domingo, 23 de junio de 2013

Σύκα, Higos -2


El figo en la rama.
Grecia, agosto 2012.


En la higuera


Buenos días. Hacia mediados de agosto ya empezaban a verse cestas con figos que traían los paisanos de los huertos, llevaban varias semanas comiéndolos y en la frutería los había desde principios de mes, cuando llegamos.
La señora Kula, nuestra casera, nos regaló una fuente de ellos, riquísimos, junto a un par de kilos de tomates que estaban tan en sazón o más que los higos, cada cual en su terreno. Su marido me invitó a pasar una mañana con él, recolectando dos higueras de la finca a su cuidado de un rico local, en cuyos barcos había trabajado hasta la jubilación, hace un par de años.

Me da cierto coraje leer algunos artículos de Petros Márkaris, cuando se refiere a los privilegios de los agricultores griegos a la sombra de los partidos políticos que se iban turnando en el poder. Siempre habla, a mi entender generalizando en algún caso un poco groseramente, de agricultores ricos, sobre todo del Ática creo, que circulan con sus brillantes y poderosos supertodoterrenos quemando gasolina y, de paso, los recursos en forma de ayudas, créditos, exenciones, etc., a una agricultura exhausta, mientras el país se arruinaba, aprovechándose del clientelismo político, como otros colectivos. Pienso, de paso, en las ayudas europeas a nuestra duquesa de Alba.

Naturalmente no le voy a enmendar la plana a Márkaris pero, junto a eso, yo he visto en Grecia muchos más casos de labradores que sólo sobreviven, y sus pickups "agrótikos" no son ni de la antepenúltima generación, la mayoría conducen vehículos bastante viejos y tratan de hacerlos durar todo lo que pueden, hasta el agotamiento, como aquí. Y los coches también. No puedo manejar cifras pero apostaría que el parque móvil griego es más escaso y viejo que el nuestro.

Todo esto para decir que el agrótiko de mi casero era un vehículo de trabajo, no para pasear entre los plateados olivares del Ática o darse una vuelta por Kolonaki, fardando. Y el que conducía nuestro amigo Diamandís lo mismo.

La casa es de un dueño de barcos de pesca que vive en Atenas y pasa parte del verano en el pueblo. Está emplazada en una de las laderas de un pequeño valle lejos del caserío, mirando al sur, que termina en una playa maravillosa de arena enmarcada por acantilados rocosos. El jardín que rodea el gran chalet desciende hasta esa playa, entre emparrados, frutales y bancales de tomates, berenjenas, etc. La otra ladera la ocupa otra casa, de modo que disfrutan la playita en exclusiva. Abren la pequeña verja en la parte baja de la finca y están en la arena. Tienen las sombrillas puestas permanentemente. Nuestro casero cuida la casa cuando no están los dueños, y la cosecha todo el año, es de hecho quien trabaja el terreno.

Con la crisis se libraron de una invasión de turistas, porque en una finca colindante, a escasos doscientos metros, iban a construir unos trescientos apartamentos. Ahora el esqueleto de los bloques afea y entristece ese rincón, el arbolado que rodea la casa y el hecho de estar un poco oculta en la ladera la libra de esa vista penosa.
Veo que de lo que menos hablo ye de figos, pero es que tratando de horticultura conviene situar al producto en su contexto geográfico, en su topos. ¡Sigo en la figar!

No pasamos mucho tiempo cosechando higos, un par de horas quizá, hasta que llenamos las dos cestas que llevábamos. Tampoco lo cogimos con mucho afán, tomamos nuestros respiros. Aunque estábamos a las sombra de las higueras, el sol calentaba ya de alma. Por cierto, ya habréis escuchado que la tradición mítica popular atribuye mala sombra a la higuera y no aconseja dormir ni descansar bajo ella. Nosotros no hacíamos ni una cosa ni la otra, currábamos, y descansábamos sentados en la escalera a la sombra del emparrado.

Había ya muchos frutos estropeados por el suelo y algunos en el árbol, comidos por los pájaros y por miles de avispas y avispones que en el verano griego son a veces una invasión. Pero había muchos más maduros en el árbol y otros tantos a media maduración, con lo que es probable que estén comiendo higos frescos hasta octubre, y los que queden para el invierno serán en primavera riquísimas brevas.

El premio y la gorra del ayudante
Ayi Apostoli. Eubea. Grecia, agosto 2012.

Recogimos también otra cesta de berenjenas y tomates y al terminar el trabajo subimos a saludar a los dueños, que ya andaban por la casa. Como siempre, se asombran un poco de la presencia de españoles, que además no son plusi, ricos, y chapurrean un poco de griego. La señora, a quien ya conocía del pueblo, me dio otro cesto de tomates y berenjenas, mi casero ya me había reservado uno de higos, con lo que volví a casa cargado. Y sin beber una gota.

No quiero insistir en la generosidad griega, aquí mismo si un extranjero se integra en la comunidad con sencillez, no faltarán personas generosas en el pueblo que lo ayuden. Así va, cuando va bien. Siempre hay que contar con un poco de buena fortuna. En este caso, de mí se puede decir que hice bueno el refrán castellano, Caerle a uno la breva en la boca, no es suerte poca.

En épocas de más hambre, los dueños de las higueras tenían que vigilarlas cuando llegaba el tiempo de la maduración y no sólo de las aves, sobre todo de los pájaros humanos, locales y de paso. En nuestra lengua hay un montón de sentencias a propósito de ello, casi en desuso, que se pueden condensar en  El que tiene higuera en camino real/ si quiere comer higos debe madrugar. Y es que los higos son muy golosos. Tanto atraen que existen otros tantos dichos sobre su magnetismo, del tipo, Al tiempo de brevas todos se llegan o Se acabaron los higos, se acabaron los amigos. Tal como van las cosas, quizás acaben por volver..., los tiempos, el hambre, la picardía, los refranes y los amigos. Pero que no se vayan los figos.

Así pues, al final termino el capítulo con el refranero, como ayer. Dije allí que tengo imágenes de cómo secan los higos para conservarlos hasta el invierno, a ellas dedicaré alguna otra entrada más adelante.
Os dejo con  La canción de los gitanos, que ya subí en la voz de Eleni Vitali, versión que me presta más, tal vez por ser la primera que escuché, y porque me gusta Vitali, es otra de esas cantantes griegas con personalidad. Pero esta grabación, más dulce, pausada y a dos voces, no está nada mal.

Zanos Petrelis. Fotiní Rali.  To tragudi ton yifton. Balamos.

http://www.youtube.com/watch?v=4UDZuzOKHD8

Salud y buen provecho.

Barbarómiros

sábado, 22 de junio de 2013

Σύκα, Higos


Grecia, verano 2012.

Figos


Buenos días. Seguimos con las vitaminas y azúcares en esta etiqueta. Quizás no sean los higos la segunda fruta que más comemos en Grecia, después de la sandía, sino las uvas, pero allá se irán. Y es que a los chavales no les da más por los higos y apenas los prueban, mientras que sí comen algunos racimos de esas uvinas griegas dulcísimas que nunca faltan en agosto.

Sin embargo si hay dulzor ése es el de los figos. El dulce de la sandía refresca, se expande por la boca y se diluye al poco; el de las uvas, también líquido y fresco, tiene el contrapunto del ollejo, más amargo aunque apenas se note en éstas, y dura algo más que el del karpusi. Pero la dulzura del higo permanece, la consistencia de la carne del fruto lo hace durar en la boca, sólo diluye con nuestra saliva y hay que masticarlo un poco. Su pulpa y sus semillas quedan en los rincones del paladar y la lengua, y entre los dientes, aún después de tragado...

La razón de poner a los higos en segundo lugar es que este año pasado comimos más que nunca. No tengo mucho que decir de ellos, pero hay tantas fotos que haré dos capítulos cortos por eso, con un par de imágenes cada uno, que tampoco son gran cosa.
Más adelante, cuando hayan desfilado por este apartado los frutos y verduras, o frutas y verduros, más comunes, dedicaré un tercer capítulo a uno de los modos que tienen los griegos de secar y conservar los higos largo tiempo.
En el siguiente a éste contaré algo de la mañana en la que nuestro casero me llevó a coger figos de un par de grandes figares llenas de fruto maduro maduro.

Mi amiga asturiana, en cuya tierra no se dan mal los figos, es la más aficionada a ellos. Pero donde vimos grandes extensiones de higueras fue en Turquía. Coincidencias, porque en Asturias abundan también las avellanas, les ablanes, pero en el norte turco, junto al Mar Negro, hay kilómetros y kilómetros de avellanos, y en terreno llano fácil de trabajar, no en estos valles profundos de la mi tierrina.
En un viaje en coche por Turquía hace años, trajimos una cestina artesanal muy tosca, de cañizo, que vendían llena de higos a la orilla de la carretera; es tosca pero todavía aguanta desde entonces. Los figos no.

Sales minerales, vitaminas, hidratos de carbono..., las virtudes laxantes del higo son bien conocidas por todo el mundo. Esto me animaría a escribir alguna de mis historietas escatológicas a propósito de algún atracón que recuerdo, pero fico algo dispépsico y no me apetece andar revolviendo entre la mierda. ¿Escatófago sería comemierda, no?


¿De higos a brevas?

En agosto los hay en las fruterías, pero pocas veces los compramos, con más frecuencia los recibimos de regalo, no sólo por generosidad, también porque a finales de mes llegan a su punto álgido de maduración en Grecia y hay muchísimos.

Aquí maduran más tarde y su época fetén es por San Miguel, a finales de septiembre. A su tiempo maduran las brevas, dice nuestro refranero, lo que no sólo indica que la fruta está en sazón cuando le llega el momento, o que la breva pasa mucho tiempo en la higuera, y no quiero decir despistada, sino en el árbol, también se refiere a otros frutos y frutas no necesariamente del Reino Vegetal...

Digo y redigo que la breva no es el higo, otro de los graciosos. Hay diferencias notables entre higos y brevas. En general, sin tener en cuenta las especies o la zona geográfica, cuestiones importantes, éstas son más grandes y dulces, más apreciadas por ello. Pasan el invierno en el árbol y maduran a finales de primavera, son la primera cosecha de la higuera. A finales de verano maduran los figos, la segunda.

La frase de la canción de hoy, τα σύκα-σύκα και τη σκάφη-σκάφη, viene de una obra de Aristófanes, pasando por Plutarco, hasta llegar al verso de Yiannis Ritsos que lo escribió en su exilio del campo de prisioneros de Kondopuli, en Limnos. La Olla ahumada, Kapnismeno tsukali.

No sé si sica-sica hace referencia a algún tipo de embarcación, según sugiere un traductor, diferente al skafi, que sí es un barco (de ahí batiscafo y escafandra). Yo siempre lo traduje por figo-figo. Así, literal, Al figo figo y al barco barco, es decir, Al pan pan y al vino vino.
Hay otro juego en el dicho si mezclamos la versión castellana y la griega, porque todos coinciden en que los higos no se llevan bien con el agua y sí con el vino, Ni higos sin vino ni pucheros sin tocino.

Recita Ritsos, canta Nikos Xiluris.

Ramiro Rodríguez Prada

Γιάννης Ρίτσος. Χρήστος Λεοντής. Νίκος Ξυλούρης.  Και να αδερφέ μου. Y a mi hermano.


Υγειά και καλή όρεξη, Salud y buen provecho!

viernes, 21 de junio de 2013

Marianín el Averías


Puerto de Vega.
Asturias, 2013.

Luisín  El Averías


La noche anterior hubo una tormenta importante, las olas, como bombas explotando en el acantilado, subían por encima de las defensas del puerto. A través de las ventanas de un bar cercano contemplábamos el movimiento increíble de las tres farolas zarandeadas por el viento que iluminaban la explanada, parpadeando. A su pobre luz veíamos la cresta blanca de la ola saltando el muro y cayendo después en cascada sobre el cemento del paseo interior.

Sin embargo el primer día de verano amaneció con el mar calmo, el cielo azul despejado y un sol maravilloso. Había fiesta en el pueblo y, ya dispuestos con nuestras mejores galas, nos fuimos a dar una vuelta hasta los acantilados. Las tormentas siempre dejaban entre las rocas cosas impensables. Todavía quedaban muchos charcos en la explanada, pero fuimos sorteándolos sin demasiadas dificultades.

Junto al muro del espigón se acumulaba el agua y tuvimos que pasar en fila india pegados al él. Había que recorrer unos diez metros para coger la escalera de subida al paseo superior, sobre el propio muro. Desde arriba otra escalera, más estrecha y tosca, permitía bajar hasta las rocas.

Pero no llegamos a subir. Justo cuando pasábamos debajo de un letrero fijado al hormigón que anunciaba, PELIGRO, REBASES DE AGUA CON TEMPORAL, nos cayó encima un buen roción que nos dejó a los cuatro como a merluzos. ¡Pero si el mar estaba más plano que un plato de sopa reposada! Y lo curioso es que con la ola nos cayeron también en las cabezas cinco o seis peces, ¡salmonetes, nada menos! Miramos a lo alto del muro por si se repetía la mala jugada y entonces lo comprendimos.
Luis Mariano.  México, versión en francés.


Porque allí estaba Luisín El Averías con la caña en la mano después de hacer una de las suyas. En ese día festivo celebraba además su santo. Estuvo cinco años interno en los jesuitas pero no hicieron vida de él. Nos devolvía la mirada con cara de Mariano, pues en realidad lo bautizaron Luis Mariano porque su padre, de origen vasco, era forofo del cantante.

¡Se me cayó el bidón!, dijo por toda disculpa Luisín encogiéndose de hombros.

Era otra herencia de su padre. Cuando pescaba llevaba con él un bidón cilíndrico de plástico con tapa, de unos 25 litros, lo llenaba allí de agua, iba echando vivos los peces que pescaba y se sentaba en el bidón en los ratos que no picaban. De vez en cuando se incorporaba y abría la tapa para echar un vistazo a los peces, ¡era exactamente la misma manía que tenía su padre! Debió moverlo de sitio y se le fue de las manos...

Ramiro Rodríguez Prada

La Romántica Banda Local.  No me gusta el rock.

jueves, 20 de junio de 2013

Lluvia de verano


Ayi Apostoli.  Grecia, verano 2012.

Poema de amor estacional
(Para mañana)


Olvidaré que éramos niños en otra tarde azul de primavera como ayer
Te cogeré en volandas haciéndote cosquillas como si no pasara nada
Tal vez entonces recuerde un beso que me diste aquel invierno
O las hojas esas caricias que caen de tus manos suaves en otoño

Cuando el sol nos caliente las rodillas y sonrías saldrá una luna nueva
Me morderé las uñas nervioso y en silencio iré detrás de ti corriendo hasta la arena
Montaremos el circo en cualquier playa un algo escondida y solitaria

Cuando llegue el verano se acabarán las horas de abrazarte en primavera
Yo te diré un te quiero cálido y cercano paseando en la noche perfumada
Habrá gatos despiertos y fruta dulce y fresca bajo las estrellas y un mar sereno
Volverá sin duda ese solsticio montado en una nube fugaz como la lluvia del verano

(Volverá por sus fueros como tornan las vacas con la nieve)


De  Interrogatorios y Otras partidas perdidas. 2013.
Ramiro Rodríguez Prada


Χειμερινοί Κολυμβητές. Θ. Ρέλλος. Ἀργύρης Μπακιρτζῆς.
Μπακιρτζῆς.  Ὅταν θὰ ῾ρθεῖ τὸ καλοκαίρι. Cuando vuelva el verano. 


Salud.

miércoles, 19 de junio de 2013

Lucha por la vida


El gallu la quintana.
Asturies,  2013.

Mestizaje


La quintana, en Asturias, es esa zona delantera descubierta de una o varias casas cercanas, por donde andan picoteando al sol las gallinas, pollos y gallos del pequeño vecindario. En ocasiones se cierra con una alambrera y cumple la función de corral al descubierto; al atardecer los bichos se recogen solos en el corral interior. En Grecia, por el verano,  muchos duermen al sereno en las ramas de los almendros u otros árboles a su disposición.

¿Porqué esta introducción? Pues porque no sé cómo empezar la pequeña historia de hoy y necesitaba situaros un poco en el escenario.

Esta quintana era común y no tenía cerca de alambre, la formaban dos casas un poco apartadas del núcleo de la aldea. Los dueños no estaban a partir un piñón, pero se respetaban compitiendo en todo con cierto espíritu deportivo. Ambos eran, además, pescadores y mimaban a sus gallos, de los que sacaban plumas para los anzuelos artesanales en la pesca de la trucha. Sus animales eran de razas distintas, cada uno criaba la suya, y eran exclusivas.

En la quintana cada grupo de gallos y gallinas respetaba el espacio ajeno, más incluso que sus propios amos, parecían haber trazado una línea imaginaria en el centro que nadie osaba traspasar. Y cuando algún gallo más chulo de la cuenta lo intentaba, recibía de inmediato su castigo por parte de los gallos vecinos. El dueño se reía contemplando la escena desde el interior de la cocina, salvo cuando el gallo atacado era el suyo. Siempre se perdía alguna buena pluma.

Como la quintana no estaba cerrada, las gallinas picoteaban  también en una zona próxima con hierba alta, donde sin querer se mezclaban a veces los dos grupos. Allí, lejos de la vista humana, se ventilaron muchas diferencias, y de todo género.


...y allí tú me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste
el otro día...

Debió ser la relajación de costumbres de los tiempos modernos, la raza que degenera, o el apor que todo lo puede, quién sabe, el hecho es que se empezaron a ver parejas de gallos segundones en compañía de gallinas poco ponedoras del corral vecino. Y pronto también a las muy ponedoras, que aquello de la novedad tenía su morbo.

Cuando las nuevas generaciones de pollos comenzaron a echar las plumas de adultos, los paisanos vieron con desesperación que estaban perdiendo la exclusividad colorista primitiva de sus animales. Ahora no había apenas diferencias entre los dos grupos y era ya tarde para encerrarlos.
Los dos pensaron en la temporada de la trucha y en la misma solución: usar los anzuelos de la campaña anterior. Pero la afición les hizo probar las nuevas plumas en un par de anzuelos.

Ninguno de los dos comentó nada con el vecino, porque las truchas entraban como lobas a las nuevas plumas. Ese año pescaron más que nunca.

Las gallinas siguen viviendo libres en su quintana abierta..., para desgracia de las truchas.

Ramiro Rodríguez Prada

Papayiannopulu. Marika Ninu.  Tsuanakos ise mia kota pardali.  Tsuanakos es una gallina pardal?