lunes, 7 de octubre de 2013

Patosos


Un  patoso  entre dos  patafísikos
Oviedo  2013.

La patulea patosa


El Patoso es el típico palmípedo que no da pie con bola, en infantiles suele jugar de portero, pero no por vocación sino porque correr no es lo suyo, a duras penas se mantiene en pie mientras camina, si se le puede llamar así a lo suyo, y siempre parece un poco borracho.
Por otra parte, los patitos son muy simpáticos y muy ricos, pero unos cabrones con sus congéneres y arrinconan en la portería al que tropieza más de la cuenta. En juveniles todos dejan el fútbol, incluso antes.

Es el conocido pato piesplanos, que cuando migró a América se enroló en la policía o en los servicios de recogida de basura, a pata de calle. Aquí un refugio seguro era la Guardia Patil. En los últimos años muchos se enrolaron de seguratas, paseín paquí paseín pallá, y vuelta a empezar....
Sus andares, más bamboleantes que los de ninguna otra especie patuna, son los que han dado fama al característico deambular de las anátidas.

Meter la pata es lo suyo, pero no por indiscretos, aunque también si llega el caso. No siendo regla general y aceptando que suena muy determinista, es de notar cómo en ocasiones hay un correlato moral paralelo a las características físicas, y a un defecto o virtud en lo corporal corresponde una cualidad psicológica, o ética, un vicio o una tendencia del carácter.
Así, pongo por caso, estos patosos tenderían naturalmente a un pensar torpón, inseguro, o de esos que van de ceca en meca, volubles y veletas, en la dirección que soplen los pedos.

No creo. La meten por pura torpeza anatómica: cruzan las patas y se hacen un lío, de manera que ya no saben qué pata echar primero y, en esos casos, tienden a enredarse y caer ante el mínimo obstáculo o irregularidad del terreno por donde pasean. Porque para colmo les gusta lucirse en las charcas y bebederos públicos, lo patoso no quita lo presumido.

Lo peor de los patosos aparece cuando forman patuleas. Como algunos son muy chulos se rapan la cabeza a lo skin head, engordan, sobremanera de la parte del hígado porque también beben como esponjas, y se lanzan a la calle en pandillas asustando a las gallinas, a los pollitos y a otros patos viejos o indefensos de su especie.
Se han dado casos en todo el mundo patótiko. Persiguen con auténtica saña sobre todo a los ocos forasteros y hasta a los de paso, los migradores y estacionales. Tienen una idea hipertrófica, excluyente y cavernaria de la nación patuna.

Pero no pasa nada, pues cuentan con la permisividad y la manga ancha, cuando no la connivencia, de sus colegas de la patada policial, ya que muchos son asiduos de sus patisarías, de soplones o de lo que pinte. Se sienten seguros y protegidos porque son las fuerzas de choque de este patoso y fascistudamente estúpido sistema.

Raúl el Gitano.  Caramba, carambita, carambirulí.

http://www.youtube.com/watch?v=Sxwal7-wyLY

Salud y al loro.

Korvus Korax, Ο Μαύρος, O Mavros, El Negro.

sábado, 5 de octubre de 2013

Escenas griegas -5. Emigrantes


Sol y sombra.
Santos Apóstoles. Eubea, agosto 2012.

Marinería musulmana


Buenos días. Al día siguiente del primer Panselinos, la luna llena, de agosto, las niñas gitanas que en la verbena de la fiesta de la Cofradía de pescadores, animada por Eleni Legaki, María Nomicou y sus músicos, vendían ramos de rosas a las parejas de enamorados y bandejas con pétalos de flores a los bailarines, intentan colocar en esta mañana soleada, tiestos con claveles y caléndulas a los marineros, todos de religión musulmana, que reparan los trasmallos desde que sale el sol, a la sombra de un toldo en la cubierta de un pesquero.

Mientras, los padres de las gitanillas roncan todavía en las fragonetas, aparcadas a la sombra de las sabinas del puerto.

Las niñas, más que vender plantas, lo que hacen es entretenerse viendo el trabajo de los pescadores, llevan también unas horas de acá para allá picando en las puertas, sin mucho negocio. Pero es una escena que he visto tres años consecutivos y supongo que algo sacarán de su deambular, poco en cualquier caso.

No sé si son gitanos griegos, búlgaros o rumanos, el pueblo errante no tiene patria, es de todas partes y de ninguna.

La mayor parte de la marinería de los barcos de pesca de altura, no sólo en este pequeño puerto, sino en muchos de Grecia, es de países musulmanes, asiáticos y del norte de África. Muchísimos pakistaníes, de Bangladesh, y bastantes argelinos, marroquíes y supongo que tunecinos. Y cada día más, también del África negra subsahariana.
Cheb Mami. Cheb Khaled.


La hora de la oración mirando a La Meca.
Eubea. Grecia , verano 2012.

Como detalle curioso, en un volido con la curruca juliensis por la costa asturiana, muchos de cuyos puertos, pequeños y medianos, están hoy día semihuérfanos de barcos de pesca y llenos de fuerabordas clónicas, vimos casi más trabajadores negros en labores portuarias, que blanquitos, así que la costumbre parece que se impone. Fuimos incluso testigos circunstanciales de cómo el dueño de una cetaria contrataba a un senegalés, para comenzar a trabajar a la mañana siguiente.

En las ciudades, junto con búlgaros, rumanos y albaneses, más algunos procedentes de la antigua URSS, orientales y occidentales, y del este de Turquía, suelen ocupar los barrios más pobres, como la mayoría de emigrantes en todo el mundo.
En los pueblos tampoco están integrados. Para empezar, muchos de los que trabajan en la mar duermen en los barcos, y como todo lujo en algunos casos disponen de barracones prefabricados en las depedencias de los puertos o en sus proximidades.

Forman pequeños guetos, a veces nacionales, hablan siempre en su lengua y se comunican muy poco con los griegos, con un conocimiento escaso del idioma; Pero también cuentan los lazos religiosos, como en el caso de la imagen superior. En el pueblo, muy pequeño, no tienen casa, mucho menos mezquita, así que hacen los rezos reuniéndose todos en la cubierta de uno de los barcos pesqueros más grandes.  

El resto de caiques, más pequeños, pertenecen a  patrones con un menguado volumen de pesca, que suelen emplear a familiares y amigos. Es una actividad semiartesanal, casi de subsistencia, que se aleja pocas millas de la costa.

Μαρία Νομικου.  Που πας, που τρεχεις, που γυρνας.  Dónde vas, dónde corres, dónde vuelves.


Preparando las redes al atardecer.
Desde el balcón de casa. Grecia, verano 2012.

Al atardecer, poco antes de salir a pescar, los marineros musulmanes preparan las redes después de las labores de limpieza, secado y reparación que han ido realizando durante parte del día. La mañana y la tarde las pasan en los barcos y en los puertos, y la noche navegando y pescando. Cuando no se alejan excesivamente en busca de otras pesquerías, antes del amanecer empiezan a entrar de vuelta.

Ya mencioné una de las artes de pesca que practican, el gri-gri, nuestro cerco, y prometí algún capítulo sobre ello. Aprovecharé este título de Escenas griegas y este capítulo, dedicado más a los pescadores extranjeros musulmanes que a los emigrantes en general, para enlazar con algunas imágenes y cuatro palabras sobre el tema del gri-gri.

¡Hasta entóncenes!

Barbarómiros.

Manzil-e-Sufi, Sanam Marvi, Coke Studio Pakistan, Season 3.

viernes, 4 de octubre de 2013

84


Barbazul  2013.


Salí a tirar la basura



después de haber limpiado cuidadosamente la habitación y metido en una bolsa los últimos restos. Perdí por completo el poco olfato que me quedaba. No resultó buena idea guardar los cuerpos del delito tanto tiempo. A lo largo de muchos meses había ido deshaciéndome de cualquier prueba que pudiera incriminarme, y me aburría ya aquel espectáculo dantesco que ofrecía el cuarto. Fui despiezando y triturándolo todo, para camuflarlo más tarde entre la basura orgánica, pero sólo tiraba pequeñas cantidades repartidas durante la semana en días alternos, e iba a depositar las bolsas a distintos contenedores de la ciudad, lo más lejos posible de mi domicilio y distantes entre sí. El váter también se tragó sus dosis de porquería humana.


Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.   Barbazul vs. El amor letal.




Salud y felices pesadillas


ra

jueves, 3 de octubre de 2013

83


Demasiado lejos, demasiado esfuerzo.


Salía tirar la basura



cuando ya llevaba tres meses muerto. No me preguntes cómo es esto posible, me falla la memoria, tengo desde hace tiempo una sordera descomunal y me cuesta articular, las piernas no me obedecen y cuando lo hacen, doy cuatro pasos y me entra una fatiga mortal. ¡No valgo para nada! ¿Qué coño hago saliendo a tirar la basura en estas condiciones? Dejé la bolsa en una esquina y me volví. No sabía dónde ir... . Creí recordar vagamente que, respetando mis deseos, me habían incinerado, echaron mis cenizas por la taza del retrete y tiraron de la cadena, así que intenté meterme por el alcantarillado. Pero no fui capaz de levantar la tapa, estoy sin fuerzas y la gente pasa de ayudar a un cadáver que ya huele.


Karamelo Santo.  Yo a tu casa no voy.


http://www.youtube.com/watch?v=KH6wvq0Jgns



Salud y felices pesadillas



ra



miércoles, 2 de octubre de 2013

82


Dúos. 



Salí a tirar la basura



sin quitar el mandil que utilicé para hacer la cena. Estaba ridículo hasta decir basta, porque había puesto uno de mi compañera que ni siquiera ella usa apenas, ¡es horrible! No encontré el mío habitual y no soy muy presumido. Pero es que hay niveles, yo también tengo mi pequeño corazoncito de narciso, y una cosa es ser el hazmereír de los de casa y otra servir de pelele a un grupo de atorrantes, que fue lo que me sucedió. No me di cuenta de que lo llevaba encima hasta que me tropecé con ellos en la escalera que desciende hasta la calle. Eran cinco gamberretes de unos 18 ó 20 tacos, con un pedo curiosín, haciendo un minibotellón y fumándose unos porros. No tengo nada contra lo uno ni contra lo otro, pero no me gusta que me vacilen de mala manera. Sólo dije buenas noches. Ya tuve problemas para cruzar entre ellos y bajar a la acera, uno me tironeó del mandil y otro dijo, entre una risotada general, algo así como ¡Quita eso de ahí, cerdo, que apesta!, refiriéndose a las bolsas y dando un manotazo a la que tenía más cerca. Mientras iba hasta los cubos y las dejaba, pensaba que a la vuelta se repetirían los problemas, no había respondido y estarían envalentonados. En efecto. Al llegar a la escalera se habían puesto de pie y se reían señalando mi aspecto y cerrándome el paso. La verdad es que hasta a mí me daba la risa viendo la pinta que tenía. Pero lo suyo no era un disfrute sano, consistía en divertirse humillando al prójimo. Me dejé hacer con muchísima paciencia permitiendo que me empujaran, que tiraran del mandil de un lado y de otro, y sólo cuando uno quiso, y logró, tocarme la barba, le dije en voz baja y sin excesiva violencia, ¡La barba no!... . Me daba cuenta de que si los tomaba muy en serio la cosa terminaría mal y el peor parado sería yo. Quiso la casualidad que pasaran dos personas por la calle y aproveché para escabullirme cuando dudaron de seguir con el acoso. Entré en casa con una mala hostia que me llevaba dios, pero ya tenía la respuesta justa en la cabeza. Amigo como soy de los disfraces guardo uno de policía, no sé de qué país, pero que da el pego, y de noche más. Me vestí en un pispás, agarré la cartuchera con la pistolina de juguete, porque tiene de todo, hasta tolete, ¡aunque es de plástico hueco y ligero!, y salí a la calle. Seguían sentados en la escalera descojonándose. En un primer momento debieron pensar que alucinaban, abrían unos ojos como tarteras. No se lo podían creer. Los puse a los cinco contra la pared y en un minuto se les había pasado todo el vacilón. Pedí los carnets de identidad, les hice vaciar los bolsos, y los tuve allí ocho o diez minutos. Les devolví los documentos y dije, con toda la gravedad de que fui capaz, que ya recibirían en sus respectivos domicilios una notificación del Juzgado. Se fueron con paso ligero y las cabezas gachas, sin el costo. ¡Los jodíos chavales fumaban un chocolate mejor que el mío!



Ilegales.  Yo soy quien espía los juegos de los niños.





Salud y felices pesadillas 



ra