sábado, 9 de marzo de 2013

39


Oviedo  2012


Salí a tirar la basura.



Desde que pisé la calle tuve el pálpito de lo ya visto. Es normal, pensé, son miles de veces las que he salido a tirarla, tienen que repetirse las situaciones en parecidas circunstancias, con pequeñas variantes que las convierten en únicas, es cuestión de reconocerlas. En ese momento cae uno de la burra, ¡no hay premonición, todo es nuevo cada segundo, la historia no se repite!. Pero la sensación de haber vivido la misma escena es tan potente que da la sensación de que podremos adivinar lo que va a suceder en el minuto siguiente. La temperatura era veraniega y todavía se veía a mucha gente paseando. Al llegar a los cubos, dos coches subían por la calle acelerando a tope, compitiendo por ocupar el primer puesto en el siguiente semáforo. Me dio un escalofrío. Uno de los conductores debió perder el control, quizás por un reventón, y se fue contra una farola a menos de veinte metros de donde yo estaba. El automóvil comenzó a arder de inmediato. Los paseantes que estaban aún más cerca del accidente chillaban, algunos intentaron acercarse sin resultado, se oían gritos saliendo del coche. Entonces vi al conductor a través de las llamas, estaba atrapado y pedía ayuda desesperadamente. De un bar cercano salieron con un extintor. No sirvió de nada. Poco a poco los gritos del hombre se fueron apagando. El humo y el fuego taparon por completo al coche. Yo me había quedado inmóvil junto a los cubos, estaba horrorizado y como clavado al suelo. Cuando a los pocos minutos llegaron los bomberos, me pude mover al fin. Entré en casa y me metí en la cama. No es posible haber vivido dos veces una historia así, pero eso era lo que sentía. Desperté muy temprano con una pesadilla: yo era el atrapado entre las llamas y miraba a un tipo parado en la acera, junto a unos cubos de basura, pidiendo auxilio.

 
 
Los indiferentes
 
 
 
 
 

Salud y felices pesadillas.
 

ra

viernes, 8 de marzo de 2013

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Albons
Girona, julio 2012


Salí a tirar la basura.


Hacía frío. Me pareció que era de día, una tarde de sol y nubes con un poco de vientecillo, pero muy frío, afeitaba el bigote, un bigote que no llevaba, por cierto, de haberlo llevado lo hubiera perdido ahí  mismo. Decía que sería de día, pero yo todo lo veía negro, juraría que era una noche muy cerrada, sin luna. Había una farola solitaria alumbrando míseramente la acera de enfrente donde se adivinaba la masa indistinta de los contenedores. Vi que por la acera bajaban tres personas caminando a buen paso, delante un hombre, le seguía una mujer a cuatro o cinco metros y otros tantos más atrás un rapaz como de diez años. El hombre y la mujer iban discutiendo en voz alta y gesticulando, por las ropas y el idioma pensé en emigrantes balcánicos, quizá gitanos, me pareció reconocer en ella a una mujer que pedía en la entrada de un supermercado cercano a casa. Me fui a cruzar con ellos frente a los contenedores, habían interrumpido la bronca cuando me vieron acercarme y esperaron a que tirara las bolsas para pedirme una ayuda señalando al rapaz, que no se detuvo, me miró un momento al pasar, con más cara de cansancio y vergüenza que otra cosa y siguió caminando. Me hubiera gustado pararlo y darle a él la pasta pero se la hubieran quitado. Volviendo a casa vi cómo se alejaban calle abajo reanudando la disputa y manteniendo las distancias previas; antes de desaparecer en una esquina, el hombre cruzó de acera para entrar en el oscuro bar de húmedas paredes de mi calle. La mujer y el niño siguieron su camino. Entré en casa pensando en el amor familiar. La oscuridad y el silencio eran completos y yo me eché a llorar.


Garfunkel & Oates.   Fuck me in the ass because I love Jesús.



Salud y felices pesadillas


ra


P. D. La música es una gentileza de los  Contradiarios de José Luis Moreno-Ruiz y su amigo Ramón.

jueves, 7 de marzo de 2013

37


Oviedo  2012


Salí a tirar la basura



no importa en qué condiciones físicas, pero siempre animoso. Por la radio de un coche con la puerta abierta, aparcado cerca de los cubos, escuché al pasar que un par de personas mayores se habían suicidado al recibir una orden de desahucio. Pensando en ello, cuando dejé las bolsas me apetecía gritar, pero las repartí en los lugares apropiados soltándolas con cuidado, como si temiera romper algo, y en respetuoso silencio. Había perdido el buen ánimo, aunque conservaba cierto control. Iba calculando qué haría más daño al problema de la vivienda o, por el contrario, qué acción sería más eficaz para solucionarlo, ¿el suicidio de un inquilino moroso o el atentado mortal contra un ministro del ramo?



Suicide.     Rock&roll is killing my life.



Salud y felices pesadillas



ra

miércoles, 6 de marzo de 2013

36


Atapuerca
Burgos  2012


Salí a tirar la basura



muy convencido de que esta vez no habría sorpresas, sin embargo por mucho que digan no basta la autosugestión y las cosas suceden porque sí, o por alguna razón, pero al margen de nuestro propósito. Ya el escenario me despistó nada más poner el pie en la calle. Estaba en el aparcamiento de un hostal de carretera en medio de lo que parecía la llanura castellana, en un día soleado pero muy frío. No tenía idea de qué hacía en aquel lugar, sólo las bolsas en las manos me permitían un mínimo agarre a la realidad. Dos grandes trailers gemelos con matrícula alemana arrancaron al otro extremo de la gran explanada y echaron a rodar hacia la carretera. Eran los únicos vehículos estacionados allí, cerca de los contenedores de basura hacia donde me dirigía, y todavía tuve tiempo de ver el rostro del conductor del segundo camión. No le di mucha importancia a la fea cara del tipo, que me miró de mala manera, me inquietaba más una cierta calidad extática de todo lo que me rodeaba. La luz amarillenta caía sobre los objetos, y el cielo, de un profundo azul, parecía el manto de una Virgo Intemerata. El bramido ronco de los tanques alemanes desapareció en la distancia y ni un sonido alteraba aquel silencio cuando llegué a mi destino. Los colores vivos de las tapas de los contenedores, la soledad e infinitud de la llanura, la inhumanidad de ese cielo inmenso, o aquel deprimente aparcamiento vacío..., no sé lo que fue. No me atreví a abrir los cubos. Dí media vuelta y volví sobre mis pasos sin dejar las bolsas. Iba nervioso, mirando hacia atrás. Estaría a mitad de camino entre los cubos y el hostal, cuando me pareció que las tapas de los contenedores se alzaban solas. Me paré un momento y vi cómo de cada uno empezaban a salir paisanos peludos con taparrabos y lanzas en las manos. Eché a correr hacia la puerta sin pensar. El hostal estaba cerrado y por lo que veía a través de las cristaleras, abandonado desde hacía años. Me rodearon contra la puerta gruñendo, dando alaridos y blandiendo amenazadores sus lanzas, pero de cerca no parecían tan fieros, tal vez sólo querían asustarme sin intención real de atacarme. Entonces se empezó a escuchar el sonido de los cascos de un caballo lanzado al galope. Desde la carretera entró en la otra punta de la explanada un bayo con un jinete acorazado y con un espadón gigantesco en la mano derecha. ¡El Cid!, oí que gritaban con claridad los peludos al tiempo que se dispersaban rápidamente. El Campeador pasó con su Babieca y su Tizona como una exhalación persiguiendo a los monos sin prestarme atención. En pocos segundos desaparecieron todos y volvió la soledad y el silencio. Regresé a los cubos, tiré la basura y me metí en el del cartón, el más limpio y caliente. Olía a tigre.


Desde Santurce a Bilbao Blues Band.   El hombre del 600.


Salud y felices pesadillas.

ra

lunes, 4 de marzo de 2013

Patos platónicos


La fila de los platónicos.
Astorga, diciembre 2011

Patos platónicos

Buenos días. Después de los Peripatéticos y Homeropáticos, tocaban los patos Platónicos. Cada vez que articulo esas dos palabras juntas me se luenga la traba y prenuncio platos platónicos, que no es lo mismo.

Platos platónicos son aquellos que nos comemos idealmente, es dicir, en la imaginación, platos que amamos, pero cuyos contenidos no catamos, no se mezclan en nuestra boca babeante, colmada de saliva por el deseo, al contrario: permanecen inalcanzables, sólo accesibles al mundo de las ideas.

El Pulgarzito.   Lookin 4 U babe.


El manjar platónico es un placebo espiritual para poetas pobres con buen apetito, culinaria mística de las almas puras, incontaminadas por esas horribles recetas de la restauración real en cueros vivos.

En fin, que por esa trabazón silábico-lingual pensé incluso cambiar el título de la entrada por uno más eufónico, tal vez Ocos o Gansos platónicos. Sin embargo la palabra  pato tiene aquí más entidad que otras denominaciones y para no prescindir de ella se me ocurrió cambiar el  platónicos, evitando también así la cacofonía. Y para hacerle el honor al  δάσκαλος, al maestro de la bufanda naranja que encabeza este grupo de platónicos, quise titularla Pato a la naranja.

Desistí porque platónicos es también un término que se ajusta mejor a lo que se cuenta hoy, materia más filosófica que cítrica. Pero quede constancia de las peleas en las que se enzarzan los escribidores.

Es la única especie de anátida que no interactúa de facto con las gallinas siracusanas, por ello no tienen descendencia, se reproducen por ciencia infusa y ponen huevos simbólicos que sólo eclosionan en presencia de un filósofo, y no les vale el primero que llega, ha de ser también teólogo de la escuela de San Agustín.

Aficionados a la conversación y dialogantes, son no obstante orgullosos y no se relacionan con cualquiera, desfilan siempre con el pico levantado y la mirada perdida en las alturas metafísicas, ajenos a los afanes del resto de los mortales, palmípedas de su especie incluídas.
A éstos no los veréis nunca chapoteando en un bebedero patos público. Otra cosa es lo que hagan de puertas de la Academia adentro, porque muchos dicen que son una especie de secta y los popes parecen de la más rancia curia Paticana. No sé.

Otra característica reseñable de los  platónicos puticanistas, según expresión de algunos gansos ateos, es su voz melíflua que no tiene nada en común con el roncón desafinado de la inmensa mayoría de especies de patos.


Pátonas, el patín Apóspata, increpando a un pato pasmao
Astorga  2011

El patín es adoptado y estudia en la Academia platónica. Todo un polemista ya a su corta edad, no está en la escuela por vocación, que a él le van las gansas de verdad, las patas, las ocas y las que caigan, sin olvidar a toda la gran familia de siracusanas. ¡Y tiene voz de arriero el jodío! Precoz nos salió el mangas.

Ya lo amenazaron con la expulsión, aunque saben que su reputación de patos aristocráticos no les permitiría dejar en la calle a un pobre huerfanito.

El patín, que fue abandonado en forma de huevo en el torno de la Academia y bautizado con el nombre del gran filósofo Pátonas, se hace llamar a sí mismo Crisipo y el Apóspata, y se escojona de sus maestros y sus patafísicas pajilleras.

Es un elemento y los patósofos estudian venderlo a una pareja de gansos virtuosos, matarían así dos patos de un tiro porque la Academia está económicamente muy afectada por la crisis. Y eso que faltan vocaciones y hay menos picos que alimentar.
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Korvus Korax, El Negro. 
La cabra mecánica.   Caramelo.


P. D. El Capi del Teach y César Viriato, dos marinos, fueron los culpables de la deriva platónica de hoy, el uno porque me provocó con la historia de su padre sobre las gallinas siracusanas y los patos interactuantes, dando lugar a esta etiqueta, y el otro porque cuando en el último capítulo hablaba de gallináceas pidió anátidas. Va por ellos, pues.

Salud a todos

ramiro