primer trago. Había un espejo todo lleno de mugre y como roído de orines. Cuando me miré en él ahogué un grito de puro susto y salí de aquel antro a escape sin pagar y sin volver la vista atrás.


Nikitas Klint. Baglamadaki version. Hardtimes riddim.  Police και κολεοπτερα.



Salud y felices pesadillas


ra

miércoles, 30 de enero de 2013

Puerto con faro II


Puerto con faro II. 2004.
Acuarela, témpera, pintura en polvo. Espátula.
Ramiro Rodríguez Prada

El 23 de mayo pasado, acompañando a una historia triste, subí otra cartulina de las varias que hice de este puerto. Le gustaba a la Curruca lírica y me preguntó si era de Grecia.

Sí, es alguna isla griega, pero no están tomadas del natural sino de la memoria, que puede falsear mucho las cosas. Probablemente sea Creta, por el año, Janiá o Rézimno, pero a mí me recuerda también Lesvos y Samos, incluso Estambul.

Como casi no pienso en otra cosa que en marear la perdiz griega, -¡pérdika mu!, ¡mi perdiz!, es otra expresión cariñosa que se dirige a la amada-, cuando pinto, especialmente los meses que siguen a las vacaciones, ¡sólo pinto a Grecia!. Me pongo al sol que más calienta sólo de imaginarlo. Zerapía, terapia.

¡Qué despacio voy ganando terreno en las entradas programadas! Aún arrastro el palo de noviembre y ya estamos en las cuestas de enero. Poco a poco, tal que una de aquellas chocolateras, aquellas antiguas máquinas de carbón del ferrocarril de nuestra infancia, asmáticas y fumadoras como viejas negras cubanas, voy tosiendo y haciendo vía.

Tengo ganas de salir a tirar la basura; nadie me lo impide, es más, todos encantados. Son recorridos cortos y rutinarios, pero fantasmales, que a nadie le apetece hacer. Sobre todo a diario.
Para otros como yo es una disculpa para respirar el aire de la calle, por muy frío y nocturno que sople. Las cosas no son las mismas de día que de noche. Ni con linterna.

Y os agradezco esta paciencia que tenéis escuchando mis lamentaciones, de momento no he tenido que recurrir otra vez a la etiqueta de Perdío, esa especie de SOS que me inventé cuando estoy sin gobierno. A ver si el mes que viene, además de ser un mes más vieyu, mejoro algo, como el  buen vino.

Guitarra, Parilla de Jerez. Cante, La Paquera de Jerez.  Tangos.

http://www.youtube.com/watch?NR=1&v=T2xFgwBIATM&feature=endscreen

Estaba el marinerito Ramirez
en su divina fragata...

¡Salud y buen rumbo!

Ramiro

lunes, 28 de enero de 2013

Huevos de tungsteno


Huevos de tungsteno sin sus forros
(Recién salidos de la fragua de Hefestos)

Blindajes


Fue la así llamada clase política la que empezó a usarlos, pero enseguida se popularizaron poniéndose de moda y ahora los lleva cualquier pelagatos. Los que se los pueden pagar, por supuesto.

Cara, porque es solución estética que no acaban de incluirla en lo que queda de la Seguridad Social, es sin embargo una cirugía muy sencilla, casi ambulatoria. En algunos casos, dependiendo de las aleaciones, apenas requiere un día de hospitalización por si hubiera rechazo, que es más raro que Mariano en boxer y no en marianos, que sería lo suyo.
Normalmente el candidato llega de mañana, se le extirpa el testiculamen, se le implantan las prótesis wolfrámicas en sus fundas escrotales y ¡carretera!.

Alguna gente de poco más o menos, aprovecha para cambiar también el forro y poner uno de cordobán, de piel de armiño, de conejo o de rata, que es muy fina al tacto. Pero no es una buena solución porque estas pieles curtidas no arrugan, como hace la bolsa original, que es lo que en definitiva tratan de reproducir estos horteras: el trémolo epitelial de las higas, que cuelgan cual maracas.

Entre los elegantes y la élite del Gran Mundo se opta cada vez más por estirpar también las fundas. Se considera vulgar ese gustirrinín que da, según expresión de aquellos guarros, cuando el forro se arruga, ya sea, y sobre todo, por estímulo sensual ya por cambios bruscos del termómetro, el externo y el corporal. Todo el mundo sabe que los testículos cuelgan para mantener una temperatura inferior a la del resto del cuerpo, por el bien de las células seminales. No sé si es del todo correcto así expresado, pero me vale.

Las razones por las que los políticos, o sus primos de fumosol, los banqueros, eligieron el tungsteno son también de dominio público: Frente a cualquier eventualidad, ¡hay que blindarse, colegaris!.
Y no existe nada mejor. Estamos ante los cojones con el coeficiente de dilatación térmica más bajo del mundo y el punto de ebullición más alto de todos los conocidos. ¡Que me los toquen o me den cien patadas, impasible el ademán!
Muy duros y densos, tienen también el punto de fusión más elevado del planeta, a 3.410 ºC, incluso alcanzan los 4.000 en aleaciones con aceros. ¡No hay horno normal que lo resista! Pero estas bolas son ya sólo para millonarios o para algún obispo de la banda, ancha.

Apenas hay rechazo, insisto. Se han descrito sin demasiado entusiasmo algunas intoxicaciones por el uso de aleaciones incorrectas y poco ensayadas, que provocarían "convulsiones e insuficiencia renal con necrosis tubular aguda". Pero esto parecen ser infundios de la competencia, obsoleta y cutre, que los sigue vendiendo de madera porque dicen que no oxidan, como sucedió con las primitivas prótesis de hierro, acero, aluminio o plomo. Los famosos huevos de oro son más literatura mala que otra cosa.

Como se comprenderá, todas estas cualidades las echaban en falta, en primer lugar, nuestros líderes, que necesitan tenerlos en su punto. Güevos duros, vamos. La financiación no es problema, ¡dios proveerá o el Banco de Sartasdén, Sastandrés!
Pero además no debemos desdeñar la cuestión estética, pues se presentan en un gris acero pulido, en distintos tonos, perla, platino, aluminio, niebla, etc., todos ellos muy brillantes.

¡¿Y el tacto?!..., ¡buaaááá, eso es otro mundo!. Pero dejémoslo por hoy que ya va bien.

Korvus Korax, O Mavros.

Me despediré con unos versos de César Vallejo, autor precisamente de una novela titulada Tungsteno, piedra pesada en sueco. Son las estrofas finales de:

                                                Hoy me gusta la vida mucho menos

                                                [...]
                                                Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
                                                y está bien y está mal haber mirado
                                                de abajo para arriba mi organismo

                                                Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga.
                                                porque, como iba diciendo y lo repito,
                                                ¡tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
                                                y siempre, mucho tiempo, siempre, siempre!


Quintín Cabrera.  De qué se ríe (Sr. Ministro)


Así os lleven al fondo, ¡y que se oxiden, miserables!


P. D. Gracias a la  curruca blasensis  por la canción.


Salud


ra